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Presentación del libro de Felipe Portales

Gabriel Boric: «necesitamos conocer nuestra historia de Chile»

Fuentes: Rebelión

Transcripción y edición de Vicky Torres

El libro «Historias desconocidas de Chile» de Felipe Portales (Editorial Catalonia) fue presentado el lunes 5 de septiembre a las 19:00 horas, en la Fundación Cultural de Providencia, ante un numeroso auditorio, por los panelistas Mónica Echeverría, Jorge Baradit y Gabriel Boric.

Este libro, que se inscribe en lo que se ha dado en llamar «La historia B de Chile». consta de 30 capítulos:

El Mercurio provocó genocidio mapuche -La derecha ensalzó a Hitler y Mussolini -¿Por qué Bolivia quedó insatisfecha con el tratado de 1904? – El Ejército impuso la Constitución de 1925 – La horrenda matanza de La Coruña – Graves incumplimientos de la Constitución de 1925 – «Patriótica» quema de libros en 1920 – Portales despreciaba la Constitución -El periodista mártir y el obispo asesino – El Congreso Termal bajo la dictadura de Ibáñez – 1934: centenares de detenidos desaparecidos – Hegemonismo chileno en el Pacífico – La quema de la revista Topaze – La República Socialista, la Iglesia Católica y El Mercurio – La derecha elogió la masacre de Iquique – El autoritarismo del Partido Socialista – Siglo xix: espantosa realidad social – La Falange Nacional contra la Falange española – Matanza obrera en Punta Arenas – Corrupción total entre 1891 y 1925 – Ultraderechista francés inspiró a Arturo Alessandri – Sanciones a académico por propuesta sobre Bolivia – Persecución a los mapuches entre 1881 y 1929 – La masacre de Valparaíso- La derecha contra el sufragio universal – La ideologización del Ejército en el siglo xx – Brutal golpiza policial a diputados en el Congreso- Alessandristas defendieron vejación del Congreso – Corrupta compra de aviones al nazismo – Balmaceda no fue derrocado por nacionalista.

Intervención de Gabriel Boric

Habría que agradecer esta masiva asistencia en un día como éste, un lunes por la tarde. Discutir de la historia de Chile en un salón lleno me parece tremendamente positivo y espero que la editorial replique estos encuentros en las regiones y comunas, para que muchos hombres, mujeres, niños y adultos puedan participar en este debate. Como dijo Jorge Baradit, se está abriendo una senda que Felipe no continúa, porque él partió hace mucho tiempo y hoy nos entrega estos treinta relatos de nuestra historia que van a suscitar en quien los lea un notable interés por escudriñar nuestra historia más de cerca.

Comenzaré mi intervención recordando un 4 de septiembre y terminaré con otro 4 de septiembre. El 4 de septiembre de 1970 Salvador Allende ganaba la elección presidencial y desde los balcones de la FECH se dirigía al pueblo de Santiago, de Chile y quizás del mundo, y lo invitaba a irse a sus casas con la alegría sana de la limpia victoria alcanzada, y que al acariciar a sus hijos supieran que habría que poner más pasión, más cariño, más esfuerzo para hacer más justa y más igualitaria la vida en nuestra patria. Aquel 4 de septiembre terminó trágicamente mil días después. Allende dijo también que la historia es nuestra y la hacen los pueblos. Quisiera aprovechar esta instancia para que reflexionemos sobre esta frase. ¿Qué significa que la historia es nuestra y la hacen los pueblos? Jorge ha dicho que la historia es una autobiografía, pero hasta hace muy poco la historia fue entendida y divulgada como si fuera una serie de anécdotas referidas a una pequeña élite. Allende, que no era historiador sino más bien constructor de historia, dice claramente: la historia es nuestra y la hacen los pueblos. Allende nos está diciendo que la historia no es una labor que compete exclusivamente a los historiadores o escritores, sino que la gente normal, común y corriente, es la que debe divulgar esa historia, además de producirla. Y este libro contribuye certeramente a avanzar en esa dirección.

La primera vez que escuché hablar de la masacre obrera de Magallanes -que Felipe relata en la página 157 de su libro- fue una tarde de domingo en la casa de mi nono, el papá de mi papá, que había nacido en 1908. Él contaba que la noche del 27 de julio de 1920, cuando él tenía 12 años, uno de sus hermanos mayores había huido de la casa para irse en un barco, escondido, a Angostura, donde lo recogió otro barco que lo llevó a la Argentina. Esta historia volvió a ser contada 30 años más tarde, en los años 50, por el hermano de mi nono, al regresar por primera vez a Punta Arenas. También contó que había sido amigo de Gabriela Mistral, que fue directora de un liceo en Punta Arenas entre 1918 y 1920 y participaba en las actividades de la federación obrera de Magallanes. Por lo tanto, yo había escuchado y tenía algunas ideas sobre esta historia, pero en el colegio nunca me contaron nada de lo que había pasado y en la universidad se sabía muy poco, porque ¿a quién le importa divulgar la historia de una masacre en la región más austral del mundo? Después, cuando uno empieza a escudriñar en el pasado, a desarrollar un sentido de pertenencia con su tierra, se va dando cuenta de todo lo que escondían las calles de nuestra ciudad. Si yo no hubiese estado vinculado de alguna manera a lo sucedido aquella noche del 27 de julio de 1920, seguramente nunca me hubiese enterado de nada. Hoy podemos leer el relato de Felipe sobre la masacre obrera de Magallanes y gracias a textos como éste, es más fácil conocer estas historias, lo que me parece un tremendo aporte.

El antecedente inmediato de la masacre de la federación obrera de Magallanes, que en ese entonces contaba con 8 mil afiliados – y en aquella época Magallanes tenía unos 20 mil habitantes- fue lo que actualmente se conoce como «la guerra de don Ladislao», hechos que Felipe relata en la página 61, en «La patriótica quema de libros en 1920». Cuando comencé a militar en una organización política y a participar activamente en la federación de estudiantes de la universidad de Chile, me enteré de esta historia por compañeros que se habían propuesto rescatar la historia de la federación. Les recomiendo que lean el libro «Muchachos casi silvestres», de Pablo Moraga Valle, que cuenta la historia de la federación de estudiantes de 1906 a 1936, la que conocí en las charlas de formación propias de la militancia. Y cuando leía el relato que hace Felipe de «la patriótica quema de libros» pensaba que si yo no hubiese participado en esta organización de trinchera, de resistencia histórica que fue la FECH, particularmente en estos últimos años, pero también en los años 20, en los 60, quizás nunca me hubiese enterado del saqueo de la sede de la Federación, que estaba en Ahumada con Alameda, ni de la patriótica quema de libros, ni de la guerra de don Ladislao, que así se llamaba el ministro de guerra del gobierno de Juan Luis Sanfuentes, inventor del supuesto inicio de una guerra contra el Perú que nunca existió… es decir, la mentira clásica (risas).

También allí conocí – y es bonito ver cómo estos libros van vinculando historias – a José Domingo Gómez Rojas, un poeta que murió muy joven en la casa de orates, después de haber sido torturado en la cárcel. No sé si ustedes saben que aquí, en Santiago, el parque que está frente a la Facultad de derecho de la U de Chile lleva su nombre. En el año 2010 quisieron cambiarle el nombre a este parque por el de Juan Pablo Segundo y los financistas de la Universidad San Sebastián querían erigir allí lo que se denominó el «papasaurio», una estatua del Papa de varios metros de altura. Querían cambiarle el nombre a la plaza y destruir ese poquito de historia. Ojalá defendamos con más fuerza esa plaza y su legado. Ahora les leeré los siguientes versos: «Oh tú, mi inspiradora, la juventud potente que con robusto soplo agitaste mi frente y me hiciste sentir los líricos espasmos. Tú, juventud potente que crispaste mis nervios, recibe como ofrenda mis arranques soberbios, mis versos, mis estrofas, mis cantos, mi entusiasmo«. José Domingo Gómez Rojas es un poeta que está oculto en la historia de Chile, pero relatos como los de Felipe pueden rescatarlo del olvido.

Lo que sí me pasaron en el colegio fue el Congreso termal, uno de los hitos del primer gobierno de Carlos Ibáñez del Campo. ¿Qué más sé yo de este Congreso termal? Nada, aunque uno se va construyendo su propio relato. Yo me imaginaba un congreso en las termas de Chillán, por ejemplo, y pensaba que ser diputado era muy entretenido… pero me equivoqué (risas). El congreso termal fue bastante más turbio de lo que me pasaron en el colegio. Cuando uno lee lo que escribe Felipe sobre este congreso, se entera de que todos los partidos pusilánimes, entreguistas y sometidos, se pusieron de acuerdo para crear un congreso absolutamente ilegítimo, decisión que fue refrendada prácticamente por todo el espectro político. Y uno empieza a relacionarlo con lo que está pasando en la actualidad y ahí se van armando debates interesantes. González Videla participó en este congreso termal, aunque después se arrepintió y algunos suponen por ello que fue el presidente más progresista del Frente Popular, pero resultó ser pinochetista. Son historias que después uno va vinculando y es así el valor de este libro y de otros como los de Jorge Baradit radica en que cuando uno los lee, te remiten a la memoria chilena, a buscar a otros autores.

Sin embargo, las presentaciones de libros no son sólo para adular, también son importantes los contrapuntos, los debates con el autor. En el libro de Felipe hay algunos textos donde se hacen algunas aseveraciones que me parecieron algo apresuradas y lo dejo planteado para que lo discutamos, Son textos en los que el título y el relato entregan apreciaciones que habría que contraponer con otras visiones. Me referiré en particular a dos capítulos de diferentes tenor. En la página 133, en «El autoritarismo del partido socialista», se relata la fundación, los inicios del partido socialista, que nace a partir de la experiencia de la república socialista de 1932. En su fundación convergen diversas corrientes socialistas, mancomunales, organizaciones libertarias, en particular, cuatro organizaciones. Y lo pongo en el debate porque como ahora estamos tratando de armar un nuevo movimiento político – lo que por lo demás es una cuestión bastante difícil -, he estado revisando lo que fue el proceso de fundación del partido socialista, por cuya historia tengo un profundo respeto, aunque lamento también profundamente ver en lo que este partido se ha convertido hoy…. (gritos de apoyo), por último, tendría que cambiarse el nombre (aplausos) Y cuando uno ve escrito «el autoritarismo» pareciera que la impronta militarista hubiese sido predominante en el proceso de fundación del partido socialista. Y a mí me parece, Felipe, que esto amerita un debate más largo, porque en mi opinión, en la fundación del partido socialista gravitaron más bien algunos elementos latinoamericanistas y libertarios que, de manera muy explícita, se opusieron a las corrientes autoritarias pro soviéticas. El enfoque en la idea del autoritarismo se apoya en algunas frases, en particular, de Grove, una figura entonces muy avasalladora, pero creo que esto amerita un debate más amplio.

Y me pasa lo mismo con el texto «Un ultraderechista francés inspiró a Arturo Alessandri», donde se hace referencia a Gustave Le Bon, quien fue efectivamente un fascista recalcitrante de la época de los fascismo duros en Europa. Sin embargo, me parece que las influencias sobre Alessandri fueron más diversas y hasta un poco más intuitivas, pero eso también puede debatirse, porque no pretendo acá defender verdades. Sin embargo, cuando Felipe relata que Arturo Alessandri se reunió con Gustave Le Bon durante su primer exilio en París, uno se queda con la idea de que Alessandri siempre fue un tipo fascistoide, vinculado a la derecha, que utilizó a las masas de manera solamente instrumental. Cabe recordar que entre 1920 y 1932 se produjo un cambio de época muy complejo y aunque Alessandri fue una figura importante, había detrás un proceso social que también fue importante. Y que se le llamó el «león de Tarapacá» porque fue electo por los distritos del norte, por los obreros del norte. Me parece que habría que profundizar para evitar caer en juicios demasiado categóricos.

Quiero terminar refiriéndome a que el trabajo de divulgación que hacen Jorge Baradit y Felipe Portales no es en contra de los historiadores, porque sería fácil generar un antagonismo entre ellos y los historiadores. Como dijo antes Jorge, no se trata de ningunear a los historiadores. De hecho, en la bibliografía de estos libros figuran todos los historiadores, incluso en la del libro de Felipe hay textos que a uno le gustaría revisar. Por ejemplo, cita muchas veces el libro «Alessandri: agitador y demoledor». O se podría indagar más en la historia del «avión rojo». Yo diría que a pesar de la resistencia de algunas personas, se está creando una alianza para divulgar una historia que ya dejó de ser propiedad de una elite. Tarea a la que se han abocado muchos historiadores que han contribuido sustantivamente a ella, como Julio Pinto, reciente premio nacional de historia, Verónica Valdivia, y por cierto, Gabriel Salazar, y muchos historiadores jóvenes. Por lo tanto, este camino que abre Jorge de manera más masiva y que se está profundizando, se parece más a una alianza que a una guerrilla literaria, la que podría ser estéticamente inflada, pero que traería pocos dividendos para quienes queremos conocer más de la historia, que se difunda la historia. Además, no son ellos los que plantean una dicotomía, por el contrario, en sus libros reconocen explícitamente el trabajo que han hecho diversos autores, y creo que eso es algo tremendamente valioso.

Recién dije que partiría con un 4 de septiembre y que terminaría con otro. No puedo dejar pasar esta oportunidad para decir que espero que algún día se cuente también la historia del 4 de septiembre de 1989, cuando en Bulnes con la Alameda fue acribillado Jecar Neghme, que murió de dos balazos en la cabeza y diez en el cuerpo. Jecar fue el último ejecutado de la dictadura y ha sido olvidado, como muchos otros constructores de historia. Instancias como ésta nos permiten recordarlos y decir que habría que contar estas historias de héroes anónimos cuyo ejemplo algunos tratamos de mantener y honrar no en la liturgia, sino en la lucha y la construcción de una historia nueva. Y esa construcción de historia nueva que hoy día está sucediendo en Chile debe anclarse en nuestras tradiciones, en nuestra cultura, y quiero terminar con esta idea. Nosotros, las nuevas generaciones, no estamos inventando la rueda, somos herederos de muchos luchadores del pasado, es como si tomáramos una posta, y para poder tomar esta posta de manera más firme necesitamos conocer la historia desconocida de Chile, necesitamos conocer la historia secreta de Chile, necesitamos conocer Nuestra historia de Chile. Muchas gracias.

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