De las estacas que se hunden en el vientre de la tierra flamea ó la bandera Chilena ó la Bandera Argentina. Y esa rama invasora que desgarra la madre tierra, es la misma vara que se hunde en el Pecho de los Mapuche. Y unos pretenden que éstos caminen alegres, sumisos y no se quejen […]
De las estacas que se hunden en el vientre de la tierra flamea ó la bandera Chilena ó la Bandera Argentina. Y esa rama invasora que desgarra la madre tierra, es la misma vara que se hunde en el Pecho de los Mapuche. Y unos pretenden que éstos caminen alegres, sumisos y no se quejen en lo absoluto.
El asunto es simple, vente con nosotros y asimílate a nuestra cultura, te lo pedimos amablemente. Pero, cuando no funciona toda la monserga y la palabrería y las supuestas ventajas, debes atenerte a las consecuencias. A pesar de todo el incienso barato que los políticos profesionales usan para perfumar sus palabras y discursos, al rato, el olor a mierda es más fuerte y no les queda más remedio que aplicar el manoseado Estado de Derecho contra los vernáculos. Entendiéndose por Estado de Derecho la más retorcida y acomodaticia forma de dominar y sojuzgar a quienes piensen distinto. El Estado de Derecho consiste en el martillazo policial contra el infractor y después el martillazo judicial contra ese mismo transgresor. Dos martillazos, supuestamente distintos, pero azotados por la misma mano que esconde bajo su manga la carta marcada de la dominación.
La espina dorsal, la columna central fue, es y será nuestra propia identidad representada por la primera generación de habitantes de éste y cualquier continente. Ignorarlo es sólo debido a intereses económicos, lo demás, es paja molida, empresarios y políticos deshonestos. Los primeros habitantes son más ciertos que esos dos íconos de barro llamados Adán y Eva. Son hombres que trabajan el barro, mujeres que tejen el agua de los ríos, niños que encumbran los pájaros como cometas libertarias.
Su destrucción, su negación es un Suicidio Cultural de ribetes horrorosos. Ese Obelisco de tradiciones, de huesos afilados por la esclavitud, de rocas curtidas por sus manos fuertes se habrá ido para siempre. Y para los científicos y antropólogos del mañana no serán más que especies extinguidas. Simple dato estadístico vulgarizado en forma de frío y lejano número olvidado. Se irán para no volver, como se fueron para siempre los Onas, los Yaganes, como los Huarpes, como los Comechingones, como los Charrúas… Sin mencionar la agonía lenta pero constante de los Nükák en Colombia sin que el Gobierno mueva un dedo por ellos, sin mencionar al Pueblo Guaraní que se muere de hambre y de pestes gracias a las Termitas de cuello y corbata en su esquizofrénica carrera de explotación Forestal irracional.
Qué distintos motivos impulsan el tañer de los corazones, por un lado los Amerindios guiados por la brújula de sus tierras, el respeto a ésta, el sólo querer vivir en paz a la sombra de un árbol. Y los otros, los impíos, los mestizos, los mitad encomenderos, mitad traidor y su brújula que ordena desde el Norte que decir y a quien matar
Pregúntale a tu sangre de donde viene ese útero primario vital que sopló y bordó tu cuerpo, de dónde viene ese río y fuente que camina por tus venas, pregúntale a tu piel quién tiño de canela el sobre donde descansa la carta austral de tu cuerpo Pregúntale a tus ojos que ven detrás de las araucarias. Pregúntale a tus oídos que escuchan cuando un niño grita y llora ante el garrote que el mestizo o el blanco deja caer sobre sus padres
Y es que en esa fragmentación, negación y distorsión cultural que algunos ilustres se empeñan en machacar constantemente, está la base de nuestras derrotas. Ilustres escondidos en líneas editoriales, encabezados, programas chatarras, música superficial, animadores superficiales, libros superficiales, noticias superficiales. Superficial nacional e Internacional. Es decir, como buena pandilla de imbéciles que somos, no exigimos, no digerimos, ni masticamos nada, sólo sentados allí devorando basura del tacho empresarial comercial capitalista que nos da el bocado en la boca, en los ojos, en los corazones. Y así nos arrancan la raíz de nuestro suelo y ni cuenta nos damos.
Tarde o temprano uno busca el cordón umbilical que nos une a nuestros propios comienzos. Llegará ese día, si es que no hacemos nada, en que miraremos hacia atrás y no veremos más que páramo, pampa vacía de toda especie, quizás seremos los sobrevivientes que adornan sus casas con flores de plástico y enredaderas recicladas a base de botellas. Haremos picnics o días de campo bajo el suelo grasiento que nos mancha las manos ya manchadas de vergüenza gracias a mentolados árboles o pinos que sólo saben de navidades buenas para los ricos.
Resulta tan ridículo que esos que se sienten algo así como príncipes y duquesas exiliados en este reino de indios, monos y árboles miren su tez blanca con sus ojos verde dólar y se sientan superiores. Cuando en Europa, los solarios no dan abasto a esos que quieren teñir artificialmente sus pálidas pieles, cuando levantarse los pómulos a través de la cirugía plástica es extremadamente popular, a pesar de lo oneroso que resulte, cuando se inyectan vacas enteras en forma de colágeno en los labios para engrosarlos, cuando se venden por tambores las tinturas de color negro para el pelo, cuando buscan y buscan nombres y palabras indígenas que son tan hermosas y melódicas para nombrar a sus hijos, y mil etcéteras que abofetean la blancura imperial de esos seres superiores.
Y ese par de países trasandinos en que los hombres, los que mandan, los que tienen los pantalones, los huevos, y las gallinas dediquen y fundamenten su existir en la simple ecuación que vive en gloria y majestad sobre sus cabezas. ¡Once neuronas por lado!. Y de eso depende su felicidad. De eso se desprende su pavoneo, su cacareo triunfalista sin reparar en el detalle que no somos más que exportadores de materia prima, ya que no tenemos tecnología, ni sesos siquiera, para pavimentar una calle o extraer nuestro propio petróleo ó gas ó cobre ó lo que sea.
Se extinguirán ese racimo de hombres y mujeres que sembraron la tierra. Extinguidos estarán como el delfín de río, y para ese entonces ya todo será en vano. Todo será en vano. Ni siquiera Dios podrá cambiar el pasado.
Pregúntale a los tuyos… ¿Cuánto vale un indio asesinado? ¿Cuánto le pagan por insulto, por azote? ¿Cuánta tierra ensangrentada lleva adherida a los zapatos? ¿También ayuda a talar los árboles, a vomitar los lagos, o sólo abre camino entre la chusma para que pasen los señores y sus máquinas?
La Dictadura Cultural de la Chatarra entra por nuestras ventanas y mientras asesinan a esa parte invisible de nosotros mismos allá en la lejanía tú estás más interesado en saber quién durmió con quién. No escuchas ese Terremoto meridional, allá donde los hombres miran a los ojos y no los bolsillos, no se estremece tu corazón con el temblor de sus casas pisoteadas, anegadas, quemadas, saqueadas y destruidas por esos que tu mismo elegiste…
Disfruten mientras puedan. Sin embargo, No ganaron ayer, no ganaron hoy día, no ganarán mañana. Puño a puño, mano a mano, ya veremos quien sale ganando. No necesitan enviarnos traidores, aquí en Indoamérica crecen por montones.