El segundo punto de la agenda quedó acordado, con lo cual se restauró la confianza de la opinión pública en la negociación de La Habana. Hacía falta oxígeno. No habíamos alcanzado a enterarnos del nuevo paso cuando el uribismo salió con el cuento del atentado de las Farc contra Uribe y contra el fiscal, que […]
El segundo punto de la agenda quedó acordado, con lo cual se restauró la confianza de la opinión pública en la negociación de La Habana.
Hacía falta oxígeno. No habíamos alcanzado a enterarnos del nuevo paso cuando el uribismo salió con el cuento del atentado de las Farc contra Uribe y contra el fiscal, que amplificó después el ministro de Guerra. De la Calle, sin minimizar su importancia, lo calificó de hipótesis.
Fue un baldado de agua fría que recuerda el show del collar bomba que puso en vilo las conversaciones en el Caguán. Dos años después, fue condenado a 32 años de prisión José Miguel Suárez, trabajador de la víctima y miembro de una banda llamada los Conejos. Recuerda también la bomba puesta en la Universidad Militar, que dejó 23 heridos y que permitió a Uribe suspender un acuerdo humanitario en ciernes con las Farc. Fueron acusados Marilú Ramírez y otras cinco personas a las que se dejó en libertad meses después por carecer de pruebas sólidas la acusación. Más aún: siendo candidato a la Presidencia, Uribe fue víctima de un atentado del que salió ileso. Años después fue acusado del hecho Emilio Vence Zabaleta, director del DAS en Barranquilla y, claro está, miembro de la misma entidad en Córdoba.
Por supuesto las Farc no quedan -por estos antecedentes- excluidas del caso que hoy nos escandaliza y sobre el cual tendrán que pronunciarse. Lo sospechoso son las distintas versiones dadas por fuentes oficiales y la coincidencia con el manifiesto optimismo con que se recibió el acuerdo.
Sin duda las negociaciones continuarán. Ahora con el tema de cultivos ilícitos, que involucra en la agenda de manera indirecta a EE.UU. y su política de guerra a las drogas. La discusión es sobre cultivos ilícitos y no sobre narcotráfico en general. Es indiscutible que el origen de los cultivos de coca, marihuana y amapola se relaciona con la cuestión agraria. Pero la guerra contra ellos ha impedido entender ese origen. La sustitución de cultivos ilícitos no ha hecho más que arañar por los laditos.
Lo que sí ha funcionado es la fumigación. No porque haya derrotado los cultivos, sino porque es una estrategia para acelerar la ruina de los colonos, sostener precios rentables y fortalecer el avance del latifundio. ¿Qué se puede negociar en estas condiciones? Un antecedente da pistas: en el Caguán, las Farc presentaron un plan piloto de sustitución para Cartagena del Chairá que no difería de la estrategia oficial: vías, salud, educación, vivienda, crédito, comercialización. Pero se enredó porque la guerrilla pidió prematuramente dirigir el proyecto y fiscalizar las inversiones.
Lo primero ahora serán los planes de sustitución, asunto que se emparenta con los acuerdos logrados, una de cuyas almendras es la figura de Reservas Campesinas. Las Farc conocen mejor que nadie las zonas de cultivo y la mecánica de la producción de base de coca. Inclusive saben cómo sale, quién la saca y quiénes colaboran en estas fases -lo que es peligroso para las autoridades-. ¿Están, Gobierno y guerrilla, dispuestos a negociar ese poder real por las Reservas Campesinas? ¿En qué términos y a qué plazo? Es ahí donde juega un papel definitivo EE.UU., incluido el perdón de Simón Trinidad -absuelto por narcotráfico pero condenado por conspiración-. El perdón es un recurso regular que los presidentes de EE.UU. firman con frecuencia, más de 4.500 en los últimos años.
Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/ilicitos-mesa-columna-458753