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Volodia Teitelboim cumple 90 años. Entrevista

«Hugo Chávez ha actualizado el sueño bolivariano»

Fuentes: Punto Final

El 17 de marzo Volodia Teitelboim cumple 90 años. Prefiere no recordar la fecha y no espera reconocimientos, que de todas maneras se producirán. Un anuncio es la invitación que circula para el 18 de marzo en el Círculo Español, en pleno centro de Santiago, donde se realizará un almuerzo de homenaje. En el cuarto […]

El 17 de marzo Volodia Teitelboim cumple 90 años. Prefiere no recordar la fecha y no espera reconocimientos, que de todas maneras se producirán. Un anuncio es la invitación que circula para el 18 de marzo en el Círculo Español, en pleno centro de Santiago, donde se realizará un almuerzo de homenaje. En el cuarto tomo de sus memorias, Antes del olvido, señaló: «No controlo el reloj de las despedidas. Falta no sé cuánto para la medianoche».
No es hombre de despedidas ni de pausas. A las ocho de la mañana de cada día está frente a sus papeles que van dando forma a nuevos trabajos literarios. No domina el computador y su diligente secretaria, Jimena Pacheco, recoge sus apuntes o dictados. Es un autor prolífico desde que sus obligaciones como dirigente político pasaron a segundo plano.
En el año pasado estuvo enfermo, enflaqueció, fue sometido a operaciones delicadas pero venció en esa batalla. Se ha recuperado y su buena memoria, su humor, su cálida hospitalidad, su condición de conversador brillante, son los mismos de siempre.
Coronó sus más de quince libros con el Premio Nacional de Literatura de 2002. Y recién ha redescubierto La guerra interna, novela suya publicada en México en 1978, cuando era un exiliado y voz acusadora de la dictadura.
Había olvidado La guerra interna hasta que le llegaron algunos ejemplares que le obligaron a releerla con cierto temor respecto de su vigencia y calidad. Es una novela acerca del horror de la dictadura, de las torturas en Villa Grimaldi, de la demencia fascista, de la metamorfosis monstruosa de los funcionarios del terror.

LOS PASOS DE RULFO
No obstante prefiere hablar de su último libro, Por ahí anda Rulfo (Editorial Sudamericana) que ha pasado inadvertido, tal vez porque fue publicado en los últimos días de 2005. Le parece mejor hablar del escritor mexicano que de su conocida trayectoria política y literaria que a los 90 años continúa sin desmayo.
¿Por qué eligió a Rulfo como personaje? ¿Fue un tributo a México?
«Tenía la idea desde hace diez años. No puse manos a la obra porque eran más urgentes otros proyectos. Cuando enfermé, me propuse trabajar, como una manera de retornar a la vida. Así volvió al tapete el fascinante Juan Rulfo. No diría que es sólo un tributo a México».
¿Fue por una admiración literaria?
«No sólo eso. Así como Borges es la mirada de la aristocracia, de los ricos venidos a menos, expresada en un inmenso talento literario, en los dos libros de Rulfo está la América Latina de los pobres, de los que no tienen nada, para los cuales vivir o morir resulta casi lo mismo. Pedro Páramo es el libro de la tragedia del continente pobre. El llano en llamas es un volumen de cuentos maravillosos. Su violento escenario es la guerra de los cristeros, que después de la revolución agraria enfrentó a los liberales con la Iglesia Católica en México, con una secuela enorme de muertos y horrores entre 1926 y 1928».
¿Es Rulfo un autor profundamente mexicano?
«Me interesó no sólo destacar su condición de mexicano sino -sobre todo- de latinoamericano. El mal generalizado del continente no es tanto la muerte sino la pobreza. Todos nuestros países padecen lo mismo: desigualdad, subdesarrollo, inicua distribución del ingreso. Esa realidad es inalterable, a pesar de la revolución tecnológica y de los tratados de libre comercio que remachan la dependencia y cuyos beneficios son para los ricos».

EL SUEÑO DE BOLIVAR
¿Se reconoce usted como un latinoamericanista?
«Soy un latinoamericano, un bolivariano, un martiano moderno. Mi sueño es que nos reconozcamos como hermanos. No hay otra zona de la Tierra en la que el común origen y las varias características históricas nos hagan como un sólo país. Tenemos una continuidad hemisférica, hablamos el mismo idioma, con excepción de Brasil y Haití, poseemos una cultura precolombina de la que casi no se habla. Lo característico es también que estos pueblos no alcanzaron a ser Estados. Predominó el caciquismo y las tribus independientes. Por eso fue fácil que vencieran los conquistadores y que imperios poderosos, como el azteca o los incas, fueran derrotados».

¿El caciquismo se prolonga en el tiempo?

«El caciquismo no es un invento de los españoles. Venía del imperio azteca. Lo que hicieron los conquistadores fue desplazar a los caciques y ocupar su lugar. En Latinoamérica el caciquismo está presente en todas partes: en lo rural, en los partidos políticos, en los Parlamentos y hasta en la presidencia de la República. Esa realidad es la sustancia de los dos libros magistrales de Juan Rulfo».

¿Los caciques eran el poder real?

«Sí. El poder real lo tenían los latifundistas. Todavía son los dueños de algunos países. Desintegraron la unidad que alguna vez alcanzó el continente. Provocaron disputas por fronteras: empezaron las guerras. No hay ningún país de Latinoamérica que no haya luchado contra sus hermanos. Eso explica el peso absoluto de Estados Unidos frente a países desintegrados que no se entienden entre sí».

¿Es el fracaso del sueño de Bolívar?

«Bolívar pensaba al continente como un gran país. Creyó que había arado en el mar. Pero no es así. El presidente Hugo Chávez, de Venezuela, ha actualizado el sueño bolivariano y tiene el apoyo de su pueblo. Y es reconfortante comprobar que antes nunca se había constituido un bloque de países como el que forman Venezuela, Argentina, Brasil, Cuba, Uruguay y Bolivia, que proponen opciones muy diferentes…

(Artículo completo en Punto Final Nº 610, 10 de marzo de 2006)
http://www.puntofinal.cl/610/Volodia90.htm