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Enseñanza y cultura en el ideario de José Martí

Frente a la globalización

Fuentes: Rebelión

Del personalísimo análisis sobre la enseñanza y la cultura que ilustra a toda la obra de José Martí, nos alienta y nos admira aquella carta que envió a la niña, María Mantilla, en la primavera de 1895, le confiesa lo siguiente: «Donde yo encuentro poesía mayor es en los libros de ciencia, en la vida […]

Del personalísimo análisis sobre la enseñanza y la cultura que ilustra a toda la obra de José Martí, nos alienta y nos admira aquella carta que envió a la niña, María Mantilla, en la primavera de 1895, le confiesa lo siguiente: «Donde yo encuentro poesía mayor es en los libros de ciencia, en la vida del mundo, en el orden del mundo, en el fondo del mar, en la verdad y música del árbol; y su fuerza de amores, en lo alto del cielo, con sus familias de estrellas, y en la unidad del universo, que encierra tantas cosas diferentes, y es todo uno y reposa en la luz de la noche del trabajo productivo del día». Mas adelante le revela a María: «Leo pocos versos, porque casi todos son artificiales o exagerados, y dicen, en lengua forzada, falsos sentimientos, sentimientos sin fuerza ni honradez, mal copiados de los que los sintieron de verdad».

Estas afirmaciones nos obligan a contemplar el tiempo y el espacio que le tocó vivir a José Martí para reflexionar sobre el mundo actual, en sus divergencias y contradicciones y a la luz del ideario del apóstol de la independencia de Cuba. La enseñanza y la cultura en el mundo actual, la podemos perspectivar dentro del contexto de esa visión que Martí tuvo de ellas en su tiempo. Recomienda a María ejercitarse en el conocimiento del mundo, a través de la ciencia; conocer el orden del mundo en todas sus frecuencias no deja de ser un acto y un reclamo de dignidad para el ciudadano de finales del siglo XIX. Las palabras de Martí no dejan de ser un punto de partida para el hombre actual que, cada vez más, se ve atrapado dentro del laberinto de los otros y de sus propias encrucijadas. Tanto la enseñanza como el trabajo eran para Marx como para Martí la fuente de toda cultura y de toda riqueza. En el ideario de Martí la enseñanza debe procurarle al ser humano los conocimientos necesarios para luchar colectivamente por la vida y satisfacer sus propias necesidades. Al respecto, señalaba: «La educación tiene un deber ineludible para con el hombre, no cumplirlo es un crimen». A la luz de múltiples realidades de opresión que afectan al mundo actual, vemos como se proclama ese enorme crimen negando a millones de seres humanos la dignidad más primaria que es el derecho a la educación. La frustración impera cuando observamos el resquebrajamiento de seres inocentes que son constantemente oprimidos por ese falso progreso que niega la justicia social y la cultura, con el fin de aumentar sus ganancias con la plusvalía de la opresión de los otros. En este sentido, volvamos a las fuentes martianas, a esa imposible renuncia de la educación como fuente de vida, cuando nos dice: «La educación, pues, no es más que esto: la habilitación de los hombres para obtener con desahogo y honradez los medios de vida indispensables en el tiempo en que existen, sin rebajar por eso las aspiraciones delicadas, superiores y espirituales de la mejor parte del ser humano».

En el mundo actual no podemos olvidar las contradicciones que fluyen de la castración, de la intolerancia y de la crueldad que impone la globalización, que es la fase superior del imperialismo. Vemos varios horizontes sombríos donde la enseñanza y la cultura dejan de ser un bien común para ser un privilegio exclusivo de las clases dominantes. El que tiene dinero tiene cultura, sobre todo en el aprendizaje de expoliar al otro. Dentro de este parámetro, la globalización está imponiendo sus leyes y sus esquemas mas desvergonzantes, con terrorífico cinismo y usurpando conquistas sociales de pueblos libres y soberanos por medio de ese poder omnímodo de una falsa democracia que desvirtúa la verdadera esencia de la palabra que inventaron los griegos para definir el poder del pueblo. Amenazas, intervenciones, bloqueos es el orden del día del imperio de la globalización. En este contexto, José Martí nos previno de varios temas y nos dio las claves de muchos anunciados de las secuelas que el imperialismo nos dejaría en sus múltiples tramas, cuando dijo: «Viví en el monstruo y le conozco las entrañas». En este sentido, no ignoraba ciertos procesos de integrar al otro para dominarle, anularle y robarle.

Hacer un nuevo inventario del mundo para parcelarlo en múltiples minifundios, desculturalizando las diversidades e integrándolas en valores hipócritas y en determinados prejuicios, implica un proyecto de desestabilizar al otro. Ante este inventario minifundista de la enseñanza y de la cultura, es necesaria la lucha por la solidaridad y la justicia social, partiendo de lo más concreto y de lo más elemental como es la educación. Y es aquí donde José Martí esgrimió su grito, al enfatizar: «Alcemos esta bandera y no la dejemos caer. -La enseñanza primaria tiene que ser científica. El mundo nuevo requiere la escuela nueva. Debe ajustarse un programa nuevo de educación, que empiece en la escuela y acabe en una Universidad brillante». Esta idea de Martí la contemplamos en su plena vigencia, porque de ella podemos extraer varias experiencias que se dieron en Cuba, en diversas campañas de alfabetización.

Ya en 1884, José Martí escribe un trabajo titulado: «Maestros Ambulantes» en el que se detecta su preocupación por el conocimiento de la naturaleza para desarrollar una agricultura que superase la autosuficiencia de quien la cuida y transforma. En este contexto hubo un obsesivo adelanto al mundo de hoy en el campo ecológico que transciende de la obra martiana y que no deja de ser una fuente de transparente sabiduría sobre la coexistencia del medio ambiental, en el cual coloca Martí al hombre como modelado y medida de su recíproca interrelación, al señalar: «Y el único camino abierto a la prosperidad constante y fácil es el de conocer, cultivar y aprovechar los elementos inagotables e infatigables de la Naturaleza. La naturaleza no tiene celos, como los hombres. No tiene odios, ni miedo como los hombres. No cierra el paso a nadie, porque no teme de nadie. Los hombres siempre necesitan de los productos de la naturaleza». Este concierto entre hombre y naturaleza, en su constante pedagógica, llevó a Martí a la siguiente reivindicación: «La escuela ambulante es la única que puede remediar la ignorancia campesina. Y en campos como en ciudades, urge sustituir al conocimiento indirecto y estéril de los libros, el conocimiento directo y fecundo de la Naturaleza».

Vemos pues como Martí supo marcar prioridades concretas en materia de enseñanza y de cultura, proponiendo fases específicas que exigían diversos campos; diversos espacios y escenarios de producción muy definidos. Las escuelas ambulantes que se crearon en Cuba, en diversas campañas independentistas, manifiestan el empeño creador de conocer el hábitat como medio indispensable de vida. Cuando contemplamos a miles de pioneros contra el analfabetismo en toda la geografía cubana, en uno de los primeros procesos de la Revolución Socialista en Cuba, allí estaba presente el espíritu de Martí. Quizás las connotaciones eran diferentes, pero el espíritu de lo concreto legitimaba la acción y el pensamiento de Martí. Con razón ha dicho el escritor y poeta Cintio Vitier: «El radical antiimperialismo de Martí, con todas sus lógicas consecuencias de dignidad nacional, pureza administrativa, justicia social, antirracismo, latinoamericanismo, solidaridad con los pueblos oprimidos del mundo. Por eso Fidel Castro, en el proceso que se le siguió por el ataque al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, año del centenario martiano, pudo decir con verdad que Martí era el «autor intelectual» de aquel movimiento. Y con la misma razón puede y podrá decirse otro tanto de cualquier movimiento revolucionario de América Latina, porque Martí es, en rigor, además de otras muchas cosas, el padre del antiimperialismo latinoamericano».

En esta narración de Cintio Vitier, observamos la legitimidad antiexpansionista en el pensamiento de Martí contra los Estados Unidos, tal como simplifica en aquella crónica que escribió el 2 de noviembre de 1889, donde señala: «¿A qué ir de aliados, en lo mejor de la juventud, en la batalla que los Estados Unidos se preparan a librar con el resto del mundo? ¿Por qué han de pelear sobre las repúblicas de América sus batallas con Europa, y ensayar en pueblos libres su sistema de colonización?» En esta vicisitud de Martí, sobre la inicua expansión imperialista, contemplamos como esa política de alienación conlleva el principio de fomentar la expoliación productiva de las naciones americanas utilizando políticas de desestabilización en todo el mundo y con toda agresividad intervencionista por parte del imperialismo Norteamericano. Esto era una realidad constatable en la época de Martí y consumada en los tiempos actuales. Refiriéndose a esa realidad imperialista, Martí advirtió: «Creen en la necesidad, en el derecho bárbaro, como único derecho: ‘Esto será nuestro, porque lo necesitamos’. Creen en la superioridad incontrastable de la raza anglosajona contra la raza latina. Creen en la bajeza de la raza negra, que esclavizaron ayer y vejan hoy, y de la india que exterminan».

Los desequilibrios del mundo de hoy, en lo que atañe a la educación y a la cultura, se manifiesta en la insolidaridad del que más tiene; del que gobierna despóticamente encubriéndose en falsas democracias, negando lo mas elemental al hombre, que es la educación libre y gratuita. Martí así lo advirtió, al decir: «El pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos, en la instrucción del pensamiento, y en la dirección de los sentimientos. Un pueblo virtuoso vivirá más feliz y más rico que otro de vicios, y se defenderá mejor de todo ataque». Y aun añade Martí: «Un pueblo de hombres educados será siempre un pueblo de hombres libres. La educación es el único medio de salvarse de la esclavitud».

Y la nueva esclavitud se manifiesta en los despropósitos de mantener al hombre parcelado, exento de lo más elemental que es para él la enseñanza y la cultura. Es así como se mata al individuo y al colectivo, en definitiva, a pueblos enteros. La ignorancia es el arma más nociva con que el llamado nuevo orden universal utiliza para anular y alienar al ser humano. La ignorancia es la máxima aliada de la miseria material e intelectual del hombre. En contraposición a esto, está la directriz de José Martí, que dice: «Una escuela es una fragua de espíritus; ¡ay de los pueblos sin escuela! ¡ay de los espíritus sin templo!»

A la luz del pensamiento de Martí, podemos ver el verdadero perfil de un mundo globalizado, capaz de extorsionar y alterar realidades, empezando por atrofiar y manipular a mentes de una u otra clase. La enseñanza es el primer objetivo a manipular. En el Norte, el llamado primer mundo, como en el Sur, el conocido tercer mundo, las prioridades de la enseñanza y de la cultura tienen fines diversos y concretos. En el Norte, sus clases sociales tienen acceso a la enseñanza privada, sin por ello escapar de los canales de manipulación y absorción y hacerles ver realidades sin estar en ellas. He aquí la corrupción y la atrofia mental que no deja de ser una preocupación latente en el mundo globalizado. Pero en todo el tercer mundo la usurpación y la rapiña de los países ricos son implacables, ya no llegan sólo a manipular sino a negar lo más elemental que es la educación, la cultura y el conocimiento científico sobre su espacio natural. Y es aquí donde laten los desequilibrios del mundo, que Martí detectó empíricamente en su tiempo. Por eso ha sido su afán y su lucha, desde una Cuba colonizada por España que, al mismo tiempo veía las intenciones del vecino del Norte.

Atrofiar las mentes por un lado y anularlas por otro, por medio de dosificar enseñanza y cultura, a unos, y negárselas a otros. Esta es la gran preocupación de los que buscamos el Equilibrio del Mundo, como lo hizo José Martí. Sobre este tema de la educación, transcribo la siguiente opinión del filósofo español, Emilio Lledó, que advierte sobre la globalización: «La educación es la generadora de libertad, la que crea lenguaje, y, con ello, posibilidades al pensamiento, la que lucha por la racionalidad. Por eso los que pretenden ejercer dominio sobre el desarrollo de la personalidad intentan apoderarse de esos cauces educativos. La formación en unas estructuras educativas liberadoras nos hace escapar de la sumisión, del atontamiento».

Del impacto de una economía globalizada, basada en la movilidad de esos imperios comerciales y financieros, no se libra la educación que se ve atenazada por esas políticas de privatización, del menosprecio a lo público y a lo colectivo; el desajuste laboral de los profesionales al mantenerlos en niveles no aptos para impartir una enseñanza de calidad y que son destinados en función del baremo de utilidades de clase. Las políticas de enseñanza aplicables por diversos gobiernos occidentales emergen de esa política clasista y totalitaria que viene dada por leyes y conceptos surgidos de la globalización. Frente a este problema está en marcha un movimiento amplio de profesionales de la educación y de ciudadanos de todo el mundo que se oponen a esta imposición globalizadora. Digamos que ha surgido una vanguardia de profesionales de la educación y de ciudadanos capaces de generar un modelo nuevo; un frente revolucionario que se oponga al monopolio exclusivo que intentan imponer los países ricos, encabezados por Estados Unidos. Y es aquí en donde se trata de restaurar el Equilibrio del Mundo, al cual aspiraba José Martí. Y quizás esta nueva expresión coincida con el modelo de una escuela libre, popular y participativa, de la cual señalaba Martí en 1878: «Y los jóvenes se animan. Discuten con el maestro, al texto, al libro de consulta. Tienen cierto espíritu volteriano, que hace bien. Rechazan la magistral imposición, lo que también es bueno. Anhelan saber para creer. Anhelan la verdad por la experiencia; manera de hacer sólidos los talentos, firmes las virtudes, enérgicos los caracteres. Pero en los pueblos está la gran revolución. La educación popular acaba de salvar a Francia; yo la vi hace tres años, y auguré en forma segura, de muy pocos creída, su triunfo sobre cualquier nueva reacción».

La tendencia que observamos en la globalización de los medios de comunicación, de la enseñanza y de la cultura, por medio de un consumismo que esclaviza al individuo mas allá de sus posibilidades y de su fuerza creativa, invalida valores humanos y revolucionarios que limitan la capacidad de colectivos e incluso de naciones, en la búsqueda de su propia realidad originaria. La globalización trata de que el hombre sea duplicado, tal como nos lo relata el escritor y premio Novel de literatura, José Saramago.

Dice Noreena Hertz, en su libro: «El poder en la Sombra», que «El orden mundial depende más de unas multinacionales tan grandes y poderosas como muchos Estados-nación que de los gobiernos, y si entran en conflicto, ganan las multinacionales». Esto lo comprobamos en el Estado-imperial del Norte, cuyas multinacionales deciden sobre políticas de intervención para expoliar a otras naciones. En este contexto, podemos observar el diseño, puro y duro, de las multinacionales de la enseñanza que generan diversos modelos de educación exclusivista y alienante. Sin olvidar el dominio de las altas tecnologías, cada vez más, puestas al servicio de los poderes fácticos y no al servicio de las masas populares más necesitadas.

En este parámetro, quiero recordar aquí las palabras del Presidente de Cuba, Fidel Castro, sobre la globalización neoliberal, de la que dijo: «La marginalidad, fruto de las enormes diferencias de ingreso, produce en la educación consecuencias desastrosas; no hay la más mínima igualdad en las perspectivas de un niño pobre y un niño con los ingresos mínimos indispensables y, prácticamente, afecta a la mitad de los niños de América Latina y el Caribe. Esta real tragedia requiere respuesta».

El mundo de hoy necesita de respuestas contundentes contra la marginación, la desigualdad y la expoliación de materias primas. Y para ello necesitamos, como decía José Martí, de «Revolucionarios útiles que comprendan que las revoluciones son estériles cuando no se firman con la pluma en las escuelas y con el arado en los campos». Cuba supo mantener, en su Revolución, esta experiencia histórica. Por eso José Martí es una referencia constante en los cambios cíclicos del mundo. Es por ello, el icono y el espejismo más fiel y contundente de la libertad de América Latina, frente a cualquier atisbo imperialista. José Martí es patrimonio de la humanidad, como maestro, pensador y doctrinario de un nuevo orden donde el individuo, el colectivo y la nación no exploten a sus semejantes.