Sergio Grez Toso nos recibe en su estudio del Museo Nacional Benjamín Vicuña Mackenna, del cual es director. En una habitación como esta, hace ciento cincuenta años, quien estudiaba, escribía y recibía a sus visitas era el propio don Benjamín. Estupendo lugar para pensar e investigar acerca del pasado de Chile, tarea que el historiador […]
Sergio Grez Toso nos recibe en su estudio del Museo Nacional Benjamín Vicuña Mackenna, del cual es director. En una habitación como esta, hace ciento cincuenta años, quien estudiaba, escribía y recibía a sus visitas era el propio don Benjamín. Estupendo lugar para pensar e investigar acerca del pasado de Chile, tarea que el historiador Sergio Grez lleva principalmente a cabo centrando su atención en el devenir histórico del movimiento popular chileno entre fines del siglo XIX y principios del XX.
Profesor del Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile, Grez es autor de varios libros, entre los que destacan La cuestión social en Chile (1995); De la regeneración del pueblo a la huelga general -Génesis y evolución histórica del movimiento popular en Chile – (1998) y Los anarquistas y el movimiento obrero entre 1893 y 1915 (2007) . Actualmente trabaja en un libro sobre la historia del Partido Obrero Socialista y los primeros años del Partido Comunista de Chile.
Comparando la actualidad con el pasado, ¿se puede hablar hoy de la existencia de un movimiento popular en Chile?
«Sin lugar a dudas. Hay movimientos de protesta y reivindicación popular. Siempre los ha habido y siempre los va a haber mientras exista la desigualdad social, pero hoy no logra tener esa centralidad que tuvo históricamente en torno a objetivos comunes.
Apoyándome en algunos historiadores, como Eric Hobsbawm, sostengo que para que exista movimiento popular no basta que existan luchas dispersas. El movimiento popular o el movimiento obrero, supone una organización de carácter permanente, para que le dé continuidad, y una identidad o conciencia de clase. A lo menos una identidad de clase. Esto, a su vez, debe traducirse en un ethos colectivo, una idea común básica que una los distintos componentes, las distintas reivindicaciones sectoriales o parciales en torno a un objetivo. Un ethos o sentido que bañe al conjunto, necesariamente diverso y multifacético, de personas y sectores que tienen que tener ese objetivo común. De lo contrario, es solamente un mosaico de identidades y reivindicaciones que no logran proyectarse sobre el escenario político, y no logran proyectarse históricamente».
¿Cuál era ese centro de confluencia o unión que orientaba al movimiento popular chileno en el siglo XIX?
«El proyecto liderado por los artesanos y los gremios de trabajadores más calificados, que se concretaba en términos orgánicos en torno a la organización mutualista y de otro tipo (por ejemplo las abocadas a la educación y la recreación popular, al ahorro o la probidad, como las escuelas nocturnas de artesanos, las sociedades filarmónicas de obreros, las logias de temperancia, algunas cooperativas). Estaban inspiradas por una idea de tipo reformista liberal, no más radical que eso, que era la idea de la regeneración del pueblo. Ese ethos , que es sociopolítico, puede implicar grados mayores o menores de radicalidad en su proyecto, pero tiene que existir».
¿Había en Chile diversidad social e ideológica en el movimiento popular al filo del siglo XX?
«Había fuertes contradicciones entre estos grupos, no hay que idealizar el pasado. Luchas, discusiones, peleas, disputas había, hay y habrá siempre. Pero, a pesar de ello, hubo en ciertos períodos históricos un ethos común en torno al cual se reconocieron muchos trabajadores, muchas personas del mundo popular, ethos , sentido o fin que los animaba.
Otra cosa era la diversidad de estrategias para el logro de esos objetivos, pero en ciertos momentos, en ciertas coyunturas, eran capaces de unirse porque compartían ese ethos : en las celebraciones o conmemoraciones del Primero de Mayo; en algunas grandes movilizaciones de masas, como las de la Asamblea Obrera de Alimentación Nacional, en los años 1918-1919. En huelgas generales desde fines de la década de 1910 y gran parte de la década de 1920.
A pesar de su diversidad, de las fuertes diferencias y de las polémicas que se oponían en estas distintas vanguardias políticas del mundo popular, había posibilidad de articular acciones comunes».
Al llegar el siglo XX, usted afirma que tal cuerpo central cambia de sentido en el movimiento obrero y en el movimiento popular en Chile.
«Con el siglo XX ese movimiento empieza a transformarse porque la sociedad chilena se está transformando, porque está avanzando el capitalismo, el país está pasando plenamente al modo de producción capitalista, porque hay una modernización económica, porque surgen nuevos sujetos sociales populares: la moderna clase obrera. Porque llegan ideologías de redención social más avanzadas que el liberalismo, como son las ideologías anarquista y socialista. Por lo tanto ese movimiento va a sufrir profundas transformaciones, o si se quiere, surge un nuevo movimiento que lo va a reemplazar: es lo que denomino movimiento de emancipación de los trabajadores.
Con esa idea como ethos colectivo más radical, que abraza ideologías más radicales, ya no se trata de una mera lectura popular o plebeya del ideario liberal burgués, sino que de posturas más radicales, como las del socialismo y el anarquismo, con métodos de lucha más radicales, con formas de organización distintas. El mutualismo -estoy esquematizando- es sustituido por el sindicalismo, que no es sino una expresión en el terreno de la lucha económica de una estrategia de lucha de clases.
Esta serie de mutaciones, de transformaciones, van a redundar en que el ideario de la regeneración del pueblo sea sustituido por el ideario de la emancipación de los trabajadores.
El ideario de la emancipación de los trabajadores, evidentemente mucho más radical, conserva sin embargo elementos del antiguo ethos colectivo, como por ejemplo la fe en la razón como elemento central para lograr la transformación social, la confianza en la idea de progreso, en la educación, la afirmación de la necesidad de la moralización de los trabajadores. Eran ideas que estaban presentes en dirigentes como Fermín Vivaceta, padre del mutualismo chileno, pero que siguen presentes en las figuras del nuevo movimiento obrero, como Luis Emilio Recabarren, socialista primero, comunista más tarde, o en los dirigentes anarquistas, que comparten todos estos principios.
Entonces, en distintos momentos, podemos apreciar que ha habido un ethos colectivo más radical o menos radical, pero que es una idea inspiradora en torno a la cual se orientan distintas generaciones, incluso de trabajadores».
Anarquía ayer y hoy
¿Qué le parece la reaparición en el panorama chileno de las palabras anarquía y anarquistas?
«Es evidente que desde unos años hay un repunte de las referencias al anarquismo en los medios de comunicación. Sin lugar a dudas esto tiene que ver con un repunte relativo de la ideología anarquista y de las personas que se reclaman seguidores del anarquismo en Chile.
Ahora bien, habría que analizar caso por caso para ver si esas referencias realmente se refieren a grupos o acciones claramente anarquistas, o si hay una intoxicación político-mediática. Porque muchas veces hay operaciones políticas con determinados objetivos que consisten básicamente en hacer amalgamas de fenómenos que no necesariamente son exactamente iguales».
Desde su origen el sistema situó a la palabra anarquía como sinónimo de caos.
«Exactamente, y que no corresponde a lo que en términos de ciencia política se podría definir como anarquismo, que es una propuesta de una sociedad sin Estado, básicamente.
Pero, sin lugar a dudas, hay un cierto rebrote del anarquismo, que tiene que ver con fenómenos como la globalización, la caída de los mitos, la crisis -entre comillas- de las ideologías. Repunte del anarquismo después de un largo período de decadencia que atravesó este movimiento durante varias décadas».
¿Hay similitudes en Chile entre el anarquismo de hace cien años y el de hoy? «Hay una diferencia fundamental respecto de lo que fue el anarquismo del período dorado, podríamos decir, de esta corriente en Chile: groso modo , el primer cuarto del siglo veinte. En aquella época el anarquismo estaba sólidamente implantado en el movimiento obrero, cuestión que no se da entre las corrientes anarquistas actuales. Entre otras razones, porque el movimiento obrero hoy es extremadamente débil, la situación, el peso de la clase obrera en la sociedad chilena actual es infinitamente menor a lo que existió por lo menos hasta 1973.
Las corrientes anarquistas que se vislumbran hoy día están implantadas en otras manifestaciones antisistémicas. Por ejemplo en el movimiento okupa , sin reducir este movimiento sólo al anarquismo, porque sin lugar a dudas es un movimiento que lo sobrepasa. El movimiento antiglobalización, colectivos antiautoritarios, antimilitaristas, los que se oponen a la exclusión política, aquellos que solidarizan con el pueblo mapuche, grupos que defienden a los animales, ecologistas. Es un anarquismo distinto al que conocemos históricamente».
¿Carencia de «ethos» colectivo?
Lo cierto es que el movimiento popular chileno no logra levantar cabeza desde hace más de veinte años…
«Hay un reflujo muy fuerte de este movimiento desde fines de los años 80, cuando se impone la transición pactada entre la llamada oposición moderada y las fuerzas que apoyan la dictadura. Y el movimiento popular pierde su norte, porque el norte durante el siglo XX, hasta 1973, había sido la emancipación de los trabajadores y durante la dictadura la lucha es por derrocarla.
Una vez que se impone esta transición pactada la clase política, en particular la clase política concertacionista, manda un mensaje al movimiento popular de que se debe desmovilizar en aras de consolidar la transición a la democracia, y este movimiento en gran medida lo hace, se desmoviliza. Se suma la caída de los muros, de las viejas ideologías, de los modelos del llamado socialismo real. Todo esto hace que este movimiento pierda su brújula, provoca que gran parte de los cuadros del movimiento popular se desorienten. Algunos son cooptados por los partidos de Izquierda o que habían sido de Izquierda y pasan al gobierno. Otros se desmovilizan, se desilusionan, abandonan las viejas tiendas políticas, dentro o fuera del gobierno.
Y lo que es más grave. El movimiento popular pierde su ethos colectivo, ya no hay una idea central, como la hubo históricamente. En el siglo XIX fue la regeneración del pueblo, en el siglo XX la emancipación de los trabajadores. ¿Cuál es ese objetivo hoy día? ¿Humanizar el sistema capitalista? Pudiera ser, tal vez. ¿Lucha contra la globalización neoliberal? Me parece que aún no estamos en eso. Lo es, muy parcialmente, sólo en algunos sectores de la sociedad».
¿Entonces no hay un ethos colectivo en el movimiento popular hoy en Chile?
«Esa es la gran interrogante. Mientras no haya un ethos colectivo claramente definido, más o menos compartido por la generalidad de las personas, de los grupos y sectores que se inscriben en esa perspectiva común, es muy difícil hablar de un movimiento popular que tenga un peso mediano en la vida social y política del país.
Hoy hay movimientos en plural. Como los ecologistas, los defensores de pueblos originarios, de la igualdad de género, del patrimonio urbano y arquitectónico, o contrarios a la globalización neoliberal, o autodenominados anarquistas. Habría que hacer un estudio en profundidad de estos movimientos y de otros, que yo no he hecho. Es probable que podamos deducir elementos comunes que tienden a converger entre ellos. La oposición al capitalismo neoliberal, la aspiración a mayores espacios de democracia, el cuidado y respeto al medio ambiente y los recursos naturales, son elementos que pueden converger en la constitución de un nuevo movimiento.
Tal vez no tenemos todavía la perspectiva histórica suficiente como para determinar que estamos en los umbrales del nacimiento de un nuevo tipo de movimiento popular».
¿Y la clase obrera, qué papel juega hoy?
«La clase obrera, compuesta esencialmente por los trabajadores manuales asalariados, no ocupa la centralidad que ocupaba antes. Pero en torno a ese núcleo, que sigue siendo importante y lo va a ser siempre, hay otros segmentos de trabajadores o de la población que sufren grados de explotación que los llevan a manifestar su oposición al sistema. Los trabajadores precarios, los trabajadores cuentapropistas, los pescadores artesanales, que no son necesariamente asalariados muchos de ellos, son parte también de lo que podría decirse las clases trabajadoras, en plural, pero no pertenecen a lo que tradicionalmente conceptualizábamos como la clase obrera, el proletariado. Por lo tanto, esas clases trabajadoras debieran ser parte de una misma alianza popular, de un mismo frente de trabajadores, como se hablaba antes.
Lo importante es utilizar los conceptos, las herramientas intelectuales apropiadas para dar cuenta de esta nueva realidad diversa, polifacética, que no se reduce a un solo actor, a la clase obrera tradicional. Si no lo hacemos, vamos a estar repitiendo fórmulas que no nos permiten comprender las realidades sobre las cuales hay que operar hoy día para construir un proyecto de futuro.
Es necesario que una suma, probablemente bastante grande de malestares, de reivindicaciones y de proyectos sean capaces de converger y articularse entre sí. Esa es la gran tarea. Y en la medida en que los diversos actores converjan y se articulen, seguramente van a descubrir un ethos común, o varios elementos que les permitan construir un ethos común
(Publicado en Punto Final, Nº 691, 7 de julio, 2009)