A estas alturas de lo recorrido en el proceso de paz y con las experiencias correspondientes acumuladas no se puede improvisar ni actuar a la topa tolondra. Lo que procede es organizar un desescalamiento recirpoco de la guerra para crear un ambiente adecuado a la Mesa de La Habana que tiene aun muchas cosas pendientes […]
A estas alturas de lo recorrido en el proceso de paz y con las experiencias correspondientes acumuladas no se puede improvisar ni actuar a la topa tolondra. Lo que procede es organizar un desescalamiento recirpoco de la guerra para crear un ambiente adecuado a la Mesa de La Habana que tiene aun muchas cosas pendientes de tratar, y preparar asi un cese bilateral del fuego y hostilidades que haga irreversible la superacion del conflicto armado colombiano.
La clave del momento es percibir la enorme potencia política alcanzada por la Mesa de diálogos de paz de La Habana que funciona desde agosto del 2012. El proceso adelantado entre el gobierno del señor Santos y la delegación plenipotenciaria de las Farc, influye de múltiples maneras y por diferentes vías el funcionamiento general de la sociedad y el Estado.
El foco del debate público está hoy centrado en dos aspectos de señalada trascendencia. Se trata del desescalamiento del conflicto y del avance cierto hacia un cese al fuego y de hostilidades bilateral y permanente.
En ese sentido y para evitar confusiones lo pertinente es ir paso a paso. No forzar los acontecimientos ni tramar jugadas para golpear al adversario con la pretensión de sacar ventajas. Que es lo que se puede inferir de la sugerencia de Santos en su hashtag (etiqueta) de hoy cuando acepta la propuesta de los países garantes para desescalar el conflicto adicionándole ingredientes del cese bilateral como unos eventuales compromisos (concentración, verificación y dejación de las armas) perfilados prematuramente para fortalecer las asimetrías de la guerra de cuarta generación.
Santos debería caer en cuenta que no hay necesidad de inventar lo que ya está inventado y el mismo se encargo de dañar recientemente.
La experiencia del desescalamiento en el actual proceso ya existe y lo que hay que hacer es mejorarla.
Las Farc dieron pasos muy sensatos en esa dirección. Ordenaron un cese unilateral al fuego que duro casi seis meses con una espectacular reducción de los hechos de guerra como lo certifica todo el mundo; desvincularon menores; desminaron importantes zonas; y evadieron hasta último momento las provocaciones del militarismo uribista enquistado en los estamentos armados.
Santos interpreto mal todos estos gestos y se embarco en un discurso de aniquilación y rendición de las guerrillas, amenazando y bombardeando los campamentos ocasionando varias docenas de muertes de los integrantes de la resistencia que fueron celebrados de una manera macabra por todo el establecimiento.
La guerra civil regreso, en esas llevamos casi dos meses, y el problema de cómo recuperar el rumbo perdido es el que se debate con entrevistas del inefable y diletante señor De La Calle, un jurista privilegiado del régimen que ha sido favorecido por años con multimillonarios contratos del Estado, lo mismo que su mujer y su hijo; con diversos paneles de politólogos y opinadores de ocasión (pienso en la tal Hora 20), que meten la cucharada para decir cualquier cantidad de «burradas» porque desconocen la materia e incurren en los mas garrafales desatinos; y con tuiters desde la Casa de Nariño dizque para hacer la pedagogía de la paz.
Llama la atención de toda esta narrativa oficial la afirmación de que estamos en una crisis que puede terminar con la Mesa de conversaciones e inmediatamente regresar a la guerra que se quiere superar. Tremenda contradicción. ¿No se ha dicho entonces hasta el cansancio por los voceros oficiales que la negociación ocurre en medio de la guerra, pues lo que se quiere es arrinconar y debilitar a las Farc para que no se crezca y mantenga su objetivo de conquistar el poder?. Tonterías de la gramática santista con la que quieren engañar a la opinión.
La guerra está viva por la decisión del Jefe de la Casa de Nariño de imponer por las malas una paz neoliberal y de los cementerios, mediante el aniquilamiento de la resistencia campesina revolucionaria.
Así que colocados ante los hechos recientes, lo que procede es construir un modelo de desescalamiento que implique una rigurosa reciprocidad sin condicionamientos unilaterales que es el error del gobierno. Santos quiere desescalar incluyendo inmediatamente corralejas con los guerrilleros, verificaciones acomodadas y dejación de las armas, saltándose alegremente todos los temas trascendentales que aun estan pendientes.
Paciencia Santos, paciencia, es lo que le han sugerido desde las Naciones Unidas. No meta el acelerador que eso lo único que trae es mas equivocaciones. Dos o tres años más de negociaciones no son nada comparados con más de medio siglo de violencia que ha debido soportar con estoicismo el campesinado y el pueblo colombiano, víctima del paramilitarismo y la arbitrariedad de los aparatos armados gubernamentales.
Un desescalamiento consistente, incluyendo un armisticio, es el mejor camino para encontrar en el mediano y largo plazo un cese bilateral al fuego y de hostilidades permanente, encaminado a poner fin al conflicto armado nacional.
No puede el régimen oligárquico que encarna Santos pretender sofocar en la Mesa de conversaciones la lucha contra hegemónica de las resistencias populares orientada a destruir el Estado neoliberal y a proyectar un nuevo modelo de sociedad y de orden político mas acorde con los derechos fundamentales de la mayoría.
¿Acaso quien dijo que la paz se haría para perpetuar el poder de las oligarquías que por más de 200 años han convertido el Estado y sus instituciones en un campo privado utilizado para acumular gigantescas fortunas y aberrantes privilegios?
Nota. Rechazamos la privatización de Isagen presionada por Santos y Vargas Lleras para conseguir 6 billones de pesos que se direccionaran en las próximas campañas electorales del oficialismo. Hay que defender lo público del depredador modelo neoliberal.
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