En medio de la cada vez más amplia convergencia por los cambios, resulta insoslayable preguntarse qué rol le tocará jugar dentro de ella, a las fuerzas que en un momento integraron la articulación de izquierda y coincidieron en un programa de Gobierno. Mientras en los medios se leen señales sobre el posible reencuentro entre fuerzas […]
En medio de la cada vez más amplia convergencia por los cambios, resulta insoslayable preguntarse qué rol le tocará jugar dentro de ella, a las fuerzas que en un momento integraron la articulación de izquierda y coincidieron en un programa de Gobierno. Mientras en los medios se leen señales sobre el posible reencuentro entre fuerzas que conformaron el Juntos Podemos Más, quisimos preguntarle al Secretario General del Partido Comunista, Lautaro Carmona, sobre los alcances de ese proceso.
¿En que momento está la unidad de la izquierda?
Tengo una visión positiva. Estoy convencido de que hoy es la hora de la izquierda, la pregunta es si la izquierda tendrá la conciencia de su rol para jugarlo plenamente.
La izquierda, en cuanto se sienta transformadora y constructora de una sociedad distinta, en cuanto se sienta una fuerza activa y contribuyente a una correlación de mayoría será capaz de jugar y asumir su responsabilidad, si la izquierda se queda en una concepción restrictiva y autoreferente, no será capaz de incidir e influir en otras fuerzas que se necesitan – no son opcionales- para construir una convergencia mayor.
¿Qué se necesita para avanzar en la superación de la crisis?
Para analizar la crisis que se inicia el 11 de diciembre del 2005, hay que develar, qué es lo que hace crisis en ese momento, y creo que lo que hace crisis es la visión de que la izquierda no puede ser un fin en si mismo como fuerza política, sino que debe concebirse realizándose en la influencia sobre otros sectores que no sean de izquierda. Y lo que estuvo en debate fue que en las elecciones presidenciales y parlamentarias alcanzamos una fuerza que si bien era minoritaria, también podía ser decisiva. Para ello era condición sine qua non que se tuviese la habilidad de, usando esa fuerza, dar pasos adelante y entonces la diferencia estuvo en cómo se usaba esa fuerza. Nosotros pensamos que esa fuerza no podía quedarse esperando que llegara otro espacio para probarse, sino que tenía que usarse para decidir cosas y resolvimos usarla para condicionar temas de la mayoría de la sociedad.
En esa posición coincidimos con fuerzas sociales y políticas que constituían una mayoría del Juntos Podemos Más y luego más allá de nosotros, la CUT acogió estos planteamientos, lo que originó una iniciativa más amplia llamada Parlamento Social y Político, que se abre a la convergencia con los partidos de la Concertación y donde la puerta siempre estuvo abierta para que otras fuerzas -hubiesen o no coincidido en la posición táctica en segunda vuelta- pudiesen compartir estos objetivos de mayoría.
Esta visión de convergencia hizo su camino y se ha expresado en el movimiento de los trabajadores y también en una acumulación de voluntades en torno a terminar con la exclusión.
Yo me siento muy satisfecho porque el desarrollo de este proceso ha ayudado, además de la propia realidad, a que otras fuerzas también reflexionen y coincidan en que es necesario replantearse rearticular el tema de la presencia de la izquierda.
Considerando esas diferencias que ha habido con el PH ¿Sobre qué base se produciría entonces un reencuentro?
A mi me parece que debiera explicitarse un acuerdo desde el punto de vista político para darle sostén a una articulación que sostenga la propuesta de izquierda en lo que viene hacia delante. Y esa base está en, primero, asumir un registro del actual cuadro político nacional y a lo menos latinoamericano y caribeño en lo internacional, para concluir cuales son las urgencias que demanda la situación de vida de nuestro pueblo que obligan a conductas concretas de la izquierda.
Lo segundo, es que ese diagnóstico nos va a llevar a que la prioridad la tiene la instalación de propósitos que incidan en causas que afectan al movimiento popular por sobre a quienes les toque o no encabezar esas causas. En concreto, debe estar primero el movimiento y luego los liderazgos, si es que hubiese que elegir.
Esa es la lógica con la que actúa la izquierda. A partir de aquello vamos a convenir que las demandas de lucha para la izquierda, son urgentes y requieren, para que existan cambios, de concitar la simpatía, el respaldo y ojalá la incorporación activa de sectores más allá de la izquierda. Entonces tendrá que haber una disposición a ser activísimos contribuyentes a forjar la más amplia unidad del movimiento popular, sin que ello vaya en absoluto a cuestionar la obligada identidad e independencia que la izquierda tiene.
De no actuar hoy con esa misma mirada larga, todas esas fuerzas, ya sea individuales o colectivas, que empiezan a expresar un juicio crítico al sistema neoliberal, a partir de que éste se ha mostrado como un fracaso como proyecto de sociedad, pueden terminar como energías que se pierdan porque no tendrían como potenciarse, si se impusiera una mirada estrecha, excluyente y sectaria.
¿Qué le parecen las nuevas apreciaciones del PH en torno a este momento, que son más coincidentes a las que ha ido construyendo el PC en estos dos años de desencuentros?
Lo que es permanente es la esencia y no la apariencia, y la esencia está en el ser parte activa de una real articulación de izquierda en Chile. Históricamente la izquierda chilena ha tenido distintas articulaciones, desde el FRAP, la UP, el MIDA, el Juntos Podemos Más. Y creo que no ha sido el nombre el que ha definido la condición de fuerza transformadora y lo digo porque creo que hay condiciones para que nuevas corrientes, que ayer no fueron parte de la articulación de izquierda, hoy tengan la voluntad de confluir en torno a lo menos a un programa mínimo de carácter progresista y transformador, que obviamente sea sustantivamente antineoliberal y en este marco no podría ser obligatorio que estas nuevas fuerzas tengan que acogerse a una casa con nombre y apellido.
Esto ha estado en el implícito de las conversaciones que hemos tenido con el Partido Humanista y tanto en estas conversaciones como en sus declaraciones públicas ellos han señalado que habría que asumir la posibilidad de un acuerdo por omisión en algunas alcaldías porque impediría que resulten elegidos alcaldes de derecha, además han manifestado que el cuadro internacional a nivel regional alerta sobre el riesgo que significaría un eventual gobierno derechista en Chile, alineado con las políticas norteamericanas al estilo Uribe en Colombia.
El intercambio con el PH no ha puesto por condición recomponer lo que no se puede recomponer, sino que hace una experiencia de las razones de la crisis y a partir de esa experiencia pone incluso por sobre procesos de reflexión, la necesidad de trabajar a lo menos por ofrecerle al movimiento popular un instrumento más amplio que ambos partidos.
La profundidad que este acuerdo alcance, va a estar directamente vinculado a cuál será el proceso y la transparencia de las reflexiones de cada fuerza, porque el peor error sería creer que se puede ganar un par de días omitiendo elementos del debate que luego nos pueden costar muy caros. Quiero recordar que una de las explicaciones que se dieron sobre la crisis, es que la eventualidad de una segunda vuelta y la conducta que se seguiría, no se puso en el debate un año antes. Por lo tanto si queremos recoger esa experiencia, debemos poner a tiempo en la discusión hasta donde van las coincidencias, por donde van y creo que así el proceso de construcción será mucho más sólido, respetando a cada organización, pero también respetando la incidencia que cada una de ellas tienen en la sociedad chilena.
En las elecciones presidenciales Tomás Hirsch fue candidato del JPM y del PC. ¿Cuál es la situación ahora?
Ahora la situación es distinta. Los comunistas no hemos discutido ni resuelto el tema de una candidatura presidencial. Tenemos la mayor consideración y respeto por Tomás Hirsch. Pero consideramos que se están escribiendo páginas nuevas en la lucha del movimiento popular, incluyendo las que surgen del movimiento de los trabajadores, que van a dar cuenta de un liderazgo desde esa perspectiva.
Me parece que extrapolar por decreto, extemporáneamente a otro tiempo histórico, sería no dar cuenta de que las conducciones deben condecirse con los movimientos en lucha. Sería además una osadía, además de una irresponsabilidad, imaginar que se puede suplantar lo que ese movimiento real, en la forma más democrática que a mi juicio existe, expone a través de su propia lucha. Imaginar que eso no existe y ponernos en un escritorio a determinar un liderazgo al margen de aquello, me parece imposible de considerar.