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Golpes, plebiscitos, continuidades

Fuentes: La Jornada

Las últimas escenas lo dicen todo: cuando por fin en la madrugada se confirman los resultados del plebiscito de 5 de octubre de 1988 en que se decidía la permanencia o no de Augusto Pinochet en el poder y estalla el júbilo, los líderes oposicionistas, solo se vuelcan a las cámaras para ensayar su nuevo […]

Las últimas escenas lo dicen todo: cuando por fin en la madrugada se confirman los resultados del plebiscito de 5 de octubre de 1988 en que se decidía la permanencia o no de Augusto Pinochet en el poder y estalla el júbilo, los líderes oposicionistas, solo se vuelcan a las cámaras para ensayar su nuevo papel de «políticos profesionales»; nadie se acerca ya a René (Gael García Bernal) un ejecutivo de publicidad, con historia del exilio en México, autor de la campaña por el NO, que ponía fin a la dictadura. Bañado en multitudes, pero en silencio, René abandona el centro de campaña; se percibe lo que está por venir: las esperanzas traicionadas y el cambio que dejaba todo (casi) igual. Así acaba la película «No» de Pablo Larraín (2012). En el guión original los políticos de la Concertación triunfante se ponían además a dividir los mapas electorales. Ya era redundante.

El filme -según los que vivieron aquellos acontecimientos- transmite bien el clima de la época y del plebiscito del cual se acaba de conmemorar los 25 años. Se queda corto en algunos aspectos, pero tiene un cierto potencial crítico p.ej. en los grotescos retratos de los pinochetistas (las juntas de campaña por el SI, ¡el diálogo en el Patio de los Naranjos de La Moneda!) -el padre del director es al final unos de los líderes de la UDI pinochetista…- o en el final que indica como el triunfo se convertiría en una derrota y «estafa» (en el final se ve también como las superficiales estrategias de marketing de René se traspasan suavemente a los «nuevos tiempos», marcados por el consumismo y los viejos patrones de acumulación).

El precio de la (pactada) «transición» fue la prolongación del modelo económico y social neoliberal. Los gobiernos de la Concertación -sobre todo los socialistas de quienes se esperaba lo contrario- han hecho lo menos posible para desmantelar este legado. Dejaron uno de sus candados principales, la Constitución de 1980 (ya en 1989 tras otro plebiscito y las «reformas» que solo legitimaron esta carta magna se vendió el triunfo del año anterior; en 2005 Ricardo Lagos sustituyó además la firma del dictador por la suya); no derogaron la «democracia restringida» y el sistema binominal (que garantiza la alternancia entre los pinochetistas y la Concertación); no revisaron las privatizaciones de empresas estatales; no cambiaron la feroz legislación laboral y las leyes sindicales altamente represivas; tampoco tocaron los principales pilares del capitalismo chileno: los sistemas privados de educación, salud y pensiones.

Mientras el NO a Pinochet, era también el NO al sistema económico injusto, en realidad triunfó el SI. Prevaleció la visión de Chile como «un país ganador«, como rezaba el lema de la «franja» oficialista, una nación que piensa en su «futuro» y en el «éxito de su modelo», sin acordarse de que éste estaba sustentado en la violencia, los infra-salarios y la miseria de la mayoría («Este es un sistema en que cualquiera puede ser rico. ¡Ojo! No todos. Cualquiera «, dice en la película un spin-doctor de la campaña del SI). Con la Concertación la brecha entre ricos y pobres incluso aumentó aún más.

La práctica de «gobernar con justificaciones» y «actuar a medida de lo posible» en el tema de la justicia y los DDHH, dejó a este conglomerado deslegitimado y herido a muerte; hoy la llamada Nueva Mayoría -viejos conocidos más el Partido Comunista (PC)- pretende catapultarlo otra vez al poder (con Michelle Bachelet al frente).

Es de notar que entre las causas del aislamiento del PC en la «democracia», a parte de los errores de lectura de la realidad nacional en los 80. y la deliberada exclusión de toda la izquierda radical por las dos fuerzas hegemónicas, fue su postura respecto al plebiscito (El Clarín, 5/10/13) . Sus dirigentes y activistas estaban convencidos de que todo estaba arreglado y votar sería solo legitimar el fraude: ¿se haría Pinochet las elecciones solo para perderlas? (en la película así es la postura de Verónica, la ex pareja de René). Solo al final cambiaron de opinión.

Hoy los comunistas con candidaturas de algunos nuevos líderes sociales como Camila Vallejo (su papá, Reinaldo, actor, aparecía en los spots del NO), pretenden «hacer la diferencia», pero la ambigüedad del programa bacheletista sabe más a continuidad.

Si bien el presidente Sebastián Piñera (RN), votó por el NO, la abanderada del oficialismo Evelyn Matthei (UDI), apoyó el SI; según el mandatario saliente esto fue «un grave error de ella», aunque «no le quita lo inteligente y lo valiente» (El Mostrador, 19/9/13).

Ya hace unos meses en una verdadera muestra de «inteligencia» y «valentía» la misma candidata reveló que hizo la campaña por el SI porque… «quería que ganará el NO» y votó por Pinochet porque… «sabía que iba a ganar la oposición» (La Nación, 22/7/13).

La cara de su padre, el general golpista Frenando Matthei, que en 1988 salió a reconocer la derrota del dictador (que como subraya Peter Kornbluch de National Security Archive, ya tenía preparado un autogolpe para tal eventualidad, La Jornada , 4/2/13 ), indicaba sin embargo que las apuestas en su familia y en otros círculos pinochetistas eran bien diferentes.

Finalmente el régimen presionado -y animando desde el principio a realizar el plebiscito- por la administración de Reagan que financió también la campaña opositora (El Mostrador, 7/10/13), cedió.

Como bien han señalado varios críticos, la película, igual que muchas narraciones «oficiales», crea la impresión de que la victoria fue posible solo gracias a una hábil campaña publicitaria que logró transmitir un mensaje «positivo» con su lema » La alegría ya viene » (aunque hubo también momentos políticos más profundos o conmovedores, como la «cueca sola » con esposas, madres o hermanas de muertos y/o desaparecidos), cuando el marketing fue solo un instrumento y Pinochet fue vencido no gracias a los spots, sino a los años de resistencia y lucha de mujeres y hombres que poco a poco perdían el miedo, se volcaban a las calles, «apropiaban» p.ej. del cacerolazo (una protesta inventada por la burguesía), y minaban al régimen .

Todo parte de una historia que continuó siendo incómoda incluso bajo la Concertación, y que no se veía en la tele (y apenas ahora se presenta en Las imágenes prohibidas ).

*Periodista polaco

http://www.jornada.unam.mx/2013/10/11/opinion/024a1pol