Las iglesias evangélicas en Chile buscan desde hace años influir en la política y conseguir lugares de privilegio en la vida pública similares a los que tiene la Iglesia Católica. Los devotos de la prédica evangélica representan alrededor del 16 por ciento de la población. Un electorado que ninguno de los candidatos en el balotaje […]
Las iglesias evangélicas en Chile buscan desde hace años influir en la política y conseguir lugares de privilegio en la vida pública similares a los que tiene la Iglesia Católica. Los devotos de la prédica evangélica representan alrededor del 16 por ciento de la población. Un electorado que ninguno de los candidatos en el balotaje presidencial del próximo domingo quiere desechar.
Entre el 7 y el 8 de diciembre la capital de Chile perdió la principal vía de comunicación con Valparaíso, su puerto histórico de la costa del Pacífico y uno de los más importantes del comercio exportador. Durante casi dos días todo el tránsito, que suele ser muy intenso, fue desviado a circuitos alternativos, lo cual agregó entre media hora y más de una hora a la duración del viaje. Esto no se debió a un gran accidente ni a una catástrofe natural; el hecho se repite todos los años para permitir las peregrinaciones, en el Día de la Inmaculada Concepción, a un santuario que está a medio camino entre Santiago y Valparaíso. Alrededor de un millón de creyentes llega hasta la iglesia de Lo Vázquez, levantada hace un siglo en un paraje sin otro significado místico que el que le daban los devotos hacendados propietarios de los terrenos, y en la carretera se producen escenas de religiosidad popular. Muchas personas avanzan de rodillas, con sus espaldas agobiadas por unas réplicas de la iglesia en madera y yeso; otras son empujadas en sillas de ruedas, arriesgando sufrir por el gran calor males peores que aquellos para los que van a pedir una cura milagrosa; los menos comprometidos con el concepto católico del sufrimiento llegan en bicicleta, con el talante relajado de una excursión campestre. Hay más enfermeros, policías y ambulancias que en cualquier concierto masivo de rock intentando mantener el orden, la salud y la seguridad de las multitudes, mientras que miles de comerciantes instalados en los alrededores del santuario venden alimentos y todo tipo de baratijas religiosas.
Separación de matices
La peregrinación a Lo Vázquez es el evento católico que repercute más directamente en el funcionamiento del país, pero Andacollo, La Tirana, Yumbel o el Templo Votivo de Maipú también son santuarios en los que a lo largo del año se reúnen las masas de fieles a adorar vírgenes y santos, en un país que sólo tuvo libertad religiosa a partir de 1875 y donde el Estado se separó de la Iglesia recién en 1925. «El Estado se separa de la Iglesia, pero la Iglesia nunca abandonará el Estado», dijo el arzobispo de esa época, y así se definió una relación político-social que hoy se manifiesta en la presencia de sacerdotes en las fuerzas armadas y en el palacio de gobierno, en la existencia de símbolos religiosos en lugares públicos como los hospitales, y en las escenas de legisladores y funcionarios políticos abriendo las sesiones de trabajo en nombre del dios cristiano. Por otra parte, la Iglesia sigue cobrándose las cuentas morales de su defensa de los derechos humanos durante la dictadura militar, para influir con fuerza en cualquier discusión pública de lo que llama «temas valóricos», ya sean las campañas de educación sexual y prevención del sida, la discusión de la ley de divorcio (que fue promulgada en 2004, después de una década de debates), la legislación sobre el aborto -aprobada este año, con muchas restricciones-, o el matrimonio entre personas del mismo sexo, limitado actualmente a un acuerdo de unión civil, al cual incluso se le cambió el nombre, que originalmente era «pacto de unión civil» (Puc), tras un reclamo del rector de la Universidad Católica, debido a que las iniciales coincidían con las de esa casa de estudios: Pontificia Universidad Católica.
La prédica evangelista
No obstante esa presencia imponente, hace muchos años que los censos registran la disminución de los católicos en Chile. Pero ello no se debe a un aumento significativo de los ateos o agnósticos, sino a la difusión de la prédica evangélica, en especial entre los sectores de menores recursos económicos. Hay más de 600 comunidades evangélicas en Chile, y los datos censales indican que alrededor del 16 por ciento de la población practica esa fe. Son aproximadamente 3,5 millones de personas, de las cuales 2,5 millones están registradas para votar, con una inclinación mayoritaria al conservadurismo político.
Los evangélicos han resentido históricamente la influencia de la Iglesia Católica en la sociedad y las instituciones chilenas, y se vienen abriendo paso en el campo político desde hace varias décadas. Dos años después del golpe militar aprovecharon la grieta abierta entre Pinochet y la Iglesia, por el tema de los derechos humanos, para acercarse al gobierno; un grupo de pastores declaró que las denuncias internacionales de las violaciones a los derechos humanos eran injurias contra las fuerzas armadas, y en compensación por los supuestos desaires de las jerarquías católicas al régimen militar se instituyó la celebración del tedeum evangélico en las fiestas patrias. Hasta la actualidad, los políticos y los gobernantes asisten a esa ceremonia, además de al tedeum católico. En las celebraciones nacionales pasadas, el 10 de setiembre, se produjo una situación embarazosa, porque la presidenta Bachelet fue abucheada por algunos de los fieles y pastores presentes, y en los sermones se criticó sin ambages la gestión del gobierno por promover las leyes del matrimonio igualitario y la interrupción del embarazo. Uno de los oradores, Eduardo Durán Salinas (diácono y candidato a diputado por el partido del ex presidente Sebastián Piñera), expresó que para luchar contra «la promulgación de leyes que van en contra de todos nuestros principios, que violentan nuestra conciencia y que también violentan nuestra fe», los evangélicos debían iniciar carreras parlamentarias. Unos días más tarde, el obispo pentecostal Eduardo Durán Castro, padre del candidato a diputado y uno de los principales dirigentes de la catedral evangélica donde se produjeron los incidentes con la presidenta, declaró al diario El Mercurio que «católicos y evangélicos van a apoyar a aquellas personas que están por la vida y que lo dicen valientemente», haciendo referencia a su respaldo al candidato presidencial derechista, Piñera.
Votos «para Cristo»
Agrupados bajo la consigna «Un Chile para Cristo», los evangélicos presentaron 22 candidaturas a la Cámara baja en la primera vuelta de las elecciones generales y presidenciales del 19 de noviembre. Obtuvieron dos bancas para Renovación Nacional, la agrupación del actual candidato a la presidencia por la derecha, y éste ha incluido en su equipo de campaña a cuatro obispos de las iglesias evangélicas. En la primera semana de diciembre Piñera se reunió con los principales representantes de esta colectividad religiosa para pedirles su apoyo en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del próximo domingo; posteriormente difundió un video a través de las redes sociales, en el cual elogió los aportes a la vida nacional de los evangélicos -«la fuerza y voluntad con que defienden los valores de la vida, el matrimonio y la familia»-, y se comprometió a defender esos valores si es electo presidente. Además, un grupo de militantes evangélicos de los dos principales partidos de la derecha constituyó lo que ellos definen como un movimiento político opositor al gobierno actual de Michelle Bachelet. En su página web afirman que se organizan para combatir pecados sociales y políticos, tal como lo están haciendo sus hermanos de otros países de la región, entre ellos Uruguay.
El candidato presidencial de la centroizquierda, Alejandro Guillier, tampoco se ha privado de buscar las bendiciones evangélicas. Ya antes de la primera vuelta, y en los días que siguieron al incidente durante el tedeum de setiembre, el senador Guillier se reunió con algunas personalidades de las iglesias evangélicas que habían criticado los insultos a la jefa del Ejecutivo, e incorporó a su comando electoral a una pastora ex capellana del palacio de gobierno. A diferencia de Piñera, católico de misa regular, Guillier es un masón reconocido y comprometido (como lo era Salvador Allende), integrante de una institución que está en la defensa permanente de la laicidad del Estado.
No se han hecho en Chile recientemente encuestas que vinculen las tendencias de voto con la religión, por lo cual es lógico preguntarse si el esfuerzo de los candidatos por conseguir los sufragios de los evangélicos tiene un sustento real o se debe al ruido que éstos han conseguido hacer en la política actual. Algunas opiniones recabadas por Brecha indican que se podría estar sobrevaluando el peso electoral de esa comunidad religiosa. El sociólogo y experto en estudios electorales Alex Callis, por ejemplo, sostiene que no es posible hablar de un voto evangélico en bloque, dado que la multiplicidad de las iglesias de esa confesión hace difícil una posición común. Por eso sólo queda esperar hasta la votación del 17 de diciembre para ver si el nuevo presidente de Chile es saludado con el tradicional saludo evangélico de «¡Bendiciones, hermano!».
Fuente: https://brecha.com.uy/