Cuando la reforma educacional entró a la fase de definiciones precisas y delicadas, la Conferencia Episcopal de Chile (Cech) hizo pública su postura( 1 ). Si se lee en general, el texto parece ir con los tiempos. Pero «el diablo está en los detalles», dice el antiguo proverbio. Y la Iglesia Católica, que por antigua […]
Cuando la reforma educacional entró a la fase de definiciones precisas y delicadas, la Conferencia Episcopal de Chile (Cech) hizo pública su postura( 1 ). Si se lee en general, el texto parece ir con los tiempos. Pero «el diablo está en los detalles», dice el antiguo proverbio. Y la Iglesia Católica, que por antigua no tiene quién le gane, conoce el sentido de la frase.
El texto s eñala que «el objetivo de toda educación genuina es humanizar y personalizar al ser humano», y que la Iglesia busca con sus instituciones «preparar una generación capaz de construir un orden social más humano para todos». Para ello promueve en los jóvenes » un tenaz compromiso histórico» con «la solidaridad, la justicia y la paz, mediante experiencias significativas de compromiso social». Respecto al contexto, observa que América Latina y Chile viven una situación de «emergencia educativa», originada por la tendencia de los programas a centrarse exclusivamente en la adquisición de conocimientos y habilidades «en función de la producción, la competitividad y el mercado». De allí que se produzca un «reduccionismo antropológico», que orienta la educación hacia el «pragmatismo y la búsqueda de resultados de tipo cuantitativo» (en otros términos PSU, Simce, etc.). Por ello, la «educación de calidad» debe superar la «perspectiva inmediatista» en la cual impera «un individualismo donde cada uno a codazos tiene que triunfar, y se despedaza la esencia social del ser humano».
La Cech cita un reciente documento del Vaticano que afirma que la educación debe estar a favor de «la promoción de las personas y de la construcción de una sociedad siempre más justa y humana; el reconocimiento de la ‘instrucción’ como un bien común; la reivindicación de la educación y la instrucción para todos; el implícito apoyo a todos quienes, luchando por el tal derecho, se oponen al liberalismo imperante; la tesis según la cual la cultura y la educación no pueden estar al servicio del poder económico y sus lógicas; el deber de la comunidad y de cada uno de sostener la participación de la mujer en la vida cultural; el esbozo del contexto cultural de un nuevo humanismo, con el cual el Magisterio de la Iglesia está en constante diálogo».(2)
Respecto a la actual reforma, señala que el gobierno debería «establecer un nuevo paradigma, (…) cambios profundos en el sistema, que permitan gratuidad, equidad, calidad para todos sin excepción, teniendo como fuente inspiradora la opción por los niños y jóvenes más pobres». El nuevo modelo deberá responder a «un sistema que se percibe segmentado, inequitativo, con serios problemas de calidad, abusivo en lo económico y con prácticas lucrativas moralmente reprobables». Por ello «la eliminación del lucro entendido como negocio y usura con fondos públicos, y en desmedro de una educación de calidad y trato laboral indigno de sus trabajadores, no solo es necesaria, sino un imperativo moral», y la preocupación por disminuir las causas de la «segmentación social», debe ir mucho más allá de la escuela, avalando la idea de una reforma (¿tributaria?) que permita «humanizar y compartir con equidad el desarrollo».
LA LETRA PEQUEÑA
Terminada la hermosa obertura, el documento entra en materia técnica, y cambia de tono, sacando de la manga la calculadora pragmática e inmediatista que antes había criticado. Lo primero que pide es que la educación particular pueda continuar «desde las características que son propias de su naturaleza», es decir, «de acuerdo a su filosofía y estilo», lo que naturalmente implica poder implementar «procesos de admisión» definidos desde una «sana y necesaria autonomía».
Se trata, «de evitar en el futuro que el Estado pueda ir unificando el sistema educacional chileno haciendo que los distintos ámbitos de las escuelas subvencionadas, tanto municipales y particulares, (…) se vean obligadas a funcionar de manera similar, en lo curricular, disciplinario, ambiental, organizativo y financiero». Aclara, que «lo anterior no dice relación ni justifica sistemas de selección por razones económicas, de rendimiento o de situación familiar que resultan discriminatorios y contrarios al modo cristiano de educar». Queda en el aire una pregunta: si no se busca discriminar ¿cuáles serían entonces esos criterios de selección, tan especiales y distintos, que habría que preservar?
Respecto a la figura del financiamiento compartido reconoce que «un número indeterminado de sostenedores habría hecho uso y abuso del sistema para otros fines, haciendo de la educación un negocio inaceptable que merece toda condena». Por lo tanto, el episcopado cree «comprensible que se desee revisar» ese mecanismo. Pero si se llega a eliminar, esperan que el Estado, vía subvención, «haga llegar el equivalente al aporte de los padres» para que los colegios puedan «implementar con toda libertad las características de su propio proyecto educativo». En resumen, el documento eclesial no se opone a los objetivos generales de la reforma educacional, más bien muestra su apoyo. Pero sus propuestas concretas recaen en los tres tópicos que siempre resurgen en la Iglesia: que el sistema educativo se «unifique», reduciendo el financiamiento público y los grados de autonomía institucional de los colegios católicos. Como había dicho poco antes el arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, «la gratuidad en la educación podría afectar el pluralismo».
HORA DE DEFINICIONES
Sin hacer caso al preámbulo del documento episcopal, la UDI y los más conservadores en la DC, como Gutenberg Martínez, han aprovechado para sacar tajada de acuerdo a sus intereses. Martínez declaró: «En el modelo chileno el Estado tiene que apoyar todos los proyectos educativos en la combinación mixta, privada y estatal».(3) A la UDI la sola mención que «el Estado pueda ir unificando el sistema», ya le pareció suficiente para declarar que había vuelto la ENU. La diputada María José Hoffmann amenazó: «Que las familias chilenas tengan claro que si es necesario movilizarse, lo vamos a hacer, porque aquí hay una amplia mayoría que quiere tener derecho a elegir».( 4 ) El problema de esa libertad tan abstracta es que se olvida de lo que dijo una afectada por el incendio de Valparaíso: «Los pobres no elegimos dónde vivir». Y menos dónde estudiar.
Para evitar estos debates estériles sería necesario que la Iglesia Católica clarifique sus demandas. Respecto a la autonomía en los «procesos de admisión», ¿qué criterios propone establecer? ¿Seleccionar por puntajes de Simce? ¿Impedir la matrícula a padres separados o divorciados? ¿Expulsar alumnos de acuerdo a su orientación sexual, o por no adherir a la fe religiosa? Como señaló el Observatorio Chileno de Políticas Educativas: «El grave problema de la Iglesia es que se quiera tener financiamiento público y a la vez, seleccionar estudiantes», por lo tanto, «si hay libertad de los padres para elegir, no pueden los colegios elegir niños. Hay que ser serios en eso, buscar mecanismos que garanticen que no haya selección de estudiantes. Esto supone que el sistema público cree esos mecanismos, de tal forma que se produzca una mayor integración social a través de la educación».(5)
Todos saben que la educación católica no corre peligro alguno y que los miedos episcopales no son más que ejercicios de oportuna conveniencia. Por eso, cabría que la Cech investigara si entre sus colegios han existido sostenedores que han «hecho uso y abuso del sistema para otros fines, haciendo de la educación un negocio inaceptable que merece toda condena». Debería aclarar si existen colegios católicos que aplican «sistemas de selección por razones económicas, de rendimiento o de situación familiar que resultan discriminatorios y contrarios al modo cristiano de educar». Tendría que clarificar si existen universidades católicas que promueven «una sociedad de individuos, donde cada uno compite, busca su éxito y se aísla (…) con un individualismo donde cada uno a codazos tiene que triunfar, y se despedaza la esencia social del ser humano».
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Notas:
(1) » Iglesia y Educación: aporte al diálogo sobre la reforma».
(2) Congregación para la Educación Católica, Educar hoy y mañana , 2014.
(3) Radio Cooperativa, 22-04-2014.
(4) TVN 24 Horas, 31-03-2014.
(5) Radio U. de Chile, 23 -04-2014.
Publicado en «Punto Final», edición Nº 803, 2 de mayo, 2014