Con inmenso alborozo y revuelo mediático el Presidente colombiano Juan Manuel Santos y su ministro de Defensa, anunciaron este jueves, 23 de septiembre, que el Ejército había «dado de baja» (que en el argot del Estado de Derecho colombiano significa asesinar) al guerrillero Jorge Briceño, alias el Mono Jojoy, en un operativo militar en la […]
Con inmenso alborozo y revuelo mediático el Presidente colombiano Juan Manuel Santos y su ministro de Defensa, anunciaron este jueves, 23 de septiembre, que el Ejército había «dado de baja» (que en el argot del Estado de Derecho colombiano significa asesinar) al guerrillero Jorge Briceño, alias el Mono Jojoy, en un operativo militar en la región de La Macarena, Meta (tristemente célebre por ser el lugar que alberga una de las mayores fosas comunes de cadáveres sin identificar de civiles asesinados por la Fuerza Pública y presentados a la opinión pública como «guerrilleros dados de baja en combate)».
Según fuentes oficiales, la operación, denominada por el Presidente Santos «Bienvenida a las FARC» y «Sodoma» por las Fuerzas Militares, se planificó en la base militar de Larandia, en el departamento del Caquetá y se realizó a 26 kilómetros del municipio La Julia, en el departamento del Meta.
En palabras del canal de televisión City TV, «del bombardeo se encargó la Fuerza Aérea; de la inteligencia, la Policía y la Armada Nacional; mientras que la VII Brigada del Ejército ofreció todo el apoyo táctico en tierra. En la operación conjunta, que comenzó la noche del 21 de septiembre, participaron casi 60 aeronaves (20 aviones y 37 helicópteros), las cuales utilizaron 50 bombas para dar de baja al líder de la guerrilla y sus acompañantes».
El Ejército colombiano lanzó este medio centenar de bombas sobre el campamento guerrillero un día después de que se hiciera público un comunicado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP) reiterando su disposición a iniciar un diálogo con el Gobierno entrante para buscar una salida política a la guerra, tras los fuertes enfrentamientos de las últimas semanas, que han dejado un saldo de 90 bajas en el ejército y unas 27 del lado de la guerrilla (éstas no confirmadas) solamente en el mes de septiembre.
El ministro colombiano de Defensa, Rodrigo Rivera, comentó que durante la Operación Sodoma «las FARC respondieron y hubo un combate muy intenso». Ha trascendido que varias naves habrían sido derribados por la guerrilla y que hay varios heridos, pero el Gobierno no ha facilitado detalles sobre su número y estado. Reconoce que las comunicaciones están colapsadas en la zona, pero afirma que «la moral de la tropa es excelente».
Cuerpos sin identificar
El triunfalismo era la nota predominante en los discursos de los representantes políticos y mediáticos de la oligarquía colombiana, que se aceleraron a lanzar ediciones especiales sobre la «caída» del Mono Jojoy, satanizado como «la encarnación misma del mal», tal como lo definió en tono beatífico un exultante Juan Manuel Santos desde Nueva York.
El ministro de Defensa agregó que «estamos avanzando en la tarea de identificación de los guerrilleros en baja y en cuanto tengamos los nombres lo vamos a revelar (…) Es probable que existan hombres y mujeres de importancia de las FARC pero no queremos especular».
El general Miguel Ernesto Pérez, comandante de la Fuerza de Despliegue Rápido, Fudra, informó que el cadáver del ‘Mono Jojoy’ está bajo la custodia de la Policía Judicial, que lleva a cabo el levantamiento y la recolección de pruebas.
El cuerpo seá trasladado a Medicina Legal para su plena identificación. El Fiscal general, Guillermo Mendoza Diago, también confirmó que miembros de la Fiscalía se encuentran en la zona, además, para recoger pruebas y evidencias en el campamento.
Es probable que en los próximos días asistamos al espectáculo macabro de la exposición de cuerpos destrozados, presentados ante la población colombiana como trofeos de guerra, -perdón, quise decir «democracia», ya todos sabemos que en Colombia no hay guerra sino «lucha contra el narco-terrorismo», y por eso los guerrilleros de las FARC no son combatientes ni parte beligerante del conflicto armado, sino «bandidos», «terroristas» y «asesinos», y que el Estado colombiano es garante del Estado de derecho… pese a los más de 37.000 desaparecidos reconocidos por la Fiscalía, los más de 3.000 casos de ejecuciones extrajudiciales en los últimos 3 años, los más de 7.000 presos políticos, el encarcelamiento de inocentes y los montajes judiciales de las voces molestas al régimen, la connivencia del servicio presidencial de inteligencia, el DAS, con los escuadrones de la muerte paramilitares para perseguir, asesinar y calumniar a los opositores…
La guerra es garantía de más guerra: El mismo error de todos los presidentes
La ofensiva en estas zonas y en el territorio nacional continúan. «Estoy seguro que es el golpe más fuerte que recibe esta estructura, pero hay que continuar, hay otros cabecillas en la zona. Estamos dispuestos a continuar operando. Les decimos a los terroristas que quedan: Acójanse al plan de reinserción, es el momento para que piensen en tomar una decisión.»
Los medios oficialistas hacen recuento de los «duros golpes a las FARC» y publican organigramas con los cabecillas «dados de baja», señalando los que «faltan», al estilo de la baraja de Bush en Iraq.
Todos los presidentes de Colombia, y especialmente el antecesor y mentor de Juan Manuel Santos, Álvaro Uribe, anunciaron nada más llegar a la Casa de Nariño el fin de las FARC. En esa dinámica llevamos más de 40 años. Cada año el Gobierno publica cifras más abultadas de guerrilleros dados de baja o «positivos», y cada año le cuesta más trabajo ocultar las bajas de militares y policías muertos o heridos en ataques de la guerrilla. La «moribunda» guerrilla ha dado muestras en el último mes de su capacidad operativa, con varias acciones coordinadas que se han cobrado numerosas víctimas entre militares y policías.
Llamado a la cordura
La senadora liberal colombiana, Piedad Córdoba, hizo un llamado este jueves al Gobierno de Juan Manuel Santos y al grupo insurgente a dialogar para buscar la solución al conflicto armado que vive ese país desde hace más de 50 años.
Consideró que las operaciones militares contra grupos insurgentes, como la que se llevó a cabo en la noche de este miércoles en la región de La Macarena, Meta (centro) «no acabarán con el conflicto (…) La guerra va a continuar».
El ex presidente colombiano, Ernesto Samper, aseguró que la muerte de Mono Jojoy, no se traduce en que es el fin de las FARC porque pueden reconstituirse, sino en que es momento de buscar una salida negociada al conflicto interno del país suramericano.
Pese a la exultante felicidad de sus gobernantes, no tiene el pueblo colombiano demasiados motivos para el optimismo, atrapado en una espiral guerrerista que cada día deja víctimas entre la población civil y daños irreversibles en sus cuerpos, sus derechos, sus propiedades, su esperanza, su dignidad.
Hay que ser muy mezquino para pensar que la muerte de una persona puede ser la solución de nada. En el caso del conflicto armado colombiano, además, hace falta ser pendejo para dejarse contagiar por esta «patriótica euforia exterminadora del enemigo», que no sólo ha probado ser suicida, sino que viene siendo el motor del genocidio del pueblo colombiano.
lJV