«Vine a Cuba con mi rodilla nueva para ayudar a romper 40 años de embargo», dijo el escritor norteamericano Gore Vidal, de visita en La Habana hasta el 14 de diciembre, tras aludir a la distorsión de la información sobre la isla en los medios de su país. Durante un diálogo con periodistas cubanos, a […]
«Vine a Cuba con mi rodilla nueva para ayudar a romper 40 años de embargo», dijo el escritor norteamericano Gore Vidal, de visita en La Habana hasta el 14 de diciembre, tras aludir a la distorsión de la información sobre la isla en los medios de su país.
Durante un diálogo con periodistas cubanos, a su llegada al aeropuerto internacional José Martí, afirmó que lo habían invitado a venir varias veces, pero el viaje se interrumpía por una causa u otra.
La última vez perdí una rodilla y prácticamente les envío mi rodilla, que sería más interesante que yo mismo -ironizó con humor-, pero ahora tengo una artificial y pude venir aquí, a ver en el hemisferio occidental, el comienzo del fin del colonialismo.
Nacido en 1925, Gore Vidal (81 años) acostumbra precisar que ha vivido tres cuartas partes del siglo XX y un tercio de la historia norteamericana, cuyo acontecer ha pulsado en ensayos indagadores, novelas y entrevistas caracterizadas por su lucidez crítica.
A una pregunta de Prensa Latina sobre cuáles son, a su juicio, los síntomas más inquietantes del panorama político de Estados Unidos, con relación al futuro, responde sin vacilar:
-El colapso de la República. Hemos perdido el Habeas Corpus y la Carta Magna que heredamos de Inglaterra hace 700 años. De pronto nos la han arrebatado.
Lo ha hecho el régimen actual y con ello se han perdido las bases legales de nuestra República. Y como yo soy uno de los historiadores de esa República, no estoy contento.
Retomando el tema de la distorsión del tema de Cuba, señaló que nunca nos descubrieron por qué debíamos odiar a los cubanos y, a su juicio, medió de parte de sus coterráneos la vanidad.
En aquella época -evocó- mi amigo John F. Kennedy se estaba postulando para la presidencia y sobre este país, Cuba, el no estaba cuerdo y le dio la vuelta y lo convirtió en algo impulsado por la vanidad.
En 1898 «cuando invadimos a Cuba libre -evocó-, sólo fue un pretexto para comenzar la guerra contra España y terminar quedándonos con Filipinas, como al fin lo conseguimos».
Detesto decirlo -añadió-, pero ustedes solo fueron un peldaño para que los Estados Unidos llegaran a Asia, aunque siempre nosotros tuvimos nuestra vista puesta en el Caribe.
Recordó cómo apenas terminada la II Guerra Mundial, en 1945, el presidente norteamericano Harry Truman comenzó a decir: los rusos vienen, vienen los rusos.
Con 20 millones de rusos muertos -ironizó-, apenas quedaba nadie para que viniera. Así y todo se tomó la decisión de que la única forma para gobernar el país es aterrorizar a todo el mundo.
Acompaña a Vidal una nutrida delegación, de la que forman parte su sobrino Burr Steers, director de cine de Hollywood; el profesor Saúl Landau, de la American University; Dennis Herrera, fiscal electo de San Francisco; y Matt Tyrnauer, editor de la revista Vanity Fair.
También uno de sus amigos más cercanos, el ex senador James Abourezk, y Kimiko Burton, abogada de la oficina del fiscal en San Francisco, entre otros.
El autor de Patria e Imperio cumplirá en Cuba un programa que incluye encuentros con el canciller Felipe Pérez Roque, el ministro de Cultura, Abel Prieto, y el presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Ricardo Alarcón.
Paralelamente, se reunirá con estudiantes y profesores universitarios y recorrerá la Universidad de Ciencias Informáticas, la Escuela Latinoamericana de Medicina y el Museo Nacional de Bellas Artes. En el aeropuerto lo recibieron el viceministro de cultura Ismael González y el presidente del Instituto del Libro, Iroel Sánchez.