En muchos escenarios de discusión sobre el medioambiente, se usa el concepto de desarrollo sostenible, para mostrar los intereses de los gremios de la explotación hidrocarburífera, minera, agroenergética, con un rostro proteccionista. Esta categoría nace como iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas y se incorpora en la Declaración de Río de Janeiro de 1992. Hace parte de una estrategia para impulsar la ejecución de políticas económicas a nivel internacional y asegurar la expansión capitalista. Un propósito para el que la destrucción del planeta no es obstáculo.
En suma, el desarrollo sostenible es un eufemiso estratégicamente diseñado para convencer a la humanidad de su dependencia y necesidad de realizar la explotación de recursos bajo un modo de producción y distribución de mercancías, que durante años ha mostrado su carácter destructivo de la vida y el medio ambiente y creador de profundas desigualdades sociales. Se implanta la idea del bienestar asociado a un estilo de vida consumista y de la explotación de la naturaleza y del ser humano como la única forma de conseguirlo. Esto es, que le pone al capitalismo un rostro amigable con la naturaleza y por tanto sostenible en el tiempo.
Asimismo, se tiende a sugerir que la única manera de cubrir la demanda energética del mundo es a través de aquellos recursos naturales que, una vez transformados industrialmente, se convierten en combustibles fósiles. De esta manera se plantea una supuesta dependencia total entre las sociedades humanas y la industria minero energética e hidrocarburífera, y se establece la tesis de que lo mejor es tomar las medidas necesarias para que no se impacte negativamente el medio ambiente, en lugar de dejar sin energía al mundo entero. Evidentemente se realiza todo un proceso de manipulación en el que se priva de información completa, veraz y objetiva a las comunidades, los sectores ambientalistas y defensores de derechos humanos del mundo, para proteger los intereses de los beneficiarios de las industrias extractivas.
Ante las críticas y denuncias por el impacto ambiental de la industria energética, en el caso particular del crudo, se suele argüir que esta industria solo destina el 40 % de la materia prima, a la producción de combustibles y que el porcentaje restante se destina a la elaboración de los productos más esenciales de la vida diaria. Lo que poco suele mencionarse es que su procesamiento deja grandes cantidades de residuos contaminantes; los mismos que la industria petroquímica justifica sobre la base de sostener la demanda energética mundial, como si la humanidad no tuviera otra opción.
Con este discurso se intenta ridiculizar la defensa del territorio que desarrollan procesos organizativos en Colombia y el mundo, al crear un escenario de confusión y manipulación para plantear finalmente que en la realidad de los hechos no existe ninguna alternativa sino dar viabilidad al desarrollo “sostenible” de sus grandes y onerosos intereses económicos. Se vende ante las comunidades los proyectos extractivistas en forma de grandes bondades y beneficios y se maquilla su alto nivel destructivo, bajo la expresión eufemísitca de la “responsabilidad social” de las grandes empresas multinacionales que se benefician.
En el territorio nacional ya se han ejecutado 8 proyectos piloto de fracking y se sabe de la existencia de acuerdos entre las empresas y sectores políticos, especialmente del gobierno, para hacer ver que las consecuencias e impactos ambientales de esta técnica son insignificantes, por cuenta de que en realidad se usarían materiales y fluidos enteramente sintéticos, sin necesidad de la captación de agua ni arena natural. Sin embargo, tal inocuidad sólo podrá mantenerse durante las pruebas, pues en razón el alto costo de estos elementos sintéticos, la industria petrolera solo estaría dispuesta a mantenerlo durante un tiempo limitado.
Así pues, una vez concluyan los proyectos piloto de fracking, a las Empresas no les será financieramente viable adquirir fluidos y materiales sintéticos para realizar esta modalidad de explotación en cada uno de los pozos, por lo que indudablemente optará por la opción de solicitar las concesiones de agua y recolección de arena para la extracción del crudo, ocasionando finalmente los impactos ambientales que se han advertido desde el primer momento.
Los resultados de estos proyectos piloto, que en apariencia serán muy positivos en cuanto a mitigación de impactos ambientales, serán llevados al Congreso de la República mediante una comisión especial conformada para tal propósito, y se catalogará al fracking como un procedimiento viable dentro de los propósitos del Estado colombiano por lograr prácticas de desarrollo sostenible en el territorio nacional.
Finalmente, basta resaltar el hecho de que en el caso de los yacimientos no convencionales debe fracturarse directamente la roca generadora donde se encuentran atrapados los hidrocarburos, debido a su impermeabilidad y falta de porosidad. Esta roca regularmente se compone de lutita y materiales arcillosos, que a su vez contiene importantes cantidades de K –potasio-, U –uranio- y Th –torio-, elementos que dotan de su radioactividad característica a dicha roca causando la proyección de rayos gamma. Los residuos sólidos radioactivos producidos por el fracturamiento de la roca generadora se almacenan sin control en grandes planicies ubicadas dentro de los proyectos petroleros, las cuales son destinadas para el almacenamientos de estos residuos tóxicos radioactivos. Asimismo, la radioactividad almacenada tiene la capacidad de afectar la salud humana, animal y vegetal a una distancia de hasta diez kilómetros. Pese a ello, estos residuos se almacenan al aire libre[1][2]
Evidentemente, existe un afán de ocultar las verdaderas intenciones, y cada una de las consecuencias de las industrias extractivas al acuñar términos coloridos y engañosos que mejoran la apariencia de la realidad, pero al desentrañar los alcances de categorías como el desarrollo sostenible, se deja ver el riesgo inminente para el medio ambiente y la vida que representa la industria petrolera en el capitalismo.
[1] Análisis Fractal de los registros de rayos gamma de la formación chicontepec. Pág. 20. Lutitas, lateritas, arcillas residuales y bauxita.
[2] Caracterización Geoquímica y Radioactiva de la formación San Antonio, estado Anzoátegui, Venezuela. Pág. 10. Radioactividad como indicador de variación en las condiciones paleoambientales.