«Quem luta nem sempre ganha, mas quem não luta perde sempre» (Quien lucha no siempre gana, pero quien no lucha pierde siempre) María Cristina Pacheco fue militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) durante la Unidad Popular. De arteria solidaria y sin fronteras, y de profesión publicista, se convirtió en luchadora internacionalista entre 1981 y […]
«Quem luta nem sempre ganha, mas quem não luta perde sempre»
(Quien lucha no siempre gana, pero quien no lucha pierde siempre)
María Cristina Pacheco fue militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) durante la Unidad Popular. De arteria solidaria y sin fronteras, y de profesión publicista, se convirtió en luchadora internacionalista entre 1981 y 1985 cuando participó en el proceso independentista y revolucionario que entonces vivía Mozambique, en la costa del Océano Índico, junto a África del Sur y frente a Madagascar.
Su palabra serena y segura se torna certeza y reserva poliética en tiempos donde la corrupción del sistema político dominante en Chile atiborra los medios de comunicación de arriba y de abajo y su credibilidad se derrumba ante la población nacional (http://www.rebelion.org/
La siguiente entrevista se ofrece en el marco del foro ‘La Mujer en la lucha Anticolonialista y Antiimperialista, a 40 años de la invasión marroquí al Sahara Occidental, ¿qué pasa en África, Chile y Venezuela?’ que se realizará el martes 31 de marzo, a las 18.00 hrs, en la Librería Le Monde diplomatique, calle San Antonio 434, en el centro de la ciudad de Santiago de Chile (https://www.facebook.com/
-¿Cómo una chilena termina colaborando con la transición al socialismo en Mozambique?
«Fue el cumplimiento del sueño de participar en un proceso de construcción socialista. En la segunda parte de los años 70′, los compañeros del MIR resolvieron que una buena cantidad de militantes que estábamos en condiciones de semiclandestinidad saliéramos de Chile, estuviéramos un tiempo fuera cobrando una mayor madurez política -yo era muy joven- y luego retornáramos a la lucha contra la tiranía. Mi destino partidario fue Canadá donde debería permanecer un par de años cumpliendo algunas tareas. Al poco andar me sentí emplazada a marcharme a Nicaragua a la Escuela Cultural Sandino. Pasa que las contradicciones me matan. No soportaba la idea de permanecer en un país capitalista y tan ligado al imperialismo como Canadá. Pero aconteció que conocí al amor de mi vida, otro compañero chileno, y mediante un compromiso mutuo partimos a Mozambique.»
-¿Conocías lo que ocurría en África en general y en Mozambique en particular?
«Sinceramente, no. Arribé a un país donde recientemente había triunfado el Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO) mediante la guerra de independencia contra el colonialismo portugués. Los combates se libraron al norte de Mozambique, en Tanzania. Yo me informé lo más que pude sobre lo ocurrido, pero la literatura no tenía una relación ajustada a la realidad. Ahora bien, yo provengo de una familia muy empobrecida y la situación en Mozambique no me resultó ajena personalmente. Me reencontré con mi propia identidad y origen. Allí me enamoré de esa tierra y de ese pueblo.»
¿Cuáles fueron tus primeras impresiones?
«De asombro ante los vestigios vivos del colonialismo. Por ejemplo, todavía quedaban en las puertas de algunos hoteles de Maputo, la Capital, letreros que decían ‘No se aceptan perros, mascotas ni negros’. También me encontré con instrumentos de tortura propios de la esclavitud. No hay que olvidar el contexto en el cual se produce la independencia de Mozambique. En Portugal se realizó ‘La revolución de los Claveles’ el 25 de abril de 1974 ( http://es.wikipedia.org/wiki/
Las tensiones al interior del Frente de Liberación de Mozambique
-¿Cómo evaluaste el FRELIMO?
«Mientras transcurría mi estadía y mi trabajo, un conjunto de compañeros/as advertimos que ya existían algunos síntomas de descomposición respecto del proyecto original, socialista y marxista. Al interior del Frente convivían sectores revolucionarios con otros no revolucionarios. En aquella época hegemonizaba la fracción revolucionaria y el que la lideraba era Jorge Rebelo, el principal comandante del Ejército de Liberación.»
-¿Y el pueblo?
«En el pueblo existía un sentimiento generalizado de mucha esperanza, alegría y deseos de participación. Sin embargo, me di cuenta de que la gente no alcanzaba a dimensionar el proceso que estaba viviendo.»
-¿Por qué?
«Porque fue una transformación radical y fulminante. Había mucha información que después de tanto tiempo de desinformación era muy difícil de decodificar, de reflexionar a esa velocidad de cambios. Lo cierto es que el pueblo estaba feliz de haberse independizado de los blancos. La independencia se produjo en un solo momento junto a la revolución. Lo que ocurrió tiene que ver con que la guerra de liberación se dio en el norte del país. En el centro y centro-sur la población permaneció prácticamente incomunicada durante ese período. Hay que pensar que en Mozambique convivían 32 lenguas, de las cuales dos eran las más usadas; que se trata de una sociedad compuesta de muchas tribus que en total sumaban entre 10 a 11 millones de personas, mayoritariamente campesinos/as. La ciudad de Maputo no fue territorio de guerra y fue levantada para los blancos. A su alrededor existía un cordón de miseria que antes de la liberación estaba formado por esclavos para el servicio y explotación de los 600 mil portugueses que vivían en la Capital.»
«Como en Chile nos habían mutilado con la dictadura, en Mozambique viví mi recomposición»
-¿En qué te desempeñaste y cómo era el trabajo en las condiciones que describes?
«Muy difícil. Sobre todo en materia de formación política. Como muchos/as internacionalistas, la izquierda chilena y de otros países se incorporó a distintas empresas del gobierno, según sus profesiones y oficios. Ahora bien, no todos/as eran pagados directamente por el Estado de Mozambique. De las aproximadamente 200 familias chilenas, muchos de sus miembros recibían altos salarios en dólares de la FAO ( http://es.wikipedia.org/wiki/
Yo trabajé en la única empresa de publicidad y propaganda del Estado que dependía del Ministerio de Información. Me remuneraban poco y con moneda local. Era algo equivalente a 30 dólares mensuales. Yo lo entendía perfectamente, además de que las motivaciones que muchos/as teníamos eran profundamente guevaristas. Solidaridad, mucho trabajo y austeridad. Allí laboré junto a un cineasta argentino que era Montonero. Como buen argentino, el compañero era un futbolero de primera y llegó a ser el entrenador del equipo Costa de Sol, el más popular del país. Se trataba de uno de los revolucionarios más buscados en el mundo por la dictadura cívico-militar de Argentina.»
-¿Qué tareas recuerdas con más aprecio?
«Trabajamos en la confección de estadísticas para las exportaciones del país, que entonces eran básicamente algodón, azúcar, té, cajú. Claro que hoy se explotan minerales preciosos. También publicamos una revista para sensibilizar a la población sobre el cuidado de los pocos bienes que se producían, como los neumáticos. Todo Mozambique estaba empeñado en la producción, el trabajo, la construcción. Y debido a la enorme cantidad de lenguas que había, creamos afiches visuales.
Me tocó estar allá para el IV Congreso del FRELIMO. De ese modo comprendí la importancia de la labor de publicidad y propaganda. A esa altura, como a nosotros en Chile nos habían mutilado con la dictadura, en Mozambique viví mi recomposición. Entendí plenamente que la razón de un revolucionario/a es el género humano, sin importar la geografía y el puesto en el que te toque combatir. Nuestro compromiso y el ejercicio de nuestra libertad rebelde no nos permitían otra posibilidad. Me tocó Mozambique y no fue casual. En ese territorio se luchaba por la creación de un proyecto colectivo socialista, por una identidad y horizonte nuevo y popular. Allí se concentró mi amor y lo mejor de mí. Yo me reencontré con la marginalidad en la que nací. Con la mediagua (habitación frágil de madera barata), con mi historia, con los recuerdos de ver a mi padre trabajando todos los días del año menos el 1º de enero, con mi pregunta infantil de por qué no conocía el mar.
En el marco del IV Congreso del FRELIMO yo solicité una pared para pintar un mural de la historia de Mozambique: desde la esclavitud y la colonia, hasta las marchas de liberación popular, y me dieron una muralla en la avenida principal de Maputo por donde pasarían las comitivas y delegaciones del país. Pero no quise hacer el mural yo sola. Lo pintamos colectivamente, con miembros del Comité de la Izquierda Chilena constituido de militantes del PCCh, el PSCh, de la Izquierda Cristiana, etc. Luego el gobierno me pidió las diapositivas sobre las que yo había trazado el mural para pasarlas en el cine. Hay que recordar que carecíamos de mucha tecnología, no teníamos fotografía en colores, así es que pinté cada diapositiva con plumones que había llevado conmigo desde Canadá. En fin. Un tiempo después fui a ver una película al cine y en la publicidad proyectaron mis diapositivas. Delante de mí unos mozambicanos comentaron que ‘Está bonito, pero el mural es muy latinoamericano’. Me quedé sin palabras.
Ahora, uno de los desafíos para los internacionalistas (‘cooperantes internacionales’) en Mozambique era que cada uno/a, desde su especialidad, formara a cinco mozambicanos/as. En nuestro caso, logramos formar a cuatro técnicos medios en artes gráficas.»
-¿Los conflictos internos del Frente se expresaban en tu lugar de trabajo?
«Sí. El director de la empresa donde yo me desempeñaba era un mozambicano blanco y contrarrevolucionario, el ‘Señor Morgadinho’. El argumento que se nos ofreció fue que faltaban cuadros (profesionales) para enfrentar la grave situación del país. El gobierno tuvo que aceptar quedarse con gente que lo único que estaba esperando era que se derrumbara la revolución para recobrar sus privilegios.»
-¿Y las relaciones habituales con el FRELIMO?
«Los internacionalistas teníamos derecho a voz. Sin embargo, las reuniones con nuestro encargado del Frente en mi base de la empresa publicitaria rara vez se realizaron. Eso comenzó a preocuparnos al compañero Montonero y a mí. En vez del responsable del FRELIMO, el ‘Señor Morgadinho’ dirigía las reuniones cada lunes de la semana. Al igual que en tiempos de la esclavitud, los trabajadores/as teníamos que esperarlo de pie en su oficina. No podíamos sentarnos hasta que él nos lo indicara. El compañero argentino y yo nos sentábamos de todas formas. ‘Yo vengo de un país donde hay otro tipo de esclavitud’, le expliqué ante su prepotencia. Entonces el sujeto se dedicaba a hablar de todos los problemas que había en el país, pero no en términos constructivos y para motivarnos, sino que para menoscabar al propio gobierno revolucionario. Ante su comportamiento sedicioso, yo comencé a tomar apuntes de cada cosa que decía. En una ocasión, el tipo en cuestión fue a la sala de trabajo a intentar colocar a nuestros hermanos mozambicanos en nuestra contra, tildándonos de ‘cooperantes aprovechadores del país’. A mí me llamó ‘rata de alcantarilla’. Fue el límite soportable. Partí a denunciarlo a la comandancia máxima del Ejército de Liberación. Yo pensé que era posible que simplemente fuera expulsada del país. No obstante, el segundo hombre de la fuerza militar mozambicana me lo agradeció. Dijo que si cada uno/a de los cooperantes internacionalistas notificáramos sobre las irregularidades ‘avanzaríamos un poco más rápido’. Posteriormente, mi amigo Montonero tuvo una discusión con el director contrarrevolucionario, quien cuestionó su condición de perseguido por la dictadura argentina, cuestionó las torturas que había sufrido y remató acusándolo de que él estaba en Mozambique con el fin de ‘llevarse nuestras riquezas’. El compañero argentino saltó de la mesa en la que se encontraba y se desgarró la camisa para mostrar las marcas imborrables de la tortura. Se le iba a ir encima al director, pero lo detuve por el riesgo de que fuera echado del país. Finalmente, el ‘Señor Morgadinho’ lo expulsó de la empresa. Después de que el compañero vagó de tumbo en tumbo por la ciudad, tuvo la fortuna de que justo en esos momentos se fue abajo la dictadura argentina y por fin pudo retornar al país donde nació el Che.»
Las mujeres de Mozambique por la monogamia
-¿Cuál era la situación de la mujer mozambicana?
«Inclusiva en las instituciones del Estado. Como los hombres, ellas tenían la obligación de cursar la primaria escolar completa y podían acceder a la política, agrupándose en la Organización de la Mujer Mozambicana, donde se congregaban mujeres de distintas tribus. También se formaron las aldeas comunales con el objeto de terminar con el tribalismo. En las aldeas se realizaba el trabajo común en el campo y al amparo de la reforma agraria. Empero, y al igual que en Chile y la mayoría de los países, por el mismo trabajo las mujeres recibían un menor salario que los hombres. Más allá de lo anterior, es preciso rescatar la figura épica de la guerrillera Josina Machel (http://heroinas.blogspot.com/
-¿Y cuál era la demanda fundamental de las mujeres?
«Que los hombres fueran monógamos. Por tradición cultural y de acuerdo a la cantidad de tierras que poseía, el mozambicano podía casarse hasta con ocho mujeres. Las mujeres me explicaron muy francamente que cómo un hombre tenía derecho a tener hasta ocho mujeres si sólo contaba con un pene. ‘Si tuviera dos, podría tener dos mujeres’, me dijeron. La violencia contra la mujer se expresaba en esta clase de prácticas que significaban la destrucción de la autoestima y la dignidad elementales de una persona. El hombre hacía de macho reproductor y las mujeres, una tras otra, iban convirtiéndose en unidades económicas de trabajo agrícola. La monogamia era la lucha fundamental de la mujer mientras se sucedía una enorme migración del campo a la ciudad que multiplicaba los asentamientos urbanos en condiciones precarias.»
«El desafío de la emancipación humana de los pobres de la Tierra permanece intacto»
«En 1986, el Presidente Samora Moisés Machel sufrió un ‘accidente’ mortal en avión y asumió en su lugar Joaquim Alberto Chissano, de línea socialdemócrata. Su gobierno duró hasta el 2005. Fue el camino hacia el fin del proyecto socialista que estaba en el corazón de la guerra revolucionaria de los 60′ y comienzo de los 70′, y la imposición de políticas del liberalismo feroz que tan bien conocemos en Chile», relata María Cristina.
-¿Y el Ejército de Liberación?
«Es una fuerza esperanzadora para los revolucionarios/as. Sin embargo, ya muchos que participaron de la guerra independentista y socialista fueron paulatinamente dados de baja, jubilados.»
-Tú partiste de Mozambique en 1985, ¿qué conclusiones sacas de esa experiencia?
«Me fortaleció en la convicción de continuar la lucha contra el capitalismo depredador y la dictadura financiera que se ha impuesto en el planeta. Hoy mi disposición cotidiana contra un sistema productor de miseria es más fuerte. El desafío de la emancipación humana de los pobres de la Tierra y de la construcción de una sociedad justa permanece intacto.»
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.