(Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S.Comín) En general, a nuestros intelectuales «independientes» les gusta hablar de la cultura, de todo lo elevado. No hay tema sobre el que no tengan opinión. ¿Pero hasta que punto se les puede atribuir el calificativo de cultos? Sobre esto yo albergaba mis dudas, hasta que oí de […]
(Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S.Comín)
En general, a nuestros intelectuales «independientes» les gusta hablar de la cultura, de todo lo elevado. No hay tema sobre el que no tengan opinión. ¿Pero hasta que punto se les puede atribuir el calificativo de cultos? Sobre esto yo albergaba mis dudas, hasta que oí de boca de una de nuestros representantes de esa misma cultura, en el programa más cultural, «en la frontera de lo hermoso», lo que decía sobre el pueblo ruso: «es una masa, analfabeta, sin cultura». Pues si eso es así. ¿Para que necesita entonces esa masa, a los personajes de la cultura? ¿No sería mejor, que en lugar de deleitarnos con «grandes obras» (en opinión de sus mismos autores y de sus amigos críticos, a los que rechazan esa misma «masa», y no solo esa masa; hasta en el extranjero están hartos de las supuestas grandes películas del supuesto gran director Sokurov) pasaran de la cultura a otros ámbitos? Ahora que está de moda: unos se han convertido en activistas políticos, otros en videntes, los terceros, (antiguos ateos) han abrazado la religión.
No es difícil convenir en que la mayoría de las creaciones aparecidas dentro de la coyuntura de la Perestroika, dejan mucho que desear. La gente está tan cansada de política que se muestran indiferentes ante una nueva película antiestalinista, por no hablar de las novelas. Baste como ejemplo, «los niños de Arbat» de Rybakov, «Ropas blancas» de Dudyntsev, «Cadalso» de Aitmatov, de las que con tanto entusiasmo se hablaba en la XIX Conferencia del PCUS en 1988. Ahora están olvidadas, por mucho que intenten reanimarlas a través de la televisión. Incluso la laureada «Archipiélago Gulag» de Solzhenitsin, ha caído en el olvido, por muy libremente que se venda en las librerías moscovitas, no se ve que nadie la compre. Y las películas, rodadas en los 60 y 70, que desaparecieron de las estanterías (prohibidas por diferentes motivos, incluidos los políticos), han vuelto a aparecer, aunque sea porque en las condiciones de mercado ya no pueden competir con el resto.
Al mismo tiempo la «libertad de creación de la Perestroika», acabó convirtiéndose en la práctica en libertad de la violencia, la vulgaridad y la locura.
Toda esa «libertad de creación» fue dirigida por una mano firme, primeramente como crítica del culto a Stalin y su época. Esto era imprescindible para preparar a la gente ante la propaganda antisoviética. Por todos los medios pretendieron inculcar la idea de Stalin como tirano comunista. Ellos sabían como meter el anticomunismo.
Todo estaba perfectamente planeado. Lo primero era la crítica del culto a Stalin, de este modo ante los ojos de los que no vivieron en ese tiempo (la juventud especialmente) el líder comunista, era presentado como un dictador. Al mismo tiempo que le enfrentaban con sus adversarios (también comunistas) Bujarin, Kamenev, Zinoviev, Trotsky. Se ensalzaban los trabajos de Bujarin, como uno de los ideólogos de la NEP. A pesar de todas las divergencias y los enfrentamientos entre ellos, a todos los adversarios de Stalin se les presentaba en un mismo bando.
Cuando la propaganda comenzó a funcionar, los ideólogos del anticomunismo, rápidamente comprendieron, que ya no tenía sentido encumbrar a estas figuras, y pasaron a silenciarlas.
La crítica del culto a Stalin jugó su papel; había comenzado un nuevo periodo, la crítica de la época del gobierno de Stalin, comenzando desde los años 30, y siguiendo con el periodo anterior a Jruschov. Es decir, toda la etapa inicial del socialismo fue pintada en negro.
La lucha encarnizada por el poder, que había comenzado a desatarse en ese periodo, generó un nuevo problema de la Perestroika. Aquello con lo que no habían podido acabar ni la «Entente», ni los fascistas ni las distintas «Voces», fue destruido por sus propios ideólogos. El problema de las relaciones interétnicas, derivó en una auténtica guerra la primavera de 1988 en la región de Nagorno-Karabaj. (Enclave armenio dentro de Azerbayan. N de la T)
Se puede inculpar cuanto se quiera a los 70 años de Poder Soviético, de haber llevado una política errónea en el problema nacional, pero lo que nadie puede negar, es que el detonante directo de los conflictos interétnicos (comenzando desde 1986 en Alma-Ata) fue la política que generó la división en clases, claramente diseñada por los ideólogos de la Perestroika, con Yakovlev a la cabeza.
El plan estaba claro: sustituir la lucha de clases por la interétnica («divide y vencerás»). Las causas de los conflictos interétnicos se remontan a un pasado lejano y no hay que buscarlas en las políticas soviéticas. Al contrario, precisamente la propaganda de la amistad de los pueblos a través de los medios de comunicación y el sistema educativo, consiguió mantener unas relaciones normales e incluso buenas entre los distintos pueblos del país.
La propaganda del nacionalismo, iniciada por los ideólogos de la Perestroika, primero bajo «el despertar de la autoconciencia de los pueblos», (más exactamente de su aristocracia local) pasó a convertirse en la base para las luchas futuras por la soberanía. Y con ella vino todo lo que arrastra (cuando se trata de estados nuevos): constantes conflictos fronterizos con el fin de ampliar su territorio (los pueblos por lo general viven mezclados, especialmente en las zonas fronterizas. Intenta poner allí fronteras) Esto es aplicable no solo a nuestro país. Se podría decir lo mismo de muchos países en desarrollo e incluso en alguno desarrollado.
No vamos a entrar aquí a valorar si fue resuelto el problema nacional en la URSS. Pero en lo que si coinciden, incluyendo los protagonistas de los conflictos, es en que hasta la Perestroika, todos vivían en paz y en todo consideran culpable a la propia Perestroika.
Incluso los trágicos acontecimientos en Armenia en 1988, y en Georgia en abril, mayo de 1991, no pudieron unir a los pueblos, como si ocurrió durante el terremoto de Tashkent en 1966, en el periodo del inicio del «estancamiento», como dicen ahora…
Con el inicio de la campaña electoral de 1989 acaba la tercera etapa de la Perestroika, la que había preparado el terreno para el paso al repudio definitivo a los 70 años de Poder Soviético.
IV
Los cambios en la Constitución de la URSS a finales de los 80, consolidaron, aquello que esperaba desde hacía tiempo todo el pueblo soviético. Se dio la oportunidad de elección real de los diputados populares de la URSS. Era un paso muy importante, que significó la democratización del sistema electoral. En las elecciones alternativas la gente no vota por un candidato abstracto, del que no conoce ni el apellido, sino por el programa propuesto por los candidatos.
Detengámonos, no obstante, a analizar que significa eso de elecciones alternativas. Pensemos en lo siguiente:
En la URSS desde los años 30 existía el sistema de partido único. Por eso en principio las elecciones presuponían a un candidato del partido y posiblemente, de unos cuantos «independientes». Pero la creación del «bloque de los comunistas y sin partido» hizo que en la práctica no hubiese alternativa en las elecciones. La carencia de democracia de un sistema así, es algo que ve cualquiera.
Solo podemos decir, que en las condiciones de la URSS, la única ventaja de ese sistema, era que las diferentes capas sociales, en primer lugar la clase obrera y campesina, tenían representación en los más variados- incluyendo los más altos- órganos de poder.
No en vano los Soviets como órganos de representación del poder popular, nacieron precisamente como Soviets de obreros, campesinos y soldados.
Ahora nos cuentan que los obreros y campesinos no pueden manejar los asuntos de estado, que no entienden los problemas políticos. Pero por qué entonces en los programas de los candidatos obreros aparecían propuestas concretas de democratización y mejora de las condiciones de vida , mientras que los intelectuales solo proponen crear más leyes (muchas de las cuales tienen poco de democráticas y parecen encaminadas a seguir dividiendo a la sociedad en clases) y salir de la crisis a costa del pueblo sencillo, creando nuevos dogmas, como la necesidad de las relaciones de mercado (cierto que, «olvidando» decir, hasta el otoño de 1991, que mercado y capitalismo son la misma cosa).
¿Qué es lo que aporta el sistema electoral alternativo? Habría que diferenciar sus dos formas: alternativa de personas, y alternativa de partidos. Actualmente en la mayoría de estados las elecciones son multipartidistas. Cada partido representa una capa determinada, o si se quiere, un grupo social. Aquí quienes compiten, no solo son candidatos, sino representantes de sus partidos, que ponen en práctica las políticas del partido. (Digan lo que digan, la disciplina partidista en Occidente es muy férrea). El pueblo juega el papel de elector. El hombre pasa de persona a elector. Incluso los diputados no hablan de su pueblo, sino solo de electores, lo mismo que de un rebaño de ovejas o vacas. (La palabra misma «elector», pienso que rebaja a la persona).
En estas condiciones (que parece son las que van a imperar en las futuras elecciones a la Duma) ya no será posible la participación de gente normal, trabajadora, en la dirección del país (ni siquiera de ciudades o aldeas). Cada partido selecciona a su gente para la participación en las elecciones (¿por qué entonces criticaban tanto las elecciones en la URSS por la selección de candidatos, cuando es una práctica habitual en los partidos?).
Se está formando un nuevo estrato social de políticos profesionales (muchos heredarán el puesto), eternos aspirantes a ocupar los escaños del parlamento. Además, el sistema pluripartidista creado, impide la llegada al poder a nuevos partidos, especialmente si sus programas contradicen los intereses de la intelectualidad aristocrático-burguesa, que de hecho controla el poder en cada país. Las elecciones con ese sistema, dejan al descubierto el carácter de clase de la sociedad. Así por ejemplo, en la democrática Suecia 8 de cada 10 obreros votan por el partido socialdemócrata obrero y el partido de la izquierda (antiguos comunistas), mientras que 8 de cada 10 empresarios votan por partidos de derechas: Son las clases medias los que deciden hacia donde se inclina la balanza. (Suecia: modelo socio-económico. A.M.Volkov. «Pensamiento», Moscú 1991).
Resumiendo. El sistema pluripartidista no es un sistema democrático. Es el sistema de la típica sociedad explotadora, en la que (por mucho que digan hoy los «demócratas rusos») la democracia como poder del pueblo deriva en democracia de la burguesía aristocrática, se convierte en poder de los intelectuales burgueses. (Ahora es difícil denominar a actuales «civilizaciones «occidentales simplemente burguesas, en el sentido estricto del termino).
La otra forma de elecciones alternativas, es la utilizada en nuestro país durante las elecciones a diputados populares de la URSS en 1989. Alternativa de personas, que representan solo su propio programa. En esencia, este es el método más democrático, pero presupone el pluralismo de opiniones en una sociedad unificada, sin explotación y sin estructura de partidos. En una sociedad dividida la alternativa de personas, se transforma en pluralismo de ideologías, en una variante de las elecciones multipartidistas. Sin entrar en disquisiciones teóricas, se podría decir, que el sistema electoral de alternativa de personas, es algo más bien a imaginar en un futuro lejano.
Las elecciones celebradas en 1989 es difícil, que las podamos llamar democráticas, ya que a la vez de las elecciones, se produjo la farsa de las elecciones de las organizaciones sociales. Fue algo diseñado por los dirigentes de la Perestroika con el fin (y no hay que ocultarlo) de hacerse con el mandato de diputado, tanto para ellos mismos, como para sus partidarios más cercanos. (La autoridad y popularidad de los líderes de la Perestroika estaba ya por los suelos). Podríamos hablar de elecciones normales, si hubiesen participado realmente solo organizaciones sociales (como la Cruz roja, La Sociedad para la conservación de la naturaleza, etc.). Pero ¿acaso se puede considerar como tal la Academia de Ciencias? Por no hablar de organizaciones políticas como el KOMSOMOL (reserva de futuros burócratas, reconvertidos hoy en «demócratas». Todos ellos fueron «activistas del KOMSOMOL» de todo tipo) y la Unión de Sindicatos Soviéticos. En lo que atañe a Uniones de artistas, eran como un sindicato más, solo que con más privilegios. De este modo el régimen de la Perestroika conseguía meter entre los diputados a un gran número de intelectuales, su principal soporte.
Pero el principal error fue que el propio PCUS, como una organización social más, se aseguraba por la vía constitucional, un número determinado de escaños en el parlamento. (Habría que preguntarse hasta que punto era constitucional esta vía constitucional, cuando se introducían constantes modificaciones en la Constitución de la URSS, de la Federación Rusa y demás repúblicas, para complacer a determinadas personalidades).
Sin embargo, lo que motivó que el pueblo perdiera definitivamente la confianza en el PCUS (y el pueblo no distingue dirección, de militantes de base, de cualquier partido), fue la decisión, pese a las numerosas protestas de la militancia, por la que casi todos los miembros de la dirección del PCUS, con el Sec.Gral. a la cabeza, se elegían por el partido. El resultado de esta decisión fue la falta de alternativa, de las «elecciones de los cien del partido» (no en vano, muchos de esa centuria, hace tiempo que no representan los ideales comunistas). ¿cómo se explica esto? La conclusión parece evidente: El Sec.Gral. se asustó ante la posibilidad de no salir elegido diputado, lo que pondría fin a su carrera política. (De nuevo podemos establecer analogías: ¿cuántas variaciones se han producido en el sistema electoral desde que gobierna Putin? ¿será que también tiene miedo de perder el poder?
Viendo el desarrollo de los acontecimientos, una gran parte de la antigua nomenclatura partidista y estatal, que nada tenía que ver con los principios socialistas ni comunistas, comprendió rápidamente que tras asistir a la perdida de autoridad del partido gobernante, a los ojos del pueblo, había que variar de táctica.
Si antes a los intelectuales aristocráticos les bastaba con conseguir el carné del partido para hacer carrera (no importaba esperar años en la cola para ingresar en el PCUS), ahora se requería precisamente lo contrario: romper el carné del partido, o conservarlo por si acaso, pero atacar al partido.
Pero puesto que la mayoría del pueblo soviético creía todavía en los ideales del socialismo, de Octubre y de Lenin, la crítica debía iniciarse por la dirección del partido, por la nomenclatura del PCUS. Para esto el pueblo si estaba preparado gracias a la crítica del culto a la personalidad: el líder de los comunistas es un dictador, y la nomenclatura del partido, un nido de mafiosos con privilegios ilimitados.
Durante la campaña electoral de 1989 se produjo la división en la sociedad. La alternativa de las elecciones (pensada como alternativa de personas) condujo a la división de la hasta entonces unida sociedad. Comenzaron a formarse «clubes de electores» integrados mayoritariamente por representantes de la intelectualidad técnica y científica. Sin atacar abiertamente el socialismo, apoyaban únicamente a aquellos candidatos que: criticaban a la dirección del PCUS, que defendían la reforma económica radical (sin utilizar los términos «propiedad privada» y «economía de mercado»), que defendían la democracia (tal como la entendían ellos) y «el poder de los Soviets» (pero sin comunistas).
Se produjo aquello de lo que temen hablar los representantes de las clases explotadoras; el pluralismo de opiniones derivó en pluralismo de ideologías, es decir, en la práctica desembocó en una variante de la lucha de clases. (Cierto que muchos no entendían lo que ocurría, incluyendo a muchos representantes de esa misma intelectualidad. Recuerdo como al poco de celebrarse las elecciones del 89, me encontré a un conocido y le pregunté por quién había votado. Me respondió:
-¿Por quién va a ser? Por Yuri Afanasiev, claro está.
– Pero si él defiende la vuelta al capitalismo, le dije yo.
– No, él defiende el auténtico socialismo.
Aquí tienen señores «demócratas» la clase de capitalismo que querían los soviéticos).
Ahora los «demócratas» no reconocen que haya ni clases, ni lucha de clases. Aunque ellos mismos hablaban entonces de la estructura clasista de la sociedad soviética y de la existencia de explotación. Así por ejemplo, uno de los líderes del «bloque democrático» decía que en la URSS prácticamente no había socialismo, sino un campesinado explotado por parte de la dictadura de la clase obrera y la nomenclatura partidista. Es decir, reconocía la existencia de clases y de lucha de clases.
Puedo estar de acuerdo con un antiguo diputado (elegido en 1989 en nuestra región de Noginsk), que decía que lo que teníamos no se podía llamar socialismo (en su comprensión marxista-leninista, como primera fase de la formación comunista). El socialismo que se había construido se basaba en la explotación de los trabajadores por parte del estado, es decir que tiene también su componente de explotación. Pero a diferencia de las sociedades explotadoras, donde tiene lugar un antagonismo de clases, el socialismo de estado en un paso adelante, en cuanto que muestra el camino (aunque a veces se haga de una forma muy lenta y a menudo equivocada) a la sociedad hacia la igualdad universal (igualdad social y política, en primer lugar) y hacia el auténtico poder popular (a través de los Soviets de trabajadores).
Es decir, que se trata de un periodo de transición, de una sociedad explotadora, a otra que no lo es. Aunque en el socialismo teóricamente no hay clases antagónicas, en el transcurso del desarrollo del socialismo real surgieron (o más exactamente, se restauraron) clases como la intelectualidad aristocrática (en su mayoría de origen burgués y noble) que se convirtió en bastión de los «demócratas» y la intelectualidad popular (trabajadora), a una parte de los cuales engañaron los pseudodemócratas.
En cuanto vieron la posibilidad, los «aristócratas» lanzaron una lucha abierta por la sustitución del socialismo existente, que tanto les molestaba para ser dirigentes hereditarios y millonarios legales, propietarios de algún tipo de propiedad.
La influencia de los obreros, campesinos y la intelectualidad trabajadora, fue anulada por completo. Los propios trabajadores, (especialmente de los sectores no productivos, comercio, transporte, etc.) apoyaron en las elecciones a la intelectualidad aristocrática que criticaba al gobierno.
Esta crítica a la dirección, acompañada de todo tipo de promesas de bienes y parabienes, en caso de llegar al poder, hizo su labor.
En las elecciones fueron derrotados no solo los funcionarios del partido, sino la mayoría de obreros y campesinos. El grueso de diputados elegidos en 1989, se puede denominar como aristocrático- intelectual.
Esto fue algo que todos sentimos en cuanto aprobaron una de sus primeras leyes: la ley que liberaba a los estudiantes universitarios del servicio en el ejército. (lo argumentaban diciendo que en dos años, los estudiantes olvidaban mucho de lo aprendido).
Los estudiantes, la mayoría de los cuales son hijos de intelectuales burgueses, constituyen el soporte y la esperanza del actual gobierno. Esta ley atrajo a la mayor parte del estudiantado al lado de los pseudodemócratas, propulsores de la misma.
El primer Congreso de diputados populares de la URSS celebrado tras las elecciones, afianzó la creación de una oposición oficial en el país. Pero a diferencia de la mayoría de los países occidentales, esta no era una simple oposición la gobierno. Era una oposición al sistema existente.
Desde ese momento se desató en el país, si se puede decir así, una especie de boom televisivo en el seguimiento del Congreso, que atrajo a la pantalla del televisor a gente que nunca antes se había interesado por la política.
El «programa circense», bajo el título de «Glasnost», que retransmitía todas las sesiones parlamentarias, interrumpido por el «golpe» de agosto de 91, tenía en realidad poco que ver con la «transparencia». Los diputados de todos los niveles, habían perfeccionado ya sus trucos circenses, y sabían el que decir y cuando decirlo.
Aparte que, todas las cuestiones realmente importantes para el pueblo se preparan (así era antes de la Perestroika y así sigue siendo en la Rusia de Putin) entre bastidores y no en las sesiones.
En las mismas, los diputados solo compiten en conocimientos de la lengua rusa, recolocando las palabras y las comas, y en caso de ser necesario se celebran sesiones a puerta cerrada.
Las «fuerzas democráticas», que en primavera de 1989 declararon su oposición a la dirección comunista del país, rápida y hábilmente supieron llevar a su terreno a la opinión pública. La explicación es sencilla. El pueblo ya estaba preparado gracias a la crítica del periodo estalinista del Poder Soviético.
Entonces, con ese trampolín, la maquinaria ideológica de los «demócratas», conducidos por los sovietólogos occidentales, pasa al ataque definitivo contra lo que para ellos era inservible historia soviética. Comenzó una abierta y descarada propaganda anticomunista.
El periodo entre las elecciones de 1989 y 1990 lo podemos denominar como el de «golpe de estado permanente». El PCUS perdía gradualmente el papel dirigente en la sociedad. El propio PCUS, en posiciones socialdemócratas, se había convertido en un espectador más, ajeno. Sus organizaciones de base se disolvían, o se perseguían y el PCUS tras el primer Congreso de diputados populares de la URSS, no estaba «ni en el poder, ni en la oposición».
Esto en gran medida explicaría la salida masiva de sus filas en ese periodo; tanto de los «demócratas» de nuevo cuño, como de los que no estaban de acuerdo con la política antipopular de su dirección.
El acontecimiento que permite bautizar este periodo como el de «golpe de estado permanente» fue el 2º Congreso de diputados populares de la URSS (finales del 89) donde fue derogado el apartado de la Constitución, que establecía el papel dirigente del PCUS en el estado.
Esto fue una victoria de los «demócratas», y como piensan ellos una derrota de las «fuerzas conservadoras».
………………………………………………………………………………..Próximamente 3ª parte.