El Imaginario es la mente social colectiva (Morín) se nutre de la vida material y esta se completa con el imaginario. Sin embargo en el ámbito del conflicto el imaginario tiende a ser creado justamente para impedir ver y comprender la realidad de lo que ocurre. El imaginario se alimenta con mitos, formas, informaciones, publicidad, […]
El Imaginario es la mente social colectiva (Morín) se nutre de la vida material y esta se completa con el imaginario. Sin embargo en el ámbito del conflicto el imaginario tiende a ser creado justamente para impedir ver y comprender la realidad de lo que ocurre. El imaginario se alimenta con mitos, formas, informaciones, publicidad, imágenes, símbolos, palabras, frases, alocuciones de lideres y gobernantes, anuncios de empresarios, militares, periodistas, vallas, otros. El imaginario del éxito mercantil y de la guerra como mecanismo adecuado para garantizar derechos, libertades o seguridad de otros es cuidadosamente diseñado en laboratorios del capital y extendido por el mundo, haciendo aparecer a los derechos como las distorsiones del mercado, a los rebeldes como terroristas y a los gobernantes como poseedores de la verdad absoluta.
El Estado colombiano se sostiene con el imaginario de que los derechos humanos están en la base de todas sus actuaciones y adicionalmente que en su carácter de Estado Social de Derecho responde al interés supremo de ofrecer garantías para satisfacer las necesidades sociales y aplicar justas reglas del derecho para toda la sociedad. Sin embargo lo que debiera ser no es lo que es, produciendo la separación entre lo que es -lo real- y lo que debe ser apenas imaginado.
En este marco la agenda puesta en los diálogos de paz, orientados a cerrar el conflicto armado estado-insurgencia, requiere crear un imaginario colectivo basado en lo que es y no en los futuros posibles. La esperanza hay que sostenerla y dotarla con avances materiales en presente, que empiecen a sustituir el imaginario de la guerra, en el que los valientes mueren por una patria recitada de memoria o son héroes cuando matan o cuando triunfan por astutos, hábiles o sagaces, a la manera de los reality show. La paz real necesita un nuevo imaginario colectivo de paz, sin hábitos de guerra, sin lenguajes ensangrentados ni cargados de odios. El imaginario de la paz exige otras representaciones, otras maneras de concebir las relaciones entre humanos, otros actores hombres y mujeres, exige visibilizar a los negados, a los ofendidos, a los expulsados del sistema, a los desterrados, a los humillados, exige pensar en otros poderes y otras reglas.
El imaginario de la Paz hace parte del marco necesario para que lo pactado se implemente y sea ratificado. El marco de la Paz no es solamente jurídico, es también ético, estético, humano. Al construirlo en colectivo se cruzan múltiples y asimétricas violencias originadas unas en la exclusión política y el saqueo de los bienes materiales colectivos producidos por la misma clase social empotrada en las estructuras del estado desde sus orígenes, otras resultantes de la misma degradación y miseria humana provocada por mafias y explotadores sin escrúpulos, haciendo mas compleja la tarea. Esta complejidad impone la condición de que el estado fije una sola postura sobre sus actuaciones, que lo que diga y haga estè en consonancia con el interés de la sociedad y no en el interés de sus propios agentes o aliados al poder.
Poner en relación lo que dice con lo que hace el estado implica disponerse en serio a acatar los resultados de la negociación, abandonar sus vacilaciones y protagonismos y en muchos casos preparase para hacerse a un lado cuando empiece la realización de los acuerdos. Cuando la formalidad pactada abra paso a la materialización, que incluye distribución, organización, bienes materiales, recursos y demás garantías habrá que incluir a otros actores sociales y políticos y enviar al margen a otros hasta ahora relevantes. Lo concreto es que quienes han tenido que ver responsabilidades de Estado de cuyo ejercicio quedan millones de victimas en el camino, bien por vía de violaciones directas cometidas por el Estado, negaciones a derechos, saqueo directo o equivocada toma de decisiones, no timoneen las nuevas rutas de paz y de esperanza.
El nuevo imaginario tendrá que dar cuenta de realidades, no de ficciones que suplantan el presente con inciertos futuros. Hay conflicto porque el deber ser no es. Igualdad y Libertad no logran ser totalmente materializados para todos, para las mayorías son apenas asuntos formales, enunciados basados en formas traducidas a normas a la vez basadas en otras formas y normas que tampoco se han realizado. Crear otro imaginario hace parte de las tareas pedagógicas de la paz, para que el eventual cierre del conflicto armado estado-insurgencia, no deje la ilusión de que se entra al posconflicto, a un reino de bondades, leche y miel, si no que abre paso a una nueva dinámica para salir definitivamente de un conflicto que sin la intervención de las armas de guerra tanto del estado como de la insurgencia, podrá ser mas claro a la hora de comprender con las voces de las victimas y de los actores armados la magnitud de la tragedia y sumar esperanzas y experiencias para formular otra convivencia, otra humanidad. Al Estado corresponde la responsabilidad central de comprometer esfuerzos para crear un nuevo imaginario, porque derechos y garantías definen su tarea indelegable, insustituible e inderogable.
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