«Fue un importante político chileno, que jugó un rol decisivo en la pavimentación del golpe militar-norteamericano contra Salvador Allende, y en la transición política que pavimentó el camino a la internacionalización de la economía chilena y a la mercantilización de la educación, la salud y la mentalidad consumista de los chilenos», escribe el Premio Nacional […]
«Fue un importante político chileno, que jugó un rol decisivo en la pavimentación del golpe militar-norteamericano contra Salvador Allende, y en la transición política que pavimentó el camino a la internacionalización de la economía chilena y a la mercantilización de la educación, la salud y la mentalidad consumista de los chilenos», escribe el Premio Nacional de Historia.
Haciendo un breve análisis (el que exigen las columnas y no así los libros) de cómo mutó la tradición católica chilena desde una perspectiva oligárquica-conservadora hacia el pensamiento cristiano-comunitario, en donde destaca la figura de Fernando Vives S.J, el surgimiento de la Falange Nacional, devenida luego en la DC, el historiador Gabriel Salazar analiza en La Tercera la irrupción y trayectoria política de Patricio Aylwin.
«Estados Unidos decidió apoyar al gobierno de Eduardo Frei Montalva para impedir el triunfo de Allende. Y se jugó entero por eso (Alianza para el Progreso, ayuda económica, etc.). Fracasó. La Casa Blanca y la CIA aumentaron la presión contra la propuesta de Allende. La Democracia Cristiana y Eduardo Frei Montalva se hallaron entre dos fuegos (ver los documentos desclasificados del Departamento del Estado y de la CIA). La cúpula de ese partido acogió esa presión y negó su apoyo al Gobierno de Allende, en un momento crítico», contextualiza el Premio Nacional de Historia, antes de proferir que «fue allí cuando la figura de Patricio Aylwin Azócar cobró figuración histórica: tuvo una participación activa en impedir el acuerdo entre la Unidad Popular y la Democracia Cristiana».
Salazar recuerda en la columna escrita especialmente para La Tercera, que «pese a las sugerencias del cardenal Silva Henríquez. La no realización de ese acuerdo, sin duda, dejó camino abierto a la intervención norteamericana (con la CIA incluida), y estando definida ésta, se abría camino a la conspiración golpista de los militares chilenos, que hasta allí estaban confundidos y dudosos».
«Después vino todo lo que sabemos: la más brutal violación de los derecho humanos de todos los derrotados por la tiranía militar, en particular, de la clase popular», reseña el escritor y ensayista.
Posteriormente, puntualiza, «la protesta popular dejó a la tiranía aislada políticamente, dentro del país y fuera de ella (…) Por tanto, había que buscar una solución tácticamente perfecta: Pinochet debía irse, llevándose las culpas de todos los crímenes, pero dejando detrás, intacto, el modelo neoliberal impuesto por la Constitución de 1980. Todo dependía de que algunos políticos civiles administraran, neoliberalmente, ese modelo. Era el gran capital internacional el que lo proponía. Y esos políticos aparecieron. Y Pinochet se fue…»
«Administrar ese modelo (el verdadero objetivo de la intervención norteamericana y de la tiranía) sin cambiarlo sustancialmente, es todo lo que el capital internacional necesitaba. Y la clase política profesional, desde 1990, administró ese modelo. E hizo lo que ese capital requería: privatizó empresas, profundizó la desindustrialización del país, desmanteló los movimientos rebeldes, privatizó el agua, el bosque nativo, los glaciales, los recursos marinos, permitió la mercantilización de la educación, de la salud, la internacionalización de los fondos previsionales chilenos, etc», «y Patricio Aylwin Azócar lideró todo ese proceso, administró todas esas decisiones. Y aplicó justicia «en la medida de lo posible».
«Fue, por tanto, un importante político chileno, que jugó un rol decisivo en la pavimentación del golpe militar-norteamericano contra Salvador Allende, y en la transición política que pavimentó el camino a la internacionalización de la economía chilena y a la mercantilización de la educación, la salud y la mentalidad consumista de los chilenos. Todo esto, teniendo como trasfondo la figura y el espíritu del padre Fernando Vives S.J. y de hombres como Bernardo Leighton y Jaime Castillo Velasco.La Historia muestra el anverso y el reverso de los procesos, y de las personas…», cierra Salazar.