Marcha es el único medio argentino que logró entrevistar al comandante Nicolás Rodríguez Bautista «Gabino», histórico dirigente del ELN, para hablar sobre las negociaciones de paz. «Le deseamos muchos éxitos a las FARC», afirma, y reclama «la participación de los diversos sectores populares» en la mesa de diálogo.
Desde que el presidente Santos anunció públicamente el acuerdo para iniciar negociaciones de Paz con las FARC, poco se había escuchado de parte de esta otra guerrilla histórica en el país, el Ejército de Liberación Nacional. Hasta el momento, sólo había hablado el dirigente Carlos Marín Guarín «Pablito», integrante del Frente Oriental, donde se mantienen los mayores niveles actividad insurgente. En una entrevista colectiva brindada a un grupo de corresponsales nacionales e internacionales, de la que Marcha también fue parte y que en breve difundirá en forma completa, Guarín había señalado: «Nuestro comandante Nicolás Rodríguez Bautista está a cargo, como jefe (del ELN), y le corresponde llevar los parámetros (de las negociaciones) con quienes corresponda». Rodríguez Bautista, conocido como «comandante Gabino», integra la guerrilla desde que ésta se conformó en 1964. De familia cristiana, accedió a la comandancia en 1998 después de la muerte del sacerdote y dirigente guerrillero Manuel Pérez Martínez. El corresponsal de Marcha en Colombia logró contactarlo en las últimas horas y realizar la siguiente entrevista, donde el líder histórico del ELN se explaya sobre la forma en que esta organización piensa encarar esta nueva etapa en la lucha política de su país.
Marcha: ¿Por qué están las FARC y no el ELN en las negociaciones de Paz recientemente anunciadas?
Comandante Gabino: Antes que nada, reciban un saludo respetuoso del ELN de Colombia, con el deseo que mantengamos esta línea abierta de comunicación. Esperamos que la hermandad de nuestros pueblos nos una por siempre bajo las banderas de nuestros mayores, como San Martín, Bolívar, Artigas, el Che, Camilo Torres y tantos otros luchadores por la libertad y la democracia.
Respecto a la pregunta: sólo en los diálogos con el presidente Gaviria en la década de 1990 del siglo pasado, la insurgencia estuvo en la misma mesa. Las demás experiencias han sido dialogando por separado cada fuerza guerrillera. El ELN considera como lo más acertado para el proceso de paz, la mesa única de la insurgencia. Y debemos esforzarnos para que así sea. Esto requiere niveles de unidad y estamos caminando para lograrlo. Somos respetuosos del proceso que ha iniciado el gobierno con los compañeros de las FARC y les deseamos muchos éxitos. Confiamos que más adelante, el proceso que ahora se inicia por separado, pueda confluir en una misma mesa ya que, salvo algunas diferencias, somos fuerzas con objetivos similares, que es lo más importante.
Marcha: ¿Cuáles son hoy, en Colombia, los requisitos para esa paz que vuelve a estar en boca de todos, incluso del presidente Santos?
C.G.: La mayoría de colombianos está cansados de una guerra interna de más de 50 años; los distintos sectores sociales se han venido organizando y pronunciando sobre la salida política que concluya en la terminación del conflicto, como es el caso del Congreso de los Pueblos que viene promoviendo un Congreso de Paz para el año entrante. De igual manera han expresado la urgencia de la paz un alto número de organizaciones populares y sociales. Cuando se habla de lograr la paz, todos los colombianos y colombianas queremos que ese momento llegue; el problema está en que la entendemos y queremos de diferente manera, de acuerdo a intereses en juego. Las grandes mayorías de Colombia, incluida la insurgencia, consideramos que paz es justicia y equidad social, democracia y soberanía. En cambio para la clase dominante la paz se logra cuando se haya vencido al enemigo interno en el campo de batalla, reafirmación hecha por el presidente Santos días antes al anuncio del inicio de los diálogos con las FARC.
Un proceso de paz en las condiciones colombianas, para que sea estable y duradero, requiere de la participación no solo de la insurgencia y el gobierno, sino también de los diversos sectores populares que son los que están llevando el peso de la guerra. Se sobreentiende que lograr la paz es un proceso largo y dispendioso, donde se atraviesan poderosos enemigos que le sacan inmensos dividendos a la guerra.
Marcha: ¿Cómo es la situación social en las comunidades donde el ELN tiene presencia?
C.G.: En las comunidades donde el ELN tiene presencia se vive un verdadero estado de guerra, esos territorios son comúnmente conocidos como «zonas rojas» y sometidos a permanentes operativos militares y policiales. A su población se le controla sus movimientos, se le raciona las provisiones, particularmente los alimentos y medicamentos con el pretexto de que van con destino a las guerrillas.
Las fuerzas punitivas del gobierno, aliadas de las fuerzas paramilitares, actúan con la población como si fuesen una fuerza de ocupación, someten a la población a todo tipo de vejámenes y acciones represivas.
Las regiones donde los campesinos subsisten de los cultivos de uso ilícito, como la hoja de coca, son judicializados por ser propietarios de cultivos y sometidos a la aspersión permanente del fungicida Glifosato, que destruye los cultivos de hoja de coca y también los agrícolas y causa daños irreparables en animales y la población sobre todo a los niños, ancianos y mujeres embarazadas.
Esta represión le ha hecho perder la legalidad a una masa considerable de pobladores, que no pueden salir a los centros urbanos y deambulan huyendo de manera permanente por tales territorios porque las fuerzas armadas los consideran objetivo militar. Esto genera una situación muy grave a numerosas familias cuya única protección es la insurgencia, por lo que ésta debe asumir su protección en los operativos de las fuerzas gubernamentales. Esta realidad no es nueva y es una de las explicaciones de por qué muchos jóvenes campesinos no tienen otra opción que la de convertirse en guerrilleros o guerrilleras.
Marcha: ¿En función de las experiencias anteriores, cómo creen que puede terminar este nuevo intento de dialogo?
C.G.: A pesar de los diálogos no exitosos anteriormente, miramos hoy con expectativas, la posibilidad de un proceso serio y realista que abra caminos a la paz, como lo reclaman las mayorías nacionales, agotadas en más de medio siglo de un conflicto social y armado que ha desbordado cualquier límite. La clase dominante, no ha podido derrotar la insurgencia ni derrotar al movimiento popular, a pesar de que la crueldad de la guerra sucia y el terrorismo de Estado.
Las fuerzas gubernamentales asesoradas por EE.UU e Israel, han ensayado y aplicado las experiencias de otras guerras; pero a pesar de la crueldad, tanto el movimiento popular como la insurgencia se mantienen.
Creemos que ante esa tozuda realidad, el camino cierto a transitar es lo que llamamos una «salida política al conflicto», que significa que mediante un dialogo abierto donde se involucre no solo la insurgencia y el gobierno sino las más variadas expresiones populares y sociales, se logren llegar a un acuerdo responsable para superar las causas que produjeron el levantamiento armado y que pare la confrontación de manera bilateral y se asuma la reconstrucción del país , superando la crisis profunda que ha destrozado el tejido social y que rompió la normal convivencia.
El ELN ha planteado la salida política al conflicto desde hace más de 20 años. Los cinco gobiernos anteriores asumieron esta propuesta como debilidad y trataron de aprovecharla como ventaja militar. En esta ocasión, pareciera que la clase en el poder asume con más realismo la responsabilidad con la construcción de la paz, como lo reclaman las mayorías nacionales.
Marcha: ¿Cómo ven el futuro de la insurgencia en Colombia para los próximos años? ¿Evalúan la posibilidad de replegar la lucha armada y volcar toda su fuerza a la lucha política?
C.G.: Nos levantamos en armas hace casi 50 años porque la lucha popular amplia y legal no ha tenido las garantías políticas y jurídicas. Cuando esa lógica perversa se modifique y haya garantías y respeto para la lucha popular, el pueblo no se verá obligado a empuñar las armas para alcanzar sus derechos; pero esa decisión está en manos de la clase dominante colombiana, como quien dice, son ellos los que tienen la palabra. Y si luego de 50 años de guerra fratricida, se disponen a reconocerle a las mayorías el derecho a la justicia y equidad social, la democracia y la soberanía, se marchará hacia la paz. Claro que esta no se alcanza con un decreto, pero es urgente que se abran los causes en esa dirección.
Por eso no concebimos que la solución sea la desmovilización y el desarme de la insurgencia, esa fórmula ha sido ensayada y fracasada porque la esencia del conflicto es social y ello dio origen al levantamiento en armas, entonces hay que ir a las causa que lo originaron para buscar soluciones, solo así se irá a la esencia del asunto para cambiarlo y superarlo.