Cada día va quedando más claro en todo el mundo que el problema de la justicia no es de la justicia, sino de los jueces. La justicia está en las leyes, en los códigos, luego debería ser fácil aplicarla. Bastaría saber leer, entender lo que está escrito, escuchar de manera imparcial las alegaciones del acusador […]
Cada día va quedando más claro en todo el mundo que el problema de la justicia no es de la justicia, sino de los jueces. La justicia está en las leyes, en los códigos, luego debería ser fácil aplicarla. Bastaría saber leer, entender lo que está escrito, escuchar de manera imparcial las alegaciones del acusador y del acusado, las testimonios, si los hubiere, y finalmente, en conciencia, juzgar. La corrupción tiene mil caras y la peor de todas, en este asunto, tal vez sea, a favor o en contra, la naturaleza de la relación entre quien juzga y quien es juzgado. Un caso típico de perversión juzgadora ha sucedido muy recientemente en Guatemala, donde el editor Raúl Figueroa Sarti de la casa F&G Editores ha sido condenado a un año de prisión conmutable a razón de 25 quetzales diarios y al pago de una multa de cincuenta mil quetzales, más las costas del proceso. ¿Cual fue el crimen de Raúl Figueroa? Haber publicado, a solicitud y con el conocimiento del autor, Mardo Arturo Escobar, una fotografía que fue insertada en un libro editado por F&G. De ese libro le fueron entregadas al ahora acusador algunos ejemplares. A los jueces no les importó nada que el propio Mardo Escobar hubiese reconocido que le había entregado voluntariamente una fotografía a Raúl Figueroa, al que le dio autorización verbal para usarla en una publicación. Sí les importó que el acusador fuese su colega: Mardo Arturo Escobar trabaja en el Cuarto Juicio de Sentencia Penal, siendo, por tanto, compañero de actividades de jueces, oficiales y magistrados…
Pero este caso no es un simple episodio de baja corrupción. El acoso del que, desde hace dos años, ha sido objeto F&G Editores, se encuadra en la situación represiva que se está viviendo en Guatemala, donde el poder oficial está persiguiendo e intentando acallar las voces discordantes, esas que, sin desánimo, siguen denunciando las violaciones de los Derechos Humanos en el país. Por lo visto, tenía razón aquel ya viejo juego de palabras entre Guatemala y Guatepeor. De los ciudadanos guatemaltecos se espera que el inocente juego no se transforme en triste realidad.