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Huracanes: Voz Populi, Vox Dei

Fuentes: La Jornada

En «Viaje a las islas de la América», el jesuita francés Jean B. Labat (1663-1738), describe el ciclón tropical o «hurakán» (del arahuaco «hura»: viento, soplar): «Creímos entonces que todo había acabado, cuando oí el viento que recomenzaba a soplar con más violencia…los animales mansos vueltos salvajes miraban con terror a todos lados y parecían […]

En «Viaje a las islas de la América», el jesuita francés Jean B. Labat (1663-1738), describe el ciclón tropical o «hurakán» (del arahuaco «hura»: viento, soplar): «Creímos entonces que todo había acabado, cuando oí el viento que recomenzaba a soplar con más violencia…los animales mansos vueltos salvajes miraban con terror a todos lados y parecían no reconocer los lugares en que habían estado siempre…».

Hay huracanes que llevan la fuerza del dios Tifón, «…monstruo de cien cabezas con cabelleras de serpientes que giran en círculos gigantescos y su diámetro crece a medida que avanza, tragándolo todo» (Hesíodo). En «Tifón», novela de Joseph Conrad que transcurre en el mar de Java, aquello de la «imagen que vale por mil palabras» queda reducido a latiguillo.

El huracán se forma en los mares calientes del Indico, en áreas del Pacífico meridional y de junio a octubre en el Caribe. Tempestad natural, el 13 de noviembre de 1970 Bangladesh conoció el huracán más desolador de todos los tiempos (300 mil muertos). Tempestad artificial, el 9 de agosto de 1945 la bomba de Hiroshima calcinó con plutonio radioactivo a 120 mil personas, en fracción de segundo.

Saint Kitts-Nevis padeció huracán memorable, en agosto de 1772. Un joven antillano lo describió: «¿Adónde ahora, oh vil gusano,/ la fortitud y resolución de que te vanagloriabas?/ ¡Mira cómo se abre el abismo del eterno misterio!/ ¡Despréciate a ti mismo y adora a tu Dios!…/¡En las medidas públicas y privadas que tomó,/ nuestro General demostró ser el hombre!».

Halagado, el Gobernador de las islas pensó que Alexander Hamilton, de 15 años, tenía futuro y lo envió a estudiar a la Universidad de Columbia. Años después, Hamilton escribió: «Se ha dicho ‘vox populi, vox dei’, pero por más que se cite, la máxima no es verdadera. El pueblo es turbulento y dado a cambiar y rara vez juzga o determina correctamente…». Luego, convocó a los millonarios de Nueva York, y engendró su propio «vil gusano»: el Partido Republicano.

Sin embargo, Hesíodo cuenta que sólo Zeus, dios más fuerte, venció a Tifón. El autor de «Teogonía» veía en Zeus al «modelo de soberano responsable del bienestar de sus súbditos, y dador de la justicia a los hombres para que no se comporten igual que las fieras salvajes». ¿Quiso decir que la soberanía reside en el pueblo? Si vamos bien, oigamos a Esquilo: «…los dioses no castigan sin motivo a quienes respetan la naturaleza y los hombres…en tanto se mantengan dentro de los límites que convienen a su condición existencial» (Prometeo encadenado).

Dicho de otro modo: cuando hay conciencia de la finitud y la precariedad de toda vida humana. Los expertos en huracanes lo saben. El meteorólogo

estadunidense Peter Rogers, apunta: «Pero la mejor de las previsiones resultará inútil si no se toman las medidas oportunas. Así, deben existir planes nacionales minuciosos y cuidadosamente preparados, con objeto de que todos los responsables de la seguridad, de la vida y de los bienes humanos sepan exactamente lo que tienen que hacer al recibir el aviso pertinente».

En Cuba, los ciudadanos conjuran el paso de los huracanes solidariamente, en coordinación estrecha con las orientaciones de un gobierno que, según los dioses del Olimpo, vive «aislado» del pueblo. En Miami, donde el gobierno no entiende que el Universo es diverso pero también es uno, la prevención contra los huracanes consiste en ensanchar las autopistas para facilitar la huida de la gente. Y el que no compró un buen seguro se jodió.

Previo al paso reciente de los huracanes más intensos en 60 años, Cuba organizó brigadas que cuidaron de ancianos, menores, lisiados, enfermos y parturientas; de higiene de calles, distribución de agua y de limpieza de los destrozos causados por los meteoros; de cuidado de empresas eléctricas, de teléfonos y escuelas; de las que salvaron computadoras y equipos de alta tecnología y de las que informaron y orientaron sin desmayo velando por la vida de todos.

Incluyendo la vida de James Cason, fabricante de «disidentes» y jefe de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana. Casey ofreció 50 mil dólares a los damnificados por el huracán «Charley». El gobierno de Venezuela giró un millón de dólares a Granada, isla caribeña de 81 mil habitantes desvastada por «Iván».

«No hay que temer sino que bendecir los huracanes, porque después de ellos, queda la tierra renovada y pura», dijo José Martí observando el paradójico metabolismo de un planeta que respira. «Iván», «Aznar», «Charley», «Havel», «Frances», «Aylwin», «George»…Cuba probó al mundo que si un pueblo está listo para la defensa, los gusanos huracanados están destinados a morir sin grandeza, diluyéndose en polvo y derrota, aire, nada. (FIN)