Luego de cuarenta años de lucha del ELN de Colombia por primera vez una guerrillera Elena es promovida a la Dirección Nacional. Tal novedad motivó la presente entrevista, la cual está hecha con el propósito de compartir con nuestros lectores la vida y lucha de una clara exponente de las miles de mujeres guerrilleras colombianas. […]
Luego de cuarenta años de lucha del ELN de Colombia por primera vez una guerrillera Elena es promovida a la Dirección Nacional. Tal novedad motivó la presente entrevista, la cual está hecha con el propósito de compartir con nuestros lectores la vida y lucha de una clara exponente de las miles de mujeres guerrilleras colombianas.
Conocida en muchas regiones como la Comandante Paula, en Barrancabermeja aún le dicen Elena y en otras zonas le siguen diciendo Marta. Pero ella es una sola, es una revolucionaria nacida en el departamento de Santander, de tez morena y hablar pausado, el cual sólo acelera cuando habla con pasión.
Poco acostumbrada a hablar de si misma y a enfrentarse a un micrófono, debo reconocer que la comandante Paula entregó lo mejor de sí para esta entrevista, para hablar con franqueza y mesura a la vez. Como del fondo del mar se extraen tantas perlas, el hallazgo de esta es una verdadera «perla negra» -por lo singular de su proceso- y es de esperar que se convierta en un aliciente para todas y todos los luchadores por un mundo mejor.
El camino de la igualdad
– En la guerra civil de los años 40 y 50 del siglo pasado, su familia se destacó en las luchas políticas por sus ideas liberales y si no estoy mal, un familiar cercano suyo fue guerrillero liberal en el departamento del Tolima. Vista hoy esta herencia, ¿cuánto la incidió desde su niñez?
– Realmente no me incidió conscientemente, posiblemente otro tío dedicado a la política sí, pero esta historia familiar sólo la conozco siendo adolescente y la tengo en cuenta ahora en mi edad madura en el intento de encontrar en mi pasado, en las raíces familiares las causas que marcaron la ruta que tomó mi vida desde temprana edad.
– Su madre doña Ana Rosa muere cuando usted aún no había cumplido los cinco años, pero es indudable que su personalidad marcó a toda su familia, ¿cómo era ella?
– Ella era una mujer catire (rubia) de ojos verdes, que cambiaban de color «como las culebras», decía mi papá, cuando se ponía brava. Era fuerte, trabajadora, con quien mi viejo compartía la responsabilidad del trabajo en igualdad de condiciones, incluso en oficios de la ganadería. Dicen, buena jinete, diestra en el manejo del rejo de ganadear, inyectaba y marcaba el ganado.
Caritativa, no religiosa. Jamás la recuerdo yendo a una iglesia, pero sí la recuerdo curando las llagas de los mendigos del pueblo o encargándose de poner en el bolsillo de la camisa blanca de los niños de la escuela publica cada año en el día de la madre, el clavel rojo a los niños que tenían la mamá viva y el blanco a los que se les había muerto la mamá. Precisamente ella muere un amanecer de un día de la madre, los claveles y los manojos de espuma verde con los que los adornaba, estaban listos desde el día anterior, no supe que pasó con ellos.
– En igual forma don Crescencio su padre, muere cuando usted apenas tenía quince años ¿cuáles son los rasgos más destacados de él que influyeron en usted?
– Mi viejo fue un hombre exageradamente trabajador. Su descanso fue escuchar y leer las noticias y la poesía. Recio de carácter pero comprensivo al momento de tender su mano para dar su ayuda. Fue referente para la familia y muchas amistades por su sabiduría, por su responsabilidad y solidaridad, no solo en lo material sino también en lo espiritual.
Como negociante que era, nos enseñó el respeto por la palabra empeñada y la exigencia en la honradez. Intolerante frente al desacato de su autoridad, pero nos daba la oportunidad de la toma de decisiones, aún siendo pequeños. Daba su opinión sobre situaciones personales pero respetaba las decisiones de mis hermanos mayores, incluyendo una mujer y terminaba siempre haciéndonos sentir que él estaría con nosotros y nosotras si algo no funcionaba.
Regla de oro para los varones de la casa: no golpear jamás a una mujer, esto lo enfurecía y lo castigaba así estuvieran casados, alguna vez terminó desafiando a puños a un hermano porque violó esta regla.
Su gran debilidad: sus hijas y las mujeres.
– La posición económica estable de su familia le brindó amplias oportunidades para educarse y para poder vivir su juventud sin mayores necesidades. ¿Qué la motivó a elegir su ingreso al ELN?
– Estudié primaria y bachillerato en un internado, dicen y recuerdo que desde niña era rebelde y me inquietaba ante las injusticias propias y ajenas. A mediados de los 60 fueron los años de Camilo, de luchas estudiantiles, la revolución cubana, Vietnam. Un profesor en el colegio nos hablaba de todos estos hechos y allí supimos de la existencia del ELN.
Cuando conozco la organización, inmediatamente encuentro un espacio que le da forma a mi manera de sentir y actuar, que hasta ese momento no era producto de un pensamiento trabajado, estructurado. Con el ELN todo va tomando forma, encuentro respuestas a mis angustias y mi mundo mental se amplia. Comienzo a entender que existe el derecho y la posibilidad de transformaciones sociales y políticas, la obligación social y humana de trascender las esperanzas individuales de justicia, dignidad y libertad con la fuerza de lo colectivo, de la participación del pueblo en la construcción de su destino. En mi mente, en mi pensamiento entran nuevos conceptos que enriquecen y configuran lo que en mi mente de niña e inicio de adolescencia no existía.
– El pensamiento socialista del ELN ¿de qué manera la influye?
– El pensamiento del ELN penetró mi razón y cautivó todo mi ser. Entendí que mis inconformidades, mi rebeldía ante la injusticia y desigualdades existentes no era una realidad exclusiva de mi pequeño mundo de colegio o pueblito, era algo más grande, no sólo era mi país, era el mundo entero que se debatía contra un monstruo bárbaro llamado capitalismo y desde esa edad llevo arraigado a mis propias entrañas el odio por el imperialismo norteamericano.
Comprendí que esto era una lucha de clases, una lucha entre 2 bandos, uno de los cuales tenía el poder y era explotador y represivo, el otro, era el de las mayorías explotadas y oprimidas y éste era el bando con el cual desde niña yo quería estar.
Estudiando en los núcleos clandestinos de ELN, me quedó claro que esta lucha por la dignidad y la igualdad nacional era de vida o muerte, donde se tenía que ir hasta el final por la victoria popular… Y ahí quedó sellado mi compromiso revolucionario que lo ejerzo a través del ELN desde mi adolescencia.
Fui entendiendo que hombres y mujeres sin distinción de género, como parte de una organización político-militar, con iguales derechos pero también deberes, teníamos que formarnos integralmente, es decir, alcanzar las capacidades necesaria para el manejo de la política de la Organización (O) para poder ejecutar y recrear los planes de trabajo, como también la responsabilidad de enriquecer estos lineamientos, sin jamás olvidar los principios, la ética y la moral revolucionarías enseñadas y exigidas a su militancia.
– ¿Cómo aprecia usted la construcción de la democracia y la lucha por la igualdad al interior del ELN?
– Lo valoro como un esfuerzo importante, éticamente imprescindible en una organización revolucionaria. El derecho de igualdad es la médula de todo proyecto realmente humanista y proletario. Los Elenos nos esforzamos por ser consecuentes con estos planteamientos de democracia e igualdad porque sobre ellos recaen todas las transformaciones sociales y políticas que planteamos como organización. El ELN nos exige que todos estos propósitos que serán la base de la nueva sociedad, debemos comenzar a construirlos desde YA, tanto en su interior como en todo espacio social o político donde como Elenos actuemos.
– En estos 37 años de militancia insurgente, ¿cuáles expresiones de machismo y mecanismos de reproducción de éste ha identificado en el ELN? ¿Cómo los ha sorteado?
– En el ELN no está normatizado ningún elemento que señale la discriminación de la mujer, por el contrario se reivindica la importancia de nuestra participación y como ya le decía los derechos y deberes son los mismos para hombres y mujeres. Pero si de ser sincera se trata, tengo que decirle que el machismo se vive de manera no intencional, no consciente pero él nos atraviesa silenciosamente, aunque esto se va superando en la práctica producto de la misma realidad por el papel de la mujer dentro y fuera de la O y para eso de atravesamiento silencioso le pongo algunos ejemplos que siento que se dan: a las mujeres se nos juzga más duramente la infidelidad o lo que llaman inestabilidad afectiva, sin ser norma sé que nos resta legitimidad. Otro, la promoción femenina llega más tardíamente que la de un compañero del mismo nivel. La mujer para alcanzar este reconocimiento debe ser doblemente productiva en cualquier área de trabajo.
Quiero hablar del otro extremo, que es el lado amable del machismo que considero tampoco ayuda mucho a nuestro desarrollo dentro de nuestro proceso. Sin darse cuenta algunos compañeros reivindican un elemento sobre el cual se erige y disculpa la existencia de la sociedad machista: la connotación género femenino con «sexo débil» y con la intención real de sentimiento humanista, dan rienda suelta a un sentimiento «protector» que nos limita retos y oportunidades de crecimiento y aporte. Es más fácil lograr que se experimenten capacidades de un barón que de una mujer, para esto hay más confianza y seguridad en ellos que en nosotras, valoro que no se hace malsanamente, que son producto de rezagos culturales que aún llevamos incubados de esta sociedad que queremos transformar.
Además, como la O construye desde YA el hombre y la mujer nuevos para la futura sociedad humanista y socialista, también debemos llenar de contenido la esfera de lo afectivo- sexual, para erradicar el sentimiento de «mujer objeto» y poder ir desarrollando las capacidades ocultas de la mujer, que por nuestro «papel histórico», formado desde los hogares están encubiertos.
Sobre cómo he sorteado esta situación de machismo, de verdad no la he sentido mucho, creo que se debe a mi modo de ser y a cómo he asumido este compromiso. Sin querer rebatir conscientemente el machismo, confieso que yo en momentos también echo mano de él, si es que así se puede llamar eso de uno proponerse las cosas, sacar más fuerzas de las que uno hasta el momento creía tener, pero lo he asumido más con la intención de responder a toda misión que me han dado, en cualquier campo. Tampoco ha sido con sentido competitivo, ¡No!, solo me ha movido el compromiso de echar para adelante esta revolución y he asumido que todo lo ordenado es necesario para este propósito, así se sea hombre o mujer, lo importante es la convicción y esto es lo que nos hace fuertes.
Resumiendo, digo que lo he superado preparándome y esforzándome como obligación que tenemos todo militante, hombre o mujer, esto da respeto, credibilidad, legitimidad y así ellos y nosotras caminamos con mucha seguridad, sin importar lo femenino o lo masculino.
La gestación de la mujer revolucionaria
-¿Qué otros valores formó su familia en usted a pesar de no ser religiosos?
-La libertad en la toma de decisiones pero también la responsabilidad de asumir los costos con entereza en caso de no obtener resultados esperados, por tanto ser intensa antes de decidir.
El derecho al miedo pero la fortaleza para manejarlo, evitando así que éste se convierta en un obstáculo al momento de tomar decisiones.
La honradez, no referida exclusivamente a lo monetario. Honradez de no engañar, por encima la verdad, ser consecuente con lo que se piensa se dice y se hace.
-¿Cuáles son sus puntos fuertes a la hora de tomar decisiones?
– Nuestra praxis siempre está en función de lograr objetivos pequeños o grandes y lo primero que tenemos que conocer es la realidad sobre la que vamos a actuar para tener éxitos, porque sobre estos resultados se hace la planeación sea en el campo militar, político, económico, etc., entonces la investigación y planeación es algo que me apasiona, sobra decir que para un conductor de cualquier tipo o nivel, si no se asume esto, fácilmente fracasa.
Lo otro es el trabajo organizativo tanto en lo individual, grupo o comunidades, trabajo que asumo con mucha seguridad porque me ha dado buenos resultados desde ganar a alguien para la O, o jalonar una comunidad para que asuman una lucha por sus reivindicaciones, hasta un comando militar para que vaya seguro con mucho valor a una pelea. Además la razón de ser del ELN es el pueblo y sin la participación de él esto jamás será posible.
– ¿Cuáles valores considera que la han sostenido y la proyectan como dirigente?
– Consecuencia con mi compromiso militante como elemento de ejemplo transformador.
Amor real a los hombres, mujeres de mi organización y pueblo en general, lo que me lleva a una práctica de respeto por todos y todas, de reconocer a los demás, pero lo más importante es lograr que ellos y ellas se reconozcan como sujetos importantes y necesarios en este proceso desde su ser individual.
Responsabilidad de lo humano de la tropa y el pueblo. Parto de que una de mis responsabilidades más importante es tener disponibilidad total para escuchar propuestas y problemas y me esmero con angustia por dar respuestas y salidas oportunas, para que ellos y ellas (individual, grupos o comunidades) sepan que la O a través mío está ahí y pueden contar con ella.
En mis relaciones interpersonales mantener una postura sincera de servicio a través de la responsabilidad y no de poder.
– ¿Qué cosas de las que hacía en los años sesenta y setenta no haría hoy?
– La radicalidad, referida al reconocimiento de la existencia de otras organizaciones políticas o armadas, que sin ser política de la O en ese entonces si lo éramos, se era excluyente e incluso agresivos. El tiempo y también la O nos formaron en la unidad del campo revolucionario como herramienta estratégica para los logros revolucionarios y cada día la realidad del país, del mundo nos va demostrando que este es el camino correcto. Todo será más difícil, digo yo, imposible si no logramos la unidad del campo revolucionario y popular.
– ¿Cómo cultiva usted su salud física y mental en medio de la dureza de la actividad insurgente?
– No crea que cuido mucho mi salud física, el campo y el agite de lo urbano nos lleva a descuidarnos. Pero eso sí, cuido mi salud mental y emocional y la fórmula ha sido sentirme plena en todo lo que hago y vivo. He aprendido a desechar concientemente todo aquello que sospecho pueda dañar mi interior. Le comento cuál fue la prueba de fuego para llegar a este estado: la separación con mis hijos, eso es duro, es doloroso, incluso después de tantos años el recuerdo de esos momentos duelen. Después de esa decisión estoy segura que tengo la capacidad de renuncias y propósitos sin temor a desequilibrarme.
Los retos como mujer dirigente
– ¿Cómo vive su liderazgo como mujer que marcha en la punta de vanguardia y sabiéndose un referente de los demás compañeras y compañeros revolucionarios?
– Lo vivo con mucha responsabilidad. Soy consciente que de la calidad revolucionaria de los miembros de una conducción estratégica depende no solo la legitimidad y vida del ELN, sino el presente y futuro de esta revolución que es patrimonio de la sociedad colombiana y el aporte a las esperanzas de humanidad a nivel mundial.
Pero como mujer sé también que tengo una doble responsabilidad y es legitimar el papel de la mujer en la conducción de la revolución, por su capacidad, su valor, su entrega y madurez emocional. Que hombres y mujeres seamos consecuentes de que esta lucha no se divide en lucha de género, sino que tiene que ver con una posición clasista y humanista donde confluimos todos y todas en proyección a la construcción de una nueva sociedad, donde quepamos todos y todas en igualdad de condiciones, de oportunidades y responsabilidad social.
Sé que desde diferentes lugares del mundo, muchas mujeres asumen este mismo reto y yo no puedo fallarles con mi aporte.
– Tras cuarenta años de lucha el ELN ha ganado aprecio, respeto y confianza entre la sociedad colombiana, compártanos sus vivencias en este sentido, sobretodo cuando le ha correspondido recibir muestras de este reconocimiento.
– Ahí está el tesoro de mi vida. Este pueblo le ha dado razón a mi existencia, es el mismo que con su cariño y confianza sostiene mi compromiso. Me pide que le comparta algunas vivencias en relación a esto, sólo le comentare algunas porque mi vida esta llena de gratos recuerdos de confianza y reconocimiento al ELN.
¡Barrancabermeja, pueblo Eleno! Pueblo que me dio su apoyo y cariño en libertad y que en prisión estuvo presente desde el primer día de mi captura hasta que abandone la prisión. En esa ciudad hasta los niños se convirtieron en un dispositivo de seguridad. Cuando estaba en los barrios, ellos posiblemente me veían pasar o suponían que estaba por ahí, entonces cuando entraba el ejército gritaban en coro a todo pulmón: «Elena viene el ejército» y yo me ponía pilas o si estaba retirada otros compañeros, o cualquier civil iba y me avisaban, esto me llenaba de mucha fortaleza porque era la muestra del cariño del reconocimiento al ELN al cual no querían se golpeara. Hoy algunos de esos niños están muy cerca de mí en la lucha. Me cuentan que cuando abandoné la cárcel varias familias lo festejaron.
Otro hecho muy hermoso. El día de mi detención, soy paseada por todas las instalaciones militares, con la única finalidad de tomarnos fotos como trofeo. A la llegada al Batallón Nueva Granada pareciera que todo el personal me estuviera esperando, había mucha tropa, me rodeaban, vociferaban, me hacían calle de honor me insultaban y alardeaban de su victoria por mi captura. De pronto a un lado, en una esquina, veo unos jóvenes soldados de rostro humilde, con ojos de mirada tierna que con disimulo tenían sus manos a la altura de la cintura y me hacían una señal con puño cerrado y dedo pulgar extendido y sus labios susurraban «ánimo Elena». Este acto de compañía solidaria en medio de esta jauría humana, elevó mi espíritu y sentí que crecía inclusive de estatura física y me elevé a lo máximo de la realización y orgullo humano al ver cómo la causa justa de la lucha de los Elenos estaba ahí en las entrañas de esos batallones y supe que este amor de pueblo es lo que nos sostiene y nos hace invencibles a las intenciones enemigas de acallar nuestra conciencia.
– ¿Cuál es su sello personal al momento de liderar actividades?
– Acompañando en directo, asumiendo el reto de lograr que los participantes se reconozcan como transformadores y transformadoras y asuman conscientemente la lucha directa por cambiar las realidades individuales y sociales.
– ¿Cómo fue su aprendizaje en esto de la actividad revolucionaria integral?
– Si usted mira mi hoja de vida, notará que he participado en diferentes actividades de la acción guerrillera y la O nos ha dado los elementos básicos para poderlos desarrollar, nos da su acompañamiento y ahí va ya el sello personal. Esto me ha permitido ir asumiendo la responsabilidad de diferentes misiones en variados campos de acción, que me han ido dando una visión más integral al momento de conducir, proceso de aprendizaje que nunca termina. Me inicié con fuerte inclinación en lo militar, luego la O me asignó a otro tipo de espacio, con énfasis en lo político y más adelante he estado en lo de conducción donde se requiere mayor integralidad, desde lo zonal, local, regional y ahora nacional.
Mis mayores logros están en lo político-organizativo, aunque en lo de finanzas no me ha ido mal, claro que estos logros no los alcanzaría si no contara con compañeros y compañeras que acompañan estos procesos y dan mayores posibilidades de éxito.
– En dos ocasiones ha sido capturada y enjuiciada por rebelión, ¿cómo vivió su compromiso revolucionario en esos momentos?
– Lo asumí como revolucionaria Elena. Lo primero fue mi lealtad al ELN y al pueblo -no traición-. Lo siguiente fue hacer conciente mi propósito de lograr mi libertad que es orden de la O para la militancia y paralelo a esto ser ejemplo de solidaridad y lucha para y con mis compañeras prisioneras, sociales y políticas.
– En su reflexión sobre el uso del poder y el ejercicio de la autoridad por parte de las mujeres, ¿qué elementos ha logrado sintetizar de ello?
– Lo he visto más por fuera de la organización, situación que lo lleva a uno a estar alerta. Por el machismo imperante en esta sociedad, si usted investiga sobre el comportamiento de mujeres jefes de personal, directoras de cárceles u hospitales, etc., son muy duras porque a la mayoría de los hombres les queda grande aceptar una mujer de jefe, entonces a las mujeres nos toca extremar y asumir actitudes machistas para evitar nos violenten o para decirlo más concretamente, nos saboteen nuestra autoridad.
Afortunadamente en la O uno va ganando reconocimiento por lo que uno hace y por como uno es y eso va generando sentimientos de aceptación de ahí que cuando uno llega a una zona o sitio donde uno nunca ha desarrollado su práctica, se llega algo tensionada y va uno con las pilas puestas para ganar legitimidad y evitar tener que extremar medidas, además da un poco de seguridad que estamos formados y formadas para una conducción basada fundamentalmente en el consenso, a pesar que tenemos normas, reglamentos. De todas maneras hay algo real y es que un mando que no logre respeto a su autoridad, hombre o mujer, es mejor hacerse al lado de cualquier tipo de responsabilidad.
– ¿Se le han presentado casos de desacato o insubordinación?
– De verdad que nunca he tenido que enfrentarme a una insubordinación de peso; indisciplinas mínimas sí, que es normal y menos insubordinaciones por ser yo mujer. Soy comprensiva pero también reconozco ser muy estricta en la exigencia de la disciplina y en el cumplimiento de las órdenes.
Creo que no tengo problemas porque como medida preventiva siempre hago énfasis en la responsabilidad de todos y todas de que todo ande bien, como corresponde al sentido de pertenencia que se asumió voluntariamente al llegar a la O. Además muchos me conocen, por otro lado hablo mucho con la tropa, especialmente con aquellos que tienen perfiles difíciles donde mi trabajo es ganar su voluntad y entendimiento.
Su segunda familia
-¿Cómo ha desarrollado usted esa capacidad que ha caracterizado al ELN de ganar la voluntad del pueblo?
– Queriendo mucho, respetando e interactuando con todos generando un intercambio de saberes para conocernos mutuamente en nuestras angustias y esperanzas, haciéndolos sentir que no están solos, que el ELN está con ellos, siendo ejemplo y cumpliendo.
– ¿Cuánto le importa la opinión de los demás? ¿Cuánto la afecta la valoración que de usted tengan los demás compañeras y compañeros Elenos?
– Lo primero es que la opinión de los demás me importa en un solo sentido, depende de quien venga, tengo claro que de acuerdo a la concepción que se maneja del mundo, así mismo son las opiniones o las valoraciones, pero también mucho pueblo aún maneja una cultura de alienación impuesta por este sistema, soy cuidadosa en no chocar con los valores y prácticas de grupos o comunidades, práctica que asumo paralela con la formación hacia estos.
Sobre lo útil que me siento para los intereses del pueblo colombiano, siempre he sostenido que todos y todas desde que se tenga voluntad de aportar somos útiles, por lo cual, yo me siento útil, pero le corresponde al ELN hacer este balance.
En cuanto a en qué medida me afecta la valoración de compañeros y compañeras Elenas le digo que he sido fuerte para separarme de mis hijos, de mi pareja, para aguantar la lluvia, el sol, el ruido de los tiros y las bombas enemigas, la cárcel, etc., pero, la valoración de los míos sí que me afecta. Eso es lo que me sostiene pero también es lo único que me consumiría en vida.
No se me entienda que necesito esa valoración como reconocimiento para creerme la «súper yo». ¡No! Yo he realizado múltiples renuncias porque he querido ser buena revolucionaria para aportarle a este proceso, ese ha sido mi ideal personal de vida, entonces, la Organización es para mí el termómetro que mide el valor de ese aporte y si de pronto el ELN valora que mi aporte ha sido nulo en esta construcción, concluiría yo que soy el más grande fraude humano, porque según el concepto tradicional de familia no fui buena mamá, ni buena esposa, para realizarme como buena revolucionaria, que es la dimensión universal donde se sintetizan, confluyen valores, aspiraciones y el amor de lo humano.
– ¿Usted considera que ELN es su segunda familia?
– ¿Mi segunda familia? No lo entiendo bien, yo tengo hermanos, tíos o tías, etc., y los quiero; guardo el recuerdo de mis padres con amor, agradecimiento y mucho reconocimiento de lo que fueron pero creo que debido al desenvolvimiento de mi vida, de orfandad materna desde muy niña, la muerte de mi padre en los inicios de la adolescencia, once años de internado y la llegada del ELN a mi vida siendo muy joven, le digo que no hay una primera o una segunda y el ELN es mi familia, desde donde mis otros seres queridos tienen mi cariño, la solidaridad e incluso el espacio si ellos lo necesitan y lo quieren.
– ¿El ELN cómo resuelve la situación frente a muchos jóvenes que se incorporan presionados por la represión? ¿Estos jóvenes la ven a usted como una segunda madre?
– Sabemos que hoy día, menos que antes, los que llegan no llegan con conciencia plena de lo que es el ELN y las causas de su lucha, por lo que la mayor preocupación de la Organización es darles todos los elementos para que asuman su pertenencia a la organización con claridad y acojan concientemente las causas de su lucha.
No sé si me verán como la segunda madre, pero yo si los quiero, me preocupo por ellos y ellas y soy capaz de cualquier cosa por todos, si este sentimiento implica que me vean como la mamá de todos, entonces debo decirle que tengo muchos hijos e hijas e incluso algunos mayorcitos que yo o de la misma edad.
¿Las muchachas que llegan a la organización son concientes de los avances en cuanto a igualdad con los hombres? ¿Ellas adquieren el compromiso de hacer llegar dicha igualación a topes más altos? ¿Cómo forman a las guerrilleras para que se proyecten como revolucionarias y no dependan para ello de su pareja o de sus hijos?
– Esta pregunta es una de las más duras de responder, porque como mujer no me siento conforme, además que asumo autocríticamente como mando los pocos resultados logrados en este campo. Desafortunadamente el machismo tiene sus actores en los varones y en las mujeres tiene el comité de aplausos o seguidoras. Esta actitud no es cien por ciento en la Organización, hay compañeras muy buenas, pero pesan más las compañeras que reproducen en la vida guerrillera el papel enajenador y de dependencia.
La mayor culpa la tenemos las mujeres, especialmente nosotras mujeres mandos, pero también es necesario que los compañeros sean consecuentes y unamos esfuerzos y prácticas comunes en este campo que permita generar otro tipo de dinámica en las compañeras que las lleve a actuar y pensar como sujeto, y encontrar mecanismos efectivos para crear nuevas relaciones de género.
En la Organización de verdad que nos preocupamos por crear condiciones objetivas de participación de la mujer, pero falta algo y es mayor conciencia de nosotras mismas para dar los saltos y participar en las oportunidades que nos brindan y esto sólo se logra si hacemos conciencia de nuestras carencias y forzamos nuestra voluntad de superación para alcanzar esos niveles de igualación de los que usted habla, pero esto será más fácil con el concurso de los hombres de organización en estos propósitos.
– ¿Qué opina usted de la afirmación de que la guerra insensibiliza a quienes participan en ella? ¿La incorporación de niños podría tomarse como una muestra de ello?
– Aunque no es tan cierto lo de la cantidad de niños reclutados, sé que las Organizaciones insurgentes ninguna tiene este reclutamiento como política de crecimiento, pero la guerra, la agudización del conflicto social, deja muchos menores sin protección, sin esperanza de vida, en un país donde se tiene que enfrentar desde el niño hasta el anciano por sobrevivir.
Hay muchos niños abandonados producto de toda esta situación de violencia en el país y como Organizaciones insurgentes no podemos hacernos los de la oreja gacha, algo tenemos que hacer y les damos protección. Lo que no hemos podido hacer, así esto sea el propósito, es tener un lugar especial para ellos, para que ellos puedan cumplir un poco con su proceso de acuerdo a su edad. Eso es una utopía. Tenemos un enemigo bárbaro y criminal, los buscarían para asesinarlos. Estos niños y niñas tienen que crecer con conciencia de quiénes son sus enemigos y también con conocimiento de la conspiratividad y defensa para sobrevivir.
Esto es duro de aceptar y seguimos intentando que ellos no se involucren en las primeras filas de la confrontación, queremos ofrecerles otras posibilidades.
La levedad de los sentimientos
– ¿Se siente plena afectivamente? ¿Considera que ha realizado satisfactoriamente la consigna de «Primero los demás», en lo afectivo? ¿Cuánto se estima a sí misma? ¿Este nuevo tipo de afectividad, no le parece que no incluye suficientemente la riqueza de una relación de pareja?
– Me siento plena afectivamente y en esto le he dicho se basa la fortaleza de mi compromiso.
En relación a si he realizado satisfactoriamente lo de «primero los demás» Sí, en lo que de mi sale hacia los demás, desafortunadamente en lo de pareja o en lo de hijos no era posible que ellos fueran primero y luego los demás, para mí han sido ellos haciendo parte de los demás. Sobre todo mis compañeros afectivos creo que no lo entendieron, tengo fe en que mis hijos si lo entiendan y lo valoren.
En cuanto a la autoestima, creo que me estimo suficientemente como ser social, en la medida que me creo útil y veo los resultados y el sello lo pone el reconocimiento de quienes comparten mi vida dentro de este proceso.
El nuevo tipo de afectividad que manejo posiblemente no incluye suficientemente la riqueza de una relación de pareja. Viví plenamente las relaciones de pareja en su momento. Mi crecimiento como militante me fue llevando a nuevas responsabilidades que fueron desviando el curso de la mujer tradicional en relación al papel y exigencias de la vida de pareja, esto dañaba a mis compañeros y creí que no era justo. Les di la libertad para que construyeran sus parejas de acuerdo a sus proyectos de vida. La mía no pegaba y ellos merecían otras opciones.
– ¿Las dos parejas que ha tenido no han podido tener continuidad debido a la incompatibilidad de proyectos de vida? ¿Cuánto se desgastaron también por rivalidades secundarias, que pudieron armonizarse con cooperación adecuada? ¿Y cuánto eran infundadas sus expectativas sobre el apoyo que podían brindarle sus compañeros afectivos?
– Ya le decía que nos separamos cuando nuestros proyectos de vida tomaron rutas diferentes. Y era lógico. El hombre y mujer tradicional construyen la relación sobre la atracción, la entrega total que implica exclusividad a todo nivel. Analizo que ellos sintieron al ELN como un rival que le arrebataba el tiempo de su mujer amada, e incluso los privaba de los abrazos cuando ellos lo necesitaban, ellos no quisieron o no pudieron acompañarme en este camino, no había nada que hacer. Yo rompí siempre las relaciones porque fui conciente que no podía tampoco acompañarlos en su andar, pero son buenos hombres, que me amaron y me enseñaron la importancia de una pareja mientras se tenga identidad en los ideales.
Finalmente no se cuánto de válido tenga eso de «infundadas mis expectativas», de pronto sí. Pero no puedo creer que sólo yo tenga en la cabeza eso de la «pareja posible» dentro de este proceso de conflicto social y armado. Sé que eso es válido. ¿Sabe dónde están las fallas? Los compañeros admiran mucho a las mujeres como yo, somos la mujer ideal, eso le digo a los compañeros, pero ya como compañera afectiva, prefieren a las compañeras que conserven algo de la mujer tradicional y ese algo es la aceptación de acompañarlos dentro de esta revolución pero donde lo principal es «ser la compañera de»… y se trasladan muchas costumbres de pareja tradicional a los campamentos. Yo no rechazo esto, me parece bonito si hay tiempo, pero la responsabilidad más grande debe ser con las tareas de la revolución y que ellos y nosotras sintamos que es otra forma diferente de amarnos, donde la seducción más grande entre dos seres que se aman sea el abrazo y las caricias por logros y victorias o el refugio de angustias y temores. Sé que esto no es fácil. ¿Cómo armonizar esto? Es el gran dilema.
Dejo constancia que esto no es lo general de las parejas en la Organización pero no hay muchas excepciones. Hay compañeras de mucha calidad y proyección pero me inquieta que se enreden en la dualidad de compromiso y entrega y quede mermado el aporte que pueden hacerle a este proceso.
– De acuerdo a su experiencia particular, ¿podría concluirse que sentirse estable en el campo afectivo y emocional depende de la riqueza de la vida interior y de la armonía de las relaciones interpersonales? ¿Qué tan eficaz puede ser esta fórmula contra la soledad?
– Definitivamente sí. Quienes me conocen y comparten los espacios cotidianos conmigo saben que soy una mujer plena. La claridad en mi compromiso me ha dado el manejo estable en el campo afectivo y emocional, jamás me he negado. Ni me niego la posibilidad de una relación afectiva, aunque nunca, ni en mi juventud fue una de mis mayores preocupaciones, si llega bienvenida sea, si no llega sólo queda la añoranza sin amargura, viviendo plenamente lo posible.
– En las charlas que hemos sostenido la percibo feliz por su maternidad y por el amor que sus hijos le tienen, si hoy tuviera la oportunidad de criarlos y educarlos, sin tener que abandonar sus tareas revolucionarias, ¿en qué haría los énfasis?
– De manera idealista diría que el énfasis sería en acercarlos más a mis vivencias guerrilleras pero éste énfasis aún no me convence totalmente porque me interesa mucho la seguridad y tranquilidad de sus vidas, no quiero que paguen por lo que no han hecho, además, soy partidaria de que ellos tengan la posibilidad de definir libremente la ruta de su vida, así como yo la tuve.
Montañas de Colombia
Noviembre de 2004