En Estados Unidos, en diciembre de 2021, la activista conservadora Lisa Hansen denunció que había escuchado que en las escuelas estaban poniendo cajas de arena en los baños para “los estudiantes que se identifican como gatos”.
La fantasía fue repetida por varios políticos republicanos a lo largo del año 2022, como el senador de Minnesota, Scott Jensen, legisladores de Tennessee, Heidi Ganahl de Colorado, la nominada republicana Catalina Lauf por Illinois, al menos 20 otros candidatos a representantes y múltiples padres en asambleas de escuelas a lo largo de Estados Unidos, todos indignados con “la ideología de género”. Las denuncias se convirtieron en virales, alcanzando en algunos videos de TikTok millones de visitas. Nunca se encontró ninguna cajita de arena en ninguna escuela ni a ningún grupo revindicando su condición de gato. Lo más evidente, el odio a la gente diferente con nuestros mismos derechos, pasó frente a todos, como pasa el aire invisible.
No por casualidad y de forma simultánea, en los parlamentos de América Latina, los representantes de la derecha repitieron indignaciones semejantes, aunque no llegaron a la fantasía de los gatos.
La realeza europea usaba peluca, calzas y tacones altos (signo de masculinidad, debido a que los musulmanes lo inventaron para montar más rápido; con eso y su propio fanatismo, conquistaron un imperio). Unas generaciones atrás, los niños de la clase alta eran vestidos como niñas para las fotos (ver al presidente F. D. Roosevelt, de niño, por ejemplo). Todos vestían de blanco. Los colores rosa y el celeste como propiedad de géneros no existía hasta el siglo XX, invento de las grandes tiendas de Estados Unidos por razones comerciales: al principio el rosado era masculino y el celeste femenino pero por una razón fortuita, se fijó el rosado para las niñas y el celeste para los varones y los fanáticos dijeron que así había sido todo desde que se creó el mundo.
Nada de esto es natural sino productos culturales que gente inculta no entiende, pero, por eso mismo, se ofenden y realizan discursos llenos de convicciones en los parlamentos y desde sus tarimas virtuales.
La “ideología de género” no es un mal reciente que va a destruir a la Humanidad, sino que es tan vieja como las primeras religiones: es el machismo, con su necesidad de poder y con sus miedos sexuales.
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