El miembro del Foro Social Chileno, y que fuera presidente de la FEUC (Federación de Estudiantes de la Universidad Católica), sostiene que éste es un momento propicio para la conformación de una convergencia de carácter antineoliberal. Ramis agrega que la propuesta alternativa debe poseer una legitimidad académica y social. En cuanto al mundo cristiano, dice […]
El miembro del Foro Social Chileno, y que fuera presidente de la FEUC (Federación de Estudiantes de la Universidad Católica), sostiene que éste es un momento propicio para la conformación de una convergencia de carácter antineoliberal. Ramis agrega que la propuesta alternativa debe poseer una legitimidad académica y social. En cuanto al mundo cristiano, dice que debe experimentar un proceso de repolitización, ya que los temas sociales tienen una dimensión política. Acerca de la nominación de Ratzinger como nuevo jefe de la Iglesia Católica, opina que generará un proceso de distanciamiento entre la Iglesia y la sociedad.
– Es un momento político marcado por el encuentro de diversos actores de la izquierda y el progresismo, ¿cuál es la percepción de este proceso en el mundo cristiano?
«Hay un elemento esperanzador, que es el declive de la derecha. Todo indica que es incapaz de reencantar a su base, de constituir un bloque que suponga una amenaza real en las próximas elecciones. Eso aleja la posibilidad de que Lavín gane, y puede hacer que el voto de los chilenos sea más libre al no estar amarrado por el temor a la derecha. Por otro lado, la Concertación ha tenido la capacidad de centrar la atención en ‘las primarias’, lo que es una gran novedad, pero hay ausencia de propuestas, o más bien un ‘minimalismo’ absoluto en su programa.
En el campo de la izquierda, veo un gran retraso en la constitución del nuevo referente. Sin embargo, hay condiciones excepcionales de unidad que no se habían visto desde la constitución PAIS en 1989. Hoy se puede ver un bloque amplio, heterogéneo, y que es representativo».
-¿Qué hace que esta Mesa de Convergencia sea distinta a los sectores hegemónicos?
«Después del debate de las dos candidatas -Bachelet y Alvear- queda claro que hay que ‘separar aguas’ entre aquellos que están a favor del modelo neoliberal y los que no lo están. Esa línea es bastante ancha en Chile. Tenemos un amplio margen de maniobrabilidad para plantear una alianza de esas características, quebrar ‘el sentido común’ de lo que representa la Concertación en muchos sectores del pueblo. Es una tarea difícil, en términos de hacerle sentir que las tareas democratizadoras, de justicia y equidad, no se pueden realizar dentro del margen del actual modelo: requieren de una ‘ruptura democrática’ que es la que puede ofrecer el PODEMOS. Hay economistas, como Ricardo Ffrench Davis, que están planteando abiertamente salir del Consenso de Washington. Es decir, un quiebre con la lógica imperante. Eso nos entrega el dato de que es importante, desde el ámbito académico, darle legitimidad a la propuesta. Es más que salir con el discurso evasivo, como Michelle Bachelet, para enfrentar los temas tributarios, de protección ambiental, laboral y de profundización de la democracia».
-Se ha hecho palpable la irrupción del mundo cristiano en el debate político, en el ámbito de las propuestas…
«Hay una enorme conciencia en el mundo cristiano: las tareas de construcción de la justicia son inherentes a las tareas de la fe. Esto se hace evidente en el día a día. No se pueden postergar eternamente. Urge la repolitización de la opción cristiana. Es una nueva conciencia de que los temas sociales tienen una dimensión política. No basta el activismo pastoral. Es necesario discutir cuáles son las causas de la desigualdad. En el mundo de los pobres, esas diferencias se hacen cada vez más evidentes, fundamentalmente por la estigmatización de los jóvenes. La violencia y el tráfico de estupefacientes se ha apoderado de las poblaciones y se presupone que la raíz de esos problemas no es política. Se hacen evidentes las carencias de sentido y de perspectivas de transformación que existen en nuestra población. Eso lleva al pragmatismo absoluto y hay que plantear la necesidad de volver a instalar en la sociedad una lucha con sentido, una lucha que vaya más allá de la sobrevivencia».
-¿Eso supone la opción por un nuevo referente político, como es la Mesa de Convergencia Antinoeliberal?
«Participamos de modo individual. No podemos arrogarnos la representatividad automática. Creemos que eso es fruto de una reflexión colectiva. Se expresará, con mayor énfasis colectivo, en la medida en que los procesos maduren y cuajen. Es prematuro adelantar una definición mientras no se constituya con mayor claridad».
-¿Cómo reciben, como mundo cristiano, la nominación de Ratzinger como nuevo jefe de la Iglesia Católica?
«Tuvimos, durante los primeros días, una sensación de ‘perplejidad’, de sorpresa. En los procesos eclesiásticos, por lo general, se llega a consensos o acuerdos. No obstante, en este Cónclave no fue así: se impuso la posición más rígida y conservadora. Esto genera una gran desilusión y un enorme temor por las consecuencias de esta decisión. A corto plazo no tendrá efectos palpables, pero sí los tendrá en un tiempo más. El proceso iniciado por Juan Pablo II, en los últimos 25 años, se va a radicalizar. Eso produce una ruptura interna en la Iglesia y es su unidad la que está amenazada. Ratzinger viene a ser el cierre del debate en temas valóricos, teológicos y políticos.»
-Las críticas apuntan a que Benedicto XVI buscaría una Iglesia de ‘calidad’ por sobre la cantidad…
«La Iglesia disminuye demográficamente y se hace homogénea en términos doctrinarios. Deriva en una tendencia acentuadamente conservadora. La estrategia de estos sectores es hacer de ella un instrumento más efectivo de propagación de estas tendencias teológicas y doctrinales. Ratzinger trabajó por más de 20 años como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y se ha encargado de cerrar las discusiones acerca de todo principio que él considere ‘intocable’ en la fe. No sólo estamos hablando de temas teológicos, también de ámbitos concretos como el matrimonio homosexual, la democracia y la justicia económica. Todos estos temas se han ido cerrando. Pretende hacer de la Iglesia un instrumento eficaz a la política conservadora».
-Juan Pablo II entabló una ‘santa alianza’ con Reagan y Thatcher…
«Existe la amenaza de una alianza implícita entre Roma y Washington, en términos de la convergencia de intereses. Un eje Bush-Ratzinger es un instrumento poderoso: la combinación entre fuerza militar y legitimidad moral. Es una nueva ‘santa alianza’ que puede resultar altamente peligrosa en términos de la agenda conservadora que ellos van a ir elaborando. No sólo en la vida sexual, sino que en otros temas: globalización y nuevo orden mundial».