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Construyamos la herramienta

Frente Amplio: dificultades en la organización

Fuentes: Rebelión

1. LA ORGANIZACIÓN.   Nuestras organizaciones eran pequeñas, enormemente pequeñas, de 12, 8 o hasta 4 militantes. Cuando nos lográbamos articular con otras organizaciones aumentábamos a 24, 32 o 44. Pero esas experiencias no duraban, irrisoriamente, más allá del tiempo mismo de intento de articulación. Y como si fuera una ley de la naturaleza, ser […]

1. LA ORGANIZACIÓN.  

Nuestras organizaciones eran pequeñas, enormemente pequeñas, de 12, 8 o hasta 4 militantes. Cuando nos lográbamos articular con otras organizaciones aumentábamos a 24, 32 o 44. Pero esas experiencias no duraban, irrisoriamente, más allá del tiempo mismo de intento de articulación. Y como si fuera una ley de la naturaleza, ser una organización pequeña nos generaba sustantivas dificultades para dejar de serlo. Como si estuviéramos destinados a conformar eternamente núcleos de resistencia… El Frente Amplio [ FA ] nos ha dado la oportunidad de crecer como organizaciones y también de pensar políticas de mayorías, tener voluntad de gobierno y voluntad de poder.

Sabemos, sin embargo, que el FA es muy distinto en términos electorales y orgánicos. En una comuna (metropolitana) donde hay 30 militantes, puede haber a su vez 300 o 400 inscritas e inscritos y haber obtenido 10.000 de votos con su candidatura… La expresión de las aspiraciones y deseos, demandas y necesidades, estilos e identidades políticas, supera con mucho la capacidad orgánica y partidaria.

Y es que existe, a nivel mundial, una crisis en la capacidad de representación, como también de militancia. Ya no se participa en partidos u organizaciones políticas, ni siquiera en movimientos sociales, sino más bien en «grupos de interés». Las votaciones pueden ser numerosas (en los márgenes de la baja participación electoral), pero el partido político y la militancia es pequeña; las marchas pueden ser multitudinarias, pero los organizadores y activistas son minoritarios.

Por eso las coaliciones políticas con voluntad de gobierno y de poder, como el FA, son las únicas formas viables para construir una alternativa de cambio… No habrá en Chile un movimiento social que desborde la institucionalidad existente y sus poderes fácticos; no habrá en Chile un partido jacobino o bolchevique que impulse la línea correcta de acción. Habrá un Frente Amplio capaz de articular y expresar las demandas y aspiraciones de un Chile heterogéneo pero con un enorme malestar producto del modelo neoliberal.

No obstante, si bien como frenteamplistas fuimos capaces de organizar una alternativa electoral, no hemos tenido la habilidad de construir una coalición madura que trace un actuar político claro y ni la capacidad de organizarnos a nivel comunal.

Quizá sea cierto que las personas hoy quieren que sus demandas se expresen de distintas maneras: de forma plural, con diferentes estilos e identidades y que duden irremisiblemente de las organizaciones políticas. Pero no vaya a pasarnos que terminemos creyendo que la falta de organización sea una virtud para la obtención de votos.

Por supuesto que el FA debe ser una coalición diversa y en ningún caso ser un conglomerado sin divergencias, aunque la necesidad de reducir el número de partidos pequeños para construir uno o dos puñados de partidos, que involucre a miles de personas, es evidente. De la misma manera, el FA debe tener, con todas sus diferencias al interior, un proyecto común, un proyecto de país.

Llegar a ser miles en cada organización que componen el FA significa un crecimiento de la base, desde los territorios, organizaciones sociales, universidades, sindicatos. A la larga esto también potenciará y multiplicará los votos. Los votos son, ciertamente, políticos. Pero la política es, esencialmente, organización.

Lo que debe ser evitado, en todo caso, es a las y los «caudillos» que generan fracciones, lastiman la democracia y la unidad, tanto de sus partidos como del FA. Muchos de estas y estos caudillos se aprovechan de la existencia de organizaciones pequeñas o fantasmas (pero con unos cuantos miles de afiliados) para operar mezquinamente al interior del FA. De ahí también la importancia y sanidad de experiencias como la de Convergencia entre MA, ND, IL y SOL. Lo mismo debiera suceder en los sectores de Igualdad o de MDP, al mismo tiempo que RD y PH deben consolidarse como partidos. El FA debe ser una coalición de organizaciones de miles de militantes y no sólo de inscritas e inscritos, de afiliados.

2. LA SOCIEDAD.  

La sociedad cambió, sigue y seguirá haciéndolo. Se vuelve más líquida, más plural. Por eso se requiere una forma de organización capaz de articular los distintos grupos de interés, los movimientos sociales, las demandas y aspiraciones, los partidos políticos y las comunidades. La tarea es titánica. ¿Pero quién ha dicho que lo complejo es siempre lo más novedoso? Lo novedoso es hoy más sintético, más simple, más económico. La dificultad radica en el proceso mismo de síntesis, de ir de lo complejo a lo simple, del error a lo correcto, de las dificultades a las soluciones. Transparencia, participación, democracia, reducir la brecha entre políticos profesionales y ciudadanos y plantear un proyecto nuevo de país que supere el neoliberalismo, deben ser elementos que sinteticen la organización del FA. ¿Cómo vamos, desde dónde estamos, a llegar a ser lo que debemos ser?

A su vez, está el desafío en torno a las nuevas subjetividades. Palpablemente el neoliberalismo produce enormes malestares en torno al endeudamiento y la desigualdad económica, la precarización laboral, los derechos sociales. Pero también es cierto que el neoliberalismo se consolidó no sólo por la fuerza y en las instituciones, sino que conquistó el sentido común, volviéndose hegemónico. De este modo, elementos a su vez funestos como el endeudamiento y la soledad, han sido valorados positivamente, como el consumo y el individualismo. Son dos caras de una misma moneda. De ahí que el esfuerzo de incorporar elementos comunitarios, solidarios, de trabajo voluntario, es tan importante. Pero es, a su vez, tan complejo. ¿Cómo generar un espíritu de compromiso en una sociedad descomprometida? Sin considerar estos elementos positivos -que funcionan como diques de contención- no se puede cambiar la sociedad. Y a causa de su reverso funesto, tampoco. Parece un callejón sin salida. O, al menos, una vía de dirección única: las leyes, las estructuras, los protocolos. Es decir, fomentar, por medio de la vía institucional, un cambio de la subjetividad, de la cultura. Vieja tragedia.

No obstante, el problema radica más bien en seguir pensando maniqueamente: o acontecimiento o estructura, cambio desde arriba o desde abajo, Estado o poder comunitario. Lo cierto es que la articulación de estos elementos es lo necesario, lo ineludible. Estado y comunidad, leyes y solidaridad, reglamentación y trabajo voluntarios, cambio desde arriba y desde abajo. ¿Difícil? Claro que es difícil. Pero al menos hay un lugar desde donde empezar: cómo nos organizamos. ¿Cómo se organiza el partido y la militancia y se articula con el trabajo cultural y social? ¿Cómo se organiza el FA, articulando los equipos dirigentes con las bases, los partidos, los comunales y las y los independientes? ¿Y cómo se organiza la política, los movimientos sociales, las demandas y aspiraciones?

Es cierto que las subjetividades han cambiado, lo mismo que la valoración y el rol de los partidos políticos. Pero algo que no ha cambiado es la necesidad de la organización política. Y en el proceso de organización, hay elementos fundamentales: la unidad y la diversidad, la dirección y la base, el pensar y el actuar, el consenso y el disenso, la participación y la representación, la militancia y los vínculos sociales.

El FA puede y debe seguir siendo una coalición política diversa. Pero no puede ser la simple suma de sus partidos. Menos cuando también debe ser capaz de traducir las demandas de la ciudadanía en general, que es tan líquida, tan plural.

3. EL PODER.

Como FA estamos pasando por un periodo político complejo, donde no se ha consolidado un vínculo con los movimientos sociales y los territorios, se han generado diferencias entre los partidos del conglomerado y no se ha logrado instaurar una identidad de oposición creativa en el Congreso.

La hegemonía del duopolio ha terminado. Pero no nace aún una alternativa contundente o viable, con arraigo social. Esto abre la posibilidad de una recomposición del bloque político en el poder. Y esa responsabilidad cae en parte sobre nosotros, los frenteamplistas.

Se suma a esto, que las alternativas políticas que se dibujan son entre más derecha o menos derecha, entre fascismo o liberalismo, entre neoliberalismo o socialdemocracia. La izquierda o las izquierdas con intenciones de cambio social no han sido capaces ni siquiera de expresar con claridad esas intenciones… Los partidos de la Nueva Mayoría están desapareciendo como actores políticos. Los discursos y acciones de sus políticos están presentando demasiadas similitudes con RN y hasta la UDI… Ya algo de la decadencia institucional del sistema político democrático se está configurando en el ambiente: los partidos del orden se están disputando las instituciones del Estado: televisión nacional, el poder judicial, por ejemplo.

El FA, por su lado, no ha sido capaz de dar sustancia a su propuesta, o dicho de otro modo, planteando definiciones claras en su Programa, no las ha podido materializar ni en leyes ni en arraigo o vínculo social.

No obstante, tampoco se trata de ser pesimistas. La potencialidad del FA sigue presente y sigue siendo la única alternativa posible. Por lo tanto, no hay que caer en la desesperanza que intentan e intentarán fomentar desde los poderes fácticos, en especial desde los medios de comunicación, o desde otras organizaciones políticas.

Con 20 diputados, un Senador y 21 Consejeros Regionales, el FA tiene más poder estatal que nunca para ser una alternativa al duopolio. Pero si no sigue impulsando su proyecto, especialmente a nivel territorial y social, la energía del FA se congelará.

El desafío está también es mostrar la capacidad para dirigir el país. Para esto hay que superar tres desafíos. Ser capaces de crear un FA sólido, orgánicamente articulado; tener buenos resultados en las elecciones municipales; y tener gobiernos municipales solventes y eficientes. El FA tiene la obligación de disputar el poder, y por eso, disputar las instituciones del Estado y los medios de comunicación.

4. LA CONVICCIÓN.

 

Por mucho que haya que resguardar la diversidad de las organizaciones que lo componen, el FA no es sólo una coalición electoral, debe ser un nuevo actor político colectivo, con un proyecto de país. Todo esto implica fortaleza orgánica y fuertes vínculos sociales.

La militancia, los cuadros políticos, las y los activistas político-sociales son fundamentales, pero son a la vez minoritarios. Paradojalmente, se necesita más que nunca de ellas y ellos, pero a la vez se debe crear una organización que tenga mayor dinamismo y flexibilidad, ciudadanizando la política. Lo que implica, a su vez, que la militancia deberá ser doblemente desapegada, mucho más generosa y altruista. Son tiempos difíciles.

Hay que apostar a muchas cosas a la vez: la organización, los votos, los movimientos sociales, la militancia, los medios de comunicación. Asimismo, hay que seducir en el plano de los valores, las ideas, la estética, la política. Y muchas veces, estos elementos están en contradicción unos con otros.

Otro componente ineludible es la cuestión del tiempo. Por ejemplo, no se puede esperar a estar en año electoral para retomar las asambleas de los comunales o las actividades culturales. En cada comuna debe haber ya un núcleo frenteampliasta compuesto por las distintas organizaciones e independientes haciendo actividades culturales y generando espacios de deliberación y debate. El tiempo tiene que ver también con el entusiasmo, la confianza y el compromiso. Hoy las personas se aburren rápido, se frustran con celeridad.

Nada de esto parece fácil. Ni lo es. Con mayor razón no podemos entregarnos a generar debates inconducentes. Debemos ser tolerantes, pragmáticos y eficientes. Pero, al mismo tiempo, avanzar en nuestras convicciones. La convicción debe estar en que la estrategia del cambio político es la creación de un Frente Amplio democratizador, que dé esperanza y que comprometa a la gente con sus propias esperanzas, las de sus familias y comunidades.

La política de mayorías es así: la dificultad, las contradicciones, los errores. Pero tras realizar una evaluación critica, hay que mantener la convicción de que sí se puede. No podemos resignarnos, por grandes que sean las dificultades. Tenemos la convicción, tenemos las ideas. Construyamos la herramienta.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.