En una mesa redonda reciente en Rebelión, mi amigo Carlos Fernández Liria plantea que al rechazar tajantemente el aborto, Rafael Correa cumple con el indigenismo, el indigenismo católico, y (supongo) también con el catolicismo no indígena. Así pues, los que creen en el indigenismo o el catolicismo deben estar satisfechos. Y si tienen quejas por […]
En una mesa redonda reciente en Rebelión, mi amigo Carlos Fernández Liria plantea que al rechazar tajantemente el aborto, Rafael Correa cumple con el indigenismo, el indigenismo católico, y (supongo) también con el catolicismo no indígena. Así pues, los que creen en el indigenismo o el catolicismo deben estar satisfechos. Y si tienen quejas por esta postura de Correa deberán repensar su apoyo al indigenismo y al catolicismo; quizás, si lo piensan bien, pasarán a ser partidarios de la Ilustración y su «paquete de izquierda», en el que van mano a mano cuestionar al capitalismo, reconocer los derechos de la mujer y rechazar la homofobia y el machismo…
A mi me parece que hay un problema con esta manera de ver las cosas porque únicamente atribuye la capacidad de razonar sobre el deber ser de una tradición de pensamiento a los que participan en la tradición europea de la Ilustración. La suposición aquí es que sólo ésta es una tradición viva, que tiene principios mayores y menores, y en la que se puede hacer hincapié en los mayores y rechazar o modificar los secundarios (especialmente cuando terminan contradiciendo los principios mayores).
¿Por qué digo esto? En la tradición de la Ilustración se propusieron como principios -si mal no recuerdo- la igualdad, libertad y fraternidad. Pero también algunas voces importantes de la misma tradición (Locke, Kant) plantearon como principio el derecho a la propiedad privada. Creo que Carlos opta por centrarse en la idea de que la libertad, la igualdad y la fraternidad son los principios fundamentales de la Ilustración, y cuando éstos entran en conflicto con la propiedad privada hay que desechar o modificar el derecho a la misma. Yo estoy de acuerdo. Si he entendido bien sus planteamientos al final de El Orden de El capital, sería mejor escoger la independencia civil como principio, y no el derecho absoluto a la propiedad privada.
Lo que se evidencia con estas reflexiones es que en la tradición de la Ilustración es posible evaluar y tomar decisiones sobre lo que constituye «el paquete». En verdad, el rigor con el que Carlos Fernández Liria aborda esta tarea (buscando el núcleo duro de la Ilustración y mostrando su compatibilidad con el marxismo) es impresionante y, en parte por eso, me cuento entre los muchos admiradores de su obra. Pero lo que me preocupa es la idea de que esta capacidad de recomposición o reformulación sea pensada como privilegio exclusivo de la tradición europea de la Ilustración. ¿Por qué suponer que el indigenismo y el catolicismo no pueden repensar sus paquetes también? ¿Es que no son tradiciones vivas, no son idearios o pensamientos en evolución?
El gran teórico marxista de la modernidad Bolívar Echeverría mantuvo, en diversos escritos, que el catolicismo y el indigenismo habían planteado una modernidad alternativa en América Latina, una modernidad resistente a la capitalista. El planteamiento es sorprendente pero no debería ser así. ¿Quién dice que el indigenismo y el catolicismo no pueden ser formadores de la modernidad, no pueden ser tradiciones vivas capaces de recomponerse y proyectarse hacia el futuro e incluso hacia un futuro poscapitalista? (Si la base material de la modernidad es la superación -a través de un crecimiento lento y global de las fuerzas productivas- de una escasez absoluta y las posibilidades emancipadoras que esto encierra, este proceso tendrá impacto sobre muchos discursos, no sólo el discurso que pasa por la Ilustración europea.)
Pensando en la recomposición posible dentro del catolicismo: ¿es cierto que la homofobia es parte imprescindible del mismo? No todos los católicos piensan así. Pueden pensar, como planteaba el no-católico Peter Gomes, que lo central en el cristianismo es el amor a Dios y al prójimo; que la homofobia entró coyunturalmente y precariamente en su ideario, pero no pertenece a su núcleo duro, con el que ademas entra en contradicción.
En cuanto al indigenismo, es cierto que muchas sociedades indígenas (¿todas?) contienen elementos machistas y éstos pueden conducir a posiciones anti-aborto. En este sentido se parecen mucho a las sociedades en las que nació la Ilustración (¿o es que Rousseau no era machista?). Sin embargo muchas sociedades indígenas también contienen principios y tendencias que promueven la igualdad entre los sexos (y por extensión el derecho de la mujer sobre su cuerpo). ¿Quién dice que el indigenismo no puede repensar su «paquete», eliminando los elementos secundarios en favor de los (que se decidan y argumenten) centrales?
De no ser así, sólo la tradición europea podría manejar el deber ser y la autocrítica. En ese caso, por supuesto que sería lógico afirmar que hay una sola Ilustración, y habría que estar rodilla en tierra con ella. Por mi parte, creo que esto no sólo es innecesario, sino que tergiversa el carácter de la modernidad como fenómeno con base material que opera sobre una pluralidad de sociedades y discursos. Puesto que desde el indigenismo y el catolicismo -y el islam también- se dan procesos de recomposicíon, procesos autocríticos, entonces debe ser que hay múltiples ilustraciones (si con este término se referencia un proceso que no es meramente local, sino una opción civilizatoria acompañada de un giro discursivo en el que se abre la posibilidad de oponerse radicalmente a todas las formas de dominación).
Como consecuencia mínima, «algo hemos hecho mal» es una afirmación que también se puede plantear desde otras tradiciones.
Chris Gilbert. Profesor de la Universidad Bolivariana de Venezuela.
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