Traducido para Rebelión por Felisa Sastre
El gobierno derechista de Colombia sigue con la escalada de su guerra sucia contra la guerrilla insurgente para proteger las reservas de petróleo, y Estados Unidos se está implicando en la empresa más abiertamente que nunca.
Oficialmente, los helicópteros y la vigilancia estadounidenses con el fin de apoyar a los 18.000 soldados colombianos en su búsqueda de «narco-terroristas», pero la ofensiva con soporte estadounidense tiene un objetivo muy diferente- afirman las autoridades petrolíferas y militares-sobre el que los funcionarios colombianos y estadounidenses están siendo cautelosos: Según informaba el New York Times el mes pasado, el propósito es «establecer condiciones de seguridad en las regiones potencialmente ricas en petróleo para las prospecciones de las compañías privadas y de la compañía estatal del petróleo».
El incremento de la presencia militar de Estados Unidos se centra en Putumayo, una región remota, objetivo desde hace tiempo del programa de fumigación para la erradicación de los cultivos de coca colombianos. Pero Putumayo se encuentra en el centro de la zona con mayores recursos de petróleo todavía sin explotar.
De esta manera, el ejército colombiano actúa en Putumayo como vigilante de la compañía estatal de petróleo, y de la Argosy Energy International de Houston, que tiene 15 pozos en la región. Todo ello forma parte de la nueva política gubernamental de permitir a las compañías petroleras extranjeras, entre las que se encuentran gigantes estadounidenses como ExxonMobil y Chevron Texaco, que aumenten su presencia en un país que se encuentra entre los diez primeros exportadores de petróleo a EE.UU.
En Washington se ha dado la bienvenida a estas y otras «reformas» del libre mercado que benefician a las empresas, y EE.UU. respalda la operación en Putumayo al doblar el número de sus efectivos allí, hasta alcanzar los 800 soldados, y al aumentar de 400 a 600 el número de ciudadanos estadounidenses que trabajan para los contratistas. Al igual que el personal militar, los propios contratistas se van a comprometer en operaciones de contrainsurgencia.
Pero la ofensiva en Putumayo va más allá de la apropiación de los recursos petrolíferos. Es el último intento del derechista presidente Álvaro Uribe para consolidar su poder.
Uribe fue elegido para la presidencia por mayoría absoluta en la primera vuelta- algo que sucedía primera vez en la historia de Colombia- con un programa de ley y orden y la promesa de acabar con la más larga guerra civil colombiana. Desde entonces, Uribe ha intentado situarse como el hombre fuerte de Estados Unidos en Sudamérica.
Pero ha tenido que gobernar en medio de una resistencia inesperada- no sólo de la guerrilla, sino además de la clase obrera del país y de los pobres de las ciudades. Los intentos de Uribe para aumentar su poder mediante el referéndum de 2003 fracasaron, y un líder antiguo líder sindical de izquierdas, Luis Eduardo «Lucho» Garzón, ganó las elecciones a la alcaldía de la capital del país, Bogotá. Uribe, intentó seguidamente que se aprobara una ley que le permitiera presentarse a una nueva reelección, pero de nuevo fracasó.
Mientras tanto ha impulsado una escalada de la guerra gubernamental contra las Fuerzas Armadas Colombianas Revolucionarias y el Ejército Nacional de Liberación, enviando al ejército a los territorios en poder de los rebeldes, con el respaldo entusiasta de la administración Bush.
Ha intentado, asimismo, absorber a los ultraderechistas paramilitares de la Unión para la Autodefensa ( United Self-Defense) ofreciéndoles una amnistía si dejaban las armas, e invitando a notorios sanguinarios paramilitares a dirigirse al Congreso a principios de este año. Al anular a los paramilitares y aumentar las fuerzas armadas regulares, Uribe pretende tener un mayor control – y legitimizar- las tácticas terroristas que la derecha lleva mucho tiempo utilizando contra los sindicalistas y líderes de las organizaciones populares.
De momento, la estrategia no ha funcionado. Una masiva huelga general y las protestas contra las políticas del Gobierno el 12 de octubre han sacado a la luz a enorme oposición hacia las fracasadas políticas de libre mercado de Uribe. Como el periódico El Tiempo afirmaba: «Lo que es cierto es, que a corto plazo, el futuro del presidente más popular no parece muy brillante».
http://www.socialistworker.org/2004-2/520/520_02_Colombia.shtml