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El periodista de investigación australiano Antony Loewenstein publica El laboratorio palestino (Ed. Capitán Swing)

Gaza y Cisjordania: un campo de pruebas militar para el Estado de Israel

Fuentes: Rebelión

Cerca de un centenar de ciudades en el estado español, y también a escala europea, se manifestaron el 18 y 19 de mayo contra los crímenes de guerra cometidos por Israel en la Franja de Gaza.

Impulsada por la Red de Solidaridad contra la Ocupación Palestina (RESCOP), la quinta jornada de movilización estatal tenía entre sus lemas Contra la Nakba, 1948-2024; Palestina libre del río al mar; Por el derecho al retorno y Fin al comercio de armas y a las relaciones con Israel.

En 15 municipios valencianos –entre otros, Valencia, Castellón, Alicante, Novelda, Vinaroz, Sagunto o Morella- se convocaron también protestas, informó el movimiento BDS-País Valencià; además 150 profesores de la Universitat de València (UV) hicieron público –el 18 de mayo- un texto de apoyo a los estudiantes acampados en la UV y en contra del genocidio.

Motivos para las citadas reivindicaciones pueden hallarse en el libro El laboratorio palestino. Cómo Israel exporta al mundo la tecnología de la ocupación (Ed. Capitán Swing, 2024), del periodista de investigación (independiente) australiano, Antony Loewenstein.

En la introducción al texto de 290 páginas, el autor explicita la razón del título: “Israel ha desarrollado una industria armamentística de categoría mundial con equipos convenientemente probados con los palestinos en los territorios ocupados, y luego comercializados como probados en batalla; sacar provecho de la marca Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) ha conducido a las empresas de seguridad israelíes a contarse entre las más exitosas del mundo”.

Uno de los ejemplos es el de la compañía israelí NSO Technologies, constituida en 2010 y que ha desarrollado un software de espionaje –Pegasus– para el jaqueo de teléfonos móviles (“proliferó durante la era Netanyahu”).

La presentación de la editorial destaca, además de la venta de material para las políticas de control y encarcelamiento, las armas exportadas por Israel a los militares de Birmania (las fuerzas militares de Myanmar han llevado a término –a partir de 2017- la limpieza étnica de la población –musulmana- rojinya); o los drones, fabricados por empresas como Israel Aerospace Industries (IAI) o Elbit Systems, que la UE utiliza para la vigilancia de las fronteras (y la llegada de personas refugiadas) en el Mar Mediterráneo.

El autor cita artículos como Israel’s Defense Industries: From Clandestine Workshops to Global Giants, publicado en 2018 en la Web del Jerusalem Institute for Strategy and Security (JISS) por el “experto en defensa antimisiles”, Uzi Rubin; “Los productos de defensa de Israel gozan de gran prestigio en todo el mundo, e Iron Dome (cúpula de hierro), una de las creaciones más innovadoras, se ha convertido en una palabra familiar en los medios de comunicación mundiales”, afirma.

En un sentido opuesto, se menciona al activista por la paz judío israelí nacido en Estados Unidos, Jeff Halper, de 78 años y miembro de la ONG Comité Israelí contra las Demolición de Viviendas (ICAHD); en 2018 escribió War against the people: Israel, the Palestinians and global pacification; el libro de Halper abona la tesis de la ocupación como campo de pruebas:

“Israel es un país pequeño abriéndose paso como puede para hacerse con un nicho en el complejo industrial-militar transnacional”.

La estadística publicada -el pasado 22 de abril- por el Instituto para la Investigación de la Paz de Estocolmo (SIPRI) señala que el gasto militar de Israel totalizó 27.500 millones de dólares en 2023 (incremento del 24% respecto a 2022, el segundo mayor aumento -tras el de Arabia Saudí- en Oriente Medio); una de las razones del crecimiento, según el Informe, es “la ofensiva a gran escala en Gaza”.

Antony Loewenstein es fundador y editor, junto al periodista Peter Cronau, de la página Web Declassified Australia, y colaborador en el libro A Secret Australia: Revealed by the Wekeleaks Exposes (2020); asimismo ha escrito/participado en medios como The Guardian, The New York Times, Al Jazeera, la BBC, CNN o Democracy Now!

El libro de Lowenstein se hace eco de investigaciones que apuntan a Israel como proveedor de armas a la dictadura de Pinochet (1973-1990); algunas de las fuentes citadas son un documento, de 1984, con las afirmaciones del entonces secretario de Estado estadounidense, George Shultz; o un informe de la CIA, del 5 de febrero de 1988, en que además hacía referencia a misiles, tanques y aviones.

También se incluyen testimonios como el del abogado de derechos humanos Eitay Mack, quien relató al periodista australiano: “No ha habido grandes cambios en la industria de defensa en Israel durante décadas (…); puede que haya embargos de armas de Estados Unidos o la ONU en algunos lugares, pero Israel sigue involucrado en Sudán del Sur, Azerbaiyán, Birmania y otros países”.

Cuestión distinta son las relaciones entre los Estados de Israel y Sudáfrica, que Antony Loewenstein resume con unas valoraciones del exembajador israelí en Petroria, Alon Liel (fueron publicadas en The Guardian -en 2006- por el periodista Chris McGreal, Brothers in arms: Israel’s secret pact with Pretoria):

“Nosotros creamos la industria armamentística de Sudáfrica; ellos nos ayudaron a desarrollar toda clase de tecnologías porque tenían mucho dinero; cuando desarrollábamos proyectos juntos, nosotros normalmente aportábamos el conocimiento y ellos el dinero; después de 1976, hubo un romance entre las altas esferas de seguridad y los ejércitos de ambos países”, explicaba el antiguo diplomático (el Régímen del Apartheid en Sudáfrica se prolongó hasta principios de los años 90).

El Informe del SIPRI publicado en marzo de 2024 da cuenta de dos países destacados en las importaciones de armas por parte de Israel: Estados Unidos (69% de las compras) y Alemania (30%); pero en El laboratorio palestino se detallan otras relaciones comerciales vinculadas a la guerra.

Así, en el periodo 2015-2020 India constituyó el mercado de armamento más importante para las exportaciones israelís (43% de las ventas); de este modo, “los drones israelís Heron vuelan sobre Cachemira exactamente igual que sobre los territorios palestinos ocupados”, concluye el periodista de investigación.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.