Juan Manuel Santos, equivalente al mismo diablo, candidato del Partido Social de la Unidad Nacional (la U), continuador de Álvaro Uribe Vélez y de su régimen narco-para-terrorista, como se esperaba le ganó en segunda vuelta al candidato del Partido Verde, el payaso ilustrado en ciencias exactas y filosofía (inflado artificialmente en «prima fase» por el poder mediático), Atanas Mockus.
Dicen que Santos logró el 69% de los votos y que Atanás logró el 27.5%.
Visto superficialmente el continuador del uribismo arrasó a Mockus y parecería que se trata de una mayoría aplastante. Así, por demás, tratan de venderla las grandes agencias des-informativas imperialistas.
Pero sucede que el 69% de Santos esta calculado sobre el 34% de los votos depositados, ya que la abstención fue del 66%. Igual al 27.5% de Mockus.
Estos resultado, bien y verazmente leídos, significan que por Juan Manuel Santo solo votó alrededor del 22 % de los/as electores/as colombianos/as y que por Atanás Mockus votó alrededor del 8 o 9% del total, puesto que también hay que restar los votos nulos
Santos, por tanto, «arrasó» a Mockus exclusivamente dentro de la minoría que votó, pero la verdad es que no logró motivar a su favor ni siquiera a la cuarta parte de los/as registrados en el padrón electoral colombiano. Incluso Juntos Santos y Mockus solo sumaron alrededor del 30% de los registrados en ese padrón, mientras la abstención alcanzó el 66%.
Ilegitimidad individual y absoluta
Ninguno de los dos -neoliberales y partidarios de la llamada «seguridad democrática» (con sus estilos, matices y énfasis diferenciados)- lograron atraer a las urnas a 25 millones de electores/as de ese país que optaron por no votar ni por uno ni por otro.
El Partido de «La U» de Uribe, que según su candidato ganador hizo uno de los «mejores» gobiernos de la historia colombiana, y que de acuerdo a su decir Uribe ha sido uno de sus mejores presidentes de ese país, exhibió una profunda debilidad al conseguir solo el 22% de los/as electores. Al Partido Verde de Mockus le fue todavía peor. Entre ambos sumaron algo más de 12 millones y medio de votos de un total de 37.5 millones de ciudadanos/as empadronados.
Entre la minoría votante, simpatizante de la extrema derecha, la derecha y el centro- derecha político que concurrió a las urnas, ganó el mas derechista, el más guerrerista de los dos.
Pero al mismo tiempo el supuesto triunfador quedó totalmente ilegitimado frente a la sociedad y ante la propia «democracia representativa» que dice encarnar. Como quedó también ilegitimado, en mayor grado todavía, quien todavía dice ser la alternativa dentro del sistema político decadente que impera en Colombia.
Ganó la abstención en repudio a los dos.
Ganó realmente la abstención.
Ganaron todos lo que no creen en esa falsa democracia.
Ganó la insurgencia armada.
Ganó la oposición radical no armada.
Ganaron los movimientos sociales contestatarios.
Ganaron los pueblos originarios y los desplazados por la guerra sucia.
Solo que se trata de una victoria sin representación institucional, de un triunfo extra-institucional dentro de un proceso inconcluso. Una victoria que más allá de las inhibiciones por indiferencia o apoliticidad, expresa el desarrollo progresivo de una especie de contra-poder popular enfrentado al estado de terror y a la clase dominante-gobernante oligárquica y mafiosa de ese país.
¿Creen ustedes que en tales condiciones el Diablo Santos, puede asegurar capacidad para derrotar a las FARC y al ELN y para prometer y anunciar el fin de la insurgencia?
¿Puede un Presidente tan ilegitimo prometer lo que durante sesenta años todos sus antecesores -procedentes como él en su mayoría de la rancia oligarquía colombiana subordinada a EEUUU- han prometido sin lograrlo?
Estos resultados electorales muestran precisamente las profundas raíces sociales del conflicto armado en Colombia, la enorme base popular divorciada del sistema dominante dentro de esa sociedad y la imposibilidad del éxito militar de un poder oligárquico-mafioso cada vez mas ilegitimo, desgastado y anti-nacional.
Muestran claramente hasta donde ha llegado el descrédito de sus protagonistas y beneficiarios, enmascarados con continuas avalanchas de mentiras mediáticas destinadas a justificar el negocio de la guerra sucia tutelada por EEUU, cada vez más dependiente de su flujo de armamentos y de su intervención directa.
Quienes carecen de fuerza política en el seno del pueblo Colombiano, mal pueden garantizar en tales circunstancias su victoria por la vía militar.
Con fanfarronería no se ganan ni guerras ni las elecciones. Santos no ganó porque no es Santo sino Diablo y porque realmente fue derrotado por los tantos/as que votaron por ninguno, porque fue minimizado e ilegitimado por los que ante la falta de opción alternativa decidieron enfrentar el oro corruptor y el terror alejándose de las urnas.
Uribe y Santos, sus padrinos Bush y Obama, siguen en el gobierno sin haber ganado. En verdad fueron parcialmente derrotados y le esperan derrotas mayores, en un continente que ha dicho basta y ha comenzado a andar.
Derrotas mayores relacionadas con el proceso de conversión de la resistencia y el contra-poder en desarrollo en poder hegemónico, en nueva institucionalidad, en nuevo Estado y nuevo gobierno. En esas cuatro cosas mezcladas, sin rangos ni jerarquías definidas en el tiempo, impulsadas por las más variadas formas de lucha, por sus ricas combinaciones, por la infinita creatividad de un pueblo que ha sabido sobrevivir, resistir, desplegar heroísmo y crear fuerzas transformadoras en condiciones de sometimiento y crueldad realmente excepcionales y horrendas.
Las victorias pírricas son realmente reveces y ésta ha sido una victoria pírrica de los Santos, los Varitos, los halcones y sus demonios. Si algo de vergüenza tuvieran deberían guardar silencio frente a su ridículo 22 por ciento y dejar de fanfarronear y amenazar. Pero eso sería pedirle mangos a la guazábara.