«La violencia es el miedo a los ideales de los demás». Gandhi Pude escoger a cualquiera de los tantos líderes y lideresas de derechos humanos, cuya lista es tristemente larga, quienes han sido cobardemente asesinados por defender a sus comunidades. Ofrezco disculpas por no mencionarlos a todos, pero la sonrisa dulce de Adelinda me […]
Gandhi
Pude escoger a cualquiera de los tantos líderes y lideresas de derechos humanos, cuya lista es tristemente larga, quienes han sido cobardemente asesinados por defender a sus comunidades.
Ofrezco disculpas por no mencionarlos a todos, pero la sonrisa dulce de Adelinda me persigue desde algún tiempo. Por ello, este sencillo tributo pues ella representa la lucha desigual y, por tanto heroica, de quienes confrontan, pacíficamente, a diversos actores socials, en este caso la minería, en nuestras regiones.
¿Quién era Adelinda? ¿Quién les tenía miedo a su sonrisa y la mirada serena, captadas en una foto -que circula en la red- vestida de jeans y una blusa rosada, caminando por la vereda?
Alí Primera, cantautor venezolano, dice en una famosa canción que: «Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos», para revivirla -desde la palabra- obtuve el testimonio de su compañero en el tema minero, Guido Albán Rivera.
En la finca de Adelinda, donde antes abundaban sus sonrisas, reinan ahora el abandono y la soledad. Desde su asesinato, el 30 de septiembre de este año, un vacío profundo se siente en la vereda Las Cortaderas, del municipio de Almaguer.
Adelinda era ama de casa, madre y hacía unos pesos cogiendo café y trabajando en la agricultura; además, cuidaba de sus hijos, su pareja, su madre y era voluntaria del Comité de Integración del Macizo Colombiano (CIMA).
Apesar de su pobreza y de las dificultades, nunca se veía amargada. Era una mujer encantadora con una sonrisa permanente en el rostro. Pero también de carácter y crítica. «Era alegre, pero cuando se enojaba tocaba pararle bolas», dice Guido.
Tenía 34 años de edad y se unió a CIMA a los 27. Trabajaba en el área del proceso de mujeres macizeñas y se vinculó al tema minero en el año 2011. Ese año la organización emprendió una investigación acerca de la minería en el macizo, municipio por municipio, y contactaron a Adelinda para conocer la situación en Almaguer.
El estudio demostró que si bien en los municipios del sur del Cauca, se ejercía la minería artesanal, con el auge de la «locomotora minera» estaba llegando gente de otros departamentos.
Minería en Almaguer
Esto generaba tensiones pues quienes llegaban, querían sacar a los que estaban allí. La investigación también demostró que la «locomotora minera» también atrae multinacionales como la AngloGold Ashanti y la Gran Colombia Gold.
Adelinda fue pionera en afirmar que no debían dejarse quitar el territorio. Se opuso a la política minera del gobierno y a la minería proveniente de otras regiones del país.
Organizó audiencias públicas, recorrió veredas y corregimientos en los tres meses previos al Foro Ambiental de febrero de 2013. Durante estas visitas, hablaba con sus paisanos sobre la minería, los mineros de Antioquia y la Costa Atlántica y los problemas sociales que esto generaba.
Mineros de otras regiones llegaban a Almaguer gracias al apoyo de habitantes del municipio. Adelinda rechazó ese apoyo. Por esta razón, algunos mineros artesanales la criticaban, pues creían que no los dejaba trabajar por hablar sobre el medio ambiente y estar en contra de la minería.
Sin embargo, ella no guardó silencio y después del foro de febrero, siguió reportando lo que ocurría en Almaguer. El caso de Almaguer es importante para CIMA porque hay presencia multinacional, muchas hectáreas tituladas, otras tantas solicitadas y porque -dos meses antes de su muerte- llegaron otros 15 mineros provenientes de Antioquia.
Adelinda siguió hablando del tema, de la necesidad de organizar más acciones en Almaguer, de las multinacionales, del impacto de la minería en el medio ambiente y, específicamente, en fuentes de agua a la comunidad.
En palabras de sus compañeros de equipo, ella se ganó enemistades entre la gente de Almaguer que decidió trabajar, de manera conjunta, con los mineros de Antioquia.
Un mes antes de su asesinato, Adelinda llamó a Guido para decirle que recibió una llamada de un supuesto «amigo¨, quien le advertía: «que dejara de joder, de andar con Guido, que si seguía en esa línea, le podía costar la vida». Adelinda, preguntó quién hablaba y la persona le respondió que un amigo…
Ella creyó que solo querían asustarla. Adelinda le dijo a Guido: «Si a vos que jodes más que yo no te han hecho nada, no me harán nada a mí. Esos son los mismos de por acá jodiendo».
Ella no pensó que esas palabras eran serias y no denunció el hecho. Pero la situación no paró ahí; una semana antes de su muerte, dos mineros la abordaron en la calle.
Uno era de Antioquia y el otro de la zona. Le dijeron lo mismo, pero esta vez, de frente, que se retirara, que no siguiera con la minería y la invitaron a trabajar con ellos.
Adelinda, de manera sarcástica, les preguntó que si se retiraba de la organización ¿qué le iban a dar, carro, casa? Los hombres sonrieron y se marcharon.
Vacío en la comunidad
Tal vez presintiendo la amenazas contra Adelinda, su hijastro de 16 años, la acompañaba el 30 de septiembre cuando fueron atacados al salir de una reunión con personas de la vereda.
Dos hombres escondidos detrás de los arbustos dispararon contra Adelinda y contra su hijastro. Ella murió allí y el muchacho, quedó malherido. Él se recuperó, pero no pudo identificar a los asesinos, pues usaban capuchas.
Mientras los ex compañeros de trabajo de Adelinda acompañaban su féretro y conversaban con su pareja sentimental, éste recibió una llamada de la dueña de un restaurante, quien le informó que «los mineros» le habían dejado 200 mil pesos como muestra de solidaridad por la muerte de Adelinda.
La noche en que asesinaron a Adelinda, la vereda Las Cortaderas perdió una lideresa carismática y su famiia, forzada al desplazamiento, perdió a la madre, la esposa y la hija ejemplar que era.
Con su muerte, no solo desintegraron una familia, sino que pretenden detener el proceso que sobre el tema minero realizan en este departamento pues Adelinda era el referente para la organización en Almaguer.
Las mujeres que trabajaban con ella sienten miedo. Una de ellas, quien tenía lista una denuncia contra minería illegal, por contaminación, desistió de hacerla por temor a terminar como Adelinda.
El temor ronda no solo en Almaguer sino también en Santa Rosa, Bolívar y en el corregimiento el Hoyo, municipio El Patía, donde otros líderes fueron amenazados por hablar de la minería ilegal y la minería transnacional.
Pero CIMA está comprometida con las comunidades, donde tradicionalmente ha existido la minería artesanal, que expresan su preocupación por la minería ilegal, con retroexcavadoras, y la minería multinacional, a cielo abierto. Por ello, para el próximo año desean organizar una consulta con la Gobernación del Cauca para que la población decida si quiere o no la minería.
Y aunque no es fácil continuar con este trabajo considerando las circunstancias en las que murió Adelinda, víctima mujer número quince en el departamento del Cauca en 2013, Guido Albán Rivera – cuyo testimonio sirvió para elaborar esta breve perfil de Adelinda – considera que visibilizar a los líderes es una manera de protegerlos, pues no podrían asesinarlos a todos.
El pasado 8 de noviembre se realizó una audiencia pública sobre el caso de Adelinda, pero no se presentaron avances en la investigación. Ojalá que el caso de Adelinda, de César García, en el Tolima, o el párroco de Marmato, José Reinel Restrepo, en Caldas, y de tantos otros sacrificados debido a su resistencia pacifica a la minería y que han reclamado soberanía para su territorio no queden impunes. Hoy y siempre, honremos su valentía.
(*) Fernanda Sánchez Jaramillo es periodista, magíster en relaciones internacionales y sindicalista.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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