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Hoy se cumplen seis años del arresto de los Cinco patriotas cubanos prisioneros políticos en Estados Unidos. Olga Salanueva, esposa de René González, revive lo ocurrido en su hogar aquella madrugada de septiembre

Golpe oscuro contra el sueño

Fuentes: Juventud Rebelde

«Eran poco más de las cinco de la madrugada cuando tocaron a la puerta. Fueron golpes secos y violentos. Me asusté. Esa noche yo había regresado muy tarde del trabajo. Rene había dormido a Ivette sobre su pecho. Él se encargaba de cuidarla, sobre todo en esos días en que la niña andaba enfermita. «Cuando […]

«Eran poco más de las cinco de la madrugada cuando tocaron a la puerta. Fueron golpes secos y violentos. Me asusté. Esa noche yo había regresado muy tarde del trabajo. Rene había dormido a Ivette sobre su pecho. Él se encargaba de cuidarla, sobre todo en esos días en que la niña andaba enfermita.

«Cuando llegué a la casa él se sonrió y me dijo: ‘estaba esperándote, la dejé aquí hasta que vinieras para que tú vieras lo tranquila que se quedó’, entonces aproveché para tomarle la foto a los dos. No podíamos imaginar lo que ocurriría muy pronto, ¡quién iba a suponer que esa sería la última foto que se tiraría con su hija más pequeña! Horas después se produjo el arresto. El 12 de septiembre de 1998 fue un sábado, no se me olvida».

Olga Salanueva Arango revive para los lectores de Juventud Rebelde aquel amargo día en el que «nos truncaron tantos sueños», según confiesa con su mirada serena fija en algún punto indefinido. «Aquel 12 de septiembre -dice- nuestras vidas cambiaron» y continúa el testimonio de todo lo vivido: la separación, la incertidumbre, el dolor, la rabia por la injusticia…

LA MUELITA

«Ante el sonido insistente en la puerta, Rene se incorporó, se puso un short blanco y fue descalzo a abrir. Yo permanecí en el cuarto, pero sentía mucho ruido y voces, por eso también salí para la sala, alcancé a observarlo en el piso, ya le estaban colocando las esposas en la espalda.

«Los agentes, al verme, se abalanzaron sobre mí y me tiraron contra la pared. Me ordenaron que levantara las manos. Me puse sumamente nerviosa. Yo le pregunté a Rene: ‘¿qué pasa?’ y me respondió: ‘quieren saber si soy René González y si pertenezco a Hermanos al Rescate’.

«Tras la detención, permanecieron varios guardias en la casa durante todo el día. Ellos fueron los que se colocaron a ambos lados de la cama de Irmita, nuestra hija mayor, y la despertaron. A mí no me permitieron acercarme, me mantuvieron fuera de la habitación. Luego nos colocaron en la sala y hasta para ir al baño nos acompañaba una mujer.

«A Rene apenas le dieron tiempo para vestirse. Se lo llevaron así mismo como estaba, con el short, descalzo. Lo único que alcanzó a llevarse fue la cadenita que nunca se quitaba del cuello. Para nosotros esa prenda tenía un valor sentimental muy especial, porque el dije que le había puesto se lo mandó a hacer de una muelita de Irmita que yo le había mandado como recuerdo, porque cuando ella comenzó a mudar sus dientes él ya no estaba en Cuba.

«Pasó algún tiempo antes de que lográramos recuperar la cadena. Cuando nos la devolvieron le habían arrancado el dije. Parece que pensaron encontrar ahí las evidencias del ‘superespía'».

LA CÁMARA FOTOGRÁFICA

«Todo era muy confuso. El registro del apartamento resultó sumamente minucioso. Fue un trabajo bien hecho por técnicos que quitaban y ponían cada cosa en su lugar, de manera tal que era hasta imposible determinar que habían pasado por ahí.

«Se llevaron cosas increíbles: videos familiares, de deportes, películas, las fotos que estaban dentro de la casa, las de nuestro matrimonio, de las niñas, documentos tanto de él como míos. Por ejemplo, retuvieron una validación de mi título de la Universidad, algo que no constituía para nada una evidencia, nada criminal. Me lo devolvieron cuando terminó el juicio, que lo desclasificaron, me lo entregaron maltratado, estrujado, pensé en sacar otro, pero no, porque esa es también una prueba del atropello que hemos sufrido.

«Buscaron uno por uno en cada rincón: el falso techo de la cocina lo quitaron, sacaron las cosas del refrigerador, registraron ropa por ropa y, sin embargo, no cogieron la cámara fotográfica que estaba en la mesita.

«A mí se me iban los ojos hacia la camarita, tenía miedo de que me la llevaran, no sabía cómo esconder mi inquietud, pero no le hicieron caso, la dejaron donde estaba. Cuando se fueron los agentes corrí enseguida a revelar las fotos, por eso es que hoy conservo esa imagen del día del arresto, donde está Rene con nuestra Ivette sobre su pecho».

LOS DÍAS QUE SIGUEN

«El domingo 13 de septiembre se me apareció en la casa un agente del FBI de apellido Montoto diciéndome que ellos, habló en plural, estaban acusados de cosas muy graves. Me especificó ‘los tenemos a todos, lo sabemos todo, es una red’, y me pidió colaborar.

«Yo respondí que si lo sabían todo por qué venían a preguntarme a mí. Le expliqué que ignoraba de lo que me estaba hablando y que nada tenía que declarar. Amenazaron con quitarme a Ivette, porque era ciudadana norteamericana, y cuando se cansaron de insistir me informaron que los presentarían en corte el lunes 14 de septiembre. En esa fecha se dio a conocer el caso públicamente en Miami. Ahí empezó el asedio de los medios. Nos llamó la atención de que algo había de antemano, porque en la Corte estaba la televisión.

«Allá los niños no pueden entrar a la Corte, por eso a Irmita e Ivette las dejé afuera, un periodista aprovechó y se acercó a la primera y le preguntó que si su papá estaba ahí adentro, ella asintió y desde ese instante nos localizaron, empezaron a perseguirnos, nos pintaron la puerta de la casa.

«Nosotros vivíamos en un condominio de muchos apartamentos, iban hasta allí y me tocaban a la puerta, luego se escondían y de pronto me sacaban las cámaras, y esas imágenes sorpresa las ponían en la TV.

«No me había percatado qué era lo que habían pintado en la puerta de entrada, pensé que era una marca para no pasar trabajo e identificar el apartamento, sin embargo, después vi en el periódico que me habían hecho una hoz y un martillo y nos tildaban de comunistas.

«Hasta Ninoska Pérez me llamó por teléfono. Ella me decía que iba a coger las declaraciones mías, que quería conocer qué se sentía al ‘ser la esposa de un espía comunista’. Yo colgaba, no les seguía la corriente.

«Todos los días aparecía algo en la prensa. Fue una etapa terrible. Sobre René averiguaron, supuestamente a través de Hermanos al Rescate, la dirección donde residió con una tía antes de ir yo para Estados Unidos. A ella también la asediaron. No es difícil de imaginar lo que nos sucedió, con el ambiente que se vive en Miami.

«Entre el 12 de septiembre de 1998 hasta el 16 de agosto del año 2000 en que me detienen yo me mudé, perdí la casa, porque no podía pagarla. Me reduje, fui a un denominado estudio, una especie de cuartico.

«Me fui de Kendall, donde residíamos, aunque seguí en libertad, pero evidentemente me tenían bien localizada, pues cuando me arrestaron yo estaba en Miami Beach, en el cuartico que había alquilado.

«Después de mi detención yo le mandaba cartas a Rene, jamás las recibió. Solo me llegaban las de él, hablándome acerca de qué ocurriría con nuestras vidas, qué pasaría si me deportaban.

«El 14 de septiembre los conocí a todos, pero después cada vez que había una corte los veía de lejos, por eso trataba de tomar asiento en un banco cercano por donde debían pasar, para al menos rozar a Rene con mis manos.

«Yo no quería estar lejos de él. Le dije en mis visitas que cuando los sentenciaran para donde lo trasladaran allá me iría a vivir con las niñas, para poder estar cerca de él; sin embargo, ya veo que la intención de separarnos estuvo siempre latente, no se trata de ahora que me niegan la visa para ir a visitar a mi esposo. Eso empezó desde agosto de 2000 en que me detienen. Me deportaron a Cuba el 22 de noviembre de ese propio año».

-¿Qué te repetía en cada visita?

-Que lo importante era decir la verdad y que estuviera preparada por si los declaraban culpables injustamente.

-Si hicieras una evaluación de estos años…

-Nunca pensé que hubiera podido pasar todo esto. Tenía la ilusión de que el juicio fuera rápido, y además albergaba la esperanza de que se hiciera justicia.

«Han pasado seis años del arresto y nos damos cuenta de que este es un caso muy difícil, pues no se trata solo de los Cinco, sino que ellos representan todos los valores que pueda formar una Revolución como la nuestra, sobre la cual han descargado su odio enfermizo las sucesivas administraciones estadounidenses. En los Cinco encontraron la oportunidad de la venganza.

«Para cada una de nuestras familias es sumamente fuerte, porque la vida sigue transcurriendo, son muchas las cosas que han quedado tronchadas, cosas tan íntimas y serias en una pareja como los planes de tener hijos, el crecimiento de estos, el desarrollo mismo de nuestra relación como pareja…Ver todo esto inconcluso por una injusticia tan grande es realmente muy doloroso.

«Sé que si no es en esta instancia, en otra se deberá hacer justicia y que ellos regresarán a nuestros hogares, y estaremos aquí. Siempre digo que ni a la muerte le voy a permitir no estar aquí. Lo que nos queda es luchar y cada día sumar más voluntades, y más ayuda solidaria».

-¿Te volverías a casar con René González si tuvieses esa oportunidad?

-Por supuesto, me volvería a casar, incluso más enamorada. Cuando lo conocí me impactó físicamente y quedé prendida de sus valores: su sensibilidad humana, su nobleza, lo inteligente, buen trabajador y revolucionario, pero nunca tuve exactamente la magnitud de él hasta que convivimos juntos durante años.

«Más ahora que sé la labor que realizaba y cómo fue capaz de arriesgarlo todo, al igual que sus hermanos. Hoy estoy aún más enamorada de mi René y más convencida del amor que le tengo. Día a día imagino su regreso, pero de lo que pueda pasar lo dejo al momento, no sé lo que se me ocurriría si lo viera de nuevo frente a mí.

«Dudo que empiece a gritar, no es mi personalidad, probablemente llore, llore mucho, serán lágrimas de alegría y que sacarían de adentro todo lo que ha estado guardado durante tantos años».