Entrevista a Wassyla Tamzaly escritora, funcionaria internacional y feminista argelina, autora entre otros del libro «Mi tierra argelina».
El burka como excusa. Terrorismo intelectual, religioso y moral contra la libertad de las mujeres. El título de uno de los libros más famosos de Wassyla Tamzali, feminista argelina militante, deja poco lugar a la imaginación. Tamzali lleva décadas alzando la voz por la igualdad y libertad de la mujer árabe.
Su historia, narra en su libro, es «la conquista de la calle, que desde la infancia hemos podido recorrer, con los cabellos al viento, bajo la mirada cómplice de nuestras abuelas, vestidas de blanco. Nuestra historia es la del desvelamiento (…). Yo, que nunca he estado velada, llevo la historia del velo escrita en mi piel». Abogada en Argelia antes de dirigir el programa de Igualdad de la UNESCO durante 20 años, Tamzali ha continuado su labor por los derechos de la mujer a través de artículos, libros y charlas, en los que se rebela contra la ideología del velo, el feminismo islámico y un tipo de izquierda «condescendiente» a la que tacha de «adepta del relativismo cultural».
Aunque Wassyla entiende que la suya es una «posición incómoda», ya que la derecha xenófoba se ha apropiado del discurso contra el velo (por motivos diametralmente diferentes), recuerda que «lo que está en juego aquí no son trozos de trapos, de colores, de formas y de longitudes diversas, sino visiones del mundo, proyectos de vida diametralmente opuestos». De un lado, los derechos humanos y de otro, un islamismo que ha convertido la dominación de la mujer «en el corazón de esta religión que vive un período de oscurantismo y de absolutismo sin precedentes en la historia del islam».
No posicionarse contra el velo, sostiene la feminista, es oprimir a la mujer en nombre de la cultura y «no hace falta subrayar todo lo que puede transmitir de racismo, orientalismo y resabios culturales esa posición», pues como mantiene el escritor libanés Amin Maalouf (Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2010), «las tradiciones sólo merecen ser respetadas en la medida que son respetables, es decir, en la medida exacta en que respetan los derechos fundamentales de los hombres y las mujeres».
En un encuentro con eldiario.es Andalucía en la Fundación Tres Culturas de Sevilla, la escritora septuagenaria habla sobre feminismo, velos y racismo.
¿Qué significa para usted el feminismo islámico?
Es un oxímoron, una contradicción absoluta. Se puede ser musulmana feminista, hasta se puede luchar por la igualdad en el interior del Islam, pero no es suficiente para que eso sea ser feminista. El feminismo es la deconstrucción del patriarcado, algo que no hacen ellas. Me parece que estas mujeres tienen derecho de existir, pero lo que me molesta no es lo que digan o hagan, sino que su discurso se haya construido para deslegitimar el discurso feminista. Eso sí que me molesta.
¿Es peligroso que en el imaginario occidental la mujer musulmana vaya con velo?
Yo abogo por los imaginarios libres. Occidente no tiene suficiente cultura para saber lo que es el mundo árabe. Es lo que ocurre con los orientalistas. Con la globalización, cualquiera puede saber perfectamente lo que ocurre en Argelia, pero hay periodistas que no hacen ningún tipo de esfuerzo por informarse y al final nos quedamos con imágenes orientalistas que nada tienen que ver con el verdadero mundo árabe.
¿Por qué en el debate sobre el velo no aparecen más mujeres como usted?
El problema es que en el imaginario del que usted habla yo no ocupo lugar, porque la gente no conoce nuestra historia. En mi libro Mi Tierra Argelina, se ve cómo hemos pasado de una imagen de la mujer árabe combativa, con el cabello suelto y que trabajaba en el campo a esa imagen de la mujer velada. Lo que usted dice es muy importante, porque yo siempre digo que cuando se debate, la gente no me ve. Si a mi lado hay una mujer velada, se la va a escuchar y ver a ella, no me van a escuchar a mí.
¿Cuál es la raíz del problema?
La relación con Occidente está contaminada por el colonialismo y por su complejo de superioridad hacia otros pueblos. Occidente tiene dificultad para escapar de esta idea de dominio. Ve el mundo exterior a través de un prisma donde prima lo pintoresco, la diferencia con el otro, cuando la diferencia no es lo primero que se debería evocar cuando se dialoga con el otro.
¿Por qué la izquierda europea parece tener problemas para criticar el burka, como usted critica?
¿Entra en juego el tabú del racismo?
Sí, no quieren que nadie los tache de racistas. Son decadentes, viven de ideas decadentes. La libertad se vive como un producto de consumo, como vestir o hacer lo que a uno le dé la gana. Sin embargo, no reflexionan sobre lo que es la libertad y terminan dándosela a personas que no la respeta. Ese no es el sentido de la libertad, no se le puede dar carta libre a los islamistas, para que hagan con ella lo que quieran.
¿Ha empeorado la situación de la mujer tras la Primavera Árabe?
La situación de la mujer está ligada a las mejoras del resto de la sociedad. Las sociedades musulmanes y árabes necesitan hacer su revolución. Sin embargo, cuando esto ocurre, también hay una contrarrevolución. Eso es lo que nos ha enseñado la historia. Las ideas que nacen de una revolución resurgen una y otra vez, mientras que las contrarrevoluciones se pierden. En la plaza de Tahrir (Egipto), las mujeres y los homosexuales salieron a luchar por la libertad, mientras que los islamistas y los militares salieron para detenerlos. Han detenido a unos y otros, pero esas ideas no se han muerto, sino que resurgirán. Cuando una sociedad comprende el sentido de la libertad en sus entrañas, su mente y su corazón, ya no hay nadie que se la pueda arrebatar.
¿Hay esperanza de una revolución feminista en el mundo árabe?
No, la revolución debe ser global. Si los obreros lo hacen por su cuenta es una revuelta de obreros. Si los estudiantes lo hacen por su lado, es una revuelta estudiantil. Si, en cambio, se unen los estudiantes, los obreros y las mujeres, entonces habrá revolución.