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Globalización, mercado y desigualdad

Fuentes: Rebelión

Tiene la globalización (oleada de mundialización actual) su concreción en la doble vertiente de oferta y demanda, con un doble sustrato: la saturación de los mercados «tradicionales», con sobreproducción relativa (o insuficiencia de demanda, como se prefiera), y la revolución de la tecnología; todo ello con una consecuencia nefasta: la desigualdad, que empuja a buena […]

Tiene la globalización (oleada de mundialización actual) su concreción en la doble vertiente de oferta y demanda, con un doble sustrato: la saturación de los mercados «tradicionales», con sobreproducción relativa (o insuficiencia de demanda, como se prefiera), y la revolución de la tecnología; todo ello con una consecuencia nefasta: la desigualdad, que empuja a buena parte de los ciudadanos occidentales al empobrecimiento.

Desde el punto de vista de la oferta, la globalización ha permitido situar la producción industrial y algunos servicios en Estados de muy bajo coste productivo relativo, con productividades mejoradas con la inversión foránea y los métodos de producción propios de los países enriquecidos anteriormente. La palabra clave para designar esto: deslocalización. ¿Seguirá así en los próximos años? La nivelación de costes y productividades tiene recorrido todavía, si bien algunos signos de acomodo se pueden ver en el traslado de la producción industrial de China a Vietnam, por ejemplo. La creación exitosa de nuevas empresas chinas y de otros países emergentes puede expulsar de esos mercados a algunas empresas occidentales, y, a la vez, disputarles sus mercados de origen. Siempre refiriéndonos a empresas de gran tamaño, que el resto siguen el vaivén de aquellas, muchas veces muriendo en el intento.

Desde el punto de vista de la demanda. La globalización ha abierto al consumo grandes reservas de personas deseosas de cubrir sus necesidades, cebando, con la inversión extranjera, el desarrollo de nuevos consumidores, particularmente interesante al crear nuevas clases medias consumidoras de productos no fabricados en sus países de origen, donde sí pueden adquirir los productos baratos producidos ahora por efecto de la deslocalización de firmas de países avanzados. ¿Seguirá así en los próximos años? Es del todo esperable el corrimiento desde la gama más baja hacia gamas superiores de productos, pero producidos ya en los países emergentes, por lo que la competencia entre firmas de esos países y las de los países avanzados reducirá el campo de éstas. Aún queda recorrido para la demanda de bienes superiores, seguro, pero surgiendo cada día nuevos competidores. ¿Cuántos años tardarán en desarrollar tecnologías productivas propias? Tal vez las más sofisticadas no les sean todavía accesibles, pero salvo las restricciones en razón de la Defensa, pueden comprarse hasta obtener desarrollos propios.

Desigualdad planetaria reduciéndose, es la consecuencia de la globalización; pero a costa de aumentar notablemente la desigualdad en los países avanzados. No es otra la tesis de François Bourguignon (que fue economista-jefe en el Banco Mundial), en su libro La mondialisation de l’inégalité  (Éditons du Seuil et La République des Idées, 2012).

Algunos datos ponen de relieve esta desigualdad hasta el punto que han sido recogidos en informes de instituciones internacionales (La Alianza del Pacífico y el Mercosur, CEPAL. Naciones Unidas, noviembre 2014); así, podemos ver que en los Estados Unidos, en el año 2013, el ingreso del 5% de familias más ricas fue más de 9 veces el ingreso del 20% del de las más pobres. O, como dijo la presidenta de la Reserva Federal, nada sospechosa de agitadora antiglobalización, el 50% de las más pobres recibió el 1% de la riqueza (3% en el 1989), y el 5% de las más ricas, el 63% (54% en el 1989). Entre 1989 y 2013, el ingreso promedio del 5% más rico aumentó un 38%, en tanto no llegaba a aumentar el 10% el restante 95%. Las empresas americanas, aumentaron sus beneficios ajustados de inflación un 94% en junio de 2014 con respecto a los de junio 2009.

Estos datos son simplemente botón de muestra, pero son fruto de lo que hemos designado con la palabra globalización, un enorme cambio en la localización de la producción y el consumo mundiales por medio de grandes empresas y sus corrientes inversoras. Los ciudadanos no se desplazan como el capital a través de las empresas. La riqueza generada por éstas aprovecha de manera distinta a quienes son inversores del capital trasladado, que lo recuperan acrecentado a través de las empresas y de los mercados bursátiles, respecto de quienes no pueden beneficiarse más que de su trabajo, y, entonces, allí donde se produce, mejoran su situación, pero de donde se detrae la inversión por el traslado, se pierde el ingreso derivado de la generación de riqueza, de ahí que se pueda pensar en exigir una contraprestación a pagar en forma de impuesto a quien habiendo generado en un territorio el capital se lo lleva a otro territorio. Las empresas que se han beneficiado de ayudas y compras públicas en un Estado, deben pagar si su generación de riqueza marcha a otro Estado, de donde se deduce la importancia del Estado como gestor del interés común de los ciudadanos que le otorgan el poder, sin tolerarle su sometimiento a los intereses de las empresas. Quien otorga el poder a sus representantes son los ciudadanos, no las empresas. El poder se debe a los ciudadanos.

 

Fernando G. Jáen Coll es Profesor Titular. Departamento de Economía y Empresa Universidad de Vic-UCC. Miembro del Centro de Estudios de Economía Latinoamericana. Universidad de La Laguna.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.