El sector financiero de todo país, considerado al margen de su actual carácter de negocio privado, sin duda puede prestar servicios útiles para el desarrollo de la economía de las naciones. Adelantar dinero para inversiones productivas, bajo diferentes formas y plazos, recibir y garantizar los ahorros de la población, facilitar las operaciones internacionales en las […]
El sector financiero de todo país, considerado al margen de su actual carácter de negocio privado, sin duda puede prestar servicios útiles para el desarrollo de la economía de las naciones. Adelantar dinero para inversiones productivas, bajo diferentes formas y plazos, recibir y garantizar los ahorros de la población, facilitar las operaciones internacionales en las diversas monedas, etc. Pero, el sistema financiero en los marcos del capitalismo se fue transformando en un sector estratégico de la sociedad. Le otorgó a los dueños de los bancos y otros administradores de dinero, como las AFP, seguros, Bolsa, etc. un poder inmenso gracias a la utilización discrecional y hasta secreta de dineros ajenos, en cantidades muy superiores a sus propios capitales. Este poder se extiende a la política, y a la vida privada, ya que los banqueros pueden llevar a la ruina a sus deudores o convertirlos en multimillonarios financiando negocios o amparando operaciones que, a menudo, lindan con la delincuencia o la ilegalidad. Bertold Bretch llegó a decir que peor que robar un banco era…fundar un banco.
El sector financiero chileno, durante dictadura fue privatizado y liberado de controles. Esa primera experiencia fue breve. En pocos años la anarquía reinante llevó a la bancarrota a la mayor parte del sistema bancario, perjuicios a muchos miles de chilenos y a la cárcel a algunos de sus beneficiarios. El estado tuvo que hacerse cargo de la administración. Lejos de aprender del porqué de la estatización que realizó Allende, o al menos, de la necesidad de las regulaciones estrictas que enseña la historia mundial de todas las crisis, Pinochet y los neoliberales de entonces volvieron a privatizar los bancos arruinados y se los entregaron a nuevos banqueros a precios irrisorios y con amplias facilidades de pago. Todo al costo de un enorme endeudamiento fiscal que pagaron los chilenos de a pie.
Por su parte, si bien en los primeros años de la Concertación, el Banco Central se movió con cierta cautela en materia de regulaciones para evitar nuevas debacles, poco a poco las fueron relajando y se sometieron a la presión y la sed de ganancias de los negociantes en dinero ajeno. El TLC con EE.UU comprometió al país a darles libertad de movimientos y privilegios exclusivos. Se dictaron nuevas leyes llamadas MK1 y MK2 que otorgaron beneficios tributarios a los inversionistas financieros para hacerles más jugosas sus operaciones. Así por ejemplo la ley 20.120 (Mercado de Capitales II) favorece a capitalistas y partícipes de ciertos fondos de inversión, en tanto sus ganancias por compraventa de acciones no se consideran «renta tributable». Durante el gobierno de Lagos la preferencia por satisfacer a este sector fue tan manifiesta que el portavoz de los banqueros llegó a decir en un arrebato de gratitud, «Los empresarios aman a Lagos.»
La crisis financiera mundial actual está provocando tales conmociones en Nueva York, Londres y otros centros bursátiles que son muchos los que la declaran la peor desde la Gran Depresión de 1929. En Chile, los trabajadores cotizantes de las AFP ya han perdido miles de millones de sus ahorros por la baja del precio de las acciones y de otros papeles monetarios, colocados en el exterior y en el país. Esas pérdidas afectarán sus futuras jubilaciones. Por otro lado, ALFA, la sexta firma corredora más grande de Santiago se declaró en quiebra después que en dos días de operaciones de alto riesgo perdió 52 millones de dólares. ALFA dejó deudas impagas por 17.600 millones de pesos con 10 bancos, entre ellos el Banco del Estado. Un operador involucrado declaró: «ALFA se caracterizaba por jugar permanentemente al límite. Todos hacíamos negocios con ella, incluso operaciones grandes. Sabíamos que muchas de ellas eran especulaciones declaradas».
La quimera obsesiva entre banqueros y corredores de bolsa es convertir a Santiago en un mercado internacional del dinero, sin tener las condiciones de tamaño de otras plazas como Sao Pablo o Buenos Aires. Atraer el dinero que circula en el mudo exige reducir a un mínimo las regulaciones y controles, beneficios tributarios excepcionales y un libertinaje en la creación de títulos ficticios tal, que muchos expertos consideran son causantes de la debacle que explotó en el mercado hipotecario y desató la crisis financiera norteamericana que lleva más de un año sin divisarse su término. No hay que olvidar además que Uruguay apostó a jugar como paraíso financiero hasta que el país fue arrastrado a una crisis económica de tal magnitud que terminó por hundir al gobierno de los partidos políticos tradicionales. El anterior Ministro de Hacienda Eyzaguirre (ahora alto funcionario del FMI) embarcado también en la misma quimera propuso que esta singular industria de papeles debiera ser una de las prioridades nacionales en materia de desarrollo. El actual Ministro Velasco, siguiendo la misma línea, arrancó entusiastas aplausos de corredores y administradores de fondos a los que anunció el proyecto de ley MK3 por el cual se eliminaría el impuesto a las ganancias de capital de las cuotas de fondos e instrumentos de renta fija que se transen en la Bolsa. El ministerio de hacienda, justo en los momentos que arrecia la crisis del sistema financiero mundial, proyecta permitir que las AFP entren al mercado de «derivados» (una de las más arriesgadas formas de especulación) con los fondos de pensiones y se amplíen los límites de inversión de las AFP en acciones extranjeras, cuotas de fondos mutuos e índices accionarios.
La Bolsa de Valores chilena no es precisamente una fuente de creación de riqueza para el común de los chilenos. Un reducido número de grandes capitalistas son siempre los beneficiarios junto a un puñado de su gente de confianza. Generalmente las grandes ganancias de algunos, son siempre a costa de grandes pérdidas de otros. Es un juego de suma cero, igual que en el casino. Sólo que los perdedores son generalmente los pequeños accionistas frente a los grandes, los pequeños deudores frente a sus acreedores, los pequeños ahorrantes, frente a las grandes grupos económicos, los trabajadores indefensos frente a sus administradores de las AFP. El crédito debe servir a la producción y no a la especulación. Lo que necesitamos son más inversiones productivas y sociales: industrias que creen empleos decentes y estables y generen valor agregado, a partir de nuestros recursos naturales. Servicios educacionales que mejoren el nivel de cultura y conocimientos técnicos de los trabajadores. Servicios sanitarios al alcance de todos, más investigación científica e innovaciones tecnológicas, más protección del medio ambiente y mejor aprovechamiento para los chilenos de nuestros recursos naturales.