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Entrevista al escritor Daniel Bernabé, autor de La distancia del presente (Akal)

“Habrá que juzgar a Unidas Podemos en el Gobierno por los contados éxitos, no por sus grandes renuncias”

Fuentes: Rebelión

Tiempo de cambios. Una crónica política de la última década en el estado español, que incluye la recesión de 2008, el 15-M, la defunción del bipartidismo, el procés en Cataluña, la crisis de la monarquía borbónica o la corrupción.

Es la propuesta del escritor Daniel Bernabé (Madrid, 1980) en su último ensayo, La distancia del presente. Auge y crisis de la democracia española (2010-2020), publicado por Akal. Bernabé colabora en medios como RT, Público o la Cadena Ser. Su libro anterior, La trampa de la diversidad. Cómo el neoliberalismo fragmentó la identidad de la clase trabadora (Akal, 2018), del que vendió más de 15.000 ejemplares, suscitó una fuerte controversia. Según el autor, “puso patas arriba a la izquierda española”.

La polémica puede constatarse diariamente echando un vistazo a las redes sociales. ¿Tiene alguna explicación? “Cualquier conflicto político tiene unos motivos, lo que ocurre es que no suelen ser los que se enuncian públicamente entre los contendientes, es más, incluso a veces quien participa de infantería desconoce qué es lo que se dirime de fondo. Esto complica llegar a una síntesis, ya que incluso aunque los motivos del conflicto sean mezquinos, siempre es más sencillo encontrar un entendimiento desde la realidad sucia que desde el idealismo impoluto”, responde. La entrevista en torno a La distancia del presente con el autor se realiza por correo electrónico.

-La década que relata el ensayo (2010-2020) puede interpretarse como una “notoria lucha de clases”, afirmas. ¿Es incompatible este punto de vista con el 15-M, el activismo contra la crisis climática de Greta Thunberg, la defensa del movimiento Queer o la crítica al denominado “adultocentrismo”? ¿Por qué dedicas varias páginas al Partido X?

Se trata de choques ideológicos reales que se dieron, se siguen dando y se darán en el futuro inmediato. Más con la izquierda en el Gobierno, lo cual ha dejado un vacío en la calle. Creo que eso que llamamos izquierda tiene en su interior familias más cercanas a lo liberal –individuo, diferencia, prefiguración- que a lo socialista –clase, igualdad, militancia-.

Ojo, no hablo siquiera del PSOE, sino de opciones que se suelen situar en un espacio mucho más alternativo. Aquellos que en mi libro caracterizo como la dirección del 15M, los pioneros de lo procedimental y los seguidores de los bienes comunes. Creo que desde la normalidad, sin mayores hostilidades, habría que asumir que son otra cosa a lo que se ha entendido por izquierda popularmente. No se trata de repartir carnets, sino de deducir que en multitud de aspectos de lo cotidiano, cada vez más, sus posturas son otra cosa, llamémosle una tercera vía entre lo libertario, lo liberal y la economía californiana con pretensiones humanistas. Lo cierto es que estos conflictos, al menos en la pasada década, se expresaron de la peor forma: bandos identitarios, uso del lenguaje como bandera y competencia con el rival.

-En la coda del ensayo abordas la pandemia del coronavirus. Recoges unas declaraciones del exsecretario general de Sanidad del Ministerio de Sanidad (2005-2011), José Martínez Olmos, a la revista Redacción Médica: “España ha perdido 30.000 profesionales sanitarios entre 2012 y 2016”. ¿Los partidos políticos y los medios informativos están considerando ese factor?

No, pero no porque haya una omertá respecto a ello, sino sencillamente porque la actualidad informativa es una apisonadora del pasado y las previsiones de futuro. La distancia del presente pretende incidir en este hecho: no se trata tan sólo de un anuario de sucesos y protagonistas, ni de un Cuéntame sociopolítico, sino de una transformación cualitativa por sumatorio de noticias. Todo lo que aparece en el libro fue  publicado, la mayor parte en medios generalistas. El libro claro que hace de apuntador de una década, pero también creo que consigue dar a los hechos un contexto narrativo que los transforma, que los hace algo distinto con capacidad de provocar lecturas diferentes a si se presentaran simplemente en un listado cronológico.

Por tomar de ejemplo lo que citas: no se trata tan sólo de un recorte brutal, sino de ponerle apellidos y dejar constancia de quién hizo qué. Más allá de explicar cuál fue el motivo de ese recorte, y cómo fue totalmente inútil para el objetivo que perseguía, cuya explicación dejo para las páginas de La Distancia, sólo apunto que la razón de los recortes en inversión pública es doble: una la que se nos contó, otra la que cualquier lector deduce al ver la sucesión de acontecimientos de la época. Creo que con este libro, además de contar un tiempo tan duro como apasionante, he conseguido algo así como un manual práctico del funcionamiento de una sociedad contemporánea. Lo bueno de no ser un escritor erudito es que no te queda más remedio que ejercer de traductor entre el esoterismo capitalista, la crítica académica de izquierdas y una narración comprensible por cualquier persona.

La distancia del presente establece en sus 382 páginas numerosos hitos. ¿Qué decisión se tomó el 25 de noviembre de 2011, en el Consejo de Ministros presidido por el socialista Rodríguez Zapatero?

El indulto, ya en un consejo de ministros en funciones, a Alfredo Sáenz, el número dos del Santander. Bien es verdad que por un delito menor, bien es verdad que con una arbitrariedad que tan sólo puede explicarse por la importancia del personaje en el ámbito bancario. ¿Quieres que te diga lo que pienso? Que ahora no sería tan fácil, ni de aceptar por parte de la opinión pública ni de llevarse a cabo por el PSOE. ¿Ocurrió por deudas de partido, como una forma de saldar favores del banco? Ni siquiera. Sucedió por algo más sencillo: era lo que había que hacer, lo que se había hecho siempre sin que nadie lo cuestionara demasiado. Fíjate que hasta el propio Zapatero, que últimamente está ejerciendo de faro moral progresista legítimo frente a González, se permite algunas licencias que hace dos décadas ni se pensaban posibles.

Es que el país ha cambiado, por las circunstancias internacionales, por el devenir histórico, pero también por miles de personas que se tiraron una década empujando. Claro que es un cambio mucho más leve que el deseado, claro que se intenta reconducir hacia los límites que marca lo pautado por el poder económico, pero es un cambio. En la izquierda tenemos tal tendencia a ser tan críticos que somos injustos con nuestros propios logros. Esto no va de santificar a Iglesias, va de deducir que si Sánchez e Iglesias se pusieron de acuerdo fue porque mucha gente anónima ejerció una ciudadanía políticamente activa. De ahí que el subtítulo del libro sea “auge y crisis de la democracias española”. El auge es que tu vecino, normalmente reacio a la política, fuera a una manifestación o a votar. Tuviera, aun por un periodo breve, necesidad de pasar de espectador a protagonista.

-¿Por qué la vicepresidenta del Gobierno de España Soraya Sáenz de Santamaría (PP) entre 2011 y 2018 fue, en su día, “la mujer más poderosa de España? ¿Cuál fue su relación con el poder económico y los grandes grupos mediáticos?

Déjame que te diga que ese pasodoble entre cambio y resistencia que mueve toda la narración de La distancia es quien deja a la todopoderosa Soraya fuera de juego. Hubo un momento en que existió la restauración deseada: Felipe VI como salvador del país tras la intentona independentista catalana, el 23F que necesitaba; Susana Díaz, una Felipe González del siglo XXI siendo secretaria general del PSOE; y Sáenz de Santamaría como líder del PP. Todo se tuerce. Lo del Rey porque se pasan tanto de frenada que le sitúan en la derecha. Lo de Susana porque en el PSOE también hubo un proceso indignado, uno que surge de la necesidad de que sus hijos no les digan que son lo mismo que el PP.

Y lo de Soraya porque, odio con Cospedal mediante, los compromisarios del PP sienten el vértigo entre el deber y el deseo. Soraya era la opción lógica, pero Casado era lo que llevaban años deseando: ser de derechas sin pedir perdón por ello. SSS se labra una posición en la pasada década de una forma admirable, en lo que respecta a la fontanería política. Ni utilizaba su poder de una forma agresiva y evidente, ni como un manantial de favores de legalidad dudosa. Tanto en lo interno como en lo externo fue ampliando su poder en base a encontrar los intereses comunes primero con quien estaba sobre ella y luego, en la cúspide, con quien podía tener un beneficio mutuo. ¿Quieres que te diga lo más inquietante?, que aunque un personaje como Soraya sería la tumba de la izquierda, se la echa de menos cuando se ve la deriva incendiaria de la derecha. Esta es otra enseñanza de la década: quien creo el sustrato para los ultras, ahora se hace imprescindible al situarse en una posición de derecha liberal clásica. A buenas horas, Frau Merkel.

-En los llamados papeles de Bárcenas (contabilidad B del Partido Popular) que publicó El País en 2013, figuran como donantes a este partido directivos de grandes constructoras -OHL, Sacyr o FCC- pero también de la cadena de supermercados Mercadona. ¿Hay una percepción general de que la corrupción atañe exclusivamente a los políticos y no tiene relación alguna con la empresa privada?

La corrupción de la pasada década fue tanta y tan variada, y sus procesos judiciales tan enrevesados y largos, que en general la ciudadanía desconoce el mecanismo y el itinerario, también todos los protagonistas. Ojo, no es una crítica a la gente, la mayoría de personas tras una jornada extenuante llegan a su casa y, en el mejor de los casos, ven de fondo el informativo mientras cenan. El problema de este escenario es que al final queda la sensación de “somos un país de golfos”. Atención: encima la población carga moralmente con un supuesto espíritu pícaro nacional. ¿Tú conoces a gente que estafe a Hacienda, por ejemplo? Yo no, entre otras cosas porque en mi entorno no hay ni siquiera esa posibilidad cobrando tan poco. El asunto es que la corrupción es el resultado de la manera en que el capitalismo se desarrolla en España en el siglo XX y en especial en el franquismo: especulando con el suelo y viviendo de ejecutar proyectos públicos.

Los porteros automáticos de la Escopeta Nacional, vamos. Claro que son unos sinvergüenzas, pero es que la máquina en este país es la que es. Aquellos grandes empresarios salieron en la prensa, es cierto que no se hizo demasiado hincapié en el análisis y opinión posterior, pero salieron. El problema es que, viendo cómo está la percepción popular del proceso productivo, lo mismo hasta nos hubiera tocado indemnizarles como si fueran víctimas. Nuestra burguesía, históricamente, no piensa cómo invertir para ganar más, sino con qué ministro hablar para pillar cacho.

-¿Pone en cuestión a la democracia española la detención y encarcelamiento del joven de Vallecas Alfonso Fernández (Alfon) durante la huelga general de 2012 en Madrid; la represión de las Marchas de la Dignidad en 2014 o la condena a los jóvenes abertzales de Altsasu (Navarra), tras la trifulca en un bar con agentes de la Guardia Civil, en 2016?

En absoluto, y que se me entienda. Es que en una democracia liberal pasan estas cosas. No hace falta que se pervierta y mute en un sistema autoritario, como se está dirimiendo en nuestro presente, para que la justicia actúe como una máquina política de clase. Si el contexto es tranquilo, esto es, el conflicto social está ausente, todo se permite un poco más y el garantismo parece funcionar. Con Aznar, en 2002 y 2003, también se recrudeció la represión, tanto que ya nadie se acuerda que en los primeros días del Ejecutivo de ZP, salieron a la luz listas policiales, ilegales, compuestas con criterio político. “Se investigará”, y ahí quedó dejando que la actualidad lo sepultara.

Sí es cierto que en el periodo Rajoy, que siempre pasó por un gobernante moderado, la cosa adquirió una intensidad nunca vista desde hacía muchos años. Se repartieron muchas hostias y se le jodió la vida a mucha gente en la mayoría de casos por estar en el momento equivocado y en el lugar equivocado, es decir, simplemente ejerciendo su derecho a la protesta. Y da pena porque, en general, salvo redes cercanas de apoyo, se han comido los marrones en el más absoluto de los ostracismos.

-¿Cómo definirías a grandes rasgos, para un lector no iniciado, lo que representan el comisario Villarejo, la llamada “policía patriótica” y las “cloacas” del Estado? ¿Difieren estas prácticas de la deriva autoritaria que la UE señala en Hungría y Polonia?

Creo que sí difieren, porque en el grupo de Visegrado es que ese autoritarismo se ejerce a cara descubierta y con el apoyo de una parte mayoritaria de la población. Lo de Europa del Este es trágico, porque como continuación de las llamadas “Democracias Populares” es desastroso y porque, como ampliación de la UE con el objetivo de restar influencia a Rusia,  es también un fracaso: no se ha conseguido ni que se atengan a los límites de la democracia liberal, la misma, atención, que fue herramienta para construir el Estado del Bienestar mientras que mataba argelinos en Paris o estudiantes díscolos en Berlín.

Las cloacas son una manera en que los Estados democráticos liberales resuelven aquello que no pueden resolver siguiendo su propia legalidad. La cuestión es que en España, quizás por un debilitamiento de ese Estado, los fontaneros se emanciparon de sus funciones desarrollando intereses propios. Tener agarrada de los huevos a mucha gente poderosa te hace poderoso. Tener a todos en esa posición te hace un peligro a eliminar. Por otro lado un Estado fuerte sólo recurre a las cloacas como última solución. En la pasada década se diría que muchos perdieron el miedo a la mugre: a ver en qué queda lo de Fernández Díaz.

-¿Qué evolución observas entre la “Marcha del Cambio” organizada por Podemos que, según cifras del partido, reunió a 300.000 personas en Madrid, en enero de 2015, y la reciente fotografía de Pablo Iglesias –vicepresidente del Gobierno- junto al monarca Felipe VI en Bolivia?  

En política nadie evoluciona como desea, sino como puede. Aquella marcha es un acontecimiento inédito, porque la convoca un partido que tiene un año de vida y además con el mero objetivo de mostrar su fuerza. Ahí, cuando sale el CIS y Podemos es segunda fuerza, es cuando saltan todas las alarmas en un régimen político boqueante. A partir de esa cúspide, los morados no han hecho más que descender, por multitud de errores propios, pero también porque han sido objeto de una campaña de desgaste a todos los niveles, incluyendo la acción de las cloacas coordinada con algunos medios. ¿Ha cambiado el discurso de Iglesias desde entonces a ahora? La respuesta esperada debería ser que sí, sacando todas esas palabras tan sonoras tipo traición o renuncia.

¿Sabes? A mí me saldría más a cuenta hostiar a Unidas Podemos desde los principios irrenunciables, mucho más que tener que leer que me he vendido por un micrófono en la SER. Que yo hable en un programa como Hora25 puede tener que ver con mi actividad profesional, o con el olfato y valentía de alguien como Pepa Bueno, pero sobre todo es producto de los cambios de los que llevamos hablando todo este rato, los mismos que hicieron posible este Gobierno. Iglesias no habla como en 2015 –tampoco estamos en 2015-, pero al menos no justifica sus límites como lo deseable, sino como lo posible. UP ha aceptado una partida inédita en 80 años, que seguro les pasará factura. Creo que habrá que juzgar su apuesta no por la inmensa cantidad de renuncias que hacen, sino por los contados éxitos que consigan. No es tan insustancial que estén en el Ejecutivo, a juzgar, al menos, por las ganas que hay en desalojarles del mismo.

-El rey emérito Juan Carlos de Borbón, actualmente en Emiratos Árabes, acumula investigaciones penales por el presunto uso de tarjetas de crédito opacas, cobro de comisiones en la construcción del AVE a La Meca o los fondos ocultos en Suiza. ¿Pueden los escándalos socavar la monarquía y al rey actual, Felipe VI?

Desde la derecha mediática y política se ha tenido tan poca vista que se ha culpado al Gobierno, así en general, de exiliar por la fuerza a Juan Carlos de Borbón. Es justo todo lo contrario. Se le ha ofrecido un puente de plata como cortafuegos para preservar el reinado del actual monarca, el cual, por cierto, es utilizado, o se ha dejado utilizar, como ariete contra el Gobierno de coalición, poniéndose de nuevo en una situación muy peligrosa para sus intereses. En nuestras circunstancias, sin un movimiento republicano fuerte, puede cundir el descrédito de la corona, que no es lo mismo que un proyecto político que vaya más allá de la forma de la jefatura del Estado. En este contexto, repito, la pervivencia de la monarquía dependerá de si es capaz de representar fielmente los intereses de nuestros nobles, eso llamado IBEX35. Si su posición resulta peligrosa para su negocio, veremos algo parecido a lo que sucedió en la renuncia forzada de su padre.

-Por último, “el proceso independentista catalán había conseguido una transversalidad y una penetración en una parte de la sociedad catalana enorme”, escribes en el capítulo dedicado al procés (2017). ¿Qué análisis global realizarías tres años después? ¿Cómo evalúas la posición de la izquierda española?

Algunos, entre los que me incluyo, quisimos ver en este suceso independentista el último clavo en el ataúd del 78, cuando al final resultó ser su vigorizante por varios motivos. El primero es que los antecedentes que cristalizaron en la declaración virtual de independencia fueron un acontecimiento exitosísimo a estudiar como ejemplo de movilización social en nuestro siglo. En mi libro insisto en el papel del PP denunciando el Estatut –esa inercia al lesivo golpe de pecho al que hacíamos referencia con el Rey-, al igual que la sagacidad de la derecha catalana conduciendo el descontento social de la crisis hacia el antagonista llamado “España”. A partir de aquí los catalanes tenían tantas razones para sentirse con derecho a la secesión, como argumentos netamente falsos para conseguirla.

-¿En qué sentido?

Lo que sucede son dos cuestiones, la primera es que hay otra parte de la sociedad catalana que no desea la independencia, al menos de un tamaño similar a la que sí, la segunda es que al final del proceso no había nada. Y nada es que ni tenía forma de financiarse, ni fuerza para asegurar su frontera, ni reconocimiento internacional. A mi juicio tu única carta no puede ser que el Estado ceda, sobre todo si además de no tener razones para ello, tiene intereses en el choque de trenes. Hubo episodios, como las cargas policiales en el referéndum, que al margen de todo, fueron tan vergonzosas que en el juicio del Procés ningún dirigente del Gobierno se quiso hacer responsable de las mismas. Pero lo cierto es que los líderes políticos independentistas llevaron a sus seguidores a un mar que no se iba a abrir en dos mitades.

¿Qué es lo que ha dejado esta situación inconclusa? Un sentimiento de frustración muy grande en muchos catalanes que, lo peor de todo, es que están adoptando posturas prepolíticas: “no, a mí me da igual lo que suceda en España, no es mi país”. La cuestión es si te puedes permitir que te dé igual. Otra cuestión son los brotes, minoritarios, creo, de odio a lo español. A mí, como madrileño, me dio asco el “a por ellos” y en general los brotes, minoritarios, creo, de odio a lo catalán.  

¿La izquierda? Intentó tomar una posición del “diálogo” cuando nadie quería dialogar. Hasta las movilizaciones feministas y de la lucha por las pensiones, el país se sumió en lo que bauticé como el Otoño Rojigualdo, el 15M de la derecha, un año y pico donde las banderas ahogaron casi todo. ¿Conclusión? Creo que los abertzales han leído el contexto de manera más acertada, sobre todo después del episodio. La cuestión es que en nuestro tiempo un territorio no se puede independizar de la manera en que lo haría en el siglo XX, a no ser que el país en cuestión cuente con enemigos poderosos, como le ocurrió a Bolivia hace unos años. Más si tenemos en cuenta que la propia España está integrada en un ente supranacional a la que ha cedido parte de su soberanía, como la política económica y monetaria.

La independencia parece más ligada a algún tipo de encaje confederal que a una secesión clásica. La cuestión desde la izquierda española es decidir si eso, además de ser justo para los sentimientos nacionales, es justo para el resto del país. No sé, yo escucho a Gabriel Rufián y a Oskar Matute en el Congreso y suelen despertar mi simpatía, pero a la vez me rechina que la voz que se escuche sea la de las regiones más ricas de España. La otra, Madrid, a su manera ya ha iniciado su propio proceso secesionista…