Experto en geopolítica internacional, profundo conocedor de la situación en el Próximo Oriente, Alberto Cruz es colaborador habitual de Rebelión, CEPRID y Pueblos. También pueden verse textos suyos en las páginas de Znet, Palestine Chronicle y Scoop. La conversación que con él hemos mantenido se centra básicamente en dos escenarios esenciales de la actual política […]
Experto en geopolítica internacional, profundo conocedor de la situación en el Próximo Oriente, Alberto Cruz es colaborador habitual de Rebelión, CEPRID y Pueblos. También pueden verse textos suyos en las páginas de Znet, Palestine Chronicle y Scoop. La conversación que con él hemos mantenido se centra básicamente en dos escenarios esenciales de la actual política internacional: Próximo Oriente y Latinoamérica.
Podemos hacer repaso, si le parece, de algunos escenarios esenciales de la geopolítica internacional. ¿Estados Unidos Israel atacarán finalmente Irán? ¿Qué hay detrás de esa enorme presión militar, política, económica, que se está realizando?
Aventurar una respuesta no es fácil, pero creo que hay que arriesgar, ser audaz y plantear hipótesis más allá de lo que nos ofrecen determinados medios de formación de masas que, poco a poco, hacen que interioricemos un determinado discurso, el que le interesa a la burguesía. Irán ha estado siempre en la mira de los intereses imperialistas no tanto por su programa nuclear como por el papel que ha adquirido en la zona medio-oriental, donde se ha convertido en un protagonista de primer orden. Por lo que respecta al tema nuclear hay que hacer un poco de historia: Irán reanudó su proyecto de enriquecimiento de uranio a mediados del año 2005. Lo había mantenido suspendido desde que en noviembre de 2003 alcanzó un acuerdo, por escrito, con Alemania, Gran Bretaña y Francia y lo reanudó aduciendo que esos países no habían cumplido sus compromisos firmados, algo que no fue desmentido de una forma rotunda por los países mencionados y que indica que Irán tenía razón. Irán tiene, desde luego, razones para no creer en las «ofertas» que se trasladan desde el lado occidental puesto que las anteriores no las cumplieron. ¿Por qué ahora sí las cumplirían? No hay ninguna razón para creer en ello. El primer paso le corresponde a Occidente, no a los iraníes que ya dieron muestras de buena voluntad. Y, de nuevo, se les pide a ellos cuando la responsabilidad de que se haya llegado a esta situación está en otra parte, en la Unión Europea y en los EE.UU.
Pero, ¿fue así? ¿No cumplieron sus compromisos los gobiernos de Gran Bretaña, Francia y Alemania? ¿Y qué compromisos eran esos?
La duda indica que se da crédito a lo que dicen los occidentales antes que a otros pueblos. Si no hubiese sido así el desmentido hubiese sido rotundo, y no lo fue. Es algo parecido al viejo refrán de que quien calla, otorga. Esos compromisos establecían que el Organismo Internacional para la Energía Atómica, dependiente de la ONU, instalaba cámaras de vigilancia en la central de Isfahan, donde supuestamente se enriquecía uranio, y se entregaría a Irán, de forma controlada, el combustible para investigación. Cuando Irán dio por roto el acuerdo ante el incumplimiento occidental, Rusia se propuso como candidata a entregar, o vigilar, el combustible bien en la central iraní o en territorio ruso. No hay que perder de vista la relación de todo tipo, especialmente comercial y militar, que hay entre Rusia e Irán. Un ataque contra Irán supondría un ataque directo a los intereses de Rusia, y tras la crisis de Georgia dudo que alguien se atreva a dar este paso.
Pero sigo con el relato.
De acuerdo. Pero permítame que señale que mi duda era un procedimiento estrictamente narrativo. No estaba ni está en el plano de mis creencias. Prosigamos.
En septiembre de 2005, en la Asamblea General de la ONU, el presidente de Irán dio un paso más allá: en un gesto sin precedentes, invitó a empresas extranjeras tanto privadas como estatales a participar en las actividades nucleares de Natanz cuando ésta central fuese reabierta, suponiendo que ello sería el golpe de gracia al temor de los occidentales sobre los fines pacíficos del programa civil atómico de Teherán. Más tarde se concretó que esta participación extranjera en el programa nuclear podía realizarse hasta en un 35 %. Los países occidentales hicieron caso omiso de ese anuncio, siguieron insistiendo -la troika formada por Alemania, Gran Bretaña y Francia- en que Irán debía adoptar «más medidas de transparencia». Y esto es lo que ha venido reclamando el OIEA desde febrero de 2006 -recalco las fechas para que se vea el desarrollo, coordinado, de la presión-, medidas de transparencia que van más allá de las exigencias reglamentarias del TNP, como el propio OIEA reconoce en documentos oficiales que sería largo reseñar. Pero si alguien tiene interés, sólo tiene que entrar en la página web del OIEA y sacará sus propias conclusiones, no las que le digan los medios de formación de masas. Y, por cierto, todas las prevenciones del OIEA han desaparecido ante el acuerdo con India, patrocinado por EEUU, país que no es signatario del TNP y que sí cuenta con armamento nuclear. Han debido pensar que como ya tiene armas nucleares no hay por qué sospechar de un doble uso, civil y militar, de la energía nuclear. E India sigue sin firmar el TNP, que es lo más gracioso.
Además del punto anterior, Irán tiene la razón también de su parte en cuanto al derecho que le asiste a poseer energía nuclear. El Tratado de No Proliferación está construido sobre tres pilares: prohíbe a los estados que no poseen armas atómicas adquirir ese tipo de material bélico, compromete a cinco estados con armamento nuclear (China, Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y Rusia, que integran el Consejo de Seguridad de la ONU) a adoptar una política de desarme, y permite a todas las naciones acceder a tecnología nuclear sólo con objetivos pacíficos. Los países mencionados no sólo no se desarman, sino que amenazan con utilizar el arma nuclear «con fines limitados», como han hecho Francia y Estados Unidos en una guerra ante hipotéticos enemigos.
Esta doctrina también ha sido asumida por la OTAN. Además, en la actualidad, hay al menos otros tres estados con armas nucleares: Israel, India y Pakistán, ninguno suscriptor del TNP. Me olvidaba de Corea del Norte, que también ha reconocido que la tiene y que ahora está revisando los acuerdos firmados para desmantelar su programa nuclear puesto que ellos cumplen y los otros no. Como decía antes se acaba de alcanzar un acuerdo con India, impulsado por EEUU, para que este país, que sigue sin ser firmante del TNP, pueda acceder al comercio nuclear con el Grupo de Suministradores Nucleares. India es un país «amigo», Irán es un país «golfo». Esa es la diferencia para occidente, a quien el derecho le interesa bien poco como se ha visto no sólo en el caso de Irak, sino antes en el de Yugoslavia, en el de Kosovo o en el de Palestina, donde se violan todas y cada una de las convenciones, tratados y reglamentos de derechos humanos aceptando e impulsando el bloqueo contra Gaza, por poner sólo un ejemplo.
Y si se habla de países amigos, hay que hablar de Israel. El país sionista -no hay que tener miedo al lenguaje-…
¿País o Estado sionista? Por lo demás, perdona la interrupción ¿puede asegurarse, sin temor a la exageración o cultivo de la mera sospecha, que Israel actualmente tiene armamento nuclear?
Tienes razón, Estado sionista es lo correcto. Que Israel tiene armamento nuclear está fuera de toda duda, aunque nunca ha aceptado control alguno del OIEA, lo que sí hace Irán, por ejemplo. Los expertos dicen que Israel cuenta con cerca de 200 bombas atómicas. Y hay un hecho incuestionable: Mordechai Vanunu, el físico nuclear israelí que se atrevió a denunciarlo, que pasó media vida en la cárcel y que tiene sus movimientos restringidos ahora que está en libertad vigilada, da fe de que eso es así.
Decía que Israel está muy débil después de su derrota en la guerra del verano de 2006, derrota infligida por Hizbulá. Mientras Israel, potencia nuclear, no hay que olvidarlo, se debilita Irán se fortalece. Eso rompe toda la estrategia hegemónica imperialista en la zona, desde el Golfo Pérsico hasta Oriente Próximo. Y eso hay que recomponerlo. ¿Cómo? Patrocinando un ataque contra Irán. Sin embargo, ha ocurrido un hecho que poca gente ha tenido en cuenta: la guerra de Georgia.
Israel ha venido trabajando, de forma callada, en una red de alianzas geoestratégicas con la finalidad de crear bases de apoyo para un hipotético ataque contra Irán. Israel ha establecido una alianza militar con India, por ejemplo, se habla de un espacio reservado para los sionistas en las bases militares permanentes que EE.UU. está construyendo en Irak… y en Georgia, donde está interviniendo desde el año 2000. No sólo vende armas y entrena a militares, sino que consideraba a Georgia como el trampolín ideal desde el que atacar a Irán. Esta posibilidad, ahora, ha desaparecido tras la intervención rusa. Y Rusia no sólo se ha fortalecido, sino que ha pasado al ataque y renovado sus acuerdos políticos y económicos con Irán.
Por lo tanto, y al contrario del análisis que hace Chossudovsky sobre la guerra de Georgia, no preveo un ataque contra Irán por lo dicho sobre el debilitamiento de la estrategia israelí y, consiguientemente, estadounidense. Eso no quita para indicar que existe desde hace largo tiempo una guerra larvada en determinadas zonas de Irán como Baluchistán, Azerbaiyán y Juzestán. En esta última, de población mayoritaria árabe y donde se asienta el mayor porcentaje de reservas petrolíferas de Irán, se han venido produciendo atentados y es evidente la labor de los servicios secretos occidentales, especialmente los británicos. En Azerbaiyán es la propia torpeza iraní con la lengua azerí la que ha alentado las protestas. El conflicto en Baluchistán es mayoritariamente religioso, puesto que la mayoría de la población es suní. Aquí actúa una organización denominada «Soldados de Alá» que viene realizando acciones armadas desde hace tiempo. También hay que recordar que EEUU ha destinado legalmente 75 millones de dólares (Seymour Hersh habla de 400 millones de dólares para operaciones clandestinas) para financiar a grupos opositores, de derechos humanos, sindicatos. En caso de ataque limitado a objetivos nucleares, por poner un caso, esta «quinta columna» caería entera y dejaría tremendamente débil toda la estrategia interior imperialista.
Todas estas cuestiones hay que tenerlas en cuenta a la hora de hablar del conflicto nuclear iraní. Es un fenómeno mucho más complejo, al igual que hay que tener en cuenta la puesta en marcha de la bolsa petrolera iraní, que comercializa ya el 65% de todo su petróleo en euros y otras monedas que no son el dólar. Si hay un ataque contra Irán, los iraníes no sólo responderán militarmente, sino políticamente y una forma es alentar las rebeliones de las comunidades shiíes en todo Oriente Próximo. El caso de Irak es el más claro. Pero hay otros menos conocidos. En Arabia Saudí, por ejemplo, donde los shiíes son mayoritarios en la zona más rica de petróleo saudí. En Bahrein (los shiíes son mayoritarios aunque no gobiernan) y donde está situada la jefatura de la V Flota de la marina de guerra estadounidense, la que tiene a su cargo la «defensa» del estrecho de Ormuz, por donde circula el 40% de todo el comercio de petróleo a nivel mundial.
En caso de ataque Irán, como ya hizo en la guerra con Irak, podría cerrar este estratégico paso. Pero hay una diferencia con respecto a lo sucedido hace 20 años: entonces Irán tenía un ejército débil y el cierre sólo fue eficaz unos días, mientras que ahora el ejército iraní está bien equipado y entrenado. Las maniobras y exhibiciones que ha realizado recientemente son una clara advertencia de su capacidad militar.
Y otra cosa que se me olvidaba: en Irán hay programadas elecciones presidenciales para el mes de junio de 2009. Por lo tanto, no creo que hasta esa fecha haya movimiento significativo alguno por parte de nadie. Habrá, sin duda, una tercera imposición de sanciones, o bilaterales de EEUU y sus correveidile europeos o por parte de la ONU, pero nada más al menos hasta esa fecha. Ese es mi análisis.
Dos preguntas en torno a tu último comentario. Entonces, por lo que dices, a ti te parece razonable y justificada la intervención militar de Rusia en Georgia. No ves en ello ningún acto de ex potencia imperial que quiera recuperar antiguas influencias y territorios.
Yo veo un tablero de ajedrez, donde los movimientos que se realizan pueden parecer inocuos pero que se convierten en fundamentales para ganar la partida. Rusia está saliendo de su postración y se está sacudiendo la humillación a que ha sido sometida desde la desaparición de la Unión Soviética. El caso de Kosovo es el más paradigmático. Pero me quiero centrar en un aspecto de la política exterior rusa que, para mí, es fundamental: el retorno al Oriente Próximo y Lejano.
Rusia desapareció de la escena próximo-oriental con el derrumbe de la Unión Soviética en 1991 y quedaron los EEUU como potencia incuestionable. No fue sino hasta finales de 2002 cuando los rusos comenzaron a rehacer su política exterior de la mano de Putin. Rusia estaba saliendo de una importante depresión económica, la principal herencia de Boris Yeltsin, que había llevado al país casi al colapso financiero en 1998 a pesar de las constantes inyecciones del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y de los propios EEUU, entonces gobernados por Bill Clinton. Gran parte de los 4.000 millones de dólares otorgados por el FMI habían acabado en manos de los oligarcas, principalmente vinculados a la industria del petróleo, y a cuentas privadas de funcionarios corruptos del círculo de Yeltsin. Compañías petrolíferas como Yukos se hacían con el control del país al calor de la apertura democrática, las reformas del libre mercado y las privatizaciones al tiempo que mantenían una sospechosa alianza con las corporaciones petrolíferas estadounidenses y hacían prácticamente al dólar como la moneda de referencia. Es aquí cuando Rusia inicia una política exterior «a la soviética». Por una parte, vendiendo armas a sus tradicionales compradores; por otra, recuperando sus tradicionales esferas de influencia. Y esta reestructuración de la política exterior tenía mucho que ver con la situación interna de Rusia, donde la Yukos pretendía convertirse en el amigo inestimable de EEUU en Rusia hasta el punto de abogar por la exportación sin límites de crudo ruso a EEUU y de la construcción de un oleoducto hasta Murmansk (una de las ciudades más septentrionales de Rusia) para abastecer de petróleo a la costa oeste de EEUU. Es entonces cuando Putin ordena la intervención de Yukos y el encarcelamiento de su presidente lo que, como es lógico, desató una campaña sin precedentes en Occidente puesto que perdía algo más que un amigo.
La venta de armas fue, principalmente, para Siria e Irán. Ahora hay otros compradores, como Venezuela. Pero entonces, años 2004 y 2005, el hecho de vender armas a dos malos malísimos, como Siria e Irán, indicó de forma clara que Rusia pretendía recuperar su tradicional esfera de influencia. No hay que perder de vista que la invasión y ocupación neocolonial de Irak fue en marzo de 2003 y que Rusia había firmado contratos, que los ocupantes estadounidenses rápidamente desconocieron, con el gobierno de Saddam Hussein para gestionar importantes pozos de petróleo en Irak.
Por eso Rusia fue más allá de la mera venta de armas: con Siria estableció un acuerdo estratégico que le convierte en el principal socio comercial de Siria y se asegura la explotación y mantenimiento de centrales hidráulicas y térmicas así como en la extracción de gas y petróleo en yacimientos o en el oleoducto Kirkuk-Baniyas. Al mismo tiempo, Rusia ofreció tecnología nuclear a Irán para construir el reactor de Busher y, como ya he dicho, se ofreció para que en su territorio o con sus técnicos Irán pudiese continuar con sus investigaciones nucleares de forma controlada. Y reforzó el acuerdo con Irán relativo al gas.
Por lo tanto, esta es una vertiente que a mí me parece apasionante para analizar: si en la guerra de Georgia se ha tratado sólo de dar un puñetazo encima de la mesa y demostrar que nadie juega con los rusos en su patio trasero o se ha realizado un movimiento de mucha mayor envergadura como el de impedir que Georgia se convirtiese en la base de operaciones de Israel y de EEUU para un ataque contra Irán. Esta tesis es, para mí, la interesante y la que hay que tener en cuenta de forma principal puesto que si se sigue la prensa israelí se verán dos cosas: que se recomienda a los empresarios israelíes -un eufemismo para referirse a los cerca de mil asesores militares de empresas de seguridad que han estado en Georgia- no viajar a ese país y que se pide a los EEUU un «corredor estratégico», así como apoyo e infraestructura para abastecer en vuelo y proteger a los bombarderos en caso de un ataque a Irán. Desde luego, nada de esto hubiese sucedido sin la guerra de Georgia.
La segunda cuestión sobre tus reflexiones anteriores . ¿Por qué es tan importante que Irán comercialice en euros y en otras monedas que no sean el dólar sus exportaciones? ¿Tanto perjudica ese cambio de moneda los intereses norteamericanos?
Se calcula que en el mundo hay unas reservas de 1’2 billones de petróleo, al menos las conocidas hasta el año 2007, y de ellas el 61’9% están en Oriente Próximo y Lejano. Dentro de esta zona son dos países, Arabia Saudita con el 22% e Irán, con el 11’5%, quienes encabezan la lista. Es decir, que en Arabia Saudita y en Irán está un tercio de las reservas mundiales de petróleo. Por el contrario, en todo el continente americano (norte y sur) las reservas probadas suponen sólo el 13’6% del total del planeta y de esa cantidad las tres cuartas partes se encuentran en Venezuela. Y por lo que respecta a Europa (especialmente Rusia y su zona asiática) el porcentaje se sitúa en el 11’7%.
El hecho de que un país como Irán deje de comerciar en dólares supone un golpe importante a la economía de los EEUU. Pero es que a medida que se vaya consolidando la bolsa petrolera iraní, se abre el camino para otros países productores, estén o no dentro de la OPEP. Rusia, por ejemplo, tiene previsto abrir su propia bolsa y comerciar en rublos y euros. Países nada sospechosos de ser anti-EEUU, como Qatar o los Emiratos Árabes Unidos, han reducido el volumen de moneda en dólar de sus bancos centrales un 13%, porcentaje que han aumentado de sus reservas en euros. Incluso Kuwait va a dar este paso en breve puesto que una cosa es el corazón y otra la cartera. Comerciando en dólares pierden dinero, puesto que el euro está fuerte. Y, como es lógico, a medida que se deja de comercializar en dólares se hace daño a la economía estadounidense.
Cambio de tema. ¿Vislumbras a corto o medio plazo, algún escenario positivo, algún avance , por mínimo que este sea, para la causa palestina?
Ninguno. Los palestinos son los parias del mundo árabe, son un problema que los dirigentes árabes no saben cómo quitarse de encima, aunque les gustaría. El hecho de que ni un solo gobierno árabe se haya atrevido a romper el bloqueo a Gaza lo dice todo. Indica su miedo, sobre todo, a que Hamás se consolide y muestre el camino para otros. El imperialismo ha sufrido dos derrotas, una en Líbano y otra en Gaza. Los gobiernos árabes reaccionarios, también. Aún se están lamiendo sus heridas y tienen miedo a sus propios pueblos. Eso provoca un aumento de la represión en Egipto, por una parte, y el que el rey jordano maniobre para reunirse con Hamás, cuyas actividades habían sido prohibidas en Jordania hace diez años, en un intento de evitar que el colapso de la estrategia imperialista se lleve por delante determinados regímenes. Empezando por el que representa el corrupto Abbas en Cisjordania, un personaje nefasto para las aspiraciones nacionales palestinas: está implantando una política económica de corte neoliberal y pro-israelí, plantea abiertamente que el derecho al retorno no es exigible a Israel (lo dijo el mes pasado en una entrevista al diario francés L’Express), muestra una absoluta impotencia -por no decir que deja hacer- en la judeización de Jerusalén Este, la supuesta capital del supuesto estado palestino del futuro, mantiene conversaciones con el ocupante israelí pese a la continua construcción de nuevos asentamientos y expropiación de tierras, y acepta mantener en las cárceles israelíes a más de 9.000 presos contentándose con las migajas de 100, 200 liberados que rápidamente son repuestos en las cárceles puesto que cada día Israel detiene a decenas de palestinos. El gobierno de Abbas no tiene autoridad moral entre los palestinos, acepta cualquier migaja que se le ofrezca en tal o cual conferencia ¿alguien se acuerda de que en Annapolis se acordó una solución antes de que finalizase el año 2008? Ni la habrá ni se la espera. Esa es la tragedia del pueblo palestino.
Volviendo al caso anterior de Irán, resulta curioso observar cómo occidente considera al agresor-ocupante agredido y al agredido-ocupado como agresor. Una perversión del lenguaje que hace que interioricemos discursos pro-imperialistas con tremenda facilidad, aunque no nos demos cuenta. En el Foro Alternativo a la cumbre del petróleo se desató un curioso debate cuando propuse que había que impulsar la derrota de Israel y que sólo con esa derrota se podría avanzar en la causa palestina. Rápidamente salió el sionista de turno, que les hay también en la izquierda, diciendo que eso era una aberración. Resulta que la aberración es plantear la derrota de Israel, no que hay ocupación y que con ella se está destruyendo a todo un pueblo y que sólo derrotando al ocupante ese pueblo podrá recuperar su libertad y tener su Estado. Es ese discurso maniqueo de la paz -equivalente a ausencia de conflicto- que ha impregnado a toda la izquierda: o sea, que yo ocupo vuestro país, vuestra ciudad, vuestra casa, vuestra cocina y vosotros, hartos ya, me dais una bofetada y entonces resulta que el terrorista soy yo. El discurso de las dos violencias, una postura infame ante la evidente disparidad entre unos y otros. Quien plantea eso viene a decir que los palestinos tienen que reconocer a Israel y pedir perdón por existir. Sólo así podrán vivir en bantustanes, como los animales en los zoos, esperando que algún sensiblero primermundista les arroje alguna subvención para subsistir.
Déjame que haga de abogado del diablo. No se trata de eso que usted dice, el lenguaje no ha oscurecido tanto la mirada ni el análisis, se trata de afilar el realismo político. La correlación de fuerzas es tan desfavorable, el tiempo histórico actual es tan otro, que no hay forma de avanzar sino damos pasos en esa dirección: reconozcamos el Estado de Israel, delimitemos fronteras, generamos un Estado palestino viable y avancemos poco a poco al logro de otras finalidades no olvidadas. Lo otro es utopismo para hoy y desesperación para mañana.
Permíteme que insista: sí, hemos interiorizado el lenguaje del enemigo, de la burguesía, hasta el extremo de hacerlo nuestro. Y eso no sólo ha oscurecido el análisis, sino que le ha hecho desaparecer. No es una cuestión de realismo político, es una cuestión de cerebro. Hemos interiorizado hasta tal punto el discurso burgués que nos lleva a asumir el discurso israelí, según el cual paz equivale a seguridad. A su seguridad, para ser exactos, no la seguridad de los palestinos. Con ello se invierte la lógica del conflicto: ya no estamos ante la ocupación militar de unos territorios (Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este) sino ante una cuestión de simple terrorismo. Da igual que los resistentes palestinos ataquen un tanque, un convoy de soldados, un asentamiento de colonos, un comercio o un autobús de línea. Todo es terrorismo y, por lo tanto, hay que acabar con ello como sea. Da igual que la resistencia palestina contra la ocupación esté amparada por el derecho internacional -aunque claro, eso no es realismo político y está fuera del tiempo histórico actual, como bien demuestra día tras día Israel-, que exista proporcionalidad entre los medios utilizados por los resistentes y los objetivos perseguidos, que no son otros que la retirada israelí a las fronteras de 1967 y el establecimiento del Estado palestino; la lucha armada palestina no está bien vista, es deleznable, criticable y, por lo tanto, Israel tiene todo el derecho a defenderse. Ese es el discurso que está impregnando a una parte significativa de la izquierda que ha interiorizado el discurso burgués. Páginas como Rebelión u otras son necesarias, por no decir imprescindibles, para romper dicho discurso. Pero con eso no basta. Tenemos que romperlo en nuestra cabeza, en nuestro círculo de amigos, en nuestro trabajo, no dejarse apabullar y saltar a la ofensiva, incluso verbal. Empezando por recuperar términos como sionismo para referirse a la política de Israel.
Mira, si aceptamos el realismo político y eso del tiempo histórico actual, entonces tenemos que aceptar muchas cosas: la pérdida de las conquistas sociales, el aumento de la jornada laboral, la privatización de los servicios públicos. Eso serían cosas del pasado. Si continuamos con la política internacional, aceptemos la ocupación de Irak y de Afganistán y de Haití. A fin de cuentas, están avaladas por la ONU. A posteriori, pero avaladas. Pero claro, si aceptamos estos casos porque están avalados por la ONU ¿por qué no aceptar las resoluciones 194, 242, 338 y las decenas que obligan, repito, obligan a Israel? Ah, claro, no las aceptamos porque son cosa del pasado y el realismo político nos dice que no, que esas no hay que aceptarlas porque el tiempo histórico actual es otro. Entonces aceptemos la sentencia del Tribunal de Justicia de La Haya sobre el muro. Eso también es cosa del pasado, aunque sea de hace tres o cuatro años porque las fronteras las ponemos nosotros como nos da la gana, puesto que eso es realismo político y lo otro no es más que una utopía irrealizable. Las fronteras de 1967 son una antigualla. Como es una antigualla pedir que los palestinos vuelvan a su tierra, el derecho al retorno. Eso no es realista porque su ciudad ya no existe y, si existe, ahora es toda israelí, se habla hebreo y ya no hay árboles ni vides sino grandes y funcionales bloques de casas. ¿Qué va a hacer allí un palestino, además, en un entorno hostil? Eso no es realista. Lo realista es que se quede en los campos de Líbano, o en los de Siria, o en los de Jordania. Pero volver, para nada. El tiempo histórico actual es otro. Lo que hay que hacer es impulsar la «ley de retorno» de los judíos, esa por la cual cualquier judío de cualquier parte del mundo puede ir a Israel cuando le plazca.
A fin de cuentas, si vuelven los palestinos, ¿dónde los vamos a meter? ¿En los bantustanes? ¿Pero alguien ha mirado el mapa? ¿Y eso es un Estado palestino viable, sin continuidad territorial alguna? Es como si se plantease un Estado español «viable» contando con Lugo, Albacete, Segovia, Huesca, Zamora, Cádiz, Cuenca y unas cuantas ciudades más. Eso es, simplemente, irreal aunque se utilice la neolengua de «realismo político». ¿Avanzar poco a poco? Eso es lo que vienen haciendo los palestinos desde los Acuerdos de Paz de Oslo en 1993 donde, no hay que olvidarlo, la OLP reconoció al Estado de Israel. La historia es muy puñetera, porque se cuenta normalmente según el punto de vista de los vencedores. Pero los investigadores pueden acceder a los documentos y sacar a relucir la verdad. En los Acuerdos de Paz de Oslo se llegaba a un acuerdo provisional de autogobierno en Palestino con fecha fija para llegar a un acuerdo final con la proclamación de un Estado independiente en Palestina. En su artículo 1 -no hay que rebuscar mucho, es el artículo 1-, se fijaba la fecha del 4 de mayo de 1999 como fecha fija para llegar al acuerdo final, a una solución permanente según las Resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de la ONU. Pero nada más firmarlo, a las pocas semanas, el tan alabado Isaac Rabin se encargó de dejar claro qué hacen los israelíes con los acuerdos: pasárselos por el forro. Rabin dijo que para Israel no hay fechas sagradas, como había dicho Arafat para referirse a esa fecha fija de la proclamación del Estado palestino. Es decir, ya anunciaba que Israel no iba a cumplir con lo firmado, como así ha sido.
Desde entonces los palestinos han avanzado tan poco a poco que han avanzado hacia atrás: hay más presos (cuando la firma de los Acuerdos de Oslo había 2.300 presos palestinos, hoy son más de 9.000), hay menos territorio, hay más colonias, hay más colonos, hay un muro con nuevas fronteras, hay menos Jerusalén Este, no hay atisbo alguno de retorno de los refugiados, y son cinco millones… ¿Sigo? Esto es tan utópico que hasta un vendido como Abbas se ve incapaz de firmar cualquier cosa, que estaría encantado de firmar, sin un mínimo de dignidad para poder salvar la cara ante su propio pueblo. Y para hablar de realismo sólo hay que ir a Palestina, a Gaza, a Cisjordania, a una cada vez más judeizada Jerusalén Este y ver en qué condiciones se vive. Y para hablar de desesperación no hay que esperar a mañana, basta con ver cómo florece el islamismo entre los palestinos, dentro y fuera de Palestina. Entre otras cosas, por esos avances poco a poco. Los palestinos dan un paso adelante y dos atrás. Eso sí, poco a poco. Desde 1993 los palestinos no tienen ni una sola cosa que agradecer a Israel, salvo que aún no les ha matado, encarcelado o deportado. Sólo con recorrer una ciudad palestina y un campo de refugiados eso del utopismo y la desesperación se diluiría como un azucarcillo en una taza de café. Son términos sin rigor alguno.
Hablaba hace un momento de Hamas. ¿Cómo explica el auge del fundamentalismo o, más en concreto, de las creencias religiosas y su influencia política en muchos países árabes?
Es, básicamente, un rechazo a los valores occidentales. Occidente no conquistó el mundo por la superioridad de sus valores, sino por la superioridad a la hora de imponer la violencia organizada, es decir, por su poder militar. Si volvemos a la historia, los Hermanos Musulmanes fueron patrocinados por el colonialismo inglés como forma de enfrentarse a la expansión de las ideas emancipatorias, comunistas y socialistas, en el mundo árabe. Eso es historia. Hamás fue fomentado en su momento como contrapeso de la OLP. También es historia. Podemos estar así tiempo. Ahora bien, no se habla del wahabismo en Arabia Saudita, ni se intenta explicar las diferencias entre los salafistas y otro tipo de islamistas. Simplemente, no interesa. A mí lo que me interesa es señalar el papel que desempeña el lenguaje, el cómo interiorizamos el discurso burgués.
Los medios de formación de masas son la principal arma que tiene el poder, más importante que la policía o el Ejército. No es algo que diga yo por decir, ya en los años 60 lo decía la Escuela de Francfort. El grupo que detenta los medios de producción detenta el poder social, decían estos filósofos. Si alguien piensa que es un lenguaje caduco sólo tiene que ponerse a pensar, cinco minutos, no más, en lo que ve a su alrededor y en cómo se le presenta. Yo opino igual puesto que la clase social que domina tiende, por todos los medios a su alcance, a consolidar su propia ideología haciendo que los restantes grupos, la otra clase, participe de ella y la adopte como suya. Es lo que ha ocurrido con el famoso discurso sobre el terrorismo, sin ir más lejos. En el caso de Palestina, donde asistimos al discurso maniqueo y falso del «terrorismo y la lucha antiterrorista», discurso que proviene del centro neurálgico de la globalización (los EEUU) y se distribuye acríticamente por todo el planeta. Hoy es definida como terrorista cualquier lucha contra la injusticia o por la dignidad y liberación nacional y social. Hay muchos casos, pero el más paradigmático es el de Palestina.
Volviendo a la Escuela de Francfort, el lenguaje en sí mismo es una producción viciada, encargada de transmitir estereotipos y pautas culturales dirigidas a mantener la alienación. Esa alienación que nos lleva a utilizar el término fundamentalista para referirse al islamismo, sin pretender siquiera ahondar en qué tipo de islamismo, si el salafista o cualquier otro y, por el contrario, a utilizar el término ultraortodoxo cuando hablamos de los judíos más apegados a la Torá. Nunca se encontrará el término fundamentalista en referencia a los judíos.
Tomo buena nota de su comentario crítico.
Si los palestinos capturan un soldado israelí en una operación militar dicho soldado es «secuestrado», cuando Israel ataca son «represalias», nunca se menciona la ocupación y el derecho que asiste a los palestinos a enfrentar esa ocupación. Y así pasa a la iconografía mediática. Son dos ejemplos, pero se pueden poner decenas.
Pretender que un medio de formación de masas capitalista explique que una cosa es el Islam y otra el Islam que predican, y practican, los salafistas es pedir peras al olmo. El salafismo es un movimiento que pretende devolver al Islam la pureza de sus orígenes, basándose en una lectura literal del Corán y de la tradición y rechazando no sólo todas las innovaciones derivadas de la influencia occidental, sino la cultura que los musulmanes han venido elaborando con posterioridad. La gente de Fatah al Islam que desencadenó el conflicto en el campamento palestino de Nahr al Bared eran salafistas.
Y en el mundo árabe, en Siria, en Líbano, en Egipto, por ejemplo, hay aproximaciones teóricas entre el marxismo y el islamismo, un proceso muy similar al que se produjo aquí en los años 70 y 80 con el debate entre los marxistas y los cristianos, o el que se produjo en América Latina con la Teología de la Liberación. Cuando se produjo la guerra entre Israel y Hizbulá las calles se llenaron de retratos de Nasralá, del Ché, de Nasser; los Hermanos Musulmanes de Egipto se codeaban con la izquierda del Movimiento Kefaya; el Frente de Acción Islámica de Jordania hacia lo mismo con el Partido del Trabajo, y esos acercamientos no fueron coyunturales y consecuencia de un hecho como la guerra, sino que venían de antes y se mantienen hoy. Es un fenómeno poco conocido en Occidente, pero tremendamente interesante y que nos debería llevar a pensar por qué el interés de los medios de formación de masas de insistir sólo en el auge del islamismo olvidando otro tipo de expresiones o el trabajo común entre creyentes o no creyentes. Líbano es un buen ejemplo de lo que digo.
Pero estas opciones no religiosas que usted cita, ¿no son actualmente muy minoritarias? Estos símbolos de tradiciones revolucionarias no islamistas, estos acuerdos entre fuerzas diversas, ¿no juegan actualmente un papel muy secundario?
Son tan minoritarias como nosotros aquí. Sin embargo, cada vez lo son menos y cada vez juegan un papel más importante, principal. Te pongo varios ejemplos: en el año 2007 la Central General del Trabajo de Líbano, laica, convocó una huelga general contra las medidas fondomonetaristas y neoliberales del gobierno. La huelga paralizó el país durante dos días y fue posible no sólo por la movilización obrera, sino por el apoyo de Hizbulá. En mayo de 2008 se volvió a convocar una huelga general por el salario mínimo. También fue masiva, aunque a su término apareció otro factor: la toma de Beirut por los militantes de Hizbulá en cuatro días. Esa toma en ese tiempo no hubiese sido posible sin el apoyo de las organizaciones laicas y de izquierdas. El pasado mes de abril Egipto vivió una serie de huelgas obreras, apoyadas sin reservas tanto por los islamistas como por la izquierda, que paralizaron importantes localidades del Delta del Nilo. El poder obrero en Egipto crece cada día: se han producido huelgas de conductores de trenes, de pescadores, de médicos e, incluso, de inspectores de impuestos. Ahora se están incorporando a la lucha las mujeres, un factor muy a tener en cuenta. Suponer que todos los trabajadores son de izquierdas es una ilusión, pero la alianza entre islamistas e izquierdistas es fuerte y va cogiendo cada vez más forma. ¿Sabes cuál es una de sus consignas? Thawra, thawra hatta al-nasr – Revolución, revolución hasta la victoria. Y lo gritan todos, izquierdistas o no. Otra cosa será el preguntarle a cada uno qué entiende por revolución, pero esto que cuento es un hecho aunque no lo hayas visto en los medios de formación de masas y, si me apuras, ni en los alternativos. Tanto Líbano como Egipto son la vanguardia en este acercamiento entre islamistas y fuerzas de izquierda, pero no son los únicos países árabes donde se produce.
Vuelvo a cambiar de escenario. ¿Cree usted que las luchas socialistas en estos inicios del siglo XXI se están generando en Latinoamérica? ¿Cree usted que hay posibilidades que los procesos venezolano, boliviano o ecuatoriano no se vean estrangulados por los tentáculos imperiales?
El proceso que vive América Latina es interesante, en construcción, y evidentemente, inconcluso. Eso del socialismo del siglo XXI es tan vago que sus promotores están, de forma significativa, en el ostracismo voluntario ante la deriva que están adoptando los países mencionados. Incluso alguno de los teóricos de ese «socialismo del siglo XXI» anda diciendo por ahí que quien verdaderamente es el motor de América Latina es Lula, un gran presidente socialista, como es sabido. La administración de Lula está creando una base de apoyo por medio de programas de transferencia de renta -una estrategia bastante diferente de la que contemplaba originalmente el PT- y ello va de la mano de la destrucción de los progresos en seguridad social que se habían inscrito en la Constitución brasileña de 1988, testimonio entonces de la redemocratización del país. En nombre de la estabilidad, el crecimiento y el respeto a los «contratos» con los acreedores nacionales y foráneos, se ha abandonado la idea de una política social universal y se ofrecen formas más antiguas de asistencia a los muy pobres, dejando que las masas de trabajadores se las arreglen por sí mismos en el mercado. Que se le pregunte al MST qué opina de la política económica de Lula, tan alabada ahora por estos teóricos del «socialismo del siglo XXI» que buscan desesperadamente algún referente en el que apoyar su teoría.
La aprobación de nuevas constituciones es importante, pero los procesos emancipatorios no deben quedarse ahí. La Constitución brasileña de 1988 era buena, pero quedó a criterio de la burguesía su desarrollo, que la convirtió en papel mojado en muchos aspectos y los que cumplió están siendo ahora convertidos en papel mojado por los gobiernos supuestamente progresistas. La Constitución colombiana de 1994, tras los acuerdos de paz con algunas organizaciones guerrilleras, no era mala del todo pero quedó en manos de la burguesía su desarrollo. Lo mismo puede pasar con otros procesos constituyentes en marcha si no se acelera esa marcha.
Hubo un momento de euforia evidente en América Latina, especialmente hasta la derrota del referéndum constitucional en Venezuela consecuencia más del hartazgo de las bases populares por lo que consideraban imposiciones cupulares, falta de debate y fagotización de las experiencias autoorganizativas que del éxito de la reacción. Pero, bajo mi punto de vista, la puntilla la puso la violación del derecho internacional que realizó Colombia al atacar un campamento de las FARC en Ecuador. La actitud timorata de Correa, puesto que se limitó a romper relaciones diplomáticas pero no se atrevió a dar el paso de reconocer a las FARC como fuerza beligerante -lo que habría dado un salto cualitativo al conflicto colombiano y a Ecuador como actor principal dentro de la política internacional latinoamericana puesto que estaba cargado de razones para hacerlo-, demostró las limitaciones de este tipo de procesos. Lo mismo se puede decir de Chávez. Hay quien dice que no era el momento, que las condiciones no lo permitían. Yo discrepo radicalmente de ello, entonces era el momento puesto que se habría impedido o al menos paralizado la reacción de la reacción, valga el juego de palabras.
Desde entonces hay un retroceso político evidente, pese a las declaraciones más o menos altisonantes, y hoy por hoy no se puede decir que haya habido cambios significativos en política económica, ni siquiera en Venezuela. Se han hecho reformas, pero no se han tocado los principales resortes de poder y eso no se debe sólo a la injerencia imperial, sino a la propia correlación de fuerzas dentro de esos procesos donde los revolucionarios son minoría.
Atilio Borón lo ha dicho hace poco resumiendo, en cierta forma, lo sucedido con la derrota del referéndum constitucional en Venezuela: partidos y movimientos representan dos modos complementarios de articular los intereses del campo popular, pero parecen ignorar que la burguesía jamás apuesta todas sus cartas en un solo escenario sino que continuamente combina tácticas y estrategias que utilizan tanto los canales institucionales (las elecciones y todas las instituciones políticas del estado) como los extra-institucionales tales como la toma de la calle apoyada, básicamente en los medios de formación de masas. Rebelión viene haciendo análisis de cómo los medios de formación de masas tratan los casos de Venezuela, Bolivia y, en menor medida, Ecuador así que no me voy a extender en ello.
Me gustaría ser optimista, pero no es fácil, que dirían los cubanos. Creo que el análisis que ha hecho Frida Modak es acertado: la nueva izquierda no ha traído cambios a América Latina, especialmente en el modelo económico. Eso, para mí, es lo relevante. No hay que olvidar que cuando las FARC plantearon en las conversaciones de San Vicente del Caguán el cambio en la política económica de Colombia se acabó el tema. La burguesía acepta acuerdos de paz, como lo demostró en los años 90 en Colombia o en El Salvador o en Guatemala, pero siempre y cuando no se toque el sistema económico. Por eso acepta a Lula, o a Bachelet. Y por eso se la monta a Chávez de cuando en cuando -habría que hablar de la Ley de Tierras- y está en armas contra Evo -y también habría que hablar de la Ley de Hidrocarburos-. Y el papel de los EEUU en toda esta situación es evidente. Al igual que Rusia está volviendo a sus zonas tradicionales, también lo está haciendo el imperialismo estadounidense. Ahí está la IV Flota como muestra y antes la intervención directa en la violación del derecho internacional que fue el ataque contra el campamento de las FARC en Ecuador o ahora con la presencia de militares estadounidenses en Perú.
Hablamos de América Latina, pero en otras partes del mundo también hay procesos interesantes, aunque no me atrevo a hablar de socialismo. En Nepal se ha puesto en marcha un proceso de reformas similar al de ciertos países de América Latina. En India la izquierda no tradicional, o sí, depende de cómo se mire puesto que no tienen ningún reparo en considerarse marxistas-leninistas, se extiende como una mancha de aceite sobre el papel. El acuerdo nuclear firmado entre EE.UU. e India tiene un considerable frente interno que no hay que perder de vista. Y hay una especie de tercera vía en marcha, el eje Brasil-Sudáfrica-India que será la apuesta de futuro de occidente, una especie de «tercera vía» que a lo mejor es la que buscan los teóricos del socialismo del siglo XXI, para evitar que procesos como los mencionados, en América Latina o en Asia, se vayan de las manos.
No obstante todo lo dicho antes, puede haber un atisbo de esperanza. Me atrevería a aventurar que la actual situación de crisis económica puede favorecer, curiosamente, a los procesos de Venezuela, Ecuador y Bolivia. Me explico: a medida que afecte a EEUU afectará también a los países más dependientes, como Colombia, México, Perú, etc. De hecho, estos países ya se están resintiendo de ello. Por el contrario, los países que han integrado el ALBA e, incluso, el Mercosur, pueden salir mejor de la crisis por la interrelación de sus economías. Es decir, se pueden fortalecer los mecanismos de integración regional y eso siempre debilita al imperialismo. Pero habrá que esperar y ver.
¿Qué opinión le merecen las reformas cubanas en curso? ¿Es posible un socialismo cubano reformado sin Fidel Castro como presidente del país?
En términos económicos, por seguir el mismo hilo argumental que en otras preguntas, me parecen acertadas. Los datos son fríos y están ahí: el PIB en 2007 creció más del 7% y la inflación se redujo hasta el 2’8%. El sector agrícola creció un 18% y los servicios comunales, sociales y personales el 14,5%. Y eso pese al endurecimiento del bloqueo y al alza de los precios de los alimentos. Es con esta base con la que se inicia el debate y se adoptan una serie de medidas que todo el mundo conoce y que, si bien parecen poca cosa, buscaban aumentar la eficiencia económica y continuar con la desdolarización de la economía. Las proyecciones eran optimistas, de un crecimiento del PIB del 8% tal y como reconocía la CEPAL en sus informes, pero todo eso lo han destruido los huracanes.
Ahora la prioridad es otra y la solidaridad internacional debe volcarse de forma incondicional con Cuba porque la situación puede volver a ser parecida a la del «período especial» ante la devastación que ha sufrido la isla. Dentro de unos meses la crisis se hará sentir en la isla porque la agricultura está devastada, las principales materias para exportación dañadas considerablemente, al igual que infraestructuras, incluidos los hoteles. Cuba está ante una prueba de fuego similar a la que se produjo en los años 90 tras el derrumbe de la Unión Soviética y la prioridad debe ser, sin condiciones, la solidaridad política y material.
Por lo que respecta a un socialismo cubano reformado sin Fidel, no me cabe la menor duda que es posible.
¿Qué papel juega Europa actualmente en el escenario internacional? ¿Hay algún indicio que apunte hacia una política exterior propia y común?
Europa no es más que una actriz de reparto en la película. Puede realizar una interpretación más o menos brillante, pero nunca será la actriz principal. Hubo un tiempo en que conseguía los mejores papeles, como consecuencia de la crisis en que se sumió EEUU por la debilidad de su sistema productivo. Era la época del Tratado de Maastricht, de la expansión hacia el Este tras la desaparición de la Unión Soviética y el colapso de los paísees llamados «del socialismo real»… Se puso en marcha una especie de OTAN sin EEUU, la Unión Europea Occidental…, todo era bonito y se llegó a creer que, como actriz principal, podía hacer sombra a la otra gran actriz principal, a la potencia que quedaba. Ese espejismo duró unos años, hasta la guerra contra Yugoslavia de 1999, una guerra impuesta por EEUU y realizada en territorio europeo. Así quedaba claro que Europa sólo podía tener un papel subordinado, nunca principal, en la política internacional. Desde entonces así ha sido y así seguirá siendo. Europa no tiene política exterior propia, sino subordinada a los intereses imperiales. Cuando parece que actúa de manera autónoma, como en Irán con el acuerdo, que posteriormente incumplió, de 2003 lo hizo porque Irán y EEUU no tienen relaciones diplomáticas desde hace casi 30 años. Cuando actúa como en Georgia lo hace porque es absolutamente dependiente del gas ruso, y esa actuación no ha sido más que un apéndice de los EEUU.
A la hora de abordar el análisis de las relaciones internacionales hay que partir siempre de una premisa: una política exterior propia sólo está al alcance de aquellos países que cuentan con los medios o los recursos suficientes para hacerse oír fuera de sus fronteras. Esos recursos pueden ser económicos (como es el caso de Venezuela), demográficos, estratégicos (como sería el caso de Turquía), culturales o ideológicos (como es el caso de Cuba). Sólo EEUU cumple todos esos requisitos, por eso es la única superpotencia aunque también hay unas potencias que pueden ejercer una importante función protagonista, aunque nunca hegemónica, en un aspecto regional. Es el caso de Rusia o China. A este país aún le quedan unos años para convertirse en una superpotencia, no muchos. Entonces sí que EEUU puede ponerse a temblar. Y lo mismo pasa con Rusia, que aún no ha recuperado el papel que tuvo la Unión Soviética. El resto de los países que no son sujetos activos de la política exterior, y es el caso de los que componen la Unión Europea, únicamente pueden ser objetos de las relaciones internacionales, puesto que su margen de autonomía es muy escaso, por no decir nulo, y sólo pueden reforzarlo mediante alianzas de subordinación a los grandes poderes o por medio de mecanismos de entendimiento con aquellos otros países que están a su nivel.
Con cosas en el tintero, no quiero abusar más de su generosidad. Gracias por tu generosidad.