Recientemente el presidente Joe Biden se permitió unas lamentables declaraciones sobre Cuba, que por injustas, inexactas y ofensivas hube de refutar en un artículo de opinión. Ahora que se ha publicado la Carta abierta de los científicos y ciudadanos de Cuba y del mundo dirigida al presidente Biden, considero importante que los lectores conozcan las verdades que oculta la propaganda en voz de “ilustres” personajes y también la de “rastreros” personajillos de las redes sociales, mientras propalan a los cuatro vientos sus mentiras con una resonancia embaucadora y criminal.
La Carta abierta que todos deben conocer y que está disponible en español y en inglés en https://www.cienciacubana.cu/es
Los científicos han sido comedidos y han incluido los hechos y argumentos irrebatibles que pueden ser comprobados en fuentes fidedignas como la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la Organización Mundial de la Salud (OMS), El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), así como en las instituciones científicas cubanas y estadounidenses de prestigio.
En consecuencia, les invito a leer la referida Carta que cumple un deber esencial de los científicos en nuestro tiempo, ya que como expresara José Martí: “el sentimiento es también un elemento de la ciencia”, y “¿Para qué, sino para poner paz entre los hombres, han de ser los adelantos de la ciencia?”
Presidente Biden:
Recientemente Usted se refirió a Cuba en la Casa Blanca diciendo: «Estaría dispuesto a administrar cantidades significativas de vacunas si una organización internacional administrara esas vacunas y lo hiciera de manera que los ciudadanos promedio tuvieran acceso a esas vacunas». También llamó a Cuba un «estado fallido».
Estas declaraciones sorprendieron a muchos, incluidos estadounidenses que han tenido contacto directo con el sistema de salud cubano. También indignó a los trabajadores cubanos de la salud de primera línea que arriesgan sus vidas para contener la epidemia de la COVID en nuestro país. Esto no refleja la realidad cubana y lamentamos que la desinformación por parte de actores malintencionados esté influyendo en sus decisiones políticas. Como científicos, médicos y ciudadanos preocupados, creemos que vale la pena verificar la realidad de tres supuestos implícitos en sus palabras.
Supuesto uno: Se necesita una intervención internacional para garantizar que todos los cubanos reciban vacunas.
Supuesto segundo: la respuesta de Cuba a la pandemia ha sido lúgubre, sintomática de un «Estado fallido».
Supuesto tercero: las vacunas suministradas por Estados Unidos son la única vía para garantizar la inmunización contra el COVID-19 para los 11 millones de habitantes de Cuba.
Analicemos estos supuestos uno por uno: el primer supuesto, que se necesita una intervención externa para garantizar el acceso a las vacunas para todos los cubanos – sugiere que el despliegue de las campañas de vacunación en Cuba son ineficientes y discriminatorias. Los hechos no respaldan este supuesto. De hecho, como han confirmado tanto la UNICEF como la Organización Mundial de la Salud, las tasas de vacunación infantil en Cuba superan el 99%. La inmunización es parte del sistema de salud pública universal de nuestro país, gratuita para todos los cubanos sin importar su condición socioeconómica, política, religión, sexo o raza.
El programa nacional de inmunización, creado en 1962, cubre todo el país. Desde 1999, todos los cubanos han estado protegidos contra 13 enfermedades potencialmente mortales, incluidas la difteria, el tétanos y la tosferina. Ocho de estas vacunas se fabrican en Cuba.
Como resultado de las altas tasas de vacunación, no hemos tenido un solo caso de sarampión en las últimas décadas. Por el contrario, los CDC confirmaron 1282 casos de sarampión en los Estados Unidos en 2019, y solo el 74% de los niños recibieron todas las vacunas recomendadas por los CDC.
El Instituto de Vacunas Finlay de La Habana desarrolló la primera vacuna eficaz del mundo contra la meningitis B (enfermedad meningocócica) en 1989. La incidencia anual de esta enfermedad en Cuba descendió de 14,4 / 100.000 habitantes a menos de 0,1 / 100.000 desde 2008, eliminando la enfermedad como problema de salud pública en el país.
Varios factores explican el éxito del programa nacional de vacunación de Cuba: las personas confían en los médicos y enfermeras de la familia, de fácil acceso, y en los profesionales de la salud de los policlínicos comunitarios, lo que hace que el rechazo a las vacunas sea muy poco común. A su vez, las capacidades organizativas del sistema de salud hacen que la implementación de campañas de vacunación sea rápida y confiable. Finalmente, los centros cubanos de investigación y producción biotecnológica están bien integrados con las necesidades del sistema de salud pública.
Hay colaboración estrecha de Cuba sobre vacunación con la Organización Mundial de la Salud y la UNICEF. Pero nunca ninguno de estos organismos ha sugerido la necesidad de intervenir para administrar vacunas en Cuba. Más bien, se ha pedido a los expertos cubanos en vacunas que ayuden en los esfuerzos mundiales para eliminar la poliomielitis, y la OMS ha recurrido a nuestras instalaciones de producción para exportar las vacunas que se necesitan con urgencia al «cinturón de la meningitis» en el África subsahariana.
Supuesto dos: la respuesta pandémica «fallida» de Cuba. Es desconcertante por qué, con tantas catástrofes de COVID reales en el hemisferio occidental, solo Cuba es etiquetada como un “estado fallido”. De hecho, Cuba ha experimentado un aumento reciente en los casos que amenaza con abrumar el sistema de salud en algunas partes del país. Sin embargo, su respuesta ha sido más eficaz que la de muchas otras naciones que no han recibido esta dura crítica de Estados Unidos.
Todos los países ahora enfrentan el desafío de nuevas variantes de COVID, como la variante Delta, que está generando fuertes aumentos en el número de casos. Cuba no es una excepción en este sentido. Lo que hace que Cuba sea única es la necesidad de manejar la epidemia bajo un embargo financiero, comercial y económico paralizante, impuesto por el gobierno de Estados Unidos durante las últimas seis décadas. Las 243 restricciones adicionales impuestas por la administración Trump, todas las que todavía están vigentes bajo su presidencia, tenían la intención de cerrar las pocas lagunas que quedaban en el bloqueo y, por lo tanto, cortar los ingresos a Cuba. Esto reduce el efectivo disponible para comprar insumos médicos y alimentos, y las demoras en la llegada de materiales al país.
Supuesto tres: la única ruta hacia la inmunidad contra COVID en Cuba es a través de las vacunas suministradas por Estados Unidos. Esto ignora el hecho de que más de dos millones de cubanos, o casi el 30,2% de la población, ya ha sido completamente vacunada, con vacunas desarrolladas en Cuba.
La vacuna Abdala recibió la autorización de uso de emergencia de la autoridad reguladora cubana el 9 de julio, convirtiéndose en la primera vacuna en alcanzar este estatus en América Latina. Abdala logró una eficacia del 92% en los ensayos clínicos de fase III, mientras que la vacuna Soberana alcanzó el 91% y también está cerca de la autorización de uso de emergencia. Al ritmo actual de vacunación, se podría llegar a toda la población en octubre o noviembre. Las dificultades en esta campaña, incluidas las importaciones de ingredientes vitales para la producción de las vacunas, se deben principalmente a las restricciones financieras impuestas por las sanciones estadounidenses.
Si el gobierno de Estados Unidos realmente quisiera ayudar a los cubanos, podría revertir las 243 medidas de la era de Trump, posiblemente solo con una firma del Presidente. El Congreso también podría levantar las sanciones por completo, como lo exigen cada año los votos abrumadores de las naciones del mundo en la Asamblea General de la ONU.
Durante la pandemia, la ciencia reitera que (aparte de la política) estamos todos juntos en esta situación. Todos estamos amenazados no solo por las enfermedades, sino también por el desafío sin precedentes del cambio climático. En este contexto, los sistemas de salud de todos los países deben ser apoyados, no socavados; y la colaboración debe estar a la orden del día. Más aún, teniendo en cuenta la alarmante escasez de vacunas en todo el mundo, especialmente peligrosas para los países de ingresos medios y bajos. Varios de ellos ya han mostrado interés en adquirir las vacunas cubanas, y nosotros argumentaríamos que tal contribución cubana a la equidad de las vacunas debería ser aplaudida por la administración Biden, no reprimida. La Ley de Democracia Cubana de 1992 (Parte II.6) prohíbe explícitamente las exportaciones a Cuba desde los Estados Unidos en los casos en que: “el producto a exportar podría usarse en la obtención de cualquier resultado biotecnológico”, lo que incluye las vacunas.
Pudimos vislumbrar lo que ambos países podrían haber hecho juntos durante la epidemia del virus del Ébola en África Occidental (2013-2016), cuando ambos países se esforzaron por contener la enfermedad y salvar vidas. Obviamente, los gobiernos de Estados Unidos y Cuba difieren en cuestiones fundamentales. Sin embargo, el mundo está lleno de tales discrepancias. La pregunta esencial, no sola para Cuba y los Estados Unidos, sino también para la civilización humana, es si las naciones pueden respetarse lo suficiente como para existir una al lado de la otra y cooperar.
Presidente Biden, Ud. puede hacer mucho bien si avanza en la dirección correcta y toma en consideración lo que la mayoría de los cubanos que viven en Cuba desean. Esto no incluye ignorar y debilitar su sistema de salud pública, pero sí incluye el respeto por los logros de la nación. Esperemos que las amenazas compartidas que plantea la pandemia de Covid conduzcan a una mayor colaboración, no a más confrontación. La historia será el juez.
Firmado por científicos, médicos y ciudadanos preocupados de Cuba y el mundo.
(NOTA DE AUTOR DEL ARTÍCULO: La Carta incluye la adhesión de miles de firmas)
Wilkie Delgado Correa. Doctor en Ciencias Médicas. Doctor Honoris Causa. Profesor Titular y Consultante. Profesor de Mérito. Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.