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Sobre el Stalin de Domenico Losurdo

Historia y crítica de una leyenda negra (III): Un dios arrojado al infierno

Fuentes: Rebelión

El primer capítulo del magnífico libro del filósofo e historiador italiano lleva por título: «Cómo arrojar un dios al infierno: el informe Kruschov». «Un ‘enorme, siniestro, caprichoso y degenerado monstruo humano» es el título del primer apartado; tras él, el análisis de algunas de las grandes «acusaciones» del informe. Losurdo, como el buen cine, empieza […]

El primer capítulo del magnífico libro del filósofo e historiador italiano lleva por título: «Cómo arrojar un dios al infierno: el informe Kruschov». «Un ‘enorme, siniestro, caprichoso y degenerado monstruo humano» es el título del primer apartado; tras él, el análisis de algunas de las grandes «acusaciones» del informe.

Losurdo, como el buen cine, empieza alto y allí, no es fácil la tarea, pretende mantenerse. Se mantiene de hecho. Su hipótesis: el retrato de Stalin del informe secreto de 1956 ha abonado indocumentadamente la tradición antiestalinista, al igual que, por otra parte, las aproximaciones de Trotsky a la figura del estadista soviético. «Ampliamente convergentes entre ellos, ¿hasta qué punto estos dos retratos resisten la contrastación histórica?». La respuesta pueda imaginársela el lector: no resisten el análisis histórico… al que les somete Losurdo. Veamos cómo construye el historiador italiano la escena y su conclusión.

Si analizamos hoy, 2008, primera década del siglo XXI, «Sobre el culto de la personalidad y sus consecuencias», el texto leído por Kruschov, el conocido como «Informe secreto», un detalle llama inmediatamente la atención en opinión de DL: «estamos en presencia de un discurso reprobatorio que se propone liquidar a Stalin» en todos los aspectos (hago énfasis en el cuantificador universal).

¿Por qué? Por una parte porque «el responsable de tantos crímenes horrendos era un individuo despreciable tanto en el plano moral como en el plano intelectual». Además de despiadado, el dictador era también ridículo: «conocía el campo y la situación agrícola «sólo a través de las películas», películas que por lo demás «embellecían» la realidad hasta el punto de hacerla irreconocible». Losurdo, que ha citando a Kruschev hasta este momento, toma pie en Deutscher a continuación: «Más que por una lógica política, de Realpolitik, la represión sangrienta desencadenada por Stalin habría sido dictada por el capricho personal y por una patológica libido dominandi. Surgía así -observaba satisfecho Deutscher en junio de 1956, sacudido por las «revelaciones» de Kruschev y olvidando así el respetuoso y a ratos admirado retrato de Stalin realizado por él mismo tres años antes- el retrato de un ‘enorme, siniestro, caprichoso y degenerado monstruo humano».

Algunas de las hazañas bélico-represivas de Stalin: el sátrapa había carecido hasta tal punto de escrúpulos que tramó el asesinato del que era su mejor amigo, Kírov, para poder acusar del crimen, por él ordenado, y liquidar así uno tras otro a sus opositores, reales o potenciales, verdaderos o imaginarios. Por lo demás, la despiadada represión tampoco se había cebado solamente con individuos y grupos políticos: había conllevado «las deportaciones en masa de enteras poblaciones», arbitrariamente acusadas y condenadas en bloque por connivencia con el enemigo. Sobre todos estos asuntos escribirá Losurdo en este mismo capítulo.

¿Habría al menos contribuido Stalin a salvar a su país y al mundo del horror del Tercer Reich? No, en absoluto; todo lo contrario. Según Kruschov, la gran guerra patriótica se había ganado pese a la locura e irresponsabilidad de Stalin: «que inicialmente las tropas del Tercer Reich hubiesen conseguido penetrar tan profundamente en el territorio soviético, sembrando tanta muerte y destrucción, fue solamente a causa de su imprevisión, su obstinación y su ciega confianza en Hitler». Por su irresponsabilidad, la Unión Soviética había acudido a la trágica cita sin preparación, sin defensa adecuada. Además, después de las primeras derrotas y los primeros desastres en el frente, el máximo responsable del país se había abandonado al abatimiento e incluso a la apatía. Incapaz de reaccionar, Stalin «se abstuvo durante mucho tiempo de dirigir las operaciones militares, y dejó de ocuparse de cualquier cosa». Transcurrido cierto tiempo, plegándose finalmente a la insistencia de los otros miembros del Buró Político del PCUS, había vuelto a su puesto. ¡Ojalá no lo hubiera hecho!, hace exclamar DL a Kruschov. «Aquél que dirigió monocráticamente la Unión Soviética, también en el plano militar, cuando ésta se enfrentaba a una prueba mortal, había sido un dictador tan incompetente que no tenía «familiaridad alguna con la dirección de operaciones militares». Es un cargo, señala DL, en el que el Informe secreto insiste con fuerza: «Es necesario tener en cuenta que Stalin preparaba sus maniobras en un mapamundi. Sí, compañeros, él señalaba la línea del frente en un mapamundi». Ha hablado aquí Kruschev de nuevo.

Llegados a este punto se puede considerar completo el retrato del «degenerado monstruo humano» que emerge -DL toma ahora pie en la observación de Deutscher- del Informe secreto, concluyendo, sin entrar por el momento en ello, en la agravación posterior de la represión estaliniana finalizada la II Guerra Mundial.

Losurdo recuerda que habían transcurrido apenas tres años desde las manifestaciones de aflicción provocadas por la muerte de Stalin. Tan fuerte y persistente era todavía su popularidad, sostiene DL, que, al menos en la URSS, la campaña lanzada por Kruschov encontró inicialmente una «fuerte resistencia». ¿Cómo documenta Losurdo esta fuerte resistencia inicial? Tomando pie en el libro de Zubkova de 2003 y citando un ejemplo, un solo ejemplo: la movilización de los estudiantes de Tiflis, la capital georgiana, el lugar del que era oriundo el autor de Cuestiones del leninismo: «El 5 de marzo de 1956, en ocasión del tercer aniversario de su muerte los estudiantes de Tiflis salieron a la calle para colocar flores en el monumento dedicado a Stalin, y este gesto en honor a Stalin se transformó en una protesta contra las deliberaciones del XX Congreso. Las manifestaciones y asambleas continuaron realizándose durante cinco días, hasta que la tarde del 9 de marzo, se enviaron tanques a la ciudad para restaurar el orden».

El Informe secreto se leyó a finales de febrero de 1956. Se hizo público tres semanas después, a mediados de marzo, e, inicialmente, no en el interior de la URSS. No es seguro que los estudiantes movilizados conocieran con detalle su contenido, aunque es posible que alguna copia de él llegara al comité regional del Partido, y tampoco parece evidente la relación causal entre su movilización y el rechazo de todos los contenidos del Informe. Aunque, desde luego, pudo haber alguna conexión entre ambos sucesos.

Para Losurdo la información citada, la lucha estudiantil de Tiflis, tal vez pueda arrojar luz sobre las características del informe secreto: «En la URSS y en el campo socialista se estaba librando una enconada lucha política, y el retrato caricaturesco de Stalin servía perfectamente para deslegitimar a los «estalinistas» que podían hacer sombra al nuevo líder. El «culto a la personalidad», que había reinado hasta aquel momento, no permitía juicios matizados: un dios debía ser arrojado al infierno». No es fácil captar las razones del primer entrecomillado de Losurdo ni tampoco si él acepta convencido la existencia de ese culto político, fuertemente abonado desde el poder, hasta la muerte de Stalin.

DL cambia de escenario para enlazar posteriormente los dos marcos esbozados. El segundo de ellos.

Decenios antes, en el transcurso de otra batalla política «de características diferentes pero no menos intensa», cuyas diferencias Losurdo no delimita, Trotsky había esbozado «un retrato de Stalin dirigido no solamente a condenarlo en el plano político y moral, sino también con la intención de ridiculizarlo en el plano personal: había sido un «pequeño provinciano», un individuo caracterizado desde el comienzo por una irremediable mediocridad y torpeza, que daba a menudo una pésima imagen tanto en el ámbito político, como en el militar e ideológico, y que nunca conseguía desembarazarse de la «tosquedad del campesino». Es cierto que en 1913 Stalin había publicado un ensayo de innegable valor teórico, El marxismo y la cuestión nacional, pero, DL sigue recordando las tesis del dirigente del Ejército Rojo, el auténtico autor del texto era Lenin, mientras que Stalin debía entrar en la categoría de los «usurpadores» de los «derechos intelectuales» del gran revolucionario.

La tesis político-histórica de fondo: entre los dos retratos, señala el autor italiano, entre el informe secreto de 1956 y las aproximaciones del Trotsky de mediados de los treinta, no faltan puntos de encuentro. «Kruschov insinúa que el auténtico instigador del asesinato de Kírov había sido Stalin, y este último había sido acusado (o al menos considerado sospechoso) por Trotsky de haber acelerado, con «ferocidad mongólica», la muerte de Lenin». No sólo eso: «El Informe secreto reprocha a Stalin la cobarde evasión de sus responsabilidades a comienzos de la agresión nazi, pero el 2 de septiembre de 1939, antes aún de la operación Barbarroja, Trotsky había escrito que «la nueva aristocracia» en el poder se caracterizaba por «su incapacidad para comandar una guerra»; la «casta dominante» en la Unión Soviética estaba destinada a adoptar la actitud «propia de todos los regímenes destinados al ocaso: «después de nosotros, el diluvio». A pesar de su posición antitrotskista, el informe de Kruschov, parece señalar Losurdo, bebe de esta fuente criticada

No podemos entrar ahora con detalle, si siquiera resumir, pero ¿fue esa, la señalada por DL, la única perspectiva del Informe secreto del nuevo secretario general del PCUS?

El discurso de Kruschov fue leído en Moscú el 25 de febrero de 1956, en sesión cerrada, como la mayoría de las otras sesiones, del XX Congreso del PCUS. Fue «secreto» en tanto que fue pronunciado en sesión no abierta a personas no militantes del Partido y, además, en que no formó parte de los informes y resoluciones oficiales congresuales. Sí se distribuyeron, en cambio, copias de él a los comités regionales y nacionales del PCUS y a algunos gobiernos extranjeros.

El texto completo se hizo público tres semanas después, 18 de marzo de 1956, e, inicialmente, sólo en Belgrado y Washington. Todo apunta en que las, digamos, revelaciones y acusaciones hechas por Krushchov y la esperanza de «desestalinización» crearon grandes expectativas en Europa oriental (y también entre los partidos comunistas de Europa occidental, aunque no fuera de fácil aceptación), provocando probablemente, rechazo y oposición en algunos lugares como Georgia.

El discurso de Kruschov se abre con las siguientes palabras: «Camaradas: En el informe que presentó el Comité Central del Partido al XX Congreso, en numerosos discursos pronunciados por delegados a ese Congreso, y también durante la reciente sesión plenaria del C.C., se dijo mucho acerca de los efectos perjudiciales del culto a la personalidad. Después de la muerte de Stalin el Comité Central del Partido comenzó a estudiar la forma de explicar, de modo conciso y consistente, el hecho de que no es permitido y de que es ajeno al espíritu del marxismo-leninismo elevar a una persona hasta transformarla en superhombre, dotado de características sobrenaturales semejantes a las de un dios». A un hombre de esta naturaleza, proseguía Kruschev, se le suponía dotado «de un conocimiento inagotable, de una visión extraordinaria, de un poder de pensamiento que le permite prever todo, y, también, de un comportamiento infalible».

Entre nosotros, prosigue Kruschov, se asumió una actitud de ese tipo hacia un hombre, especialmente hacia Stalin, durante muchos años. Sea como fuere, la finalidad del informe presentado no era valorar la vida y las actividades de Stalin. ¿Por qué? Porque «los méritos de Stalin son bien conocidos a través de un sinnúmero de libros, folletos y estudios que se redactaron durante su vida». ¿Qué méritos son esos en opinión de Kruschov? «El papel de Stalin en la preparación y ejecución de la revolución socialista, en la guerra civil, en la lucha por la construcción del socialismo en nuestro país, es conocido universalmente. Nadie lo ignora». Tampoco el autor; el cuantificador de Losurdo queda con ello algo maltrecho.

Lo que ese momento interesaba analizar era un asunto de inmensa importancia para el PCUS: «Nos incumbe considerar cómo el culto a la persona de Stalin creció gradualmente, culto que en momento dado se transformó en la fuente de una serie de perversiones excesivamente serias de los principios del Partido, de la democracia del Partido y de la legalidad revolucionaria». La militancia no se había dado cuenta «cabal de las consecuencias prácticas derivadas del culto al individuo, del gran daño causado por el hecho de que se haya violado el principio de la dirección colegial en el Partido, concentrando un poder limitado en las manos de una persona, el C.C. del Partido absolutamente necesario exponer los detalles de este asunto al XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética».

El informe recuerda a continuación que «Lenin diagnosticó por escrito el carácter de Stalin y en forma absolutamente concreta, señalando que era necesario examinar la necesidad de desplazar a Stalin de su puesto de Secretario General, puesto que era un ser insolente en exceso hacia sus camaradas y también, porque, siendo caprichoso, podría abusar del poder». Así, en diciembre de 1922, en una carta al Congreso del Partido, el conocido como su testamento político, Lenin había dicho: «Después de tomar posesión del cargo de Secretario General, el camarada Stalin ha acumulado en sus manos un poder desmedido y no estoy seguro de que sea siempre capaz de usar este poder con el debido cuidado».

Kruschov aporta nuevos documentos en el informe: «Camaradas: el Congreso del Partido debe familiarizarse con dos nuevos documentos que confirman que el carácter de Stalin era tal cual lo había revelado Lenin en su testamento. Estos documentos son cartas de Nadejda Constantinovna Krupskaya [esposa de Lenin], a Kamenev, que en ese tiempo encabezaba el Buró político, y una carta personal de Lenin a Stalin». Conclusión del nuevo secretario general del PCUS: «Camaradas: No discutiré estos documentos, puesto que ellos hablan por sí solos. Observaré sólo que si Stalin pudo comportarse de esta manera durante la vida de Lenin y hacia Nadejda Constantinovna Krupskaya, a quien el Partido bien conoce y valora altamente debido a su leal amistad con Lenin y al hecho de que fuera una activa batalladora por la causa del Partido desde su creación, entonces nos es permitido imaginarnos fácilmente cómo Stalin trataría a otra gente». ¿De qué forma actuaba Stalin? «Stalin actuaba no a través de explicaciones y de cooperación paciente con la gente, sino imponiendo sus concepciones y exigiendo una sumisión absoluta a su opinión. El que osara oponerse a algún concepto o intentara probar la corrección de su punto de vista y de su actitud, estaba condenado a que se le relegara del grupo dirigente colectivo y que se le sometiera posteriormente a la aniquilación física y moral».

Ello fue especialmente cierto en lo referente al período posterior al XVII Congreso del Partido, «cuando muchos dirigentes del Partido y simples trabajadores honrados y afanosos del Partido, todos dedicados a la causa del comunismo», cayeron víctimas de su despotismo.

Kruschov señala, por otra parte, que el Partido había tenido que reñir serias luchas contra los trotskistas (con los que no parece simpatizar en absoluto), «derechistas y nacionalistas burgueses, y que desarmó ideológicamente a los enemigos de Lenin». No hubo problemas aquí en su opinión: en esta guerra, que NK llama «guerra» e «ideológica», se llevó «a cabo con éxito y, como resultado de ello, el Partido se templó y se fortaleció. En todo esto Stalin desempeñó un papel positivo. El Partido libró una gran lucha política y espiritual contra miembros de él que propusieron tesis antileninistas, que presentaron una línea política hostil al Partido y a la causa del socialismo» [el énfasis sobre el papel positivo es mío]. Esta fue una lucha enconada y difícil, pero necesaria. ¿Por qué? «Porque la línea política tanto del bloque trotskista-zinovievista, como del bujarinista conducía a la restauración del capitalismo y a la capitulación ante el mismo».

Sobre el asesinato de Kirov, se señala en el informe que «hasta el momento las circunstancias que rodean el asesinato de Kirov encubren muchos asuntos inexplicables y misteriosos que exigen un examen más cuidadoso. Hay razones que permiten suponer que el asesino de Kirov, Nikolayev, fue ayudado por uno de los hombres asignados para proteger la persona de Kirov. Mes y medio antes del asesinato, Nikolayev fue apresado por suponérsele un comportamiento sospechoso, pero se le dejó en libertad y ni siquiera se le registró. Es causa de sospecha el hecho de que cuando el miembro de la Cheka designado para proteger a Kirov fue conducido para ser interrogada el 2 de diciembre de 1934, murió en un accidente automovilístico, del cual salieron ilesos todos los otros ocupantes del vehículo». Después del asesinato de Kirov, altos funcionarios del N.K.V.D. en Leningrado fueron condenados sin severidad, pero, tres años después, en 1937, se les fusiló. Kruschev conjetura que «podemos presumir que se les fusiló con el objeto de cubrir los rastros de los organizadores del asesinato de Kirov»

Es así que las persecuciones en masa se estimulaban en este tiempo en nombre de la lucha contra el trotskismo. ¿Es cierto que los trotskistas en ese tiempo constituían un peligro para el Partido y el Estado Soviético? No lo eran en opinión de Kruschov: «Debemos recordar que en 1927, en vísperas del XV Congreso del Partido, el movimiento trotskista-zinovievista de oposición sólo obtuvo 4.000 de los 724.000; votos emitidos. Durante los diez años que transcurrieron entre el XV Congreso del Partido y el Pleno de febrero y marzo del C.C. del Partido, el trotskismo se había debilitado del todo, muchos trotskistas de antes habían variado de opinión y trabajaban en diversos sectores por la construcción del socialismo. Queda en claro que la marcha de la construcción socialista era tal que no justificaba el terror y las represiones en masa por todo el país». Kruschov, como es evidente, parece justificar aquí los procedimientos represivo-autoritarios -o, acaso, tiene muy en cuenta las características y presupuestas de los asistentes al congreso- si el trotskismo hubiera tenido mayor fuerza.

En las conclusiones, señalaba Kruschov: «Es nuestro deber examinar muy seriamente el problema del culto a la personalidad. No podemos permitir que este asunto salga del Partido y llegue a la prensa. Por esta razón lo estamos discutiendo aquí en una sesión secreta. No es conveniente proveer al enemigo de municiones; no debemos lavar nuestra ropa sucia ante los ojos del mundo. Creo que los delegados a este Congreso comprenderán bien el significado de lo dicho y valorarán debidamente estas sugestiones». El culto a la personalidad debe abolirse de forma absoluta y definitiva: «debemos llegar a conclusiones correctas tanto en el campo ideológico y teórico, como en el campo del trabajo práctico. Es necesario adelantar la siguiente moción: Condenar y eliminar de una manera bolchevique el culto a la personalidad por ser contrario al marxismo-leninismo y ajeno a los principios del Partido y a sus normas y combatir inexorablemente todo intento de reintroducir su práctica en cualquiera forma».

Se debía volver a respetar la tesis más importante del -nada más y nada menos- «marxismo-leninismo científico», que establecía que la historia la crean los pueblos, como «así también todos los bienes espirituales y materiales de la humanidad». Debía volverse a interpretar la responsabilidad del «partido marxista en la lucha revolucionaria por la transformación de la sociedad, viéndolo como responsable de lograr la victoria final del comunismo». En el tercer punto de conclusiones del Informe, se señalaba que había que «restablecer completamente los principios de la democracia soviética, tal cual se enuncian en la constitución de la Unión Soviética y que son contrarios al abuso caprichoso, por parte de un individuo, del poder».

Medio año después de la publicación del Stalin de Losurdo en 2008, Lucio Magri publicó un libro en mi opinión imprescindible: El sastre de Ulm [1]. El capítulo V está dedicado a «El shock del XX Congreso». Vale la pena detenerse en él.

Como Losurdo, Magri nunca decepciona.

Notas:

[1] Lucio Magri, El sastre de Ulm, El Viejo Topo, Barcelona, 2011 (edición italiana 2009).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.