La erupción del sureño volcán Chaitén, que se mantiene activo desde el viernes, ya provocó la evacuación de dos ciudades chilenas por la gran cantidad de ceniza caída. El comportamiento del macizo, el futuro de los evacuados y el impacto de ese material en el suelo, aire y agua son inciertos. «La erupción del volcán […]
El 1 de este mes se desató una actividad sísmica en Chaitén, a unos 1.300 kilómetros de Santiago, frente al archipiélago de Chiloé, en la región de Los Lagos. Al día siguiente, el volcán de unos 1.000 metros de altura comenzó a emitir material particulado (cenizas).
La erupción se agravó el martes, cuando la columna eruptiva del Chaitén alcanzó 30 kilómetros de altura, lo que implicó la emisión de mayor proporción de piroclastos, material incandescente conformado por gases y fragmentos de roca y lava que se cristaliza en contacto con el aire.
«La emisión de material piroclástico es más grave que el escurrimiento de lava», señaló el geólogo Parada.
Pese a que este miércoles hubo mala visibilidad, los especialistas estiman que la columna eruptiva disminuyó. Parada cree que bajará la intensidad debido a que el volcán liberó energía al unirse dos cráteres separados en su interior, formando uno solo de 800 metros de diámetro. Esto, a menos que se obstruya el cráter.
El peor escenario que proyectan los expertos es que la columna eruptiva pierda sustento y que se precipite a la tierra ocasionando graves daños en los valles aledaños. No hay registros de una erupción de este volcán en los últimos 450 años.
Hasta ahora han sido evacuadas exitosamente por tierra y mar cerca de 7.000 personas, sin que se registren lesionados, salvo algunos con molestias oculares y problemas psicológicos por tener que abandonar sus hogares y ganado.
Ni bien comenzó la erupción, a todos los afectados se les entregaron mascarillas para proteger sus vías respiratorias y se les repartió agua potable en camiones cisterna. La provincia de Palena, en la región de Los Lagos, donde se ubican las dos comunas más afectadas, Chaitén y Futaleufú, fue declarada zona de catástrofe por la presidenta Michelle Bachelet, lo que ha permitido la rápida gestión de recursos financieros destinados a la ayuda.
Otra de las localidades de Los Lagos que está en peligro es el Parque Pumalín, de propiedad del conservacionista estadounidense Douglas Tompkins, dado que el viento ya transportó cenizas al norte de ese vasto lugar.
Bachelet, que estuvo en la zona afectada el domingo y el lunes, nombró al titular de la cartera de Defensa, José Goñi, «ministro en campaña» para que se haga cargo de la situación.
El gobierno fijó el perímetro de emergencia a una distancia de 50 kilómetros en torno del volcán. En Futaleufú, donde la evacuación es voluntaria, el domingo se habían acumulado 30 centímetros de ceniza.
«Quiero decirle a todos los afectados que tengan la certeza que van a tener un futuro mejor. Estamos trabajando en soluciones integrales», dijo la mandataria este miércoles en el Palacio de la Moneda, sede de gobierno.
El ministro del Interior, Edmundo Pérez Yoma, informó que hasta ahora hay 990 habitantes de Chaitén y Futaleufú albergados: 820 están en Puerto Montt, Osorno y en la Isla Grande de Chiloé, en Los Lagos. El resto se ubicó en la más austral región de Aysén. Una parte de los evacuados se trasladaron a casas de familiares.
En Chaitén, donde 4.000 personas fueron evacuados en 24 horas, sólo quedan tres civiles –dos personas a cargo de la radio local y un lugareño que se ha negado a abandonar su hogar–, además de nueve militares y tres carabineros (policía militarizada).
Goñi indicó que el gobierno presentará un recurso de protección que permita obligar a los pobladores que aún permanecen en Chaitén a salir inmediatamente del lugar.
Las labores de desalojo dejaron al descubierto la escasez de vías de transporte en la zona austral. Desde hace tiempo el gobierno trabaja en un programa para solucionarla, no exento de críticas por el impacto ambiental que tendría sobre el bosque nativo.
La erupción del Chaitén «es un problema que está afectando a una buena parte del Cono Sur de América», destacó el ministro Pérez Yoma, ya que el viento transportó las cenizas hacia las sureñas provincias argentinas de Chubut y Río Negro y ya alcanzaron el sur de la de Buenos Aires.
Se presume pueden llegar inclusive al sur de La Pampa, informó este miércoles el Servicio Metereológico Nacional de Argentina. En ese país se han suspendido vuelos por la escasa visibilidad en las zonas afectadas.
Mientras todavía existe incertidumbre respecto al futuro de los evacuados –algunas voces hablan de refundar en otros lugares las ciudades desalojadas–, el gobierno anunció que condonará las deudas habitacionales de los afectados y aquellas que tengan con el Instituto Nacional de Desarrollo Agropecuario. La ministra de Salud, María Soledad Barría, descartó este miércoles la presencia de gases tóxicos –como zinc, arsénico o plomo– en la columna eruptiva del Chaitén.
Pero una evaluación de expertos encargada por la Comisión Nacional del Medio Ambiente detectó sulfuros en el ambiente y una acidez anormal en las aguas que tomaron un color blanco lechoso. Esto último afectaría la diversidad acuática y posiblemente la acuicultura.
«En los suelos hay efectos negativos en el corto plazo, por la acumulación de cenizas, pero positivos en el mediano y largo plazo, porque el material volcánico los hace más fértiles», indicó a IPS el geólogo Parada. La recuperación podría tomar años o décadas, según la cantidad de cenizas caídas, aseveró.
Con sus 150 volcanes activos, Chile reúne 10 por ciento de los macizos que geológicamente pueden erupcionar en el mundo. Por ello preocupa la gran cantidad de asentamientos humanos cercanos a ellos.
Pese al riesgo, «son poquísimos los volcanes que han sido estudiados en el país», alertó Parada, quien llama la atención sobre la escasa cantidad de geólogos que trabajan en la academia y en los servicios públicos, debido a que la mayoría son contratados por empresas privadas con altos sueldos.
«Los que más han invertido en estudios sobre volcanes en los últimos años son las empresas hidroeléctricas, que suelen instalar sus centrales cerca de ellos. No hay una política de Estado», indicó el experto, quien también cree que hace falta mayor tecnología para pronosticar tempranamente una erupción.
«En Chile somos reactivos (a los desastres), nunca proactivos», remarcó.