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Conferencia dictada el 10 de Agosto en la Universidad Pedagógica de Bogotá, sobre el Pensamiento de Jorge Eliécer Gaitán

Gaitán y «las ideas socialistas en Colombia»

Fuentes: Rebelión

Buenas tardes a todas y a todos. Un saludo muy especial, especialísimo a Gloria Gaitán, incansable luchadora por mantener presente y vigente el legado de su padre y continuadora de sus luchas, junto a María su hija y nieta de Gaitán, a Daniel García Peña, a Luisa Santamaría, a Aida Avella, a José Antequera y […]

Buenas tardes a todas y a todos.

Un saludo muy especial, especialísimo a Gloria Gaitán, incansable luchadora por mantener presente y vigente el legado de su padre y continuadora de sus luchas, junto a María su hija y nieta de Gaitán, a Daniel García Peña, a Luisa Santamaría, a Aida Avella, a José Antequera y a todos los demás familiares de las víctimas de la Unión Patriótica aquí presentes.

Permítanme decirles que me produce una inmensa felicidad y celebro poder participar en la presentación de una nueva reedición de este libro maravill oso y de palpitante actualidad.

Se trata del libro: «Las ideas socialistas en Colombia», la magistral tesis de grado de Jorge Eliecer Gaitán, el más grande líd er popular de nuestra historia.

Qué importante es la lectura de este escrito en estos particular es momentos de la vida nacional!

! Qué importantes lecciones nos lega para estos tiempos de contextos tan convulsos.

Cuánta actualidad tiene hoy este libro escrito en medio de un ambiente social retrógrado , pero que aun así, resultó ser un texto precursor dentro de la Colombia bucólica de 1924.

Y decimos que es un libro precursor , porque en él, el joven Gaitán realiza un sesudo análisis de la incipiente estructura capitalista del país y esboza un muy bien logrado relato histórico de los pioneros del socialismo criollo.

Se trata de un profundo ensayo presentado y sustentado por el autor ante un jurado acadé mico competente como tesis de grado.

En aquel entonces, el documento mereció la aprobación de profesores eméritos de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Colombia, como Dionisio Arango Vélez y con un elogioso concepto de Don Baldomero Saní n Cano, acaso uno de los más connotados humanista s colombianos de todos los tiempos.

Valga la ocasión para hacer hoy un muy breve repaso, sobre ese texto profundo, resultante tanto de arduos estudios e investigaciones, así como de las observaciones, de la praxis, la convicción y el análisis del aún muy joven Gaitán.

Ojal á los hijos de las nuevas generaciones se animaran a leerlo y los veteranos no descartáramos la opción de repasarlo. La verdad es que vale la pena, pues aun a pesar de cumplirse ahora 93 años de haber sido publicado, su contenido sigue siendo invaluable, válido y tremendamente actual.

Ya desde aquella época temprana, Gaitán tenía claro que las ideas no son «simples mariposas de contemplaciónn», sino fuerzas propulsoras del cambio.

Al referirse a las ideas decía, «Ellas son razones, pasiones, ardores, emociones conjugadas, para obtener verdaderas conquistas por la justicia». Fuerzas, decía el caudillo, nacidas de la interpretación del mundo, pero definitivamente destinadas a transformarlo, en lo que coincidía totalmente con Marx, en sus Tesis sobre Feuerbach.

Desde entonces, para el joven Gaitán, su filosofía era la filosofía de la praxis; y siguió si éndolo a lo largo de su fecunda y ejemplar existencia, vislumbrando tempranamente al hombre de acción, al portentoso hombre de multitudes, al caudillo del pueblo en que se transformaría años después.

Y, consecuente con su formación intelectual y desde aquella misma época, Gaitán le confería al socialismo un carácter de concomitancia indispensable al desarrollo, a la consolidación y a la continuidad de la democracia.

Y, en eso tenía toda la razón.

Así fue como fueron concebidas, desde esa temprana hora de su travesía política, dos categorías que hoy son fundamentales en la teoría politica: La primera, la de la democracia como camino, como ruta para la construcción del socialismo.

Y, la segunda, el socialismo como consecuencia de la práctica democrática!

¡Qué gran idea, una idea que a la luz de las experiencias de hoy, asume una tremenda actualidad!

En la concepción del joven Gaitán, el socialismo no podía, no puede y no podrá ser otra cosa que la organización democrática de la vida social, económica, política, cultural y ambiental de los pueblos. Otra idea, que a luz de la experiencia y la realidad de hoy, es de una vigencia total.

Así lo planteó Gaitán en esta tesis de grado y así lo proclamaría, muchos años después, al dictar en 1.942, con motivo del rompimiento por parte de Hitler del pacto de no agresión n germano-soviético, en una conferencia titulada «Rusia y la democracia», en la cual se expresó con absoluta claridad la propensión de Gaitán hacia la formulación de nuevas concepciones de la democracia.

En esa memorable conferencia, por primera vez Gaitán esbozo su teoría sobre la democracia orgánica, la cual sería desarrollada años más tarde y dentro del marco de las concepciones del profesor Antonio García Nobsa, quien acompañó y asesoró a Gaitán y quien en su accionar político, resultó elegido Concejal de Bogotá en representación de la movilización disidente, que por entonces dirigía el líder social y polí tico.

Gait án inicia su estudio de las ideas socialistas, realizando un aná lisis cr ítico y derrumbando algunos conceptos erigidos a lo largo del tiempo como «dogmas democráticos».

Gaitan otorga primacía al «análisis concreto de las situaciones concretas» desestimando copias dogmáticas de otras experiencia socialistas, pero sin desconocer sus principios básicos, e imprimiendo a sus concepciones un sabor terrígeno, que hoy continúa teniendo notables repercusiones e innegables significaciones, algunas de ellas analizadas de manera concienzuda y relativamente reciente por el profesor Orlando Fals Borda en sus libros ‘Kaziyadú’ y ‘Socialismo Raizal’.

Valga decir también que, cuando el joven Jorge Eliécer Gaitán presentó su tesis a consideración del jurado calificador, algunos miembros del mismo sugirieron rechazarla por considerar que, en tratándose del trabajo de quien se recibiría como abogado, no era una tesis estrictamente jurídica, sino una tesis social y política.

Además, los más ultramontanos, prejuiciados y atrasados, argumentaron que se trataba de un texto subversivo. En lo primero seguramente estaban errados; en lo segundo tenían toda la razón.

Efectivamente, ese texto era un texto tremendamente subversivo frente al injusto régimen social que siempre ha existido en Colombia.

EL concepto gaitanista de justicia, adquirido y fortalecido en las vivencias y las carencias de su propia vida, se fue enriqueciendo con su militancia y se fue consolidando con sus estudios, hasta alcanzar aquella categoría existencial que en Gaitán fue considerada siempre, como el equilibrio entre la moral y el derecho.

Para Gaitán la existencia misma, no obstante, sus connotaciones de carácter personal, familiar y grupal, no fueron nunca un asunto personal, ni familiar, ni grupal.

Así lo planteó Gaitán en uno de los primeros párrafos del capítulo introductorio, donde lanzó esta contundente tesis: «Repitámoslo, no es que el individuo se desprenda de ningún derecho para entrar en la sociedad; es, por el contrario, que la sociedad le dispensa unos derechos que él no tenía y que, por consiguiente, no pueden revestir el carácter de inviolables».

«Así entonces, cuando aparezca por lo tanto una colisión entre el derecho del individuo y el derecho de la gran masa que constituye la sociedad, debe primar éste sobre aquel». El origen y la base de la moral ha sido y es social; y todo lo que se oponga al ó ptimo desempe ño de lo social, en principio es inmoral».

Otra tesis, que a la luz de la realidad de hoy adquiere una asombrosa actualidad.

«Cuando un orden social resulta éticamente inaceptable, cuando las normas consagradas por dicho orden, o las conductas de quienes actúan en la cúspide del poder establecido son contrarias al bien común, la comunidad tiene todo el derecho de rebelarse contra dicho (des)orden; es decir, de subvertirlo».

He ahí en Gaitán el origen del sagrado derecho a la rebelión:

«Reclamar que el hombre pueda gozar el fruto de su trabajo. Reclamar que al hombre por el hecho de ser hombre no se le trate como bestia. Que no baste asegurarle la subsistencia física, sino que es necesario facilitarle los medios de cultivar el espíritu.

Pedir que los hombres, mientras quieran y puedan trabajar, no puedan ser sometidos a la miseria. Pedir que los hombres que dieron su vida y su salud al trabajo, no tengan que morir sobre la tarima doliente de los hospitales.

Pedir, que mientras existan mujeres que acosadas por la necesidad tengan que oficiar en el tabernáculo pustuloso de la prostitución; y que mientras haya niños que arrojados a la inclusa hayan de ser luego candidatos del presidio, no es humano, para que mientras tanto, otros puedan hacer una vida de dilapidación y de regalo».

Decir que a los hombres no se les puede pedir virtud mientras no tengan los medios de vivir, porque, como decía aún el mismo Santo Tomás de Aquino, «para la práctica de la virtud se necesita un mínimum de bienestar temporal».

«Decir que es necesaria la lucha constante porque termine la carnicería de pueblo a pueblo, donde aquellos que la fraguan, ritman y danzan en el salón, a tiempo que los humildes que la sufren, brindan su corazón a la metralla como tributo a una patria que nunca conocieron».

«Decir, que al patriotismo es necesario darle un sentido de cooperación internacional y no de agresividad fratricida».

«Decir, que la selección es necesario hacerla, pero a base de capacidades y virtudes auténticas. Y decir, que al triunfo sólo debe llegarse por los caminos del esfuerzo».

«Decir todo esto y reclamarlo con el entusiasmo que demandan los grandes ideales, no es pedir nada que esté fuera de las condiciones esenciales de la vida, ni que deba ser patrimonio exclusivo de éste o del otro pueblo, ni de ésta o de la otra raza, sino que es algo que pertenece a la conciencia universal, algo que es, y tiene que ser de todos y cada uno de los hombres, de todos y cada uno de los pueblos» .

Estas son y siguen siendo sin ninguna duda, ideas muy avanzadas, para aquella época.

Por supuesto que Gaitán muy seguramente al escribir esta obra, ya había tenido acceso a los textos de los socialistas utópicos franceses, A Fourier y a Saint Simon. A las densas disquisiciones de los ingleses acerca de la economía a pol ítica. A los tratados filosóficos del llamado período clásico alemán. A los estudios de León Duguit y Emilio Durkheim. Y también al célebre ‘Manifiesto Comunista’ de 1848. Y también muy seguramente a una de las contadas ediciones en españ ol de «El Capital» de Carlos Marx que por aquel entonces ya había llegado hasta estas tierras.

No resulta difícil inferir que, al contacto con esta obra premonitoria en muchísimos aspectos, recibiera su influencia.

Gaitán era ya un hombre culto y de avanzada que se encontraba familiarizado con los temas atinentes a la riqueza de las naciones, el capital, la propiedad territorial y el usufructo de sus rentas, el desarrollo de la industria, las relaciones y contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, las concomitancias entre el capital financiero y los monopolios, el valor del trabajo no pagado por el capitalista al trabajador -o sea la plusvalía, el tránsito del feudalismo al capitalismo, de la economía colonial, a la semicolonial y de é sta última a la neocolonial, que ya se insinuaba.

Gaitán conocía las causas que desencadenaron las grandes revoluciones del mundo moderno y del contemporá neo … y conocía también y muy bien el problema de la tierra en Colombia: precisamente, una de sus mayores obsesiones de carácter social, fue siempre la abominable concentración de la propiedad de la tierra en poder de los terratenientes, es decir, lo que se ha dado en llamar el problema de la tierra, una bandera que siempre estaría presente en los tiempos de la unir, que permitió la adhesión del campesinado a sus banderas y orientó las luchas del movimiento agrario de Sumapaz, del Tequendama, de Viotá, de Santander y del sur del Tolima.

Luchas estas en las cuales Gaitán nunca dejó de estar presente, asumiendo su responsabilidad de conductor hasta las últimas consecuencias, demostrando su protagonismo y su capacidad de agitación.

Cuando se publicó aquel libro comenzó a operar la llamada «Conspiración ón del silencio» contra Jorge Eliécer Gaitán, debido, entre otras razones, a que la llamada ‘clase dirigente’ tenía absoluta claridad acerca de lo que ese libro y él, significaban.

Gaitán fue una inteligencia superior y una poderosa voluntad en acción, con una muy bien cimentada conciencia de clase y un conocimiento profundo acerca de las verdaderas causas de nuestros males colectivos.

Desde entonces y hasta el día de su sacrificio, nunca defeccionó en la puesta en marcha de sus ideales colectivos.

Gaitán fue un subversivo en el cabal sentido del término: la persona que entrega su vida al ideal surgido de la necesidad de cambiar orden existente por uno diferente y nuevo.

A dicho ideal consagró siempre todas sus capacidades y todas sus energías. Ante dicho objetivo supeditó todas sus demás preocupaciones.

Gaitán ha sido el más grande líder popular colombiano de todos los tiempos y uno de los más carismáticos de América Latina en el siglo XX.

Gaitán fue el primero en establecer el concepto sociológico y de clase, al afirmar que la lucha del pueblo no era entre liberales y conservadores, sino entre el pueblo y la oligarquía liberal conservadora y lo resumió en una formula sencilla: «La economía de los menos, no puede estar por encima de la vida de los más».

En la historia política de Colombia puede decirse sin ningún titubeo ni lugar a equivocarse que Gaitán ha sido el más fidedigno retrato de la comunión entre un pueblo y un líder.

«Yo no soy un hombre, soy un pueblo», diría, y después, «el pueblo es superior a sus dirigentes».

Y es un hecho que en casi todas sus apasionadas alocuciones. Expresaba que los oligarcas no conocían al pueblo y que por el contrario sentían un profundo desprecio por él y que por lo tanto no tenían la menor idea de lo que representaba «la batalla por la vida», o, sea el drama diario de todos los colombianos por conseguirse el pan.

Sus luchas constituyen un capítulo esencial y ejemplar dentro del itinerario de las rebeldí as colombianas contra los poderes establecidos. Él es un referente superior de lo que significa la insurgencia de los poderes subyugados. Su travesía, inscrita con su propia sangre en moldes imperecederos, hace parte de una agenda iniciada por los aborígenes que se rebelaron contra el yugo del conquistador español. Continuada por los Comuneros que con José Antonio Galán organizaron la lucha contra los tributos injustos y adoptaron como lema la «unión de los oprimidos contra los opresores». Sostenida por el impulso independentista de Antonio Nariñ o, Policarpa Salavarrieta, José Mar ía Carbonell y otros luchadores que, a diferencia de muchos de sus contemporáneos, buscaban la libertad y no el mando. Encarnada como nadie por Simón Bol ívar y su ejército libertador. Prolongada por los Artesanos y las Sociedades Democráticas de mitad del decimonónico que combatieron y triunfaron transitoriamente con José Mar ía Melo. Ejemplarizada en el testimonio militante y en el proyecto emancipador de los Radicales. Aupada por los Autonomistas que se batieron contra las tiranías en las guerras de final del siglo XIX en contra de la Regeneración, el confesionalismo y el despotismo. Reanudada en los años veinte del siglo anterior por «los Inconformes» del Partido Socialista Revolucionario. Sostenida, casi a la intemperie, por los luchadores de las causas agrarista, indigenista y afrocolombiana, siempre desconocidos y postergados en sus demandas perennes de reivindicaciones.

Prolongada con ribetes creativamente heroicos por la resistencia campesina iniciada en El Davis y continuada en Marquetalia, Riochiquito, El Pato, Guayabero, y La Uribe, bajo la acertada dirección n de otro gran titán de las luchas de nuestro pueblo en su camino hacia la libertad, Manuel Marulanda V é lez, un campesino de dimensi ón descomunal y universal, con el concurso de incontables héroes y mártires de la causa popular entre quienes se destacaron, desde las FAR EP, Jacobo Arenas, Ciro Trujillo Castañ o, Isauro Yosa, Alfonso Cano, Efrain Guzman, Ra úl Reyes, Jorge Briceño y muchos otros más, enaltecida por el cura Camilo Torres Restrepo caído en Patio Cemento cuando se había incorporado a la lucha revolucionaria bajo las banderas del Ejército de liberación Nacional.

Enriquecida por el concurso del M 19 con sus comandantes Jaime Bateman, Álvaro Fayad, Iv án Marino Ospina, Carlos Pizarro Leongómez y quienes los acompañaron en su cometido titánico y desigual. Fecundada por la sangre de Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo Ossa, Leonardo Posada, Pedronel Jiménez, José Antequera, Luis Carlos Galán Sarmiento y todos los demócratas que han caído tratando de abrir para Colombia las compuertas de la democracia y de construir la paz.

Las clases dominantes quisieron borrar de la memoria colombiana a Jorge Elié cer Gaitán. Ante el fracaso rotundo de su empeño, ahora tratan de tergiversarlo. Porque Jorge Eliécer Gaitán, desde el 9 de Abril de 1.948 hasta siempre, ha sido y será del Cid Campeador de las legiones populares colombianas…

Pero la historia está hecha de pequeñas coincidencias. Hace pocos días, rememoramos al camarada Alfonso Cano, quien nació hace sesenta y nueve años tres meses después del gran magnicidio. Poco antes – ese mismo año, en Génova, Quindío esa misma violencia obligaría a Pedro Antonio Marín, a empuñar las armas en defensa de la vida por primera vez y hasta el final de sus días.

De modo que todos los caminos conducen a Roma: la historia de las FARC-EP está íntimamente entrelazada con la historia de Gaitán, del pueblo gaitanista y de la violenta reacción de la casta politiquera que siempre le ha negado a la mayoría social la oportunidad de vivir en democracia y en las más básicas condiciones de dignidad. Somos herederos de la respuesta legítima del pueblo liberal que tuvo que emprender la huida de ciudades, pueblos y veredas para evitar ser masacrados por los ‘pájaros’ y la ‘chulavita’. Reconocemos en el legado de la UNIR la justa rabia que, como fuerza incontenible, irrumpió en la política nacional para acabar con el mal gobierno de la oligarquía liberal-conservadora, con su sectarismo asesino y con el sufrimiento de la gente sencilla del país.

Por eso no sólo sentimos, como parte entrañable de nuestra historia, el destino heroico del Gaitán martirizado y la valiente coherencia de sus actos. También sentimos como propio su pensamiento radical, sus ideas de cambio y su amor por la patria.

Basta con leer detenidamente así sea un solo párrafo de sus obras o sus discursos para entender que el proyecto de Gaitán permanece vigente en este país al que las élites le adeudan décadas de cambios democráticos en la política, la economía y la cultura.

Las FARC-EP comprendemos esta urgencia, por eso hemos procurado erigir sobre las ideas gaitanistas nuestro propio proyecto de país. Al atraso, el abandono y la miseria le oponemos la idea de un progreso económico y social que vincule a la gente del común con un modelo de desarrollo incluyente, ambientalmente sostenible y que distribuya equitativamente los dividendos de la producción. Ante el cierre antidemocrático y corrupto del régimen político, proponemos que se abran los canales más amplios de participa ción y representación política para la mayoría de colombianos que han sido espectadores pasivos del juego amañado de la política puesta en función de los intereses de unos cuantos. Y ante el odio sectario con el que han intoxicado el espíritu de los colomb ianos, hemos expresado que queremos sanarlo con el bálsamo reparador de la verdad y la reconciliación.

En fin, ¡cuánto más podríamos al respecto!

Hoy Gaitán es potencia activa en la brega por reconstruir a Colombia, tras décadas de injusta guerra. En el e pílogo de nuestra resistencia armada de 53 años, albergamos en lo más hondo de nuestros corazones la misma emoción presente en la «Marcha del silencio». Con las armas en mano, defendimos nuestras vidas y la vida de miles colombianos ante la incapacidad de una institucionalidad diseñada para pisotear la voluntad de cambio de la gente. Hoy abrazamos únicamente la palabra para convertirnos en «la mejor fuerza de paz en Colombia (…) (en) los sustentáculos de la paz en Colombia», como expresó Gaitán en aquella m archa memorable frente a una multitud enardecida y hastiada por la práctica sistemática de la violencia entre hermanos de una misma nación.

Hoy las FARC-EP sabemos que el acto más revolucionario posible aquí y ahora es insistir en la paz. Preferimos la in certidumbre de la paz a la certeza de la guerra. Daremos todo de nuestra parte para que en este país nunca más se recurra a la barbarie de la violencia política para dividir familias, asesinar hermanos y sacrificar al otro. Repetimos, pues, el credo último de la «Oración por la paz»:

«Amamos hondamente a esta patria nuestra y no queremos que nuestra nave victoriosa navegue sobre ríos de sangre (…) Apenas os pedimos que nuestra patria no siga por caminos que nos avergüenzan ante propios y extraños. ¡Os pedimos tesis de piedad y de civilización! Señor Presidente: Os pedimos cosa sencilla para la cual están de más los discursos. Os pedimos que cese la persecución de las autoridades y así os lo pide esta inmensa muchedumbre. Pedimos pequeña cosa y gran cosa: que las luchas políticas se desarrollen por cauces de constitucionalidad. (…) Somos capaces, señor Presidente, de sacrificar nuestras vidas para salvar la tranquilidad y la paz y la libertad de Colombia».

Lo hemos demostrado: sí que somos capaces de dar por la vida hasta la vida misma. Pero, a diferencia de hace casi setenta años, estamos convencidos de que esta vez lo lograremos. No permitiremos que sea derrotado el sueño de Gaitán, de Alfonso, de Manuel y de millones de colombianos. No dejaremos que nadie nos arrebate la paz. Es nuestro juramento ante el altar de la historia. Y lo cumpliremos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.