El libro de Ignacio Fritz que acaba de publicarse aborda el conflicto entre mapuche y Estado chileno, pero desde un futuro donde la guerra está desatada mientras el horror y el fantasma de Pinochet sigue rondando al país, tanto como hoy.
Estamos en 2045 y el pueblo mapuche, finalmente, le declaró la guerra a Chile. Lideradas por la toqui Sakiñ Ayün Malen Ariñil Rausch, descendiente del pueblos originarios pero también con sangre alemana los hace recuperar la tierra hasta Rancagua a menos de dos horas de Santiago, la capital del país. Hasta que logra ser detenida por una siniestra central de inteligencia y posteriormente torturada. Ese es el contexto de «Nachi» (Ediciones Sietch) de Ignacio Fritz, novelista e histórico columnista de la revista The Clinic, una novela que en formato pulp —esas ediciones pequeñas, de cubierta llamativa, de alto tiraje y que se leen de una sentada— es posiblemente la primera que cuenta el conflicto mapuche desde una perspectiva futurista y distópica.
A través de una serie de cartas-monólogos de un militar que participó en las sesiones de tortura y cuya admiración por esta mujer nos descoloca, la obra usa el futuro para hablar del presente de Chile, donde a cinco décadas del Golpe de Pinochet, tuvo que reencontrarse en 2019 con carabineros disparando a la cara de los manifestantes, cacerolazos y tanques paseándose por Santiago con militares armados, pero esta vez realmente asustados de lo que podía pasar. “Una psicosis que desliza un esquizofrénico sin remedios, sin electrochoques, sin reposo”, como define el militar en una de sus misivas.
Ñachi es, por cierto, la sangre de animal recién degollado para el asado y que los mapuches condimentaban con cebolla, cilantro, limón y merquén. Este último, es un polvo picante que la elite empresarial, esa misma que apoya la militarización de la Araucanía, ha recuperado como producto premium de exportación destacando su origen centenario. Fritz tenía todo eso en mente: “Me interesaba mostrar la guerra desde una clave distópica, con la brutalidad que le es inherente y merece una guerra. Pero decidí centrarme en la posverdad, tomando al pueblo mapuche, su relación con el Estado y los centros de tortura que hubo en la Dictadura de Pinochet”, explica el autor a Página/12.
“Últimamente Chile se ha llenado de líderes que quieren cambiar lo que no se ha cambiado desde la salida de Pinochet a fines de los 80. Pero yo creo que es un asunto de la naturaleza humana: el Bien común nunca se ha aplicado. Prevalece el bien individual una vez que estos sujetos, los políticos, llegan al poder. De manera que los temas a tratar en esta nouvelle son contingentes en cuanto a cómo se resuelve la sociedad en base a dinámicas de diferencia entre todos sus componentes. Por un lado cuento la historia de una toqui mapuche que lidera una guerrilla contra el Estado chileno, y por otro lado muestro una falacia originada por misivas de su torturador una vez que la silenciaron para acabar con el conflicto que, dicho sea de paso, sucede de verdad aquí”.
“El tema mapuche se minimiza”
Fritz investigó sobre los sucesivos intentos del Estado chileno, sin éxito, de exterminar a este pueblo originario, de las formas de tortura practicadas en Dictatura y también sobre cómo contar una historia en clave futurista, pero respetando lo gravedad de lo que sucede en el sur del país. De hecho él mismo desciende de europeos que llegaron al sur indómito chileno. “Mis ancestros eran alemanes. Colonos y agricultores. Bueno, el punto de unión o patrón con mi libro es que tanto para los alemanes como para los mapuches hay un sentido nacionalista, propio, de identidad, de orgullo por lo que se es, no lo que se intenta ser por el qué dirán, cosa que no veo en el Chile expuesto en los mass-media de farándula, por ejemplo. Estamos en una Latinoamérica narcisista cuyo único móvil es ganar como en el fútbol y un populismo peligroso, engañador, de abuelas. Ganancias y más dinero, representar un papel como en el teatro, en vez de mostrar la verdad de cada sujeto, que no se hace porque no hay auspiciadores, obviamente”.
—En general la ficción aborda el conflicto mapuche desde el realismo y la denuncia. Creo que este es uno de los primeros intentos por buscarle otro enfoque que es de la distopía.
Para mí el enfoque realista ya está en desuso, es muy obvio. ¿Para qué retratar lo que todos saben, lo que ves cuando sales a la calle?. Lo nuevo son estos subgéneros, basta ver lo que se produce en plataformas como Netflix o el mismo cine. A mí el realismo me sirve para instalar cierto enfoque como el tema de la guerra de los mapuches contra Chile. Me interesa crear mundos con una lógica detrás que no necesariamente sería un texto con verosimilitud o intimismo subjetivo.
—El tema mapuche en Chile ocupa la agenda y luego desaparece. Es cíclico, a pesar de que la Araucanía es una zona militarizada todo el tiempo.
El tema mapuche es cosa seria y no se le está tomando el peso y se minimiza. Creo que los mapuches son el último eslabón de personas que instalan lo colectivo para mejorar un pueblo que no se considera chileno, y muy loable que así sea. Hay muchos problemas de clase aquí, se privilegia tener ancestros europeos, y los mapuches han sido siempre tildados de flojos, borrachos y solo para trabajar de panaderos. Incluso son humillados por sus características físicas. Lo cierto es que se trata de un pueblo abusado desde siempre, de manera que lo cíclico, claro, es verdad: la agenda noticiosa está instalada por el poder de facto y ese poder no juega el juego de este pueblo. Puede que también me equivoque con decir que la contingencia está instalada de acuerdo al poder de facto, pero, seamos honestos, el periodismo, salvo el de investigación, hace tiempo que está manejado por la punta de la pirámide y hay un reflejo tendencioso.
—¿Por qué una toqui? A ratos es como una figura mítica imaginada, pero a veces es como una mezcla de varias líderes sociales que han aparecido el último tiempo.
Para mí la toqui representa lo que deja la represión, un concepto basado en el silencio, en lo secreto, solo hasta que estalla, como sucedió en octubre de 2019 en Chile. El dolor de verdad, del alma, siempre es silencioso, te lleva por el mal camino, te hace razonar mal, autodestruirte. Por eso el personaje nunca toma la voz, está silenciada, y de una manera brutal, enferma, psicopática. Simplemente, fue y no existe en el espacio temporal de esta nouvelle. Una mujer mapuche conlleva la idea de instalar el feminismo inconsciente de Fresia, la esposa de Caupolicán, que aparece en el poema épico de La Araucana. Al final los líderes siempre necesitan un apoyo, alguien que los empuje
La batalla futura
Nachi es ante todo un Caballo de Troya. Su cubierta, con un esqueleto-cyborg militarizado sonriendo mientras emerge de un terreno en llamas bajo aureola de fuego es inquietante. Pero todas las referencias a políticos, empresas y hasta escritores, en clave a veces y otras directamente, son sobre el Chile actual, el del Estallido Social, el proceso constituyente, la brutalidad policial, el autoritarismo de las elites.
El autor está de acuerdo. “El Chile de hoy pagó el noviciado desde que llegó la democracia en los 90. Es decir, dijeron que la alegría ya venía, ese eslogan trillado de la campaña por el NO, y que las injusticias sociales disminuirían, pero al final sucede lo que Lampedusa plantea en El gatopardo, cosa que menciono en este libro y para mí es un credo irrebatible cuando el poder inconmensurable está en juego y se pierde la noción de la realidad. Al final Chile es un gran fundo, largo, flaco, y es traumatizante el tema del complejo de clases, tanto para los arribistas como para los abajistas, con reformas que juegan el juego del poder y los empresarios, y que eso haga tanto daño, tanto rencor. Me percato que Chile nunca cambió, que nunca ha tenido, en conjunto, una personalidad de verdad, un nacionalismo y una actitud tipo in medio virtus donde todos podamos ganar y que exista una meritocracia, que el que se rompe el lomo trabajando tenga las mismas oportunidades y no la consabida pitutocracia tan aquí. Antes, hace décadas, la pobreza era subsanable con el trabajo y el estudio, pero ahora ¿qué le queda a la ciudadanía de a pie? Drogas suaves y un endeudamiento extremo para estudiar y comer·”.
—¿De qué forma dialoga el libro con el proceso constituyente en Chile, en el sentido que los mapuches son más reconocidos con las cuotas de pueblos originarios, pero a la vez el empresariado empieza a sembrar miedo desde El Mercurio?
Más que dialogar con el proceso constituyente de Chile, en Ñachi dialogo sobre los elementos de los que se vale el Poder, entre comillas, sea cual sea, para silenciar aun más a los segmentos que no tienen voz, los desposeídos, los que están afuera del comedor. Los enfermos, por ejemplo. Creo que se intentará incluir a esas personas, pero es típico que será algo largo. De mucho tiempo. Espero que no. Puede que dialogue con el proceso constituyente en la medida en que muestra al pueblo mapuche, oprimido desde que Chile es Chile, sin otorgarles garantías reales en un país que se dice Jaguar y que en el fondo lo es para el segmento que representa las corporaciones, las empresas, el neocapitalismo que en sí, la verdad, es un necrocapitalismo basado en el básico “costo/beneficio”, que devora cualquier emprendimiento en vez de analizar todo este entramado como algo que debería beneficiar a todos, aquí en Chile, y no las empresas de afuera. La mayoría de las corporaciones son de afuera y devoran con su producción cualquier Pyme, con todo con el tinglado del márketing y la publicidad (cada vez más al callo) y esto funciona si más lucas inviertes; de manera que los que empiezan, los de las Pymes, para la casa no más, chao. El proceso constituyente será clave, pero creo que siempre será lo mismo, por eso te planteaba lo del gatopardismo y que a la larga todo, absolutamente todo se corrompe para el beneficio individual en vez del colectivo.
—¿Por qué el género epistolar?
Pensé que realizar una serie de cartas, ya que es un género literario en desuso, y plantear el tema de mentira en un tú-a-tú epistolar y plantear la misma idea de la posverdad pero en base a dos personas, sería una buena manera de cuestionar lo que se habla y lo que desea transmitirse y ser el espíritu de lo que es una ficción: o sea, la mentira. En la actualidad la comunicación es la base de toda relación, y creo si la mentira inicia esa relación, estamos muy mal como civilización y como personas. ¿Hay una mentira, una base irreal en todo?¿Es una ficción todo lo que veo? ¿Hay que estar loco para soportar un sistema ideado para beneficio de los mismos de siempre? Estar en contra de lo que no se entiende o lo que no tiene nada que ver con uno es una forma innecesaria de creer que la Otredad es lo negativo. Se rechaza lo diferente, o es relacionado con lo raro, con lo que no se entiende: los medios masivos deberían sacar provecho para comunicar un entendimiento que vaya más allá de la simple retórica y la falacia como sistema de socialización para establecer una prioridad individual más que colectiva. O sea, el tema colectivo de los mapuches podría estar, pero para llegar a eso debes ser una minoría reprimida desde hace siglos y asesinada constantemente: de eso se trata Ñachi.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/349367-los-mapuche-instalan-lo-colectivo-en-el-pueblo