PRELIMINAR La escena política de una nación jamás permanece quieta; por el contrario, está continuamente en movimiento. Nada de lo que en ella ocurre es casual, sino obedece a un juego de intereses no siempre manifiesto. Por lo mismo, invita a dilucidar el comportamiento de los actores políticos o, lo que es igual, el sentido […]
PRELIMINAR
La escena política de una nación jamás permanece quieta; por el contrario, está continuamente en movimiento. Nada de lo que en ella ocurre es casual, sino obedece a un juego de intereses no siempre manifiesto. Por lo mismo, invita a dilucidar el comportamiento de los actores políticos o, lo que es igual, el sentido que acusa la lucha de clases al interior de la representación política (natural o espuria) de los sectores dominantes. Una contienda electoral como la que se realizará el 17 de este mes en Chile permite determinar el sentido de esa lucha, a menudo siempre desfavorable a los intereses de los sectores dominados. Sin embargo, es necesario hacerlo. Conocer lo que intentan los dominadores es una tarea imprescindible; darla a conocer a los dominados es una obligación.
FRAGMENTACIÓN OFICIALISTA
Uno de los hechos más significativos que ha sucedido durante la administración de Sebastián Piñera ha sido la fragmentación que ha sufrido el conglomerado oficialista. Lo sucedido no es casual. Obedece a un hecho importante cual es la natura leza misma del gobierno en comento. Piñera no llegó a La Moneda simplemente para administrar el país sino para introducir las reformas que necesitaban las clases y fracciones de clase dominantes para lograr una más eficiente extracción de plusvalor. Se trataba de modernizar más aún el modelo estatuido por la dictadura y administrado con eficiencia, pero no con la diligencia debida, por el conglomerado concertacionista en sus sucesivos gobiernos. Había que terminar con una serie de prácticas abusivas del comercio y de otros sectores del propio empresariado, regular determinadas áreas de la economía que facilitasen la realización de los negocios, reordenar al Estado para que cumpliese con eficiencia el rol que le corresponde de organizador político de las clases dominantes y desorganizador político de las clases dominadas, y restituir la confianza en la prestación de servicios a la comunidad. En suma, realizar todas aquellas tareas que la Concertación, durante los 20 años que administró el modelo, fue incapaz de llevar a cabo por ignorancia, temor a un nuevo golpe de Estado o, simplemente, desidia. Y es que un Estado poco preocupado de sí mismo impide el buen funcionamiento de la sociedad, pone trabas a la realización de los negocios y perjudica notablemente al empresariado. Por eso, intentó el gobierno de Sebastián Piñera, desde la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras SBIF, reformar algunos aspectos en el negocio bancario i , establecer controles a la distribución de fármacos, vigilar la adecuada venta de alimentos tanto en supermercados como locales comerciales, controlar la transacción de los valores bursátiles, resolver algunos problemas con los estamentos militares (entre otros, limitar la función de las Fuerzas Armadas quitándoles la tutela que ejercían sobre Carabineros de Chile para entregarla al Ministerio del Interior, suprimir la permanencia de privilegios a los institutos armados como lo era el derecho que se confería a las hijas únicas solteras de los oficiales para acceder a la pensión de sus padres), conceder algunas demandas sociales (rebajar el 7% de salud de algunas pensiones, ampliación del derecho a las salas cunas y concesión del post natal, entre otras) y, por sobre todo, controlar las desmedidas acciones de un empresariado, ávido de engullir plusvalor a las clases dominadas, algunas de la cuales alcanzaban a constituir delitos. Había, en suma, que ‘limpiar la casa’ y dar garantías a los sectores hegemónicos del Bloque en el Poder que, a partir de su gobierno, la realización de los negocios sería más eficiente y expedita. Lo cual requería una más acelerada modernización.
Es aquí cuando a nivel de la escena política del país, las expresiones ‘izquierda’ y ‘derecha’ resultan insuficientes para describir lo que realmente está en juego en las elecciones que se realizarán el 17 de este mes, y sólo cabe recordar las enseñanzas de Marx para intentar descubrir la lucha de clases que se libra al interior de la sociedad entre las diversas fracciones del capital. Por eso, no debe llamar la atención que ese ‘gobierno de derecha’, en cumplimiento de su misión, se atrajese la molestia de gran parte de la clase de los compradores de fuerza o capacidad de trabajo. Como lo expresa Horst Paulmann, dueño de CENCOSUD S.A.:
«El desprestigio que se les ha hecho a los empresarios en Chile en el último tiempo es increíble, no es justo, no corresponde, porque el crecimiento de Chile y el trabajo que se ha dado a mucha gente es porque estos empresarios locos y malos, como dicen muchos, han creado algo distinto. El Gobierno no ha hablado bien de los empresarios, y eso es conocido y es malo. No puede ser que critiquen a los empresarios, que son la base del país»ii.
Piñera n o ha podido, en el curso de su gobierno, completar esa labor. Uno de los motivos es que el conglomerado oficialista comenzó rápidamente a fragmentarse ante las medidas que había de adoptar, pues no todos los sectores que integran la llamada Alianza Por Chile, pacto político que agrupa a quienes debe considerarse representantes naturales del capital, estuvieron contestes en llevarlas a cabo. Tampoco ello ha ocurrido porque sí. Para nadie es desconocido que en dicho pacto participan y actúan las dos grandes corrientes que nacieron al amparo de la dictadura, a saber, Renovación Nacional RN y Unión Demócrata Independiente UDI. Principalmente, decimos, pues existen otros partidos menores que, por el simple hecho de separarse de los troncos fundadores de la alianza, evidencian los síntomas de resquebrajamiento que se producen en ese conglomerado. El problema mayor es que, al interior de esos partidos, hay militancia que ha elevado la ideología dictatorial a conditio sine qua non de la existencia del propio sistema capitalista. Y esa actitud no representa con exactitud el interés de los sectores dominantes; en palabras más directas, no representa, verdaderamente, el interés del empresariado y, por ende, el interés del sistema capitalista en su conjunto. Personalmente, estimo que en esa circunstancia se sitúa el punto neurálgico del conflicto que se ventila a propósito de las elecciones de este mes.
EL LEGADO DICTATORIAL
P ara nadie es desconocido que una de las tareas más importantes de la dictadura fue intentar conformar un grupo de personas que reprodujese su legado autoritario y lo prolongase más allá de su vigencia física. No otro sentido tuvo el encuentro de Chacarillas de 9 de julio de 1977. Sin embargo, los intereses de una dictadura no son, siempre, los intereses de un sistema social. Lo son en la medida que termina drásticamente con la amenaza que significa para la continuidad del sistema las expectativas que tiene gran parte de la población y procede a restaurar el amagado orden anterior en donde vuelven a coexistir estamentos que son dominantes y otros que son dominados. A menudo, pone fin a la forma de acumular vigente e impone una nueva. Una dictadura es un gobierno de excepción. Por eso, que una dictadura intente dejar una organización de agentes destinada a perpetuar una forma de dominación basado en la fuerza física aplicada al conjunto social no siempre constituye un acierto para la prolongación del sistema; por el contrario: puede significar un lastre e, incluso, un obstáculo notable al desarrollo del mismo. En ese caso, dicho obstáculo debe ser eliminado, desplazado, situado al margen de la contienda social. Por eso, algunos de ciertos ‘próceres’ tienden a ser aislados por sus propios compañeros, y terminan por extinguirse sin pena ni gloria en el más sepulcral de los silencios. Más aún, cuando sólo se preocupan de explicar lo inexplicable y defender lo indefendible. En ese caso, más que ayudar a la perpetuación del sistema, tales agentes constituyen una traba, un escollo que debe ser apartado de la marcha de la sociedad. Sin embargo eso es lo que no sucede con ciertos personajes de la UDI y de RN convertidos en obstáculo no sólo para el gobierno de Sebastián Piñera sino para levantar y sostener una candidatura que se oponga al exitoso rumbo que presenta la que impulsan los sectores de la llamada Nueva Mayoría.
Recordemos algunas de las afirmaciones que hemos hecho en algunos de nuestros trabajos anteriores: el sistema capitalista es un sistema de dominación, sin lugar a dudas. Pero no es cualquiera de todos los que existen, sino aquel que recurre al establecimiento de una ficción cual es calificar de ‘contrato’ la cesión que una persona hace a otra de su fuerza de trabajo por una suma de dinero. Y es que un sistema basado en semejante ‘contrato’ requiere, también, de una estructura política basada en la voluntad explícita de los habitantes de esa formación social en cuanto a elegir a sus representantes. Por consiguiente, el sistema capitalista no se basa en la aplicación de la fuerza física sobre el cuerpo social sino en la voluntad explícita de acatar determinados principios y valores. Por lo que el sistema capitalista ideal es aquel en donde el sometido no sólo acepta su sumisión sino lo defiende como el mejor de los sistemas. Aldous Huxley lo expresa brillantemente en una de sus obras:
«Un estado totalitario realmente eficaz sería aquel en el cual los jefes políticos poderosos y su ejército de colaboradores pudieran gobernar una población de esclavos sobre los cuales no fuese necesario ejercer coerción alguna por cuanto amarían su servidumbre»iii
En consecuencia, el problema radica en administrar de la mejor manera la forma de acumulación establecida de modo que su aplicación cause el menor efecto posible en el estamento dominado. Y hay experiencias históricas que han indicado cómo hacerlo.
Cuando en Chile estableció la dictadura su ‘modelo de economía social de mercado’ como forma óptima de acumulación, el propio mentor de aquella, el economista Milton Friedmann, previno que su modelo estaba hecho para ser aplicado en democracia. No hubo cuidado, sin embargo, en seguir tales recomendaciones. El modelo se aplicó durante todo el período que duró el régimen de Pinochet. Y, en democracia, la forma de acumular continuó realizándose del mismo modo a como se había hecho bajo la dictadura. No debe sorprender que los estamentos dominados comenzaran a alzarse ante el apetito voraz que mostraba tanto el empresariado como los actores de la escena política, preocupados más bien de hacer negocios que de resolver los grandes problemas de las mayorías nacionales. Digamos, de paso, que no por otro motivo Chile ostenta el segundo lugar en Latinoamérica, de desconfianza hacia los partidos políticos, después de Perúiv.
Establecer una forma de administrar el modelo heredado de la dictadura que pudiere resultar más tolerable a las clases dominadas no se hizo durante los gobiernos de la Concertación; tampoco ha podido hacerlo el gobierno de Sebastián Piñera. La dominación se ejerce abiertamente; el empleo de la fuerza tanto moral como física sobre la población hace odiosos a los estamentos que inundan la escena política y el ciudadano se siente indefenso ante las acciones del Estado como de los empresarios. Las disputas entre las distintas corrientes que deberían representar los intereses de clase de los sectores dominantes se han intensificado. Sin embargo, los sectores nostálgicos de la dictadura han impuesto ampliamente su predominio por sobre las corrientes renovadoras que buscan la organización de un Estado ágil, moderno, capaz de resolver con prontitud los desafíos que le impone un sistema capitalista mundial que se expande hacia todos los rincones del planeta y exige instituciones acordes a su desarrollo. El pacto ‘Alianza Por Chile’ está dirigido por sectores que se sienten herederos de la dictadura y quieren perpetuar su legado de la manera que sea; podemos denominarlos ‘sector dictatorial’. Existen, además, sectores que no se preocupan tanto de esos legados ni les interesa vincularse a ellos, pero sí temen de la representación política opositora un cambio en las reglas del juego que les han permitido obtener grandes ganancias durante la democracia post dictatorial; este es el ‘sector tradicional o histórico’. Sin embargo, destacan en ese pacto, también, aquellos que representan al sector dinámico del capitalismo, que no vacilan en introducir reformas a lo que existe, que necesitan fuerza de trabajo renovada y tecnificada, que desean expandir el mercado interno e, incluso, impulsar el desarrollo de un sector industrial a fin de no depender exclusivamente de los ingresos del cobre y que no vacilarían, incluso, en redactar una nueva Constitución. Pero son los menos; este grupo puede ser denominado ‘sector modernizador’. En esas condiciones, el conglomerado oficialista se encuentra tremendamente limitado para resolver los problemas reales de los compradores de fuerza o capacidad de trabajo; en suma, no representa con eficiencia sus intereses de clase. Antes bien, entorpece el avance del desarrollo capitalista.
Estas pugnas explican , en parte, el afanoso empeño que ponen algunos de los candidatos por identificarse con el ‘centro’ o representar una discutible ‘clase media’. Como lo hacen esos sectores del pacto Alianza Por Chile que no ocultan el deseo de ser considerados organización de ‘centroderecha’. Esta idea ha quedado, por lo demás, de manifiesto en la entrevista que, a propósito del programa de la candidata de ese pacto Evelyn Matthei, hizo un periodista del matutino ‘El Mercurio’ a su marido, Jorge Desormeaux, cuando éste manifestó su entusiasmo expresando:
» Que siendo un programa de una candidata de centroderecha, que por cierto tiene un foco en el crecimiento y en el empleo, que si lo leyera un extranjero y Ud. le preguntara a qué sector político repre senta esta candidatura, él diría que tiene elementos de socialdemocracia. Este es un programa de centro más que de derecha, y ese es el sello de Evelyn, una preocupación por la gente más vulnerable» v .
Pero, eso no basta para ganar la representación de una clase social.
¿QUÉ OCURRE AL OTRO LADO, EN LA OPOSICIÓN ?
En el sector de la Nueva Mayoría no hay element os nostálgicos de la dictadura; en general, los que la apoyaron ―o participaron en las organizaciones políticas que intentaron representar los intereses de las clases dominantes― se baten en retirada o manifiestan públicamente no haber estado nunca de acuerdo con lo que la dictadura hizo y quieren restituir la confianza en la representación que se desplaza por la escena política nacional vi . Hay, sin embargo, en su interior, discrepancias entre los grupos políticos que la integran, pero el conjunto es más homogéneo que el de la Alianza Por Chile en cuanto a la defensa de los intereses que, en la práctica, va a realizar. Para entender el proyecto que tienen en mente estos sectores es necesario referirnos brevemente a cada uno de los grupos que participan en el pacto.
L a Democracia Cristiana posee un pensamiento abiertamente favorable a las concepciones socialdemócratas, lo cual no obsta para que una minoría de su dirigencia piense que su lugar debiera estar junto a la Democracia alemana, organización que representa a los sectores más reaccionarios de esa sociedad. Sin embargo, Chile no es Alemania y la Democracia Cristiana chilena históricamente ha intentado pertenecer a los sectores que están junto a los trabajadores y a las clases postergadas. No por algo se consideran, entre sí, ‘camaradas’. El modelo de sociedad que la Democracia Cristiana quisiera estatuir en Chile, alejado ya de las concepciones de autogestión propiciadas por el modelo yugoslavo, alejado de las propias ideas de Jacques Maritain, es el social demócrata.
Coinciden con esa concepción otras organizaciones partidarias que se han manifestado por un modelo similar: son el PS, el PPD, la Izquierda Cristiana, el MAPU Obrero y Campesino y el Partido Radical Social Demócrata. Agregamos a esa lista hoy en día al partido Comunista – que al desaparecer la Unión Soviética carece de referente político, no tiene un modelo de sociedad que exhibir y su ideario se reduce a luchar por reivindicaciones que, aunque van en beneficio de las clases postergadas, no representan una idea a seguir vii – , y al Movimiento de Acción Socialista MAS cuyo modelo, aunque un tanto desdibujado, pareció ser en algún momento la democracia quedada a la muerte de Hugo Chávez, en Venezuela.
Desde el punto de vista de la unidad polí tica que representan estos conglomerados, el pacto Nueva Mayoría, sin lugar a dudas, representa una unidad que supera con creces a la de su contendor más cercano que es la Alianza Por Chile. Desde este punto de vista, da garantías de una mejor gobernabilidad. Y la vía del establecimiento de una sociedad social demócrata se manifiesta como la forma más eficiente para administrar el modelo estatuido. Desde este punto de vista, la militancia de Nueva Mayoría se hace acreedora a seguir llamándose ‘izquierda’, pues ‘izquierda’ es el nombre que se emplea en Europa para definir las alianzas de los partidos socialdemócratas con otras organizaciones menores bajo su conducción hegemónica.
Esta tendencia de virar hacia la protección de la forma de acumular y administrarla de una manera más eficiente encuentra su expresión más prístina en un hecho notable: así como la representación política natural de la clase de los compradores de fuerza o capacidad de trabajo (pacto ‘Alianza Por Chile’) no vacilan en poner énfasis para ser considerados ‘centroderecha’, su representación espuria (pacto ‘Nueva Mayoría’) lo hace intentando que se la reconozca como ‘centroizquierda’ viii . En este avance sostenido hacia un encuentro mutuo de ambas coaliciones en torno al común objetivo de la defensa del sistema y a sepultar cualquier idea acerca de la construcción de una nueva sociedad, los únicos damnificados son, naturalmente, las clases dominadas.
UNA IDEA ANTIGUA
La idea de asentar un modelo social demócrata en Chile no es nueva. Ya a finales del gobierno de la Unidad Popular se intentó organizar un modelo similar a través de la creación de un partido que representara tales intereses. Más modernamente, la idea se hizo carne en los acomodos y reacomodos de la llamada ‘izquierda’ chilena en el exilio; particularmente, con la formación de la llamada ‘Convergencia socialista’, que arranca de los llamados ‘Acuerdos de Ariccia’, Italia. La caída de la Unión Soviética, hecho que se venía gestando con la rebelión de los partidos comunistas europeos y la adopción de líneas divergentes a las estatuidas por Moscú, que anunciaban el cambio de una línea de acción a nivel planetario (Tito, en Yugoslavia; los movimientos sociales de Checoslovaquia, Hungría y Polonia, la conversión del conde Berlinguer en Italia, la posición del comunismo español con Santiago Carrillo y la ‘Pasionaria’ -Dolores Ibarruri-, el comunismo portugués, francés, etc.), precipitó el vuelco de esos sectores hacia posiciones cercanas a la social democracia europea. Es más: facilitó la formación de alianzas entre los partidos comunistas y socialdemócratas para enfrentar tanto las justas electorales como la formación de gobiernos de coalición. Por lo demás, la línea social demócrata aparecía como ‘exitosa’ al propiciar un pacto entre el empresariado y los trabajadores, pacto que había mediado primero la socialdemocracia sola; luego, la alianza de ese partido con los comunistas convertidos. La dirigencia y militancia socialista chilena, instalada en varias naciones europeas, pudo comprobar in situ el éxito de la política conducida por la social democracia. No debe sorprender que se sintiera fuertemente atraída por esa línea que parecía conducir al reino de la felicidad ix . Así, a su regreso, estaba no sólo convencida que ese era el camino a iniciar en Chile sino que se trataba del mejor de los sistemas.
Chile, sin embargo, no es más que un país de repercusión , aunque ―como dicen algunos― de repercusión tardía. Por lo mismo, no fue casualidad que se organizara, primero, una Alianza Democrática; luego, una Coalición Por el No; y, finalmente, una Concertación de Partidos para la Democracia que, integrada con la Democracia Cristiana como una de sus organizaciones fundadoras, terminase adoptando su línea política, transformándola en el eje central de sus operaciones. Tampoco fue casual la exclusión del grupo denominado Movimiento Democrático Popular, al que había que ‘ablandar’ en el curso de la contienda política para, una vez conseguido el objetivo de convencerlo, después incorporarlo al pacto.
La realización del plebiscito de 1988 fue crucial. Participar en ese evento no fue una idea descabellada. La repetición de las protestas había convencido de ceder determinados espacios de libertad e, incluso, poner término al gobierno de excepción, no sólo a Pinochet sino, además, a su patrón norteamericano, temeroso de presenciar una crisis de gobernabilidad y enfrentar una eventual situación pre revolucionaria. Así, no era ingenuo suponer que la dictadura respetaría su compromiso de respetar el plebiscito. Pero no era ese el problema.
El problema era que, al otro lado de la posición social demócrata, la dictadura había organizado su relevo, instalando un grupo de actores políticos fuertemente influidos por sus ideas autoritarias. Diecisiete años bastaban para crear una ideología que debía hacerse carne en los niños y en los jóvenes que la habían experimentado. Ya los griegos de la época de Sócrates sabían acerca de la importancia de la educación como creadora de ideología. «Entregadme un hombre y os devolveré un soldado», se decía en los institutos militares, aludiendo a la maleabilidad que presenta el ser humano sometido a un bombardeo ideológico de proporciones.
Sin embargo, i deologizar de esa manera no resuelve los problemas del sistema capitalista en cuyo seno deben interactuar clases sociales. El capitalismo tiene su propia ideología que no es la de un régimen de excepción. El capitalismo es consumismo y competencia, antes de nada; y clases sociales, una de las cuales debe estar dominada por la otra. Y eso no se enseña en los institutos militares. Es más, las ideas que germinan dentro del militarismo pueden, incluso, ser nefastas para la perpetuación del sistema capitalista. Los partidos que se organizaron a poco de anunciarse el retorno a la democracia lo hicieron en medio de esa incertidumbre de ser leales a un régimen autoritario o avanzar hacia formas democráticas de gobierno. La división entre UDI y Renovación Nacional no fue obra de la casualidad; tampoco lo ha sido la división en tendencias y nuevos sujetos políticos que presentan esas organizaciones. El retorno a la democracia también deja a la representación natural del capital con muchos muertos en el campo de la batalla política.
Al otro lado, organizada la Concertación con exclusión del Movimiento Democrático Popular, el camino hacia la adopción de ideas social demócratas tomó un curso invariable con la elección de Patricio Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet.
EL MODELO SOCIAL DEMÓCRATA
El modelo social demócrata se encuentra contenido en numerosos libros y ensayos. Sus principales mentores han sido, en los últimos años, los asesores de quien fuera Primer Ministro de Inglaterra hace algunos años, Anthony ‘Tony’ Blair; estos personajes son Anthony Giddens y Eric Hobsbawn. Existen, además, libros que hace algunos años atrás identificaron esas ideas bajo el presuntuoso título de ‘La tercera vía’, para separarla del sistema capitalista estilo norteamericano (que llamaban y continúan llamando ‘salvaje’) y del sistema comunista de la URSS. Pero, en general, se puede decir que sus rasgos principales son dos:
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La aceptación del sistema capitalista como una realidad imposible de desconocer;
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La realización de un acuerdo entre trabajadores y empresarios para introducirle ajustes al sistema y hacer viable el proyecto de sociedad.
POSICIÓN DEL EMPRESARIADO FRENTE AL PANORAMA ELECCIONARIO
La clase de los compradores de fuerza o capacidad de trabajo es conocida, comúnmente, bajo el nombre de empresariado. En Chile, esa clase se encuentra organizada en numerosas agrupaciones que, normalmente, corresponden a las diversas fracciones en que se divide. No obstante, todas aquellas acostumbran a encontrarse en eventos especiales y concurrir a instancias propias entre las que podemos señalar al Instituto Chileno de Capacitación Racional de Empresas ICARE y al Encuentro Nacional de Empresarios ENADE.
Normalmente, un evento eleccionario como el que se va a realizar en breve en Chile debería llamar la atención de ese empresariado y hacerlo formular violentas declaraciones para el caso de considerar la existencia de amenazas que pudieren afectar sus márgenes de ganancias. Incluso, si las reformas prometidas por los candidatos fuesen de una envergadura tal que anunciasen tocar las estructuras del sistema no pocos podrían suponer que el empresariado se encontraría profundamente preocupado ante dichas reformas.
No ha sido así, sin embargo. La propia Encuesta ENADE 2013 no vacila en admitir que sólo el 4,5% de ese empresariado dice conocer perfectamente los programas de gobierno de las distintas candidaturas presidenciales, en tanto un 83,7% simplemente no los conoce x . No se trata, en consecuencia de un empresariado tremendamente conmovido ante lo que pueda suceder. Por lo demás, un 64,2% estima que las próximas elecciones presidencial y parlamentaria no generan una gran incertidumbre económica y social para la nación, en tanto un 35,8% cree que sí la generan xi .
En general, dentro de los rubros que abarcan los temas macroeconómicos, los empresarios no creen que se produzcan mayores cambios durante 2014 con excepción de aquellos posibles en materia tributaria, área respecto a la cual un 54,9% estima que se producirán cambios sustanciales. Un porcentaje más bajo (32,4%) supone que podrá haber cambios en materia de política fiscal y un 35,1 lo cree en cuanto a política de regulación y fiscalización. Pero no hay temor al respecto.
En los demás rubros, los porcentajes de estimación acerca de cambios sustanciales en determinadas políticas son casi insignificantes. Así, por ejemplo, en materia de política cambiaria, se estima que ésta se alteraría tan sólo en un 4,6%; en cuanto a apertura de la cuenta de capitales, un 1,8%; en política arancelaria y pararancelaria, un 2,0%; en materia de privatizaciones, un 6,1%; remuneraciones, un 17,4%; empleo y capacitación, un 7,4%; política monetaria, un 2,9% y tasas de interés, 3,9%.
En general, la confianza del empresariado en torno a que nada importante sucederá en materia de innovaciones que afecten la percepción de sus ganancias es manifiesta. Incluso, en materia de expectativas microeconómicas, la tendencia es similar, pues el 74% de los empresarios supone que la demanda de los productos se mantendrá o será moderada o significativamente mayor a la de este año; el 68,6% estima que los niveles de recursos en los planes de inversión se mantendrán o elevarán el próximo año y un 76,9 supone que las expectativas para su empresa serán similares o mejores que las esperadas para 2013. Finalmente, un 58,6% supone que el crecimiento del país no será inferior a un 4,5% para el próximo año, cifra que en nada contradice las estimaciones del Banco Central xii . Podemos, de esta manera, asegurar que, al interior del empresariado no existen temores respecto a cambios que pudieren alterar sus márgenes de ganancias; sí los existen en la escena política, particularmente en algunos de los sectores que conforman la representación política natural de los compradores de fuerza o capacidad de trabajo.
Y si alguien pudiera suponer que el aspecto de la sindicalización es materia que quita el sueño a gran parte del sector empresarial, las ideas planteadas por los directores de Instituto Chileno de Administración Racional de Empresas ICARE para la realización del Encuentro Nacional de Empresas ENADE 2013 terminan de alejar cualquier tipo de sospecha en ese aspecto. Porque lo que en el programa de la candidata Bachelet no es considerado, los empresarios sí lo contemplan como materia del más alto interés. La sindicalización automática con barreras de salida más expeditas es una de las proposiciones entregadas por Bernardo Larraín, uno de los vicepresidentes de ICARE xiii . Una
» […] reforma laboral que mezcle mayor flexibilidad y a la vez mayor sindicalización […]»
para convenir condiciones que den mayor sustentatibilidad a la empresa a largo plazo, materia que parece recordarnos la ‘teoría del juego’ que esbozara Martin Shubick, para quien las autoridades no pueden perder tiempo conviniendo con pequeños grupos sino con grandes sindicatos o confederaciones capaces de hacerlo. Y es que la política de trato entre grandes dice relación con el ahorro de energía y tiempo.
Esta idea de realizar ajustes al derecho laboral ha encontrado eco en las palabras del propio ministro del Trabajo Juan José Jobet para quien es necesario dictar un nuevo Código del Trabajo que controle un poco las apetencias de ciertos sectores empresariales muy proclives al ‘business’ xiv , tema que no aparece en el programa de la candidata de Nueva Mayoría.
Tampoco el tema de la educación se encuentra soslayado por el empresariado que no le teme a ref ormas que generen un amplio consenso en la comunidad. Richard Von Appen, otro de los vicepresidentes de ICARE lo expresa de la siguiente manera:
» Hay una serie de barreras principalmente por el lado de la educación, las cuales no permiten que muchas personas puedan cumplir con sus anhelos y expectativas […] xv »
El empresariado está, pues, de acuerdo con avanzar en materia de educación a fin de contar con mano de obra más tecnificada y más calificada. Y estas ideas están contenidas sólo en el programa de la candidata del pacto Nueva Mayoría.
Así, pues, el empresariado parece haber entendido que, a falta de una representación adecuada a sus intereses por parte de quienes estaban llamados naturalmente a hacerlo, deberán confiar en la labor que han de realizar quienes lo hacen y lo han hecho espuriamente en los años que se han sucedido al término de la dictadura.
RELACIONES DEL EMPRESARIADO CON LA CUT
La CUT no es la misma CUT de Clotario Blest. Ya lo afirmó el Comité de Defensa de los Derechos Humanos y Sindicales CODEHS en un documento que entregara a la opinión pública hace algún tiempo atrás. La CUT actual ni siquiera se ha atrevido a restituir el nombre de aquella que creara el legendario dirigente sindical xvi para no herir susceptibilidades en los sectores demócratacristianos. En esa situación es poco el margen de maniobra que tienen sus dirigentes. Bajo la anterior presidencia, la independencia de la organización sindical respecto del gobierno fue nula por cuanto gran parte de sus ingresos provino precisamente de las arcas estatales y de las peticiones de restitución de bienes que se solicitaba al gobierno de turno. Y con el sector empresarial, la vía no era otra que el diálogo, a menudo sordo. Los cambios han sido pocos en ese sentido bajo la presidencia de Bárbara Figueroa.
Así, por ejemplo, en marzo del presente año, l a nueva presidenta sostuvo una reunión preliminar con Andrés Santa Cruz, a la sazón nuevo presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio, para expresar
» […] su voluntad de continuar con el diálogo xvii «.
En junio, ambas organizaciones, CUT y CPC, en el marco de la reunión de la Oficina Internacional del Trabajo OIT, tomaron el acuerdo de empezar a trabajar en forma conjunta con miras a proponer cambios al nuevo gobierno que tomaría el mando de la nación a partir de 2014. Y entre el viernes 11 y sábado 12 de octubre recién pasado, tanto la CPC como la OIT participaron en el seminario que realizara la CUT en la sede del ex Congreso Nacional que, bajo el nombre de ‘Próximo Ciclo Político: el rol de los actores laborales», atrajera a un número considerable de dirigentes.
CANDIDATAS Y COALICIONES: ACEPTACIÓN DE LA COMUNIDAD
No deja de ser interesante la aceptación que la comunidad da tanto a las coaliciones políticas como a las candidatas de los dos grandes pactos, a saber, ‘Nueva Mayoría’ y ‘Alianza Por Chile’ . Respecto de la primera, se mantiene el nivel de aprobación que se le otorgara a la Concertación, que es de un 20%; sin embargo, este nivel es superior cuando se trata de evaluar la persona de Michelle Bachelet. En efecto, Bachelet aparece con un porcentaje que dobla la cifra de aceptación indicada para la Concertación lo que significa que es ella y no la coalición que la lleva quien tiene las preferencias. Una situación similar se presenta para el caso de Evelyn Matthei que se eleva considerablemente por sobre el porcentaje asignado al pacto que la apoya cuyo nivel de aceptación es de un 24%, superior en todo caso al de la Concertación. Los porcentajes son indicativos de un hecho adicional: la política continúa desprestigiada y pocas personas manifiestan interés y confianza en los actores que se desplazan por la escena política de la nación.
Nos resta saber si alguna de las coaliciones que se enfrentan en los comicios de este mes tiene posibilidades de acceder al mando de la nación. No hablaremos aquí del triunfo parlamentario. La constitución pinochetista hizo de esta nación un país presidencialista. Es el presidente quien importa, no los miembros de un cuerpo colegiado que desaparecen en la multitud.
Pen samos nosotros que la ‘Alianza Por Chile’, en su carácter de representante natural de la clase de los compradores de fuerza o capacidad de trabajo, no tiene posibilidad alguna de acceder al mando de la nación. No porque su candidata sea inadecuada sino porque no parece estar cumpliendo con eficiencia su rol en defensa de los intereses del sector que dice representar. No sólo lo prueban sus rencillas internas, sino ha permitido que un sujeto desconocido en el ámbito político, como es Franco Aldo Parisi, haya podido desafiar a su candidata oficial y amenazar su candidatura. Durante el período en que dicha coalición fue gobierno, en vez de consolidarse como alianza, sus integrantes se dispersaron enemistándose entre sí. Perdieron su presencia en el movimiento estudiantil y social. Y nunca pudieron vincularse a los trabajadores ni a sus organizaciones sindicales. Pero, lo más grave, es que frente a los desafíos que impone el sistema capitalista mundial no han podido desarrollar un proyecto político claro. En esas condiciones, no responde tampoco a las necesidades del sector hegemónico que dirige el Bloque en el Poder; así, ese sector encuentra graves problemas para conducir adecuadamente al conjunto social, por lo que el empresariado debe considerar otra opción. Y esa opción se ha dado. La encarna la representación política espuria de la clase de los compradores de fuerza o capacidad de trabajo; en otras palabras, el sector dirigente de ‘Nueva Mayoría’ que cuenta con el respaldo de gran parte del empresariado nacional como internacional.
Es conocido el hecho que los gerentes del Banco de Chile se reunieron con la candidata para manifestarle su apoyo y que el dueño de ese Banco, Andrónico Luksic, es un ferviente simpatizante de la Concertación y amigo personal de Ricardo Lagos. También Anacleto Angelini es hombre que apoya a Bachelet. Y hace un tiempo atrás se unió a esa campaña, aunque de manera más subrepticia, Horst Paulmann.
A las críticas que pretendiera hacer al programa de la candidata de ‘Nueva Mayoría’ el Banco Bilbao Viscaya BBVA, no se han unido otras voces, Por el contrario. Por boca de su presidente, Jorge Awad, la Asociación Nacional de Bancos expresó de manera bastante elocuente el apoyo que esa institución da a la candidata Bachelet:
» Yo ya voté por ella y ahora me voy a repetir el plato xviii «.
Por lo demás, el Banco J.P.Morgan respaldó el programa económico de Bachelet señalando que celebra la idea contenida en dicho documento según la cual
«El hecho de que no se anunciaran nuevas noticias es una buena noticia en sí misma, y aunque mantiene todas las iniciativas que consideramos negativas para el mercado, incluyendo la reforma tributaria y cambios a la Constitución, todas las medidas son consistentes con lo que ya se había anunciado».
Agrega, el gigante de las finanzas, que celebra la idea contenida en el programa de la candidata pues
«[…] el crecimiento económico es clave para derrotar la pobreza, mejorar la desigualdad, aumentar los estándares de vida y convertirse en un país desarrollado»xix.
En realidad, la posibilidad que la coalición ‘Nueva Mayoría’ realice grandes cambios al modelo de sociedad que rige actualmente es bastante remota. El empresariado no manifiesta mayor preocupación ante la posibilidad que dicho pacto intente poner término al sistema de las Administradoras de Fondos de Pensiones AFP. La proposición de la candidata Michelle Bachelet de crear una AFP estatal no sólo lo llena de gozo al otorgar mayor impulso a la competitividad, sino constituye una promesa implícita hecha a aquel de la perpetuación del sistema o, como dice Gonzalo Durán,
«[…] una señal que esa dinámica no será derribada»xx.
¿Una nueva constitución? Sí, es posible. Pero dentro de los cánones del sistema , no soslayándolos; menos aún fuera de los mismos. Sobre esas opciones ha expresado Patricio Zapata, refiriéndose al contenido del programa de Michelle Bachelet:
«El texto no da lugar a ninguna confusión. En fidelidad a su mejor tradición, las fuerzas de centroizquierda ratifican su vocación reformista y no revolucionaria. Se equivocan, sin embargo, los que piensan que se ha desechado el ideal de la asamblea constituyente».
«Por el contrario, me parece evidente que el mecanismo que mejor satisface las exigencias recién enunciadas es, precisamente, un cuerpo deliberativo ad hoc, de generación democrática, transparente, con plazo de funcionamiento y cuyas conclusiones se ratifican por referéndum popular. El punto es que la puesta en operación de una asamblea o convención constituyente se construirá a partir de la fuerza política que se obtenga en las elecciones, buscando en el Congreso, y en el marco de las reglas institucionales vigentes, los necesarios acuerdos amplios y no por la vía de la invocación de unos pretendidos poderes plebiscitarios implícitos del presidente de la República»xxi
No deja de tener razón Roxana Miranda cuando dice que
«El empresariado ya eligió presidenta, porque no los va a molestar»xxii.
Terminemos aquí diciendo que la representación espuria de la clase de los compradores de fuerza o capacidad de trabajo va a ganar porque tiene un proyecto político claro que es el proyecto social demócrata. Y ese proyecto no amenaza los intereses del empresariado. Por el contrario: resuelve algunos de los desafíos que impone la nueva fase que atraviesa el sistema capitalista mundial. Cuenta con líderes estudiantiles que han aceptado dar las luchas dentro de los márgenes del sistema como lo son Camila Vallejos, Camilo Ballesteros, Gabriel Boric, Giorgio Jackson, en fin. Cuenta con líderes sociales que se han incorporado a las luchas políticas del país como lo es Iván Flores, del Movimiento Aysén, que ingresó a la Democracia Cristiana. Tiene un férreo control del movimiento sindical al incorporar como parte del pacto Nueva Mayoría al partido Comunista que dirige la máxima organización sindical; también allí continúa Arturo Martínez, elevado al rango de vicepresidente del partido Socialista. Y aún cuando la CUT plantee su independencia del futuro gobierno, tal independencia no llegará jamás a plantearse como una amenaza al sistema o a la gobernabilidad de la nación. Así las cosas, la opción es clara: no existe nada mejor que un país como Chile gobernado por los representantes espurios del capital. La ‘Alianza Por Chile’ puede esperar tiempos mejores, especialmente cuando se agote el dinamismo de la ‘Nueva Mayoría’; entonces, la hora del relevo habrá llegado. Hasta que haya que relevar a los relevantes. Y el sistema de compartir el mando de la nación o alternancia se habrá asentado definitivamente.
¿Fatalismo, nuevamente? No, no lo es. La situación ha de continuar y permanecer en ese estado mientras los movimientos sociales no se organicen como un poder aparte y contradictorio al sistema. Avances hay, en ese sentido, pero una tarea de esa naturaleza toma su tiempo. El llamado ‘Segundo Encuentro de Asambleas’ que se ha realizado los días viernes 1 y sábado 2 en la localidad de San Antonio, en el Colegio Grupo Escolar, destinado a ‘analizar la clase política y el modelo neoliberal’, además de conformar una organización a nivel nacional, es un paso en ese sentidoxxiii; también otras que se han realizado en diferentes localidades del país. Las esperanzas siguen en pie.
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i Esta tarea no pudo realizarla y marcó su primera crisis de Gabinete cuando renunció su ministro de Economía Juan Andrés Fontaine y entró en graves discrepancias con el de Hacienda Felipe Larraín.
ii Drysdale, Sabina: «Estoy recién empezando», ‘Revista del Domingo’ de ‘El Mercurio’, 2 de noviembre de 2013, pág. 8.
iii Huxley, Aldous: ‘Un mundo feliz’, Plaza & Janés, S.A. Editores, Barcelona, 1980, págs. 14 y 15.
iv Redacción: «Chile presenta el segunda cifra más baja […]», ‘El Mostrador’, 2 de noviembre de 2013.
v Valenzuela, Margaret: «El mejor favor que uno le podría hacer al adversario […]», ‘El Mercurio’, 13 de octubre de 2013,pág. D-6.
vi Basta citar, entre ellos al propio ex presidente Eduardo Frei-Ruiz Tagle y a su mujer, a Francisco Vidal, a varios personeros demócratacristianos y a una serie de funcionarios que permanecieron en los cargos de gobierno luego de la dictadura o fueron reclutados por la Concertación. Como Felipe Portales lo asegura en uno de sus artículos, hasta Marcelo Moren Brito y Miguel Krassnoff estuvieron a punto de ser nombrados agentes diplomáticos de la Concertación.
vii Al respecto, hay expresiones un tanto desafortunadas de sus personeros como la defensa que Guillermo Teillier ha hecho del régimen de Korea del Norte.
viii Redacción: «Patricio Zapata: ‘La puesta en operación de una asamblea constituyente […]´», ‘El Mostrador’, 29 de octubre.
ix En Londres, Inglaterra, es célebre el caso de una dirigente poblacional del MIR que, al recibir las llaves del departamento donde iría a desenvolver su vida, exclamó emocionada: ‘He llegado al comunismo’.
x Castañeda, Lina: «55% de las empresas prevé cambios sustanciales […]», ‘El Mercurio’, 14 de octubre de 2013, pág. B-4.
xiCastañeda, Lina: Art. citado en (10).
xii Castañeda, Lina: Art. citado en (10).
xiii Álvarez, Carolina y Ramírez, Claudia: «Directores de ICARE aterrizan el rol del Estado […]», ‘El Mercurio’, 13 de octubre de 2013, pág. B-8.
xiv Narbona, Karina: «Bachelet: los cambios ‘de fondo’ no están en Trabajo», ‘El Mostrador’, 29 de octubre de 2013.
xv Álvarez, Carolina y Ramírez, Claudia: Art. citado en (13).
xvi El nombre de la CUT de Clotario Blest era Central Única de Trabajadores de Chile; no era ‘unitaria’ sino la ‘única’ organización de la clase trabajadora.
xvii Obregón Castro, Pablo:» «No nos hemos comprometido ni nos vamos a comprometer […]», ‘El Mercurio’, 13 de octubre de 2013, pág. B-9.
xviii Narbona, Karina: Art. citado en (14).
xix Wedissman, Iván: «JP Morgan le da el visto bueno al plan económico de Bachelet […]», ‘El Mostrador’, 29 de octubre de 2013.
xx Urquieta, Claudia: «Por qué una AFP estatal consolida el sistema y no mejora las pensiones», ‘El Mostrador’, 30 de octubre de 2013.
xxi Redacción: Art. citado en (4).
xxii Redacción: «Debate ANATEL: Roxana Miranda asegura […]», ‘El Mostrador’, 30 de octubre de 2013.
xxiii Redacción: «Este viernes parte el Segundo Encuentro […]», ‘El Mostrador’, 30 de octubre de 2013.
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