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Fortunata y Jacinta, escritura genial

Fuentes: Rebelión

El libro de ese nombre, de Benito Pérez Galdós, está considerada una de las más grandes novelas de la lengua castellana, además de la obra maestra de su autor. El ciclo “novelas españolas contemporáneas” al que pertenece, ha sido parangonado con el que escribió Honoré de Balzac, ambientado en París durante la misma época.

Madrid en la España de la pobreza y el atraso

El escenario de las novelas de ese ciclo es sobre todo Madrid. La ciudad es tratada como un espacio social y cultural que es representativo del conjunto de España, epítome de un país en crisis. Por encima de lo arquitectónico y paisajístico, que tiene su lugar en la obra, el “Madrid de Galdós” es un ámbito humano apasionante. Perteneciente a una sociedad que daba síntomas de agotamiento en lo económico, lo político, lo cultural, incluso en lo religioso.

Todavía España no había tocado fondo, lo que recién se produciría en 1898, con la terrible derrota frente a Estados Unidos en la guerra de Cuba y Filipinas. El “desastre” por antonomasia, que conllevó la pérdida de los restos del imperio colonial. El autor, que escribe diez años antes de esa catástrofe y ambienta la acción una década antes de su escritura, muestra tener acabado registro de la decadencia, que ya parece indetenible.

En esta como en otras de sus obras, Galdós pinta a un país atrasado, periférico en la órbita del capitalismo europeo, poblado de resabios precapitalistas. En medio del supérstite poder de la nobleza y la Iglesia, se desenvuelve una economía deforme, en la que campan actividades improductivas, como la especulación financiera y la percepción de rentas inmobiliarias urbanas y rurales. Además de múltiples maneras de lucrar a costa de la administración pública, a través de contratos y prebendas.

Los personajes de esta novela se distribuyen en la escala social desde la alta burguesía hasta una plebe mísera y con medios de vida muy precarios.

En el medio, una multiforme clase media que entre sus rasgos en común tiene la de no tener ningún asiento productivo. Pequeñas o medianas rentas inmobiliarias rurales o urbanas, o bien financieras, son frecuente medio de sustento. Este componente rentístico puede ser complementado o reemplazado por el empleo público. Éste es dependiente del favoritismo político; inestable, a menudo mal remunerado, con frecuencia servido con poca dedicación.

La vida plebeya es un componente sustancial a lo largo del libro. Madrid es escenario de la vida de mercado, la venta callejera, el tránsito por bodegones y tabernas, los pregones y las disputas. De puertas adentro, algunas escenas transcurren en horrendos inquilinatos, a los que no llega la higiene, la salud ni la educación.

Sólo pisan allí algunas damas caritativas que aquietan su conciencia cristiana, a veces con actos tan cuestionables como la descarada apropiación de los hijos ajenos.

En un ámbito social casi sin industrias y con empleo escaso y mal retribuido, la indigencia es el destino de una vasta porción de la población

El tiempo histórico de la narración es el que va desde la revolución que derroca a la reina Isabel II en 1868 hasta los primeros tiempos de la restauración “alfonsina”, con el inicio del reinado de Alfonso XII.

Son años de guerra civil (la última de las llamadas “guerras carlistas”) un monarca italiano que abdica en medio de convulsiones, variados pronunciamientos militares, un establecimiento efímero de la república e insurrecciones regionales o locales llamados “cantones”. Y finalmente el retorno de la monarquía y del orden dinástico.

Una Inestabilidad continuada que desemboca en una “restauración” que prohíja todos los privilegios sociales. Y juega al liberalismo político, que resulta endeble cobertura de la exclusión del pueblo del campo de las decisiones. Recién entonces se aquieta el tembladeral y el viejo-nuevo régimen irá a durar varias décadas.

Protagonistas

Las dos mujeres que dan título a la historia son exponentes de extremos opuestos de la estructura de clases. Una de ellas, cuenta con una cómoda instalación en la burguesía, la otra proviene de lo que, con terminología del siglo XX, podría denominarse el “subproletariado”.

Fortunata es muy bella, alta, irradia simpatía. Es asimismo pobre de toda pobreza y analfabeta. Se enamora con el alma del rico, elegante, seductor, frívolo y aprovechador Juanito Santa Cruz. Que la abandona y luego se casa con una prima suya, Jacinta. Y, ya casado, vuelve una y otra vez a requerir sus amores.

Lo singular es que no le interesa la riqueza de su amado, ni tampoco se ilusiona con la elegancia y el lujo. Más allá de alguna tentación temporal, se considera una mujer del pueblo y está orgullosa de serlo.

Jacinta pertenece a una familia burguesa muy rica. La fortuna familiar ha sido hecha mediante un gran establecimiento comercial, para luego centrarse en la percepción de rentas por las riquezas acumuladas en el comercio. Bonita, amable y bondadosa, concuerda con todos los convencionalismos: Rica, educada, católica ferviente, monárquica “alfonsina”.

Juanito Santa Cruz es amante de Fortunata y esposo de Jacinta. Es casi un arquetipo de la burguesía parasitaria: Ajeno a cualquier actividad productiva, se dedica al disfrute de una fortuna a cuya formación no ha contribuido en nada. No le interesa dedicarse a los negocios. Tampoco a la política, ni a ninguna actividad intelectual.

A diferencia de otros “parásitos” galdosianos, Juanito no malgasta su riqueza ni contrae deudas. Quizás es demasiado egoísta para eso.

Trata a Fortunata como objeto de placer, la toma y la desecha cada vez que le apetece. A su esposa le miente a cada instante y le hace promesas que no cumple. No sólo sustenta la formalidad de la relación, sino que aspira a ser amado por su mujer, a tenerla sometida también a sus caprichos e infidelidades.

No se resigna a ser odiado o despreciado por ninguna de las dos. Por lo que trata de que sus perversidades queden ocultas bajo un manto de generosidad y hasta de elevada moral.

Ambas protagonistas son sus víctimas, cada una en la medida y con las modalidades que facilitan sus respectivas posiciones sociales, sus creencias, y la conformación de sus caracteres.

Las dos protagonistas son exponentes de un género femenino sometido, sujeto a prejuicios sobre su comportamiento afectivo y sexual y privado de toda independencia económica. Ninguna de las dos tiene medios de autosustentarse o habilidades para desempeñar algún trabajo.

El “cuarto lado” del triángulo es Maximiliano Rubín, un joven con minusvalías físicas y psíquicas, que cree hallar en su amor por Fortunata, con quien se casa, y en la voluntad de “redimirla” para convertirla en “señora”, un objetivo para su vida. Su derrotero es penoso, ya que los desaires de su esposa lo sumen primero en la melancolía y luego en la locura.

Puede ser visto como una síntesis de cierta complejidad humana que hace que en la misma persona convivan delirios místicos con razonamientos impecables, actitudes sublimes con una pulsión homicida.

Asimismo se lo muestra como exponente de una clase media sometida a la mediocridad económica, social y cultural. Pese a tener estudios universitarios de farmacia, Maximiliano vegeta como empleado en una botica, en dependencia y sin buena remuneración.

Otros “habitantes” de la novela

Con más de un centenar de personajes, las figuras “secundarias” son parte sustantiva del atractivo de la narración. Don Benito muestra a pleno su maestría en el trazado de los perfiles más diferentes. Puede mencionarse brevemente a algunos.

Lupe Rubín, tía de Maximiliano. Autoritaria en la vida cotidiana, liberal en política, se la da de moralista. Pese a ello vive de la usura, con una modesta fortuna hecha gracias a exprimir deudores. Intentará mandar a su sobrino y a su sobrina política en nombre de sus “principios”.

Mauricia “la dura”, amiga de Fortunata es, después de la protagonista, el tipo femenino popular más fuerte de la novela. Los rasgos no convencionales y rebeldes de su amiga se encuentran ampliados y profundizados en ella. Desenvuelve una “guerra” contra el orden familiar y la religión. Y hace presa de sus iras a cuantos se le ponen en el camino. Atrapada por el alcoholismo sus impulsos vitales se ven quebrantados por ese vicio.

Evaristo Feijoo es un militar retirado dotado de una filosofía escéptica. Pese a no creer en ellas rinde tributo externo a las convenciones sociales, como mejor modo de burlarlas. Hombre rico y soltero, su relación con la protagonista es la más sana entre las que ella logra entablar.

José Izquierdo, tío de Fortunata, es un hombre de la plebe embrutecido por la vida miserable, el alcohol, la más supina ignorancia, la dificultad de conseguir algo parecido a un trabajo. Es un siempre frustrado aspirante a algún empleo público.

Guillermina Pacheco, parienta de Jacinta. Solterona, católica fanática, considerada “santa”. Quiere ser redentora de la humanidad por obra de la caridad cristiana. Todo su empeño está puesto en exigir contribuciones a sus parientes y amigos ricos para construir un asilo de huérfanos.

Juan Pablo Rubín, hermano de Maximiliano es el hombre de café por antonomasia. Pasa buena parte de su vida en esos establecimientos. Frecuenta diferentes tertulias y se enzarza en las más diversas polémicas, Puede pasar en cuestión de días de reaccionario carlista a ácrata furibundo.

Cargado de deudas y sin medios válidos de subsistencia, ingresa en la burocracia estatal. Y allí hace insólita carrera, que llega hasta el elevado cargo de gobernador de provincia.

Manuel Moreno Isla, aspirante contrariado a ser amante de Jacinta. Rico y desocupado, desprecia a todo lo español y es fanático de la organización y el estilo de vida inglés.

Un templo literario

Esta obra, extenso relato de casi un millar de páginas, es un acabado cuadro sobre la ciudad en que vivió Galdós. Y acerca de toda la sociedad en la que tuvo que desenvolverse. Sobre ella extiende su descomunal capacidad de observación y una filosa mirada crítica.

Despliega recursos literarios que pueden considerarse modernos, como los “monólogos interiores” y los relatos de sueños. También exhibe rasgos “cervantinos”, tal el de un autor que entra y sale de la trama. Y declara no tener claras algunas incidencias o no conocer lo suficente las acciones de sus criaturas.

Don Benito fue un hombre que, contra el prejuicio común, giró siempre hacia la izquierda a medida que su vida avanzaba. Comenzó siendo un “progresista” dentro del marco de la monarquía para convertirse en un republicano cabal.

Y de allí evolucionó hacia la alianza e incluso la identificación con el socialismo. Su fe en la “redención” de España se asentó en la confianza en las virtudes de su pueblo, de los pobres y explotados en particular.

Esta conformación ideológica se refleja en la novela que nos ocupa. En parte por eso Fortunata, salida del bajo pueblo y en choque constante con los valores conservadores, destaca entre todos los personajes y oscurece un poco a su rival Jacinta y al antipático Juanito.

A casi un siglo y medio de publicadas, las andanzas de la joven plebeya, sus amigos y enemigos, mantienen el valor universal y atemporal de las grandes obras. Su lectura constituye un desafío enriquecedor y un cálido acercamiento a las vicisitudes del género humano.

@DanielCampione5 en Twitter.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.