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¿Hay sectores progresistas en la ‘Nueva Minoría’?

Fuentes: Politika

Un profesor me escribe. Es candidato en las elecciones del Colegio de Profesores, y busca difundir su programa. Al leerlo constato que pudiese suscribirlo sin quitarle ni ponerle. Ahí está todo: desde la defensa y el fortalecimiento de la educación pública hasta el fin del lucro, pasando por la erradicación de las leyes del mercado […]

Un profesor me escribe. Es candidato en las elecciones del Colegio de Profesores, y busca difundir su programa. Al leerlo constato que pudiese suscribirlo sin quitarle ni ponerle. Ahí está todo: desde la defensa y el fortalecimiento de la educación pública hasta el fin del lucro, pasando por la erradicación de las leyes del mercado en la Educación. Sin olvidar la formación de los profesores, la carrera docente, sus salarios, su previsión, todo. La cereza en la torta es el rescate de un principio digno de la Revolución Francesa: «El principio ético fundamental de una nueva propuesta educativa será: Educar para una cultura del SER».

Reponer al ser humano en el centro del quehacer en materia de Educación, he ahí algo que merece ser celebrado. Exit la «competitiáh» y el «líerahgo», evacuados el lucro y el egoísta interés privado, útilmente remplazados por una visión digna de los filósofos de la Antigüedad que ponían en el cénit de la especie humana a ciudadanos autónomos, libres, capaces de decidir lucidamente de su propia vida.

En vez de formar autómatas útiles al mercado -y como dice Frédéric Lordon, «felices de serlo»- este profesor propone ofrecerle a la niñez y a la juventud la posibilidad de existir en tanto seres humanos. A la mierda la «rentabilidad» y el «crecimiento», las dos nociones más inútiles que haya parido la economía que dejó de ser política. ¡Bravo! De ahí somos.

Intrigado, busco la filiación política del autor de tan hermoso programa.
Sorpresa, este profesor milita en la DC. Habida cuenta de sus ideas en materia de Educación, tan lejanas a lo obrado por la Concertación, le pregunto qué hace en esa coalición, y me responde amablemente:
«…estoy en la Nueva Mayoría, tal vez ingenuo, pero no he perdido la esperanza en nuestro sector… de una u otra manera los cambios vienen porque es la participación civil, ciudadana, de las organizaciones sociales más que las políticas, quienes han ido madurando y aumentando su poder y capacidad para provocarlos».

Así sea, pienso para mis adentros, y me digo que personas de buena voluntad hay en todos los sitios. La cuestión que surge, desde luego, es la de saber si allí donde están son portadores de cambio, o fungen, involuntariamente, de etiqueta que disimula los inconfesables propósitos de quienes controlan el coso.

Hay quién piensa que con cinco o seis remos se hubiese podido desviar el rumbo del Titanic, evitando que terminase en el fondo del mar después de chocar con el bendito iceberg. Puede que tal razonamiento peque de exceso de optimismo. No sólo porque la masa del Titanic y su inercia impedían alterar su curso con media docena de palitas, sino porque la táctica que consiste en subirse a un barco ajeno para reorientar el rumbo ha fracasado a lo largo de siglos.

Karl Marx desechó y condenó tales ilusiones en marzo de 1850, en un texto conocido como «Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comunistas». No es que yo vea a Marx como una suerte de Santísima Trinidad, y aún menos como la encarnación política de la Sagrada Congregación de la Fe. Pero el hombre sabía de qué hablaba.

En el texto mencionado dice que la pequeña burguesía democrática «…le predica la unión y la reconciliación al proletariado (…) se esfuerza en hacer caer a los obreros en la trampa de una organización en la que predomina una fraseología socialdemócrata general, que le sirve de biombo a sus intereses particulares y dónde, para no perturbar la buena armonía, las reivindicaciones del proletariado no deben ser formuladas».

Como si Marx hubiese sabido, a mediados del siglo XIX, de los miserables «bonos» distribuidos en el Chile del siglo XXI, escribe: «En una palabra, confían en corromper a los obreros con limosnas más o menos veladas y en quebrantar su fuerza revolucionaria con un mejoramiento transitorio de su situación». Junto con desechar el matrimonio de la corvina y el huemul («Esta unión debe ser rechazada del modo más categórico»), Marx concluye diciendo: «No se trata para nosotros (…) de mejorar la sociedad existente, sino de fundar una nueva».

Si no sabías por qué la figura de Karl Marx es la quinta esencia del revolucionario, ahora lo sabes. Mejor aún, si te apetece se lo puedes contar a Guillermo Tellier.

En su conocido opúsculo «La revolución proletaria y el renegado Kautsky» (1918), Vladimir Ilitch Oulianov, alias Lenin, no dice otra cosa. Como en los textos de Karl Marx -su predecesor que se cachondeó de mala manera del pobre Proudhon en su libro «Miseria de la filosofía»- el lenguaje es rudo, al límite de lo brutal. Kautsky, instigador de alianzas con la burguesía, es un «renegado».

Las delicadas vestales de la política local le acusarían de «descalificar» al oponente. En todo caso Lenin lo acusó de practicar una política que acepta que «el proletariado no debe ir más lejos de lo que es aceptable para la burguesía y debe llevar adelante una política de entendimiento con ella».
«Nueva mayoría»… ¿te dice algo?

Lenin no. Quiero decir que para él la revolución o era proletaria, o no era. Ya sé que me vas a decir que la Unión Soviética desapareció en el basurero de la Historia junto a los «socialismos reales» y al café de higo, pero eso no es argumento de recibo para tirar por la borda (del Titanic…) las enseñanzas de Marx y Lenin, o bien dejas de llamarte comunista, cambias de chapa y modificas el Programa que aún figura en tu sitio web y que dice:
«El nuevo bloque de clase en el poder busca, bajo nuevas formas de dominación, consolidar la esencia del proyecto transnacional. Se persigue establecer un sistema político más reaccionario, que asegure la estabilización indefinida del capitalismo en nuestro país. Esa es la función principal que han terminado por asumir los gobiernos de la Concertación».

Todo este rollo porque un hombre bueno, candidato en las elecciones del Colegio de Profesores, propone volver a la lucidez y a la inteligencia, respondiendo de paso a la cuestión de saber si hay sectores progresistas en el seno de la Nueva Minoría. Estimado profesor, sí. Los hay.

Pero algo me dice que con cinco o seis palitas va a ser muy difícil cambiarle el rumbo al Titanic.

http://mad.ly/20af34?fe=1&pact=18413402847