El pasado mes de enero fallecía a los 92 años de edad Gerda Lerner. Salvo algunos blogs feministas principalmente latinoamericanos, pero también algunos del estado español (» Te regalo la A » 1 o » Clásicas y modernas » 2 ), en ningún medio de información alternativa y radical se ha escrito referencia alguna sobre […]
El pasado mes de enero fallecía a los 92 años de edad Gerda Lerner. Salvo algunos blogs feministas principalmente latinoamericanos, pero también algunos del estado español (» Te regalo la A » 1 o » Clásicas y modernas » 2 ), en ningún medio de información alternativa y radical se ha escrito referencia alguna sobre dicha pérdida ni se ha valorado la figura de la reconocida feminista e historiadora estadounidense.
De todas formas no es de extrañar, pues Gerda Lerner no ha aparecido en los últimos años en ningún artículo de Rebelión, InSurGente, La Haine, Kaos en la Red, Boltxe o Marxismo Crítico, por ejemplo, si exceptuamos la mención que hace en dos de sus artículos 3,4 el pensador marxista vasco Iñaki Gil de San Vicente de la autora de » La creación del patriarcado » 5 , o Laura Requena e Inmaculada Ledesma en un artículo aparecido en La Haine6 y otro de Alicia Couselo en Boltxe7. Y eso es todo.
Bien es verdad que Gerda Lerner solo ha sido traducida al castellano en la obra antes mencionada y que, aunque comunista y antifascista en sus años de juventud, no ha participado de las disputas teóricas propias de escritoras feministas marxistas en las décadas de los 60 y 70 del pasado siglo. Pero eso no quita para deba aparecer entre las más importantes escritoras feministas e historiadoras sobre la mujer del pasado siglo XX, y no solo por su aportación a la teoría del patriarcado, sino por su decidida aportación teórica al movimiento de emancipación de la mujer negra. De hecho, Angela Davis, además de citarla en numerosas ocasiones a lo largo de su obra «Mujeres, raza, clase», la señala como «una de las pocas mujeres blancas que (…) ha examinado en detalle los efectos concatenados del racismo y el sexismo en las mujeres negras» 8 . En el año 2002 escribió su último libro, «Fireweed», que constituía su «autobiografía política», pues para esta mujer singular, las facetas de su vida personal, familiar, sentimental y política eran inseparables: su vida no podía comprenderse sin acercarse a la historia de resistencia y supervivencia de las mujeres y los hombres de Europa y de los EEUU en las últimas décadas.
Gerda Hedwig Kronstein (1920-2013), como se llamaba antes de casarse, vivió una adolescencia y juventud en su Viena natal en la que le imprimiría una profunda huella la batalla diaria que libraba su madre Ilona al conciliar las tareas domésticas como esposa y madre con las propias de una carrera de artista de carácter libre y bohemio. Su feminismo posterior estaba servido en bandeja. Pero la situación política de esos años de ascenso del fascismo iba a predominar y muy pronto comenzaría a realizar actividades clandestinas para el partido comunista. Cuando la Alemania nazi se anexiona Austria en 1938, es arrestada por la Gestapo junto a su madre y permanecen prisioneras durante 5 semanas hasta que finalmente se refugian en Liechtenstein.
Abandonó una Europa a punto de sumirse en una nueva guerra imperialista, llegando a Nueva York donde trabajaría en diversos empleos domésticos y se formaría como técnica de radiología en el Hospital Sydenham de Harlem. También realizó su primera actividad reivindicativa en el «nuevo mundo»: fue despedida de una confitería de la Quinta Avenida tras denunciar a su empresario ante el Ministerio de Trabajo por los bajos salarios que recibían sus trabajadores.
En 1941 se casaría con el director teatral y militante comunista Carl Lerner con quien compartiría una intensa vida de compromiso político y partidista, participando en diversas campañas de boicots a cadenas de supermercados o centros de cuidados infantiles de su comunidad. Como escribió en su autobiografía, sentía que su compromiso antifascista debía ser de palabra y de obra. Después de vivir unos años en Hollywood, la persecución macartista les hizo abandonar la capital de la industria cinematográfica y volver a Nueva York.
En 1964 colaboró en la escritura del guión cinematográfico de la película «Black like me» (basada en la novela antirracista de John H. Griffin que fue un best-seller en 1961) que dirigió su compañero Carl, y así comenzó a interesarse por el estudio de la opresión racial en los EEUU.
En 1966 se doctoró en la Universidad de Columbia con una tesis sobre las hermanas abolicionistas Sara y Angelina Grimke, sobre cuyas vidas ya pensaba escribir una novela histórica desde que en 1955 iniciara el estudio sobre sus vidas de viajeras y oradoras infatigables en pro de una política antiesclavista. Desde ese momento no dejaría de investigar sobre la historia de mujeres luchadoras y oprimidas y se dedicó a colocar a la mujer como sujeto de la historia.
En 1967, publicó «The Grimké Sisters from South Carolina: Rebels Against Slavery», fruto del estudio realizado para su tesis doctoral. Y pronto le seguirían otras obras9 sobre el mismo tema del movimiento de liberación de la mujer y su íntima relación con el abolicionismo y antiesclavismo. Estaba claro que compartía la visión de las hermanas Grimke sobre la relación feminismo-racismo y sobre el papel que debían jugar las mujeres negras en el conjunto del movimiento contra la opresión de la mujer en los EEUU. En 1972 publicó la obra principal de esta serie de estudios: «Mujeres negras en la América blanca»10. Las hermanas Grimke, Sara y Angelina, argumentaban que las mujeres nunca podrían alcanzar su libertad independientemente de las personas negras y según Angela Davis11 fueron las primeras mujeres en el abolicionismo que conectaron de una manera más sólida la cuestión de la esclavitud con la opresión de las mujeres». Hasta tal punto que Angelina Grimke, en una convención de mujeres en 1868 manifestó: «Quiero que se me identifique con los negros… Hasta que no obtengan sus derechos, nunca obtendremos los nuestros»12.
Gerda Lerner ayudó a establecer la unidad indisoluble de la lucha por los derechos de la mujer con la lucha política general. No fue casualidad que le dedicara tanto tiempo de su vida como historiadora a las hermanas Grimke. Ellas tenían una conciencia profunda del carácter dialéctico de la relación entre la lucha por la liberación negra y la lucha por la emancipación de las mujeres, y nunca cayeron en la trampa ideológica de insistir que una causa era absolutamente más importante que la otra.
A finales de los años 60 seguía involucrada en movimientos sociales de todo tipo, desde la mejora del sistema educativo público hasta las protestas contra las armas nucleares. Y paralelamente continuaba sus investigaciones feministas comenzando a enseñar historia en la Sarah Lawrence College (Nueva York) en 1968 y proponiéndose desde el principio crear el que es considerado como primer Programa de postrado en Historia de la mujer en los EEUU, que consiguió en 1972.
En 1980 ingresó como profesora en el Departamento de Historia de la Universidad de Madison (Wisconsin), ciudad donde residiría hasta su muerte el pasado 3 de enero, y allí creó el primer Programa doctoral universitario de Historia de la Mujer. A la par que como docente, comenzó las investigaciones más ambiciosas y que le han proporcionado más reconocimiento entre las feministas occidentales: sus obras sobre la creación del patriarcado y la creación de la conciencia feminista.
Especialmente, la obra de Gerda Lerner «La creación del patriarcado» (1986) es de lectura obligada para cualquier persona progresista interesada en temas feministas y de emancipación de la mujer. Supuso una ruptura con las teorías aceptadas hasta el momento sobre una supuesta época histórica de predominio de las mujeres sobre los hombres (matriarcado), de carácter idealista y determinista que se basaban en análisis parciales y ahistóricos de recientes descubrimientos arqueológicos sobre ídolos femeninos y figuraciones sobre diosas-madre que les haría presuponer un poder femenino en épocas remotas de la historia de la humanidad. Estas partidarias de la existencia de un matriarcado primitivo daban por sentado que este hecho era la mejor manera de proponer que podía terminarse con el poder del patriarcado actual. Propuesta que no compartía en absoluto Gerda Lerner. También supuso una ruptura con las teorías pretendidamente marxistas, igualmente deterministas y poco dialécticas, que tomaban al pie de la letra las conclusiones de la obra de F. Engels «El origen de la familia, la propiedad privada y el estado» 13 , sin tener en cuenta las enseñanzas que se desprendían de nuevas y constantes investigaciones en el campo etnológico, antropológico, arqueológico e histórico.
Gerda Lerner propone una hipótesis de trabajo central: que «la apropiación por parte de los hombres de la capacidad reproductiva y sexual de las mujeres ocurrió antes (subrayado por la autora) de la formación de la propiedad privada y de la sociedad de clases» (pág. 25 op. cit.). Critica a las feministas que han dado por buena la teoría de la pretendida supremacía biológica o física del hombre con su mito del «hombre cazador». Incluso explica que autoras como Simone de Beauvoir caen parcialmente en esta trampa y da por seguro que la «trascendencia» del hombre deriva de su fortaleza, de la caza y la guerra y del uso de herramientas propias de estas actividades. Piensa que en las sociedades cazadoras-recolectoras, aun con asimetría sexual, este hecho no comporta connotaciones de subordinación, pues sus tareas resultan igualmente indispensables para la supervivencia del grupo. Frente a la subordinación de la mujer hacia el «hombre cazador», opina que los sexos son «complementarios»: con papeles y status distintos, pero iguales.
Para Engels, la «histórica derrota del sexo femenino» es algo que deriva del surgimiento de la propiedad privada, y describe una primitiva división sexual del trabajo en sociedades anteriores a la formación de las clases y la propiedad privada. Pero esta teoría se basaba en trabajos etnográficos (principalmente de Bachofen y Morgan) que fueron rebatidos posteriormente. Gerda Lerner sostiene que no existe una formula única y un único modelo de la división sexual del trabajo, sino que el trabajo concreto realizado por hombres y mujeres difiere muchísimo según la cultura y dependió del entorno ecológico en el que vivieron estas personas. Apoyándose en los datos de excavaciones arqueológicas y los estudios de sociedades primitivas y actuales, concluye que «los grupos tienen formas diversas de estructurar la división del trabajo para el cuidado de los niños y, de esta manera, dejar tiempo a las madres para una gran variedad de actividades económicas». «Quiero insistir (continúa diciendo la autora) en que la primera división sexual del trabajo por el cual las mujeres optaron por unas ocupaciones compatibles con sus actividades de madres y criadoras, fue funcional, y por consiguiente aceptada a la par por hombres y mujeres» (op. cit., pág 74).
Según las investigaciones recapituladas por Gerda Lerner, «en cualquier sociedad conocida los primeros esclavos fueron las mujeres de grupos conquistados…» (pues a los hombres se les mataba). Después de que los hombres aprendieron a reducir a la esclavitud a las mujeres comenzaron a hacer lo propio con los varones, y en último lugar con los subordinados de la propia sociedad, sometiéndoles y tratándolos como seres inferiores. Por tanto, «…la esclavitud de las mujeres, que combina racismo y sexismo a la vez, precedió a la formación y a la opresión de las clases. Las diferencias de clase estaban en sus comienzos expresadas y constituidas en función de las relaciones patriarcales. La clase no es una construcción aparte del género, sino que más bien la clase se expresa en términos de género» (pág. 311, op. cit.)
Así parece cerrarse el círculo de la vida investigadora de Gerda Lerner. Pronto intuyó que el avance en la liberación de los derechos de las mujeres no podía concebirse sin acabar antes con la esclavitud de la población afroamericana de los EE.UU., admirando la postura ideológica de las hermanas Grimke. Y ahora se posicionaba a favor de que la aparición de las clases sociales tenían que ver mucho con la subordinación de las mujeres, su esclavización por los hombres y ponía sobre el tapete la reivindicación de numerosos marxistas y revolucionarios: la lucha de las mujeres contra el sistema patriarcal y la de los comunistas son una misma lucha. Mientras haya clases sociales y propiedad privada sobre los medios de producción, la mujer estará sometida socialmente al hombre, y a la inversa, mientras las mujeres no se liberen de la subordinación a la que les somete el patriarcado, seguirá existiendo clases, propiedad privada y estado. Esta unidad dialéctica de una gran riqueza en un estado multirracial como los EE.UU. que Gerda Lerner propone constituye un gran logro que no todas las personas revolucionarias, sean feministas o no, han sabido reconocerle. Si hoy día las personas verdaderamente comunistas son las más consecuentes feministas es porque comparten su mensaje con el que termina «La creación del patriarcado»: solo una visión feminista del mundo permitirá que hombres y mujeres se liberen de forma conjunta y fraternal del patriarcado y construyan un mundo verdaderamente humano.
Notas:
1.- http://teregalolaa.blogspot.com.es/2013/01/gerda-lerner.html
3.- Prensa, arma de contrainsurgencia. Guerra de baja intensidad e industria de la manipulación. Iñaki Gil de San Vicente en Rebelión de 13-02-2008. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=63182
4.- Emancipación nacional y praxis científico-crítica. Iñaki Gil de San Vicente en Rebelión de 02-11-2005. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=22123
5.- Gerda Lerner. La creación del patriarcado (1986). Barcelona, 1990. Editorial Crítica.
6.- Sobre el marxismo y el feminismo revolucionario. Laura Requena e Inmaculada Ledesma en La Haine de 3-1-2007. http://www.lahaine.org/index.php?p=19538
7.- Marx, ámbito privado y ética revolucionaria. Alicia Couselo en Boltxe de 11-agosto-2011. http://boltxe.info/?p=16279)–
8.- Angela Davis. «Mujeres, raza, clase» (1981). Madrid-2005. Ed. Akal (2º edición). Pág. 177.
9.- Gerda Lerner. «Black women in white America: an documentary history». New York, 1972. Ed. Pantheon Books.
10 .- Gerda Lerner. The Grimke sisters from South Carolina: pioneers for women´s rights and abolition. New York, 1971. Ed. Schocken Books.
11.- Angela Davis. «Mujeres, raza, clase» (1981). Madrid-2005. Ed. Akal (2º edición). Pág. 49.
12.- Gerda Lerner. The Grimke sisters from South Carolina: pioneers for women´s rights and abolition. New York, 1971. Ed. Schocken Books. Pág. 353.
13.- Federico Engels. El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Ed. Fundamentos. Madrid, 1977.
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