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Ganan Kast, el pinochetismo, la restauración conservadora

Fuentes: Rebelión

«La contrainsurgencia dejó de ser excepcional para convertirse en normalidad progresista»

El padrón electoral autorizado para sufragar legal y obligatoriamente en el balotaje presidencial de este domingo 14 de diciembre de 2025 fue de 15,8 millones de personas (de una población de alrededor de 20 millones). Con el 98,53% del total de las mesas escrutadas y 12,3 millones de votos válidamente emitidos, un 58,3% fueron para José Antonio Kast y un 41,7% para Jeannette Jara. Entre nulos y blancos hubo un 7%.

Luego de conocerse los resultados, desde su comando Jeannette Jara afirmó que «en la derrota es donde más se aprende. Mi historia es la misma que la de ustedes: de esfuerzo y de garra. Seguiré trabajando por un Chile de oportunidades y seguridad. Consistentemente con la institucionalidad democrática, como oposición seremos firmes y responsables. No queremos promover la odiosidad. Somos un solo país. En las próximas semanas debemos hacer una reflexión profunda para encontrar las causas que nos llevaron a este resultado».

Tanto en la primera como en la segunda vuelta electoral, en general, las campañas fueron mucho menos invasivas en los espacios públicos respecto de las presidenciales del 2021. En cambio, las redes sociales y plataformas digitales jugaron un rol cardinal, incluso superior a la compra de propaganda en los medios masivos de comunicación convencionales.

En la primera vuelta, realizada el 16 de noviembre pasado, Jara (Unidad por Chile) obtuvo casi un 27% de los sufragios y Kast (Cambio por Chile) casi el 24%. En esa ocasión, diversos analistas e integrantes del sistema institucional de partidos políticos señalaron que el comando presidencial de Jeannette Jara, pese a no alcanzar el 30%-35% esperado, tenía el deber de «territorializar aún más la campaña; concentrarse en el programa; impugnar a Kast en temas valóricos, laborales y económicos; y establecer todas las alianzas y negociaciones posibles con otras candidaturas y, en particular, con el electorado que incluso votó por duros adversarios». En su alocución, tras conocer las cifras del Servicio Electoral (Servel) sobre la primera vuelta, Jara saludó a los ex candidatos Eduardo Artés, Harold Mayne-Nicholls, Marco Enríquez-Ominami, e incluso a la derechista Evelyn Matthei, y en particular, a Franco Parisi, quien debido a su alta y sorpresiva votación (casi un 20%), se convirtió en un trofeo político en disputa. Sin embargo, a la hora del balotaje, nada de lo anterior fue suficiente ni eficiente para la mayoría de la población votante.

La reyerta electoral hacia la segunda vuelta estuvo caracterizado, de parte del comando de Kast, por la elaboración y propagación de mentiras y evasivas con el propósito de intensificar el miedo anticomunista irracional contra la candidatura de Jara, cuyo programa, en la realidad, ni siquiera se aproximó a medidas propias de la socialdemocracia (por ejemplo, economía mixta o un Estado fuertemente regulador del capital). Con promesas social-liberales, Jeannette Jara proyectó una performance tendiente a mimetizarse con la ex presidenta Michelle Bachelet y muy lejos de la lideresa histórica del PCCh, Gladys Marín. Tampoco los debates televisivos entre ambos candidatos tuvieron una influencia significativa en el electorado. De hecho, resultaron muchas veces confusos y crípticos.

«La contrainsurgencia dejó de ser excepcional para convertirse en normalidad progresista»

El luchador social y militante de la causa palestina, Alejandro Mora Donoso, indicó que la victoria de Kast «no es un accidente histórico ni una anomalía ideológica. Es, más bien, la consecuencia lógica de un proceso político donde los gobiernos de Sebastián Piñera y Gabriel Boric, leídos desde su distancia discursiva, compartieron, sin embargo, una continuidad estructural que ha permitido el avance progresivo de un orden autoritario. La ilusión del “cambio” fue administrada, no encarnada, y en esa administración se trazó el puente que hoy sostiene la irrupción de Kast».

Mora Donoso recordó que «Rodrigo Karmy, al analizar la relación Piñera–Kast, señaló que Piñera gobernó bajo una “gramática contrainsurgente” que, más que contener el estallido, lo interpretó como una amenaza interior, la ciudadanía convertida en enemigo. La violencia estatal, las mutilaciones oculares, la doctrina del enemigo interno y la militarización territorial fueron los pilares desde los cuales, dice Karmy,  se gestó la legitimidad para que Kast emergiera como “el que dice sin pudor lo que Piñera ya hacía sin nombrarlo”. Kast fue, desde ese punto de vista, la explicitación fascista del proyecto que Piñera ejecutó bajo ropaje democrático», y sumó que «la continuidad no se detuvo con el fin del ciclo piñerista. El gobierno de Boric, que nació de la promesa de romper esa gramática, terminó reproduciéndola. Lo hizo por convicción de Estado, por cálculo institucional o por miedo al desorden, la razón es secundaria, pero lo decisivo es el efecto político, la contrainsurgencia dejó de ser excepcional para convertirse en normalidad progresista. El estado de excepción permanente en la Macrozona Sur, el fortalecimiento del TPP-11, el orden público convertido en eje transversal, la criminalización del movimiento estudiantil y la renuncia programática frente al modelo consolidaron lo que Karmy advertía, el autoritarismo no llega desde afuera, sino desde la administración “razonable” del consenso neoliberal».

Por su parte, el historiador e investigador académico Sergio Grez, a boca de urna, precisó que «mis expectativas de hoy son totalmente contrarias a las explicitadas en la rebelión popular de 2019. Las grandes esperanzas de ese movimiento masivo fueron defraudadas. Ahora encontramos escepticismo, apatía, desgano. Vivimos un clima de restauración conservadora desde el 15 de noviembre de 2019 (cuando se firmó el pacto del sistema político llamado Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución). Entonces no se ha hecho otra cosa que perpetuar una democracia tutelada, restringida y de baja intensidad que existe desde 1990, y del sistema económico y social neoliberal que continuamos sufriendo hasta el presente. Estas elecciones mantendrán inalterables esas características históricas», y agregó que «la derechización de la sociedad chilena no depende de una elección. Ese giro también es cultural». 

– ¿Cómo se explica?

«El fenómeno Kast, al igual que el de otros representantes de la extrema derecha, como Johannes Kaiser, se inscribe en un contexto más general de auge de las corrientes de extrema derecha a nivel global, que refleja la crisis del capitalismo, no sólo su forma neoliberal. Sin embargo, también se relaciona con la situación específica de Chile. La mayoría de los partidos de izquierda para poner fin al levantamiento popular que se venía desarrollando desde el 18 de octubre de 2019, abrieron un ciclo de regresión política que facilitó el ascenso de la derecha y la extrema derecha. El clima político y cultural del país comenzó a virar hacia la derecha a partir de ese momento. Esta tendencia tras la aplastante derrota del partido gobernante en el referéndum sobre el proceso constitucional celebrado el 4 de septiembre de 2022 (donde ganó el rechazó a la nueva Constitución propuesta que reemplazaría a la de Pinochet, con un 62%). Desde entonces, el giro a la derecha del gobierno ha venido acompañado de un correspondiente giro general en el país, en medio de un clima de desmovilización popular, sin que las fuerzas de izquierda radical hayan podido revertir esta tendencia.»

A su turno, el educador popular, investigador y profesor universitario, Rafael Agacino, explicó que «Kast no es un libertario al estilo Milei o Kaiser, ni un neoliberal (en sentido económico) al estilo Matthei. Es más bien un conservador en términos políticos e ideológicamente corporativista, base de una tendencia claramente autoritaria y antipopular. Su adscripción a una familia nazi es conocida. Y una de las explicaciones de que esta circunstancia no llame a escándalo ni sea cuestionada, es porque la sociedad chilena misma parece atravesar un momento conservador y pro autoritario. Este fenómeno ha sido, sin dudas, fuertemente estimulado por el discurso que legitimó el Pacto por la Paz Social y la Nueva Constitución que firmó Boric con los partidos políticos patronales para conjurar la explosión popular de octubre de 2019. Un discurso del orden que se implementó inmediatamente a través de un conjunto de políticas material y simbólicamente represivas, tejidas por las manos del Frente Amplio, el Partido Socialista y el Partido Comunista, y que contó con ministros comunistas, como fue el caso de la propia Jeannette Jara».

* Las imágenes fueron tomadas por el autor del artículo y son de libre disposición.