Se ha reavivado en Argentina, a propósito de un artículo del epistemólogo argentino Mario Bunge en el diario Perfil de Buenos Aires titulado «¿Fue Heidegger un filósofo nazi?», la ardua cuestión de la adhesión al nacionalsocialismo del filósofo más influyente del siglo XX, Martin Heidegger. El argumento de Bunge contra Heidegger es viejo y conocido: […]
Se ha reavivado en Argentina, a propósito de un artículo del epistemólogo argentino Mario Bunge en el diario Perfil de Buenos Aires titulado «¿Fue Heidegger un filósofo nazi?», la ardua cuestión de la adhesión al nacionalsocialismo del filósofo más influyente del siglo XX, Martin Heidegger.
El argumento de Bunge contra Heidegger es viejo y conocido: desde el punto de vista del Wiener Kreis, el Círculo de Viena, del positivismo lógico más extremo, simplemente se niega que lo que Heidegger escribió tenga sentido. Recordemos que las concepciones fundamentales del Círculo de Viena se pueden agrupar en tres ideas directivas: 1) Ciencia y Vida están separadas, Ciencia es ciencia exacta (natural y lógica); 2) las proposiciones lógicas son analítico-tautológicas, las proposiciones de la ciencia real (empírica) son sintéticas, se refieren a hechos; 3) la referencia de las proposiciones de la ciencia real le corresponde una experiencia real o posible, a diferencia de las proposiciones «metafísicas».
Cuando Russell puso en claro que el empirismo no puede probar empíricamente su principio de la concordancia entre realidad y proposición, los positivistas pusieron entre paréntesis la referencia a la realidad. Popper redujo los enunciados científicos con sentido a un convenio o acuerdo; Neurath los interpretó como enunciados coherentes entre sí (no con un Mundo exterior); Carnap los consideró bajo un punto de vista de la pura y formal sintaxis. Bunge repite, sin citarlo, los argumentos del experimento de Rudolf Carnap escrito en un ensayo «Überwindung der Metaphysik durch logische Analyse der Sprache», o sea: la superación de la Metafísica a través del análisis lógico del lenguaje (Erkenntnis, vol. 2, 1931/1932). Tomando como ejemplo el texto de la conferencia de Heidegger Was ist Metaphysik? de 1929, y seleccionando párrafos en los cuales reflexiona sobre la Nada (Das Nichts), Carnap pretendía haber resuelto, en un plumazo empirista lógico, toda la tradición idealista alemana demostrando su sinsentido desde el punto de vista lógico-positivista. Heidegger le responderá en el Nachwort de la edición de 1943. El modelo de lenguaje era para los empiristas lógicos, el de la física, por lo que al pasar los razonamientos de Heidegger por el tamiz de la sintaxis y el vocabulario lógico del lenguaje, simplemente «eso» no podía llamarse de ninguna manera filosofía en sentido estricto. Sein und Zeit, no hacía falta leerlo a fondo, era una enorme «pseudoproposición desprovista de sentido», o como dice Bunge: «bla-bla». Y punto. En otra entrevista a un diario español se atrevió a decir que «las frases de Heidegger son las propias de un esquizofrénico. Se llama esquizofacia. Es un desorden típico del esquizofrénico avanzado.» A este punto llegó el autoritarismo conservador de los restos del naufragio positivista y utilitarista anglosajón, hasta cruzar el límite de la demagogia y el panfleto mal enmascarado.
Cuando Bunge cita a Heidegger es una caricatura, en realidad sólo intenta considerarlo bajo un punto de vista pura y formalmente sintáctico. Pero si la sintaxis no alcanza, recurre a la mala fe sartriana. Como ejemplo en el artículo, para demostrar la charlatanería heideggeriana, nos trae una cita de Sein und Zeit de 1927: «En su familiaridad con la significación, el ser es la condición óntica de la posibilidad de la descubribilidad [Entdeckbarkeit] del ser, que se encuentra en la manera de ser del estado (disponibilidad) en un mundo, y puede conocerse así en un en sí» (cita y traducción de Bunge). La transcribimos en alemán (original p. 87): «Das Dasein ist in seiner Vertrautheit mit der Bedeutsamkeit die ontische Bedingung der Möglichkeit der Entdeckbarkeit von Seiendem, das in der Seinsart der Bewandtnis (Zuhandenheit) in einer Welt begegnet und sich so in seinem An-sich bekunden kann.» (SZ, p. 87, #18).
Bunge en primer lugar no toma el razonamiento heideggeriano completo, sino lo mutila ex profeso: ha desaparecido el sujeto de la oración: Das Dasein ist. ¡Curiosa manera de practicar análisis del lenguaje! El Heidegger bungeano a estas alturas balbucea como un esquizofrénico. La traducción (completa) que proponemos sería: «El Dasein es, en su familiaridad con la significatividad, la condición óntica de posibilidad del descubrimiento del Ente que comparece en un Mundo en el modo de ser de la condición respectiva (estar-a-la-mano), Ente que de esta manera puede darse a conocer en su En-sí.» Para el logicismo talibán de Bunge esto no tiene ningún sentido pero podríamos explicarle que debería contextualizar el desarrollo del párrafo dentro de la estructura de exposición de Heidegger en Sein und Zeit, es decir: dentro de la primera sección, parte III, y el análisis de la mundanidad como res extensa; podríamos explicarle que el concepto de Zuhandenheit, literalmente «lo que hay al alcance de la mano», indica la dimensión instrumental que el hombre a través de su praxis, encuentra en el Mundo.
Curiosamente Bunge destaca en alemán la palabra menos importante del párrafo…
Para Bunge Heidegger ilustra la magnificencia y solidez del logicismo. No quiere ni desea entender a Heidegger (o a Marx). Para el Círculo de Viena la filosofía tiene la acepción de una disciplina más bien ligada a lógica y el empirismo inglés, que define lo relevante de los enunciados. La claridad es el nuevo dogmatismo, claridad basada en la Lógica como un «don del cielo», que es la base, Aufbau, de la concepción científica del Mundo. Lo curioso es que los positivistas lógicos no aplicaban, ni aplicarán, esta regla de criterio a la Biblia del movimiento lógico: el Tractatus de Wittgenstein, un libro lleno de aforismos, de fervor profético misterioso, oscuridad sibilina y semántica inexplicable. ¿Wittgenstein era un auténtico filósofo desde la óptica bungeana? Lo cierto es que para el empirista lógico el único método de esclarecimiento es el análisis lógico, el viejo sueño leibnizniano que intentaron forjar Frege, Russel y Carnap. Pero el empirismo lógico, con este análisis formal, con esta reducción ad absurdum al dictado de un idealista syntaktische Kategorie, en realidad no refuta ni demuestra nada: es una crítica totalmente externa a la filosofía de Heidegger. Su hipótesis de una Der logische Aufbau der Welt, de una estructura lógica del Mundo subyacente, es una proposición tan metafísica como el Dasein de Heidegger. En realidad Carnap (y el positivismo lógico) jamás han logrado refutar en su esencia la filosofía de Heidegger. La razón es simple: el empirismo lógico es una negación in toto de lo que en Occidente entendemos por filosofía.
No suena extraño: muchos adherentes al Círculo de Viena directamente proponían la supresión de ese rescoldo psicológico-teológico llamado Philosophie. Ya en la mayoría de los abanderados del Logical Positivism se notaba una tendencia a despreciar o tomar muy superficialmente la tradición filosófica, o desconocerla en su totalidad la propia historia de la filosofía. El caso más patente es Wittgenstein, pero este pathos se repite en el mismo Bunge que maneja muy deficientemente los textos y contextos en que se desarrolló la filosofía de Martin Heidegger.
Lo mismo le sucede cuando intenta criticar a Hegel o a Marx. Incluso es palpable su desconocimiento escolar de la obra de Heidegger, hasta en su simple cronología histórica, en su nivel doxográfico o biográfico. Se equivoca en datos precisos, como cuando afirma que Heidegger «exaltó la ‘grandeza’ de esta doctrina [el Nazismo] al terminar la guerra, por ejemplo en su Introducción a la metafísica» cuando en realidad el texto del que habla Bunge es de 1935. Le corregimos positivamente: en 1953 se reeditan las lecciones de 1935: Einführung des Metaphysik, en las cuales las referencias originales a la verdad interna y grandeza del movimiento nacionalsocialista («…inneren Warheit und Grosse das NS…») son contextualizadas y disfrazadas por Heidegger a posteriori.
La «exaltación» heideggeriana después de la guerra de la que habla Bunge suponemos que se refiere al reconocimiento de elementos positivos en el nacionalsocialismo en su enfrentamiento con la cuestión de la Técnica, afirmaciones de Heidegger reproducidas en la entrevista a Der Spiegel de 1966. Difícilmente pueda criticarse un objeto si se desconoce de manera tan pueril.
Más allá de la dudosa hermenéutica bungeana, es parcialmente cierto que ciertos sectores de la Intelligentzsia del NS-Staat (le recordamos a Bunge que el nacionalsocialismo no era monolítico sino una poliarquía ideológica) rechazaron o polemizaron con la analítica existencial de Heidegger y su coherencia con la Weltanschauung de Tierra y Sangre, pero eso no significa nada: desde otro punto de vista Heidegger también fue acusado de que su concepto de praxis, la famosa Sorge, le debía mucho a Feuerbach y Marx.
También Nietzsche o Wagner eran cuestionados por filósofos y pensadores nazis si eran de utilidad (o no) para el NS-Staat. Pero estas críticas desde líneas internas al Nacionalsocialismo no nos dicen nada sobre el estatuto y el significado de Heidegger como filósofo, ni reconstruyen su sistema filosófico. También se equivoca Bunge cuando dice que «es verdad que el existencialismo y su progenitora, la fenomenología, sirve al fascismo en que, al preconizar la superioridad de la intuición sobre la razón, y al rechazar la ciencia, desarman la independencia de juicio y con ello contribuyen a formar súbditos crédulos, ignorantes y dóciles. Pero esto no basta: el fascista ideal está dispuesto a combatir y a morir por su líder.» La funcionalidad filosófica de Heidegger al NS-Staat (aunque Bunge liquida sin pestañar con una línea toda la filosofía alemana desde Schelling a Husserl) se reduce a un vago predominio de intuición y a-cientificismo. En su libro de 1997 La ciencia, su método y su filosofía vuelve sobre el tópico que «al fin y al cabo la teoría cuántica triunfó, en tanto que el nazismo, animado por la filosofía antiintelectualista, fue derrotado», olvidando a la misma Historia fáctica.
El reconocido premio Nobel en Física 1932 W. Heisenberg fue un entusiasta colaborador del régimen hitleriano, al igual que algunos otros científicos germanos de renombre como W. Gerlach , O. Hahn, P. Harteck, C. F. von Weizsäcker, K. Wirtz, H. Korschning, E. Bagge, y K. Diebner (muchos relacionados al triunfo de la mecánica cuántica). Curiosa, por desinformada, es la vetus et vulgata opinión que sostiene Bunge de creer que el NS-Staat (y los fascismos en general) se sostenían sobre un oscurantista a-cientificismo primitivo: basta someter su postura a control empírico para refutarla de cabo a rabo. El III Reich era tecnológicamente el país más avanzado entre 1933 y 1945, desde las V-2 a los helicópteros, de los aviones a propulsión al ordenador, los submarinos eléctricos a la televisión, de la tecnología infrarroja a los misiles inteligentes. Los ingenieros y científicos de las ciencias duras, fueron los sectores académicos que más apoyaron el ascenso de Hitler. En realidad el III Reich fue un modelo del cientificismo más radical y eficaz.
No se trata de defender lo indefendible: Martin Heidegger fue un nazi fervoroso y admirador de la figura del Führer Adolf Hitler. He escrito, traducido y tratado de demostrar en múltiples artículos que en la ontología heideggeriana existe indicios suficientes para hablar de una filosofía política in nuce, una filosofía práctica viva, que lo llevará, desde años anteriores a 1933, en primer término a las proximidades del polo «nacionalsocialista» y, en segundo término, esta filosofía práctica, con su particular re-working de Aristóteles a través de la Lebensphilosophie, fue la que le permitió valorar y compartir tanto ideales como objetivos con el NS-Staat.
Martin Heidegger siempre estuvo dentro de la herradura ideológica del modernismo reaccionario, de la nueva derecha alemana surgida de la derrota de 1918. Pero a Bunge no le interesa nada de esto, ya que su enemigo no es Heidegger, ni llegar a comprender su compromiso político-filosófico, sino atacar toda forma de idealismo, todo aquello que trascienda el empirismo y la presunta «objetividad» de las ciencias. Se nos esclarece ahora su afirmación que «la filosofía no ha muerto, pero está gravemente enferma». Como decía Corneille, Les gens que vous tuez se portent assez bien.
En conclusión: para Bunge Heidegger nunca fue un «filósofo auténtico» (un a priori del positivismo lógico: la filosofía debe ser teoría de la ciencia y nada más). Ergo: es un mero «charlatán» en el que marginalmente coincidieron algunas ideas suyas con el núcleo duro de la ideología nacionalsocialista. Lo que le cierra una doble puerta al propio Bunge: a la compleja analítica existencial heideggeriana y a la comprensión de las filosofías del nacionalsocialismo y del fascismo genérico. Lo cierto es que Bunge nunca entenderá al propio Heidegger, y que jamás comprenderá las conexiones y nexos internos entre el pensamiento filosófico de Heidegger y su compromiso con Adolf Hitler. Y no es a causa del mismo Bunge sino del propio dogmatismo convencionalista del empirismo lógico. Heidegger será para Bunge un misterio insondable, «un discurso incomprensible y gimoteador». Entendemos por qué…
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