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Sobre progres

Historia y subideologías españolistas

Fuentes: Rebelión

«El 24-M y la crisis internacional del nacionalismo español» es un artículo de Iñaki Gil de San Vicente publicado en rebelión el pasado viernes 12 de junio [1]. Según informa el propio autor «es el guión de la charla-debate para la asamblea de Askapena». Sin deja de destacar mis coincidencias con algunas de sus reflexiones […]

«El 24-M y la crisis internacional del nacionalismo español» es un artículo de Iñaki Gil de San Vicente publicado en rebelión el pasado viernes 12 de junio [1]. Según informa el propio autor «es el guión de la charla-debate para la asamblea de Askapena». Sin deja de destacar mis coincidencias con algunas de sus reflexiones generales no quiero ocultar algunas discrepancias. No entro, en to caso, en algunos de sus datos, ni en la argumentación global desplegada, ni en la propia perspectiva de análisis, ni en la tesis central discutida -«La fundamental es la tendencia al reforzamiento del nacionalismo español en sus dos vertientes, la progresista y la tradicional»-, para mí absolutamente inverosímil, ni en la cosmovisión de fondo ni siquiera en la forma de cultivar la tradición marxista revolucionaria por parte del autor. Me centro básicamente en el punto 4 de su escrito. Es éste:

«La ideología nacionalista española es una ideología creada por el Estado del bloque de las clases dominantes, es por tanto un nacionalismo de Estado, un nacionalismo burgués. Además, ese Estado se ha construido gracias a y se sostiene sobre la opresión nacional de pueblos, siendo en su base, por tanto, un nacionalismo imperialista. Ahora bien, por las mismas contradicciones sociales que recorren a todo Estado capitalista, la ideología que genera, aun siendo la ideología nacionalista dominante, debe coexistir con subideologías igualmente nacionalistas pero vergonzosas, progres y hasta «democráticas» dentro de sus límites, subideologías que no niegan lo esencial de la «nación española» tal cual se expresa en la Constitución de 1978 aunque si llegan a veces a proponer su «modernización». La historia de las subideologías españolistas del PSOE, del PCE-IU, de otras organizaciones que se dicen revolucionarias y de gran parte del anarquismo, así lo demuestra».

Mis observaciones:

1. La ideología nacionalista española no es, simplemente, una ideología creada por el Estado del bloque de las clases dominantes. Entre otras razones, porque no existe una ideología, en singular, nacionalista española, a no ser que reduzcamos esa noción a la afirmación de que España (delimitada territorialmente de tal o cual otro modo) es una nación, no es sólo un Estado.

1.1.Si fuera así, en esa ideología creada, construida, la contribución de las clases dominantes vasca y catalana estaría lejos de ser insignificante en algunos casos y en determinados momentos.

1.1.1.Presupongo que la noción de ideología que usa el autor en este caso no es la de falsa consciencia sino más bien de concepción del mundo o cosmovisión

2.Que sea un nacionalismo burgués es decir algo y es, al mismo tiempo, decir muy poco. La mayoría de los nacionalismos lo son. En todo caso, que sea un nacionalismo de Estado, no implica forzosamente que sea burgués. El nacionalismo soviético jugo su papel en la II Guerra Mundial y no era de carácter burgués estrictamente.

3.Que el nacionalismo español conservador haya sido imperialista en algunos momentos históricos no implica que lo sea en estos momentos, a no ser que estiremos hasta la ausencia de reconocimiento el concepto imperial..

4. Ese estado se ha podido sostener en algunos momentos, que habría que concretar y explicar, con la opresión nacional de los pueblos pero es de toda evidencia que su columna central ha sido la explotación y represión, salvaje en muchos momentos, de las clases trabajadoras de toda España, incluidas por supuesto la vasca, la catalana y la gallega.

5. Ahora bien, señala el autor, «por las mismas contradicciones sociales que recorren a todo Estado capitalista, la ideología que genera, aun siendo la ideología nacionalista dominante, debe coexistir con subideologías igualmente nacionalistas». ¿Y eso por qué? ¿Desde dónde se puede afirmar una cosa así? ¿Es una ley inexorable de la historia humana, de los pueblos europeos, de los pueblos españoles, como si se tratara de la ley de refracción o de la ley de la gravitación universal?

6. Añade Gil de Vicente que esas subideologías «son vergonzosas, progres y hasta «democráticas» dentro de sus límites». ¿Vergonzosas? ¿Progres? ¿Qué significa democráticas dentro de sus límites? ¿Qué límites son esos?

7. Subideologías, afirma, que no niegan lo esencial de la «nación española» tal cual se expresa en la Constitución de 1978. ¿Afirmar, como muchos de esos que el autor llama progres afirman, que España es un país de países, una nación de naciones, no es alejarse fuertemente de algunas afirmaciones de la Constitución de 1978? ¿Esos progres no defendieron recientemente en el Congreso de Diputados el derecho de autodeterminación del pueblo catalán que aquí, la burguesía catalana y sus aliados, llaman dret a decidir?

8. Aunque sí llegan a veces, sostiene Gil de San Vicente, a proponer su «modernización». ¿Qué modernización? No es el caso como es evidente: proponer una República federal española, en paz con los pueblos, con los trabajadores y con el planeta, no es proponer la modernización de nada. Es otra cosa, otra perspectiva. Nada que ver con modernidades o posmodernidades o incluso con deslumbramientos tecnológicos.

9. Por la misma senda afirma el autor: «La historia de las subideologías españolistas del PSOE, del PCE-IU, de otras organizaciones que se dicen revolucionarias y de gran parte del anarquismo, así lo demuestra». ¿La historia conocida de esas formaciones que cita demuestra eso? ¿De verdad? Es largo de explicar y refutar porque engloba varias tradiciones. Veamos un ejemplo:

Manuel Sacristán, entonces miembro del comité central del PCE, habló breve pero contundentemente sobre estas cuestiones en su intervención ante el pleno del comité central del PCE en el verano de 1970, pocos meses antes del Consejo de guerra de Burgos contra militantes de ETA.

Comentó inicialmente que la doctrina del PSUC-PCE en lo que respecta a este tema le parecía clara y sin problemas de conceptos. Su claridad:

«Ser radical, decía Marx, es coger las cosas por la raíz, y la raíz de las cosas es el hombre. La raíz de nuestra concepción del problema de las nacionalidades no son conceptos más o menos mitológicos, de patriotismo antiguo, de fidelidades feudales, ni de mitos burgueses, sino la presencia real de los individuos con sus características nacionales en las diversas localizaciones geográficas».

Después de argumentar contra el lysenkismo que descalifica una cuestión o problema simplemente por su posible origen social, en este caso, por el origen burgués de la cuestión tratada, Sacristán matizó que sin negar, desde un punto de vista histórico, la fecundidad momentánea de la burguesía, ya reconocida en el propio Manifiesto Comunista, «lo que no es ni mucho menos verdad, es que el fenómeno de la constitución de las nacionalidades haya sido un fruto tan recto de la evolución burguesa como parece en las historias. Por ejemplo, no se ve por qué, no hay ninguna ley interna a los rasgos nacionales, para que lo que se llama la nación francesa tuviera que ser más nación que lo que habría podido ser una nación occitana con trozos de lo que hoy es Francia y trozos de lo que hoy es España; o en el caso de Euzkadi exactamente igual».

Lo que es fruto de la burguesía, proseguía el autor de Sobre Marx y marxismo, es el Estado nacional. «Un estado que no coincide necesariamente -como manifiestamente lo prueba el caso español, pero también cualquier otro como el francés- con una nacionalidad. Es nacional en el sentido que representa el dominio y también la hegemonía de la función dirigente de una determinada burguesía nacional. En el caso de Francia la del centro, la del núcleo parisiense, y en el caso español no me atrevo a decirlo porque es demasiado complicado históricamente; en el caso italiano, la Toscana, etc.»

La predominancia del aspecto cultural en algunos acontecimientos nacionalitarios era explicada por Sacristán en los siguientes términos. «Precisamente esto, la no coincidencia estricta entre cosas a las que se pueden llamar nación, por ejemplo Euzkadi, por ejemplo Occitania y aquello a lo que se llama «nación» en las historias burguesas y que es el estado nacional, a saber, que en el fenómeno nacional tal como lo conocemos ahora, sin resolver por la burguesía, hay un visible predominio del elemento sobreestructural»..¿Por qué? «Porque los elementos básicos, es decir, los económicos, fueron más o menos cristalizados con la constitución del mercado que en cada caso dio pie al Estado nacional».

Pero como el Estado nacional, proseguía, no es exactamente una nación en muchos casos, «han quedado elementos no fundamentados ni en la delimitación del mercado, ni por tanto recogidos por el poder, que quedan no sólo como sobreestructuras, sino como sobreestructuras sin política, casi sólo como cultura. De aquí el aspecto muy cultural que tienen algunos fenómenos nacionales…»

Sacristán finaliza señalando que no hay que olvidar que algunos de estos rasgos nacionales tienen un carácter radical, «son rasgos que están en los seres humanos: su lengua, su constitución psicológica, muchísimos otros elementos que no se trata de enumerar y que precisamente porque no se quedaron calcados en la realidad económica la burguesía no resolvió, pues ella ha sido un agente muy fecundo, pero dentro del reino de la necesidad».

Ni que decir tiene que esa lengua a la que hace referencia es, en muchos caso, lenguas. Por ejemplo, en Cataluña, en Galicia, en Euskadi y, desde luego, en España

Para Sacristán el asunto de las nacionalidades, en lo que tiene de problema irresuelto, apunta, como otros tantos problemas de génesis burguesa, como los de las libertades o los de la democracia por ejemplo, «precisamente más allá del reino de la burguesía, hacia más allá del reino de la necesidad…».

¿Dónde está aquí el españolismo o la ideología españolista en esta rama de la tradición del PCE-IU?

En el punto 14 de su escrito afirma Iñaki Gil de San Vicente que «e n estas tres naciones la cúpula de Podemos ha tenido que ceder en cuestiones importantes según los casos, viendo incluso cómo la dirección de Barcelona en Común ha girado oportunamente hacia el soberanismo catalanista».

No entro en Podemos pero en lo que respecta a Barcelona en comú su afirmación es más que discutible. BenC no es una fuerza nacionalista ni es una fuerza independentista. Así se presentó a las elecciones y eso hizo, además del central punto social, que muchos ciudadanos tomáramos esa opción. En BenC conviven personas federalistas, confederalistas e independentistas y, como Iñaki Gil de San Vicente sabe perfectamente, una de sus ideas más centrales y más sentidas es el hermanamiento con ciudades a los que nos sentimos fraternalmente unidos como Madrid, la ciudad de la resistencia antifascista, la ciudad de las Mareas indignadas.

 

Notas:

[1] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=199899

[2] Véase anexos de la tesis doctoral de Miguel Manzanera, pp. 828-831.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.