Todos hemos escuchado los argumentos sobre el plebiscito de Abril estos días. Por un lado, que el «Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución» sólo pretende salvar la institucionalidad corrupta y que todo lo que surja de esta “Cocina Constituyente” debe ser rechazado sin malabarismos electorales. Y por el otro, que el plebiscito representa […]
Todos hemos escuchado los argumentos sobre el plebiscito de Abril estos días. Por un lado, que el «Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución» sólo pretende salvar la institucionalidad corrupta y que todo lo que surja de esta “Cocina Constituyente” debe ser rechazado sin malabarismos electorales.
Y por el otro, que el plebiscito representa una oportunidad para desinstalar la Constitución de los ‘80 y dar nuevas fuerzas al movimiento social popular para continuar la lucha que comenzó el 18 de Octubre.
El gobierno accedió a cambios en la Constitución bajo la presión del #Despertar. ¿Y por qué? Porque la viabilidad de su sistema depende de una estabilidad, una visión de país, compartida. Compartida, por lo menos, por la oposición política establecida. Pero ellos sabían también (porque no son tontos), que mucha gente detesta a los políticos establecidos, entonces el camino de vuelta a la estabilidad tenía que oler a novedad.
A su vez es un hecho que los vecinos quieren participar, y que van a participar. Frente a ese “hecho”, ¿Cómo podemos mejorar la organización territorial, aprovechando el escenario del plebiscito?
La opción sería organizar asambleas para discutir la votación y hablar de cómo vamos a seleccionar y votar por nuestros delegados en Octubre, porque el camino constituyente es largo y recién comienza.
Ahora bien, por lo general, a mi parecer, los que comienzan con el “no sirve para nada” son más radicales, más impacientes. Tienen en sus corazones la urgencia del fuego y saben, temen, que si no enfrentan a los malditos políticos (de todos los tipos) ellos van a restablecer su control.
Son dos tipos de conclusiones que nacen de esta fe. La primera es que sus acciones, sus actividades, son la acción directa de una minoría. Porque de hecho, son una minoría, muy activa, con fuego en los corazones, pero igual una minoría.
Y la segunda conclusión es que quedan algo separados, independientes, de la mayoría de los cuatros millones y tantos que han salido a marchar desde Octubre 18. ¿Cómo integrar mucho más gente al conflicto en curso? Es la gran inquietud, o debería serla.
Por otro lado, los que promueven la participación en el plebiscito saben que la mayoría de los cuatro millones quieren avanzar, quieren cambiar la Constitución y ven por ahora pocas alternativas distintas a votar SI en el plebiscito y Convención Constitucional. Están seguros que la mayoría piensa así, pero también quieren convencer a esa mayoría que la Asamblea Constituyente es la organización que necesitamos para avanzar hacia una sociedades de derechos desmontando el sistema neoliberal.
Algunos dicen que hay que anular la opción de Comisión Mixta/Convención Constitucional, pero no creo que van a convencer a muchos con ese argumento. Otros proponen llevar una tercera papeleta a las urnas del plebiscito con la opción de Asamblea Constituyente. Tampoco creo que vaya a tomar vuelo esa idea.
Cosa de Organización
Pero quiero volver a ver qué hay detrás de las dos opciones. Es cosa de políticas distintas, “acumulación de fuerzas y organización en distintos niveles del movimiento popular”, por así decirlo.
¿Cuál es la mejor forma de ayudar a los millones que luchan a sentirse capaces de cambiar el país, hoy día, bajo las condiciones que enfrentamos?
Es la gran pregunta. Creo que la forma de actuar más efectiva (para los más y los menos radicalizados) es declarar públicamente que debemos votar porque es parte del comienzo de crear una base masiva para la elección de los delegados en Octubre.
Claro, todos sabemos (o a esta altura de la lucha, deberíamos saber), que este “proceso” tiene «letra chica» tan poderosas que garantiza (o así espera el gobierno y sus aliados) que los grandes cambios que queremos no van a nacer en las reuniones de los delegados elegidos. Así son las cosas y por ende nos obligan a organizar nuestras bases y nuestros delegados para ganar esos cambios grandes – por la democracia masiva.
Lejos la mejor forma de ganar a la mayoría sería mostrar que las asambleas, masivamente democráticas, son más legítimas que las reglas de 2/3 de la Convención. Pero para ganar esa batalla, las Asambleas DEBEN ser masivas y DEBEN ser realmente democráticas.
A su vez considero que la gran fuerza que no está despierta todavía es la fuerza del trabajador productivo. Tenemos el poder de hacer girar y parar el país pero, no hemos tenido cómo hacer sentir esa fuerza todavía, porque… ¿por qué? … porque la organización base del trabajador es débil.
Enfrentamos dos tareas grandes entonces.
Una es fortalecer la democracia real y – muy importante – el tamaño de las asambleas locales. ¿Cómo vamos a elegir delegados en Octubre si no discutimos los postulantes y los temas entre cientos y miles de vecinos?
Y otra es la creación de una base sindical fuerte.
Creo que sin estos dos cambios importantes, Piñera y su gente van a controlar la Convención Constituyente de una forma u otra.