¿Saben cuidar los hombres a sus parejas?, ¿saben cuidar a sus madres y padres, a sus hijas e hijos?, ¿saben cuidar a sus amigos y amigas?, ¿saben cuidarse a sí mismos?, ¿quién les enseña a cuidar?
La mayor parte de los hombres de este planeta son cuidados durante muchos años de sus vidas por mujeres: primero sus madres, después sus esposas e hijas.
Pero ellos, por lo general, no cuidan.
Claro que hay excepciones: hay algunos países en los que los hombres que se piden excedencias en el trabajo para cuidar a sus padres. Hay algunos hombres que piden permisos de paternidad para cuidar a sus crías, hay hombres jubilados que cuidan a sus compañeras de vida cuando enferman.
Pero en la mayoría de los países, no son ellos los que se encargan de cuidar. No es una tarea de los hombres: ellos sólo tienen que traer ingresos al hogar, y nadie espera que hagan nada más.
El tema de los cuidados es político: al menos durante dos tercios de nuestra vida necesitamos ser cuidados por los demás. Los humanos vivimos una infancia muy larga, comparado con el resto de los animales, y necesitamos muchos años hasta que nuestro cerebro se desarrolla y alcanza la madurez necesaria para que podamos alcanzar la autonomía.
También pasamos muchos años de nuestra vida en la vejez: hay gente que goza de una autonomía plena hasta el momento de su muerte, pero también hay millones de personas que necesitan cuidados durante muchos años. Antes la gente se moría, ahora podemos pasar décadas vivos gracias a los avances tecnológicos y científicos, lo que tiene un impacto tremendo en la economía y la salud de las mujeres.
Cuidar es básico para la superviviencia humana: sin cuidados, nos moriríamos. Sin embargo, el patriarcado nos los ha impuesto a las mujeres como rol femenino para mantenernos entretenidas y encerradas en la casa. Cuando los hombres patriarcales decidieron que cuidar es una tarea de mujeres, lo que hicieron fue despreciar e ignorar el tremendo valor de los cuidados.
Cuidar es una de las tareas más duras y peor pagadas del mundo, pero la mayor parte de nosotras lo hacemos gratis, para sostener el sistema. Silvia Federici decía: lo que ellos llaman «amor» en realidad es «trabajo gratis»: nadie nos obliga a hacerlo, pero nos hacen creer que lo «normal» es que las mujeres se entreguen y se sacrifiquen por los demás, y se olviden de cuidarse a sí mismas.
Además nos hacen creer que los hombres son unos inútiles. De alguna manera en el imaginario colectivo se asume que los hombres son débiles y que su naturaleza no les permite cuidarse ni cuidar. No pueden estar en contacto con la mierda, el pis, el vómito, la sangre, los mocos y demás fluidos corporales, porque se desmayan. Mi abuela me decía: «es que los hombres son muy cobardes y muy delicados, por eso no les gusta entrar en hospitales ni en tanatorios, ven la muerte y salen corriendo como si les persiguiera el demonio».
Las mujeres sostenemos el capitalismo cuidando gratis a bebés, niños, niñas, familiares con alguna discapacidad, familiares enfermos o ancianos dependientes. Trabajamos sin salario, sin vacaciones, sin jubilación, sin días libres, sin noches completas para dormir sin interrupciones. No tenemos ningún derecho laboral ni cotizamos a la seguridad social: se parece mucho al sistema esclavista, si te paras a pensarlo bien. Hay mujeres que pasan años de sus vidas entregadas al cuidado de sus padres o sus suegros sin posibilidad de salir de casa, de viajar, de pasar tiempo con su gente querida, de descansar una noche entera sin interrupciones. Esto les produce un desgaste mental y físico enorme a todas, porque apenas tienen tiempo para cuidarse a sí mismas, y enferman y envejecen sin que nadie las cuide a ellas.
Cuidar es un trabajo invisible que no se ve, que no se aplaude, que no se premia, y no se cuantifica ni se incluye dentro del PIB de cada país, porque no interesa, y porque habría que organizarse de otra forma para poder pagar un salario digno a todas ellas. Habría que inventar otro sistema económico, por eso para que todo siga igual es imprescindible que las mujeres lo hagan gratis o a cambio de muy poco dinero, y sin derechos laborales.
¿Cómo se aprovechan los hombres de este trabajo femenino? Hasta el hombre más pobre y mísero del planeta tiene su propia criada para que le cuide, le de de comer y le satisfaga sus necesidades básicas. Algunos amasan grandes fortunas explotando mujeres pobres en las fábricas de ropa, en los burdeles, o en las granjas de bebés.
Un hombre puede alquilar a una mujer pobre para tener sexo en cualquier momento y en cualquier rincón del planeta: en todos los países hay mujeres muy baratas disponibles las 24 horas. También puede alquilar una mujer durante 9 meses para que le de hijos biológicos, y puede contratar a otra diferente para que cuide a esos niños sin que ninguno de ellos la llame mamá. Los hombres con dinero no necesitan esposas-criadas porque pueden pagar todos los servicios por separado, pero la mayor parte de los hombres del planeta sí necesitan mujeres que trabajen gratis.
¿Cómo consigue esta alianza entre el capitalismo y el patriarcado que las mujeres trabajemos gratis sin obligarnos por la fuerza?
Con la magia del amor romántico y del amor maternal, ambos mitificados hasta el extremo para seducir a las mujeres con la idea de que en el amor a los demás está la felicidad. Y las que no caen bajo el espejismo colectivo del amor, entonces se las aplica un poco de presión social (diciéndoles que las mujeres que nacieron para amar y cuidar, criticándolas y juzgándolas si no lo hacen).
¿Porqué los hombres no se cuidan a sí mismos? Porque creen que es obligación de las mujeres velar por su salud y bienestar. Primero sus madres, luego sus esposas e hijas. Y segundo porque nadie les enseña a cuidarse ni a cuidar a los demás. Lo que les enseñan a los hombres es que su virilidad es mayor cuanto más autodestructivos sean: poner su vida en peligro les hace más machos. Por eso intentan hacerse daño a si mismos con el alcohol, las drogas, y las conductas de riesgo (conducción, deportes extremos, sexo sin protección, peleas de machos) Para ser considerados hombres de verdad, los hombres patriarcales tienen que simular que son grandes bebedores, que no les importa su vida, que no tienen miedo a nada ni a nadie. Y esto hace que los hombres mueran en mayor número que las mujeres en todo el mundo por imprudencias y conductas estúpidas.
Hay una relación directa entre los cuidados, y la violencia contra sí mismos y contra los demás: está demostrado que los padres que cuidan a sus hijos tienen menos probabilidades de agredirlos y de abusar sexualmente de ellos. No es sólo un tema social y cultural, también hay cuestiones químicas que explican esta correlación: la testosterona con adrenalina y la oxitocina se anulan mutuamente. Un hombre violento genera menos serotonina, dopamina, y demás sustancias que genera nuestro cerebro para el placer, el amor y los afectos en la interacción con los demás seres humanos.
Cuidar a los demás nos ayuda a ser buenas personas, nos ayuda a desarrollar nuestra capacidad para la empatía y la solidaridad, nos motiva a la cooperación y la ayuda mutua, nos permite generar lazos afectivos profundos y duraderos con nuestra gente querida, nos permite relacionarnos mucho mejor con nuestra propia salud y bienestar, y con nuestra necesidad de ser cuidados por los demás.
Cuidar nos pone en contacto con lo esencial: la vida y la muerte, la salud y la enfermedad, el dolor y la sanación, la ternura y la compasión. Es una tarea dura que conlleva una gran carga emocional, por eso tiene que ser compartida por todos los miembros de la familia o de la comunidad: no podemos dejar todo el peso de los cuidados en las mujeres.
Este es uno de los planteamientos más revolucionarios que podemos hacernos para transformar el mundo en el que vivimos: que los hombres luchen para tener el tiempo y las condiciones necesarias para la crianza y los cuidados de su gente. Como miembros de una comunidad, no es justo que sólo reciban cuidados y no puedan cuidar ellos: todo el mundo tiene que poder aportar y asumir su responsabilidad en esta tarea colectiva. Ahora bien, ¿cuántos de vosotros estáis dispuestos a implicaros personalmente en esta revolución, cuántos os veis haciendo cambios en vuestras vidas para dedicar tiempo y espacio a cuidar a vuestros seres queridos? Partiendo de la idea de que «Lo personal es político», es fundamental que empecéis a cuidaros a vosotros mismos, y aprendáis también a cuidar a los demás. Bajar del trono en el que estáis y empezar el cambio en vuestro interior, y a vuestro alrededor: se trata también de convertirse en un ejemplo para los hombres de vuestras vidas y para las generaciones siguientes.
Para cambiar el mundo hay que cambiar las masculinidades, y hay que hacerlo sobre todo en la casa, y en la cama.
Empezar por uno mismo es sin duda la mejor manera de ponerse en marcha, y es bien sencillo: se trata de renunciar al privilegio de ser cuidado, hacer mucha autocritica, cuestionar todos los mitos sobre la masculinidad, hacer ejercicios de honestidad y plantearte una y otra vez cómo usas tu poder para conseguir lo que quieres y lo que necesitas. Lo más importante es asumir la responsabilidad que tienes en los cuidados de tu gente querida. Se trata de abrirse y compartirse, de aprender a cuidarse y a cuidar a los demás, y a nutrir las redes de amor y solidaridad. Nada más, y nada menos.
Este artículo forma parte de mi libro «Hombres que ya no hacen sufrir por amor» publicado en Caratata.
Fuente: https://haikita.blogspot.com/2019/05/hombres-que-cuidan_31.html?m=1